INTRODUCCIÓN.
Según Simmel, en el desarrollo de la mayor parte de las civilizaciones es evidente un conflicto interno que proviene del antagonismo entre la vida y la forma. El movimiento vital creador en una civilización tiende a expresarse en las leyes, en la tecnología, la ciencia, la religión y el arte. Aunque el propósito de estas expresiones sea el complementar y proteger la vida que engendró, revelan una tendencia inmanente a seguir una dirección y ritmo propios, independientes y separados de las energías vitales que dieron origen. En el momento de su aparición podrán corresponder a la vida que los creó; pero a medida que comienza a desplazarse parecen caer en una obstinada desconexión y aun en el estado de oposición.
Tienden a volverse rígidas, independientes y, en cierta medida impermeables. De este modo tienden a adquirir continuidad e inclusive un carácter de eternidad. Estos productos de la vida, del hombre, se vuelven ajenos, se independizan de su creador y llegan a dominarlo. En una palabra, lo enajenan.
1. ENAJENACIÓN PRODUCTO DEL TRABAJO.
En todo período de la comunidad primitiva cada hombre produce únicamente lo que consume, o mejor dicho, cada grupo de hombres consumen sólo lo que ellos producen.
En otras palabras: en el producto del trabajo se objetiva el hombre, lo que produce el hombre lleva parte de él mismo, es una proyección del hombre en lo producido, por tanto, es una pérdida la que sufre el hombre al producir. Pero como lo que produce - esa autoenajenaciòn – la consume él mismo en forma integra, el hombre se apropia nuevamente de lo que ha producido y en lo cual se había enajenado. Es decir, se enajena y se desenajena a sì mismo.
Sin embargo, con la división o aparición social del trabajo se da al mismo tiempo, la repartición desigual de lo producido. Una parte de la humanidad se convierte así en los beneficiarios que, por cierto, también trabajan, pero que ante todo, disfrutan, la otra parte, son los oprimidos que, por cierto también disfrutan pero principalmente trabajan. Dando como resultado que el trabajador se vuelva más pobre a medida que produce riqueza y a medida que su producción crece en poder y en cantidad. El trabajador se convierte en una mercancía aùn más barata cuando más bienes crean.
¿Pero por qué sucede esto? Sucede esto principalmente porque con el surgimiento de la propiedad privada, los trabajadores venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario y de enriquecer al dueño del capital por medio de la plusvalía. Pues bien, lo que el trabajador crea, el objeto en que invierte sus energías se le arranca y sufre por tanto una pérdida de su misma persona al elaborarlo. En la comunidad primitiva el hombre se reintegraba sus productos al consumirlos en sus totalidad; en todo el período de la civilización en la medida que vende su fuerza a cambio de un salario que no representa lo que produce sino mucho menos, la pérdida de si sufre al elaborar un producto no se vuelve a reintegrar a su persona, sino en mínima parte, sólo lo necesario para que no se muera de hambre y siga produciendo. El producto del trabajo, por tanto, es trabajo encarnado en un objeto y convertido en cosa física; este producto entonces es objetivación del trabajo, esto es, plasmación de la subjetividad del trabajador; una continuación de su persona física.
Pero el propietario del capital al comprar la fuerza de trabajo compra lo que ésta produce y puede hacer con productos elaborados lo que quiera, resulta que se enriquece el capitalista más y más a medida que los trabajadores entre más producen más pierden parte de su persona porque no reciben en cambio lo que invierten en la producción.
Por lo que podemos ver ahora que lo que producen los trabajadores cada vez los empobrece más a ellos y enriquece más al dueño del capita, que el trabajo produce en verdad, maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador, produce palacios, pero también cabañas para el trabajador, produce belleza pero deformidad para el trabajador. Sustituye al trabajo por la maquinaria, pero desplaza a algunos trabajadores hacia un tipo bárbaro de trabajo y convierte a los demás en maquinas. Produce inteligencia, pero también estupidez y cretinismo para los trabajadores.
Este hecho supone simplemente que el objeto producido por el trabajador, su producto, se opone ahora a él, como un ser ajeno, como un poder independiente del productor. La riqueza que crea el trabajador se le opone en cuanto sirve al capitalista para que a su vez continúe “contratando” y otra vez enajenando su producto. Quiere decir esto, que el trabajador pierde su individualidad al arrancársela como mercancía, en tal forma que el hombre ya no controla y domina su vida, su trabajo y el producto de éste, sino que está dominado y controlado por un poder extraño, ajeno a él y que sin embargo, él lo produce: el capital
2. ENAJENACIÓN COMO PRODUCTO DEL PROCESO TRABAJO.
La enajenación no sólo aparece en el resultado, sino también en el proceso de la producción, dentro de la actividad productiva misma. ¿Cómo se produce la enajenación en el trabajo? Primero el trabajo es externo al trabajador en tanto que el trabajador no se realiza en el trabajo, porque le es arrebatado su producto, sino que se niega, experimenta una sensación de malestar más que bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas, sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido. El trabajador sólo se siente a sus anchas, en las horas de ocio, mientras que en el trabajo se siente incomodo. Su trabajo no es voluntario sino impuesto, es un trabajo forzado. No es la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfacer otras necesidades.
Su carácter ajeno se muestra claramente en el hecho de que, tan pronto como no hay una obligación física o de otra naturaleza es evitada como la plaga. Por último, el carácter externo del trabajo se observa en el hecho de que no es su propio trabajo sino trabajo para otro, en que el trabajo no le pertenece a sí mismo sino a otra persona.
Llegamos al resultado de que el hombre (el trabajador) se siente libremente activo sólo en sus funciones animales: comer, beber y procrear o cuando más, en su vivienda o en el entorno personal, mientras que en sus funciones humanas se ve reducido a la condición animal. Lo animal se vuelve humano y lo humano se vuelve animal.
Comer, beber y procrear son también, por supuesto, funciones humanas genuinas, pero consideradas en abstracto, a apartadas de las demás actividades humanas y convertidos en fines definitivos y únicos, son funciones animales.
Y el trabajo que es la esencia misma del hombre, pues sólo por medio de él pudo en un momento dado de la historia dar el paso definitivo para abandonar el estado zoológico y convertirse en hombre, produce mortificación y sacrificio.
3. ENAJENACIÓN COMO PÉRDIDA DE LA NATURALEZA HUMANA.
El hombre es un ser social, que sólo en la sociedad puede vivir. El hombre es el producto de la sociedad y de la historia, es el productor de la sociedad, el crea y construye, por ello es que sólo dentro y con la sociedad puede existir.
Pero sucede que la sociedad que es producto, le es ajena, lo explota; y su vida aislada de la sociedad, que viene a ser la negación misma del hombre, le da ciertas satisfacciones – más ilusorias que reales --, ocurriendo que en lugar de utilizar su vida personal en el mejoramiento de la sociedad y por tanto de si mismo, porque forma parte de ella invierte los términos y trata de utilizar a la sociedad, a todos los miembros como medios para su satisfacción individual. Lo que produce una forma de enajenación: la sociedad que es producto del hombre se le opone, se le hace ajena y opresora, convirtiendo al hombre en su esclavo, en un apéndice de la misma. Y en la medida que la sociedad está dirigida por los dueños de los medios de producción, que imponen las leyes, las ideologías, etc.,el trabajador con mayor razón se siente oprimido por ésta, es decir, se siente enajenado con su obra, con el producto de toda la historia humana y cuando trata de separarse de ella cree sentirse satisfecho y separarse de la sociedad es no ser hombre, porque todo lo que el hombre tiene se lo debe a ella: el lenguaje, la técnica, la filosofía, etc.,. Por una parte, y por la otra el hombre se enajena también si partimos del principio de que la naturaleza es una unidad y por tanto la materia inorgánica, la orgánica y la psicológica – el hombre, como el producto más acabado del desarrollo de la naturaleza -- forman parte concomitante, interrelacionada e interdependiente de un todo único. Lo que viene a ser que el hombre sea conciencia, el autoconocimiento de la naturaleza y que las partes inorgánicas de la naturaleza sean el cuerpo inorgánico del hombre.
Quiere decir, que la naturaleza inorgánica – los minerales – produjo en un momento de la historia de la naturaleza a la naturaleza orgánica – los vegetales – y ésta dio a luz a su vez a los seres biológicos y en la cúspide de estos apareció el hombre como producto de los estados anteriores. Por lo tanto, el hombre es parte de la naturaleza, depende de ella siempre. Lo distingue a las diversas etapas de la historia humana no es su dependencia sino el control que sobre que sobre la naturaleza tiene el hombre. Pero como se ha señalado, si para existir el hombre necesita de la naturaleza , que es el objeto del trabajo, no todos los hombres pueden disponer libremente de ella, ya que la naturaleza orgánica – la tierra por ejemplo,-- pertenece en propiedad privada a unos cuantos hombres. Aquí vemos la tercera forma de enajenación; la naturaleza y la sociedad que son parte misma del ser humano, les es arrebatada y opuesta a ellos porque hace a los que poseen la naturaleza, la dirección de la sociedad o utilizan a la sociedad como medio de lucro, superiores respecto al que no tiene esa posesión y actitud social, y por lo tanto, para la mayoría de los hombres representa la naturaleza y la sociedad, una fuerza opuesta a ellos que sirve para dominarlos.
4. LA ENAJENACIÓN DEL HOMBRE POR EL HOMBRE.
Si como se ha visto el producto del trabajo el es ajeno y se le enfrenta como ser ajeno al trabajador ¿A quien pertenece? A otro ser que no es él mismo. ¿y quién es este ser?. El ser ajeno al que pertenece el trabajo y el producto del trabajo, al que se dedica el servicio del trabajo y a cuyo goce va el producto del trabajo sólo puede ser otro hombre, y ese otro hombre es el capitalista. Vemos entonces que el cuarto momento de la enajenación es cuando el trabajador crea la riqueza, pero el no productor –el capitalista – se apropia de ella y lo somete a su mando. Este poder por tanto, del no productor sobre el trabajador se debe al esfuerzo del trabajador el que sin embargo, es dominado más entre más produce. Aquí está la llamada enajenación del hombre por el hombre.
Pero todavía hay más: el capitalista que ha estructurado una serie de leyes, empresas y justificaciones ideológicas para mantener este tipo de relaciones que lo beneficien, se ve atrapado por ellas como condición básica para continuar jugando el papel social de capitalista, es decir, que para permanecer como capitalista, tiene que aceptar, con la consiguiente pérdida de su libertad, las leyes socioeconómicas del sistema por él creado. La enajenación del hombre por el hombre se bifurca por un lado entre capitalista y trabajador, y por el otro, entre el capitalista mismo y su sistema social. Así, el capitalista se vuelve dependiente del trabajador y del sistema social capitalista.
5. ENAJENACIÓN RELIGIOSA.
La religión es el reflejo particular, fantástico y falso, en la conciencia social, de las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza, porque los hombre se encuentran bajo el dominio de fuerzas externas a ellos, que no conocen y que no pueden dominar y hacia las cuales experimentan por consiguiente, una especie de temor misterioso.
El hombre ha vivido sin comprender las causas de los fenómenos físicos, químicos, biológicos o sociales. Los primitivos no sabían el por qué de las lluvias o la razón de la aparición de los frutos en las ramas de los árboles. Los contemporáneos incluso, no comprenden los mecanismos del mercado, de la competencia o de las guerras y al no poder por tanto, controlar esos fenómenos, se sienten incapaces ante esos acontecimientos. Así el mundo se desdobla y nace un: a) mundo religioso de aspecto misterioso y con apariencia de encantamiento, de magia, de mundo sobrenatural irracional que pretende dominar al b) mundo real.
Aquí pues, se ve que Dios nace porque el hombre piensa o cree que existe un ser sobrenatural y sobrehumano. “Cuando no creo ni pienso en absoluto en ningún Dios, entonces no tengo Dios; éste existe para mi sólo por mi; no a lo a priori”.
El primer ser, no es, por tanto, el ser pensado (Dios) sino el ser pensante (el hombre); no el objeto sino el sujeto. (Feurbach. La esencia de la religión, p. 19)
Y ese mundo religioso, producto del cerebro humano aparece animado de una vida propia, poblado de seres independientes que se mueven en regiones inaccesibles. Pero que además domina al hombre, lo “crean “. Los dioses son los creadores del hombre, de la tierra y por ello son sus dueños y señores.
He aquí que estamos ya en presencia de la enajenación religiosa: el hombre por temor y por ignorancia pero sobretodo por las condiciones económico sociales en las que vive son los que lo conducen a buscar en el más allá lo que este mundo les niega. “Sí en la tierra hay miseria, piensan, allá en el otro mundo habrá riqueza”. Así pues, estos tres factores impelen al hombre a crear los seres sobrenaturales, pero estos, creación suya, se hacen independientes de él y lo dominan. La obra del hombre se hace ajena y lo esclaviza. Desde otro punto de vista, la “pérdida del hombre”, su enajenación se demuestra en cuanto más de si mismo atribuye el hombre a Dios, menos le queda par así. Entre más cualidades dé el hombre a Dios: bueno, omnipotente, inteligente, etc., menos cualidades el hombre se deja para sí, quedando en el hombre sólo la maldad, la impotencia o la incapacidad. Aquí se observa que el hombre adora a la divinidad se adora primero a si mismo, porque la divinidad no es más que el reflejo de sus propias cualidades humanas.
La abolición de la enajenación religiosa en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su dicha real.
La crítica de la religión es, por tanto, en embrión, la crítica al sistema basado en la propiedad privada que la religión rodea de un halo de santidad. La desenajenación consistirá entonces en que el hombre adore al hombre mismo, a la sociedad sin intermediarios “divinos” y si reflejos sobrenaturales. Cuando el hombre vea en el hombre a un Dios y no a un esclavo al que ha de explotar.
La crítica religiosa no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre soporte las cadenas sin fantasías ni consuelos (religión) sino para que se despoje de ellas (las cadenas de la explotación del hombre por el hombre y pueda recoger las flores vivas). La crítica de la religión desengaña al hombre para que piense, para que actúe y modele su realidad como un hombre desengañado y que ha entrado en razón, para que gire en torno a su ser real. La religión es solamente el sol ilusorio que gira alrededor del hombre mientras éste no gira alrededor de sí mismo.
Sin embargo, esas formas de enajenación; las cuatro primeras fundamentales y la religiosa derivada de ellas, no son las únicas que existen en la sociedad, hay un sinnúmero de formas de enajenantes en la sociedad, basadas en los cuatro principales ya descritas. Entre estas, están por ejemplo, las siguientes:
6. ENAJENACIÓN COMO ENAJENACIÓN AL ESTADO.
El Estado nace como producto de la división de la sociedad en clases sociales – poseedores y desposeídos -- y la necesidad de los poseedores de sistematizar el orden social existente para lo cual se fue desarrollando el aparato administrativo militar y policíaco que es el Estado. Queda claro que el Estado es producto del desarrollo de la sociedad, pero el Estado en la actualidad se presenta como órgano imparcial, por encima de las clases sociales, como algo necesario e imprescindible en la sociedad. Aquí está la enajenación: el Estado que nació por obra de los hombres, los domina en la actualidad y se presenta como eterno. El hombre contemporáneo está sometido al Estado, ese monstruo absorbente y esclavizante. Las fuerzas sociales que lo crearon fueron la aparición de la propiedad privada y cuando ésta desaparezca, desaparecerá su velador y su guardián.
De lo que se deriva que el dominio necesario del Estado es una enajenación derivada de la propiedad privada de los medios de producción.
7. ENAJENACIÓN COMO LA ENAJENACIÓN TECNOLÓGICA.
A finales de la edad media, la aparición de la máquina produjo una nueva forma de pensar, pues con ella se abría la posibilidad de dominar la naturaleza. El reino que al hombre prometía la maquina, hizo que la máquina tuviera un valor cada vez más grande, ya que su valor era doble: el propio y el de la promesa. De esa manera, la máquina se fue convirtiendo en un fin en si misma.
Es cierto que hubo protesta contra las máquinas, pero no pasaron más allá de las declaraciones: los escritores románticos, ante la fealdad y monotonía de la fábrica, añoraban la quietud de los campos y el taller idílico del artesano. También los obreros desplazados por las máquinas consideraban a ésta como su enemiga, y su odio estalló a veces en sublevaciones violentas.
No obstante, la tecnología y su hija la máquina creada para servir a los fines del individuo (el automóvil, las grandes máquinas portuarias, los tractores, etc.), han alcanzado tanto poder que se han vuelto inermes a la voluntad del hombre. En vez de ayudar a aumentar la autonomía, la individualidad del ser humano, la máquina ha triunfado sobre él. El hombre no es más que material para las maquinas: “mil nuevos aviones mil nuevos pilotos “. “ La fábrica de camiones solicita cientos de obreros y las minas de donde se extraen los metales llama a un sinnúmero de mineros a trabajar”, no para darles trabajo, en caso de que lo necesitasen, sino para mover máquinas, pues éstas los necesitan.
El desarrollo tecnológico se ha autoemancipado de nuestra dirección y parecen seguir sus propias leyes.
El obrero existe para las necesidades de explotación de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza material para las necesidades del desarrollo del obrero.
En la manufactura y en la industria manual, el obrero se sirve de la herramienta; en la fábrica, sirve a la máquina. Allí los movimientos del instrumento del trabajo parten de él, aquí en la fábrica, es él quien tiene que seguir sus movimientos. En la manufactura los obreros son otros tantos miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica existe por encima de ellos un mecanismo muerto, al que se incorporarán como apéndices vivos.
Pero si observamos bien este fenómeno, veremos que sí la tecnología en sí, sino a los intereses directrices de la sociedad. O sea que sí la sociedad es una sociedad enajenada, sus productos -- la tecnología – serán un instrumento más de esa enajenación.
Podemos resumir el aspecto de la enajenación con el esquema presentado por el profesor Barta:
a) como conjunto de ideas, actitudes y sentimientos enajenados que se presentan esencialmente como creencias en situaciones irreales (desde ajeno a los productos del trabajo hasta las ideas religiosas), actitudes de incomprensión, desorientación y abandono, sentimientos de impotencia, fe en el “sistema” social como algo abstracto. Es decir, desfiguraciones de la realidad objetiva.
b) Como comportamiento social enajenado, que se presenta esencialmente como una conducta sumisa ante el orden establecido. El hombre se inclina ante un sistema al que no se atreve a impugnar por considerarlo algo ajeno a su propia actividad creadora, se somete ciegamente y cumple las normas que le impone un estado de cosas que en realidad es un estado de hombres.
c) Como estados psicológicos (individuales o colectivos) enajenados, que se presentan esencialmente como situaciones de ansiedad, angustia y autorrepresión, en que las presiones de un medio ajeno y enajenante crean ciertas formas de psicosis funcionales y neurosis.
TOMADO DE: GÓMEZ JARA: SOCIOLOGÍA GENERAL.
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