“NOS ROBARON: EL GRITO DEL QUE SIEMPRE EXIGE FAVORES”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
El fútbol, más allá de ser un deporte, es un fenómeno
social, cultural, económico y político. En él se reflejan virtudes y miserias
de la sociedad: esfuerzo colectivo, disciplina y talento, pero también
corrupción, impunidad, fraude y manipulación. Cuando un club concentra tanto
poder mediático, económico e institucional como el Real Madrid, sus actos ya no
son simples resultados deportivos: se convierten en símbolos, mensajes y
ejemplos que modelan mentalidades colectivas.
La reflexión que origina este comentario crítico plantea
un tema profundo y perturbador: cuando una conducta irregular se repite con
impunidad, deja de ser un hecho aislado y pasa a formar parte del ADN
institucional.
Ya no se roba por
necesidad, sino por costumbre; ya no se engaña por desesperación, sino por
sistema. Y lo más grave: cuando esa práctica habitual es detenida por un
árbitro honesto, se invierte la realidad y el infractor se convierte en
“víctima”. Esa es la paradoja moral que aquí se denuncia.
Este texto no pretende discutir un solo partido, sino
analizar una conducta histórica, una mentalidad de poder y una cultura de
privilegio instalada en el fútbol moderno, donde los grandes se definen no solo
por ganar, sino por exigir favores cuando no pueden hacerlo limpiamente.
I. EL FRAUDE COMO PRÁCTICA SISTEMÁTICA Y NO COMO
ACCIDENTE
Uno de los argumentos centrales del documento base es
claro: el fraude repetido deja de ser un acto aislado y se convierte en una
forma de comportamiento estructural. Esto es clave para comprender el fenómeno.
Cuando una institución recibe beneficios irregulares de forma sostenida, sin
consecuencias reales, se consolida una lógica perversa: “No ganamos solo por ser mejores, sino porque siempre alguien nos
ayudará”.
En ese terreno fértil crece la impunidad. El fraude deja
de ser excepción y se convierte en rutina. Se crea una normalidad falsa donde
el árbitro deja de ser una figura imparcial y pasa a convertirse en una
variable a favor. Y cuando esta costumbre se rompe —cuando aparece un árbitro
honesto, ético, que no se deja presionar—, entonces ocurre el colapso
psicológico: el poderoso no soporta perder sin red de protección.
La derrota ante el Celta simboliza precisamente ese punto
de quiebre: el momento en que ya no hay auxilio, cuando la realidad del juego
se impone a la lógica del privilegio. Y entonces surge el grito automático:
“Nos robaron”. No porque haya existido un robo real, sino porque perder sin
ayuda resulta insoportable para quien se acostumbró al favor arbitral.
II. LA INVERSIÓN MORAL: EL LADRÓN CONVERTIDO EN VÍCTIMA
Uno de los fenómenos más peligrosos en cualquier
estructura corrupta es la inversión de valores. El corrupto deja de verse como delincuente y comienza a verse como
víctima. El fraude se maquilla de
injusticia. El abuso se disfraza de persecución.
Cuando un sistema de privilegios es desafiado, sus
beneficiarios no reaccionan con autocrítica, sino con victimismo. No asumen
errores tácticos, futbolísticos, ni fallas deportivas. La culpa nunca es
propia, siempre es externa: el árbitro, el VAR, la FIFA, la UEFA, el universo
entero confabula contra ellos.
Esta lógica no es exclusiva del fútbol. Es la misma
lógica del político corrupto que se hace mártir cuando lo investigan; del
empresario que evade impuestos y luego grita persecución; del poderoso que, al
perder un privilegio, clama por injusticia. El problema no es perder, el problema
es perder sin trampas.
III. LA CULTURA DEL “SI NO GANO, ME ROBARON”
Lo más grave no es solo la conducta del club como
institución, sino la mentalidad que se propaga entre sus seguidores. Cuando
millones de aficionados repiten el mantra “nos robaron” cada vez que pierden,
se alimenta una cultura del autoengaño colectivo. Se les roba la capacidad de
análisis, se les anestesia la autocrítica y se les entrena para vivir en una
narrativa de conspiración permanente.
Así se construye una psicología peligrosa:
Ganar = mérito propio.
Perder = robo ajeno.
Nunca existe la posibilidad de haber sido superados, de
haber jugado mal, de haber errado tácticamente. La derrota no se procesa como
aprendizaje, sino como conspiración. Esto genera una afición incapaz de aceptar
la realidad sin distorsionarla.
IV. EL PODER COMO ADICCIÓN
Otro concepto profundo implícito en el texto es este: el
poder genera adicción. Cuando alguien se acostumbra a dominar, a ser
favorecido, a recibir trato preferencial, desarrolla una dependencia emocional
del privilegio. Y como toda adicción,
cuando se le quita la dosis, aparece la abstinencia: rabia, frustración,
llanto, victimismo, acusación.
El problema ya no es ganar títulos, sino no saber perder
con dignidad. El verdadero campeón no es el que siempre gana, sino el que sabe
perder sin descomponer su ética. Cuando un club pierde y grita “robo”,
demuestra que su grandeza está sostenida por una estructura de excusas, no de
valores.
V. EL DAÑO SOCIAL DE NORMALIZAR EL FRAUDE
Tal vez el punto más grave del documento base sea este:
una sociedad que se acostumbra al robo termina acostumbrándose a la injusticia,
a la desigualdad y a la mentira como forma de vida. Esta reflexión trasciende
al fútbol. El deporte no es una burbuja aislada: es un aula pública, un
escenario simbólico donde se educan millones.
Si la afición aprende que el fraude es aceptable cuando
conviene, terminará aceptando también:
· La
corrupción política.
·
El abuso de
poder.
·
La
desigualdad estructural.
·
La
manipulación de la verdad
·
El fútbol,
así, deja de ser escuela de valores y se convierte en escuela de cinismo.
CONCLUSIÓN
La derrota ante el Celta no es solo un resultado
deportivo. Es un espejo. Expone el drama de una institución y una masa de
seguidores que no soportan perder sin ayudas. Cuando el fraude se vuelve
costumbre, la ética se deforma; cuando la impunidad se normaliza, la verdad se
vuelve insoportable.
El Real Madrid no es criticado aquí por perder un
partido, sino por no saber perder sin fabricar coartadas morales. El problema
no es el marcador, es la mentalidad. El verdadero escándalo no es la derrota,
sino el grito automático de “nos robaron”, incluso cuando el juego fue limpio.
Porque cuando alguien se acostumbra a robar —directamente
o por intermediarios— ya no exige justicia: exige privilegio.
REFLEXIÓN FINAL
Este conflicto no es solo futbolístico. Es humano, social
y político. El hábito del fraude destruye la conciencia. Quien vive del favor
no sabe vivir del mérito. Quien gana con ayuda no sabe perder con honor. Y
quien grita “robo” cada vez que pierde, termina viviendo en una mentira
permanente.
Ganar al rival es una victoria.
Pero ganarle al propio vicio del poder es la única victoria
verdaderamente grande.
SAN SALVADOR, 8 DE DICIEMBRE DE 2025
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