LA NARRATIVA DE LA OPOSICIÓN Y SU INTENTO DESESPERADO POR VICTIMIZARSE
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En el
escenario político salvadoreño de los últimos años, hemos sido testigos de un
fenómeno revelador: antiguos actores del poder, ahora desplazados por la
voluntad popular, intentan reinventarse como víctimas del sistema que ellos
mismos corrompieron.
Bajo
el disfraz de “voces críticas” y “defensores de la libertad, la justicia y la democracia”, buscan posicionarse ante la
opinión pública nacional e internacional como perseguidos políticos, cuando en
realidad enfrentan señalamientos y procesos judiciales derivados de sus propios
actos. Esta narrativa, cuidadosamente diseñada, no responde a una genuina
preocupación por la libertad de expresión, sino a una estrategia política
desesperada por eludir la justicia y recuperar privilegios perdidos.
En este breve artículo se expone de forma
crítica y enérgica cómo dicha oposición manipula el discurso público para
encubrir su historial de abusos y cómo ciertos sectores mediáticos contribuyen
a perpetuar esa farsa. Lejos de silenciar voces, lo que se vive en El Salvador
es un proceso de rendición de cuentas y depuración institucional, donde por fin
se empieza a aplicar la ley sin excepciones. Es momento de dejar claro que la
verdadera crítica construye, argumenta y permanece en el país para dar la cara;
lo demás es puro reality show político de quienes temen perder su impunidad.
En
los últimos años, hemos visto cómo ciertos sectores opositores salvadoreños
intentan imponer una narrativa maniquea, donde se presentan como mártires de la
democracia, como víctimas de una supuesta “persecución política” por parte del
presidente Nayib Bukele.
Alegan
que se están “silenciando las voces críticas”, como si cuestionar al gobierno
los convirtiera automáticamente en inocentes incomprendidos, en defensores de
la libertad de expresión. Sin embargo, cuando se indaga un poco la superficie
de esas “voces críticas”, aparece un patrón bastante incómodo: muchos de esos
“críticos” tienen cuentas pendientes con la ley, investigaciones abiertas por
corrupción, enriquecimiento ilícito, evasión de impuestos o vínculos con
estructuras criminales. ¿De verdad debemos confundir libertad de expresión con
impunidad?
El
problema no es que alguien critique al gobierno. El problema es que se intente
disfrazar como “crítica legítima” lo que en realidad es una defensa desesperada
por evadir la justicia. La oposición tradicional –esa que gobernó por décadas
con manos sucias y bolsillos llenos– ahora pretende reciclarse en “defensores
de la democracia”, cuando en realidad están reaccionando con furia porque el
sistema ya no les garantiza privilegios ni les cubre las espaldas.
Entonces
cabe preguntarse: ¿cuál es el verdadero temor de estas voces? ¿Que haya
censura? ¿O que por fin se estén desmantelando redes de corrupción y que el
Estado esté avanzando hacia un nuevo modelo, con leyes que se aplican sin
excepción?
¿SILENCIO
O RENDICIÓN DE CUENTAS?
Llamar
“persecución política” al simple hecho de tener que responder ante la ley es
una burla para todos los salvadoreños que durante años exigieron justicia y
transparencia. Es una burla para las madres que perdieron a sus hijos por culpa
de un sistema negligente. Es una falta de respeto para los estudiantes que no
tuvieron educación de calidad, para los pacientes que murieron por falta de
medicinas, para los trabajadores que vivieron décadas sumidos en la miseria
mientras los “líderes” políticos hacían fortunas con dinero público. ¿Y ahora
esos mismos personajes quieren hacernos creer que son víctimas?
Las
verdaderas voces críticas no necesitan esconderse tras excusas legales, ni huir
del país, ni mentir en foros internacionales. Las voces verdaderamente críticas
permanecen en su tierra, defienden con argumentos y propuestas, y no con
victimismo barato. A diferencia de los “analistas” que aparecen en ciertos
medios financiados por intereses extranjeros o por antiguos grupos de poder, la
ciudadanía ya no se deja manipular. Hoy, el pueblo salvadoreño distingue entre
quien levanta su voz por amor a la patria y quien grita únicamente para
proteger su pellejo.
Decir
que Bukele está silenciando críticas es una estrategia burda que busca
desgastar su imagen internacionalmente. Pero dentro del país, ese discurso ya
no cala. Porque hoy el pueblo es más sabio, más consciente y más despierto.
No se
trata de un culto a la personalidad, como intentan hacer creer los detractores.
Se trata de una ruptura histórica con el pasado, una transformación que era
urgente y que ahora se está llevando a cabo con decisión y valentía.
HIPOCRESÍA
DISFRAZADA DE RESISTENCIA
Lo
más grave de este discurso de la oposición no es que se equivoquen, sino que
son cínicos. Hablan de “libertad de prensa” cuando ellos mismos callaron,
compraron o amedrentaron a periodistas cuando estaban en el poder. Hablan de
“pluralismo” cuando por años reprimieron voces alternativas y solo toleraban a
quienes aplaudían sus acciones. Y ahora, cuando la justicia los alcanza, lloran
censura. Hipocresía pura. “Vivimos una hora de lucha entre la verdad y la
mentira; entre la sinceridad, que ya casi nadie la cree, la hipocresía y la
intriga.
“Es
una hora en que debemos tener un gran sentido de selección, de discernimiento”,
(dijo en su homilía del 30 de julio de 1978). En otra ocasión, Monseñor Romero dijo: “Lástima tener unos medios de
comunicación tan vendidos a las condiciones. Es una lástima no poder confiar en la
noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está
comprado, está amañado y no se dice la verdad”.
Y
añadía, “¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la
radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia porque es la que produce!
La verdad muchas veces no produce dinero, sino amarguras. Pero más vale ser
libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira”.
Y no
se puede dejar de mencionar el triste papel de algunos medios de comunicación
que, en lugar de hacer un periodismo serio, se han vuelto escuderos de estos
intereses oscuros. Hablan de represión, de autoritarismo, pero callan cuando se
presentan pruebas de corrupción, de vínculos con maras o de saqueo institucional.
¿Eso es periodismo? ¿Eso es defensa de la democracia? No, eso es servilismo
disfrazado de ética.
El
Salvador no necesita más falsos mártires ni pseudointelectuales que se escondan
tras discursos moralistas. Necesita ciudadanos honestos, valientes,
comprometidos con el país. Y sí, también necesita voces críticas, pero
verdaderas, que construyan, que señalen lo que está mal con argumentos, no con
resentimiento ni miedo a enfrentar la justicia.
Hoy,
más que nunca, los salvadoreños deben tener claro que nadie está por encima de
la ley. Ni políticos, ni exfuncionarios, ni supuestos “analistas”. Y el que
tenga miedo a la justicia, que no grite “dictadura”. Que dé la cara, que rinda
cuentas, y que entienda que la nueva etapa que vive el país no tiene espacio
para farsantes ni para cobardes. Las verdaderas voces críticas no huyen: se
quedan, luchan y proponen. Las otras… solo buscan impunidad.
San Salvador,
29 de junio de 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario