LA FARSA DEL PERIODISMO INCÓMODO: VOCES AL SERVICIO DEL
PASADO
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN:
Desde hace algún tiempo he venido escuchando a ciertos
sectores de la prensa nacional que han intentado recomponerse bajo un nuevo distintivo
de “periodismo incómodo”. Con este nuevo distintivo buscan proyectarse como los
paladines de la libertad, la justicia y la democracia. Como guardianes de la
libertad de expresión de la verdad y la justicia.
Dentro de ese grupo de autodenominados “periodistas incómodos”
están: Carlos Dada Hireci, el Faro, Oscar Martínez, Óscar Martínez – Jefe de
redacción de El Faro, Daniel Valencia – Ex El Faro, ligado a investigaciones internacionales,
Karen Fernández – Panelista de Focos TV, Julia Gavarrete – Reportera de Gato
Encerrado, Gabriel Labrador, El Faro Sergio Arauz, Mariana Belloso – Ex EDH,
activista de libertad de prensa, Roberto Valencia – Periodista salvadoreño
radicado fuera del país.
Empero, detrás de este disfraz se esconde una realidad
muy distinta: un grupo de comunicadores y medios que no soportan haber perdido
los privilegios, el control narrativo y el respaldo de una ciudadanía que hoy
los reconoce como parte del pasado que tanto daño le hizo al país. Lejos de ser
incómodos por su compromiso con la verdad, lo son porque se niegan a aceptar
que su tiempo ha terminado.
En este pequeño artículo, lo que se pretende es
desenmascarar a este minúsculo grupo de periodistas “incomodos” no por la información
que brindan a la población, sino por lo fastidioso que causa tener que estarlos viendo,
leyendo o escuchando y por los chambres que generan, los refritos que escriben y
por las mentiras que promueven. Pero, además, son incómodos por lo vende patria
que son, por mercenarios y por lo canalla como se comportan.
DESARROLLO.
Los autoproclamados representantes del “periodismo
incómodo” no incomodan por su rigor ni por su ética, sino por su evidente doble
moral. Incomodan porque siguen actuando como si aún tuvieran la autoridad moral
para dictar qué es verdad y qué no, cuando el pueblo ya los desenmascaró.
Estos
“periodistas” no son víctimas del poder, sino de su propia decadencia. Lo que
realmente les duele es haber perdido los favores políticos, las jugosas
consultorías, los viajes financiados y las columnas de opinión que antes
dictaban la agenda nacional al servicio de los mismos de siempre.
Dicen defender la democracia, pero nunca alzaron la voz
cuando se cometían atropellos bajo gobiernos que les pagaban bien. Hoy se
presentan como mártires de la libertad de prensa, pero durante años fueron
silenciosos cómplices del saqueo y la corrupción.
Pretenden ser la conciencia crítica de la sociedad,
cuando en realidad están al servicio de intereses extranjeros, ONGs alineadas
con agendas ajenas al país (AGENDA 20-30 Y HOY 2045), y estructuras de poder
económico que nunca aceptaron perder el control.
El pueblo, cansado de tanta manipulación y arrogancia
mediática, les ha retirado su respaldo. Y eso no es persecución ni censura: es
justicia histórica. Porque la credibilidad no se exige, se gana. Y la perdieron
cuando se convirtieron en opositores disfrazados de periodistas, en activistas
ideológicos con micrófono, en editorialistas que repiten el mismo guion
internacional dictado desde fuera, incapaces de reconocer los cambios profundos
que El Salvador está viviendo.
Hoy, más que periodismo incómodo, lo que hacen es
periodismo inútil, desconectado de la gente, atrapado en el pasado,
resistiéndose a aceptar que su hegemonía terminó. El pueblo ya no les cree. El
país ya no los necesita. Y eso es lo que verdaderamente les incomoda.
SAN SALVADOR, 1 DE JULIO DE 2025
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