lunes, 8 de diciembre de 2025


                        “NOS ROBARON: EL GRITO DEL QUE SIEMPRE EXIGE FAVORES”

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

El fútbol, más allá de ser un deporte, es un fenómeno social, cultural, económico y político. En él se reflejan virtudes y miserias de la sociedad: esfuerzo colectivo, disciplina y talento, pero también corrupción, impunidad, fraude y manipulación. Cuando un club concentra tanto poder mediático, económico e institucional como el Real Madrid, sus actos ya no son simples resultados deportivos: se convierten en símbolos, mensajes y ejemplos que modelan mentalidades colectivas.

La reflexión que origina este comentario crítico plantea un tema profundo y perturbador: cuando una conducta irregular se repite con impunidad, deja de ser un hecho aislado y pasa a formar parte del ADN institucional.

 Ya no se roba por necesidad, sino por costumbre; ya no se engaña por desesperación, sino por sistema. Y lo más grave: cuando esa práctica habitual es detenida por un árbitro honesto, se invierte la realidad y el infractor se convierte en “víctima”. Esa es la paradoja moral que aquí se denuncia.

Este texto no pretende discutir un solo partido, sino analizar una conducta histórica, una mentalidad de poder y una cultura de privilegio instalada en el fútbol moderno, donde los grandes se definen no solo por ganar, sino por exigir favores cuando no pueden hacerlo limpiamente.

I. EL FRAUDE COMO PRÁCTICA SISTEMÁTICA Y NO COMO ACCIDENTE

Uno de los argumentos centrales del documento base es claro: el fraude repetido deja de ser un acto aislado y se convierte en una forma de comportamiento estructural. Esto es clave para comprender el fenómeno. Cuando una institución recibe beneficios irregulares de forma sostenida, sin consecuencias reales, se consolida una lógica perversa: “No ganamos solo por ser mejores, sino porque siempre alguien nos ayudará”.

En ese terreno fértil crece la impunidad. El fraude deja de ser excepción y se convierte en rutina. Se crea una normalidad falsa donde el árbitro deja de ser una figura imparcial y pasa a convertirse en una variable a favor. Y cuando esta costumbre se rompe —cuando aparece un árbitro honesto, ético, que no se deja presionar—, entonces ocurre el colapso psicológico: el poderoso no soporta perder sin red de protección.

La derrota ante el Celta simboliza precisamente ese punto de quiebre: el momento en que ya no hay auxilio, cuando la realidad del juego se impone a la lógica del privilegio. Y entonces surge el grito automático: “Nos robaron”. No porque haya existido un robo real, sino porque perder sin ayuda resulta insoportable para quien se acostumbró al favor arbitral.

II. LA INVERSIÓN MORAL: EL LADRÓN CONVERTIDO EN VÍCTIMA

Uno de los fenómenos más peligrosos en cualquier estructura corrupta es la inversión de valores. El corrupto deja de verse como delincuente y comienza a verse como víctima. El fraude se maquilla de injusticia. El abuso se disfraza de persecución.

Cuando un sistema de privilegios es desafiado, sus beneficiarios no reaccionan con autocrítica, sino con victimismo. No asumen errores tácticos, futbolísticos, ni fallas deportivas. La culpa nunca es propia, siempre es externa: el árbitro, el VAR, la FIFA, la UEFA, el universo entero confabula contra ellos.

Esta lógica no es exclusiva del fútbol. Es la misma lógica del político corrupto que se hace mártir cuando lo investigan; del empresario que evade impuestos y luego grita persecución; del poderoso que, al perder un privilegio, clama por injusticia. El problema no es perder, el problema es perder sin trampas.

III. LA CULTURA DEL “SI NO GANO, ME ROBARON”

Lo más grave no es solo la conducta del club como institución, sino la mentalidad que se propaga entre sus seguidores. Cuando millones de aficionados repiten el mantra “nos robaron” cada vez que pierden, se alimenta una cultura del autoengaño colectivo. Se les roba la capacidad de análisis, se les anestesia la autocrítica y se les entrena para vivir en una narrativa de conspiración permanente.

Así se construye una psicología peligrosa:

Ganar = mérito propio.

Perder = robo ajeno.

Nunca existe la posibilidad de haber sido superados, de haber jugado mal, de haber errado tácticamente. La derrota no se procesa como aprendizaje, sino como conspiración. Esto genera una afición incapaz de aceptar la realidad sin distorsionarla.

IV. EL PODER COMO ADICCIÓN

Otro concepto profundo implícito en el texto es este: el poder genera adicción. Cuando alguien se acostumbra a dominar, a ser favorecido, a recibir trato preferencial, desarrolla una dependencia emocional del privilegio. Y como toda adicción, cuando se le quita la dosis, aparece la abstinencia: rabia, frustración, llanto, victimismo, acusación.

El problema ya no es ganar títulos, sino no saber perder con dignidad. El verdadero campeón no es el que siempre gana, sino el que sabe perder sin descomponer su ética. Cuando un club pierde y grita “robo”, demuestra que su grandeza está sostenida por una estructura de excusas, no de valores.

V. EL DAÑO SOCIAL DE NORMALIZAR EL FRAUDE

Tal vez el punto más grave del documento base sea este: una sociedad que se acostumbra al robo termina acostumbrándose a la injusticia, a la desigualdad y a la mentira como forma de vida. Esta reflexión trasciende al fútbol. El deporte no es una burbuja aislada: es un aula pública, un escenario simbólico donde se educan millones.

Si la afición aprende que el fraude es aceptable cuando conviene, terminará aceptando también:

· La corrupción política.

·         El abuso de poder.

·         La desigualdad estructural.

·         La manipulación de la verdad

·         El fútbol, así, deja de ser escuela de valores y se convierte en escuela de cinismo.

CONCLUSIÓN

La derrota ante el Celta no es solo un resultado deportivo. Es un espejo. Expone el drama de una institución y una masa de seguidores que no soportan perder sin ayudas. Cuando el fraude se vuelve costumbre, la ética se deforma; cuando la impunidad se normaliza, la verdad se vuelve insoportable.

El Real Madrid no es criticado aquí por perder un partido, sino por no saber perder sin fabricar coartadas morales. El problema no es el marcador, es la mentalidad. El verdadero escándalo no es la derrota, sino el grito automático de “nos robaron”, incluso cuando el juego fue limpio.

Porque cuando alguien se acostumbra a robar —directamente o por intermediarios— ya no exige justicia: exige privilegio.

REFLEXIÓN FINAL

Este conflicto no es solo futbolístico. Es humano, social y político. El hábito del fraude destruye la conciencia. Quien vive del favor no sabe vivir del mérito. Quien gana con ayuda no sabe perder con honor. Y quien grita “robo” cada vez que pierde, termina viviendo en una mentira permanente.

Ganar al rival es una victoria.

Pero ganarle al propio vicio del poder es la única victoria verdaderamente grande.

 

SAN SALVADOR, 8 DE DICIEMBRE DE 2025

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