AUGUREROS DEL FRACASO: CUANDO EL ANÁLISIS SE PIERDE EN LA PROFECÍA
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
RESUMEN
En el contexto político salvadoreño reciente ha emergido
con fuerza un tipo particular de discurso opositor caracterizado por la
profecía constante del desastre, el fracaso gubernamental y el colapso
institucional. Este artículo analiza críticamente el papel de los llamados
“augureros y predigitadores del mal”, figuras mediáticas y analistas políticos
que, ante la pérdida de credibilidad y de propuestas programáticas, recurren
sistemáticamente a la narrativa del miedo como estrategia discursiva. A partir
de un análisis histórico, político y comunicacional, se examina cómo estos
discursos han fallado reiteradamente en sus predicciones, cómo operan simbólicamente
en la opinión pública y cuáles son sus implicaciones para la democracia, la
racionalidad política y la formación de ciudadanía crítica en El Salvador.
Palabras clave: discurso político, narrativa del miedo,
oposición política, comunicación mediática, El Salvador.
INTRODUCCIÓN.
La política contemporánea ya no se libra únicamente en el
terreno de los programas, las ideologías o los proyectos de nación. En las
sociedades mediáticas, la lucha política se ha trasladado, en gran medida, al
plano de los discursos, las narrativas y la construcción simbólica de la
realidad. En este escenario, la palabra se convierte en arma, y la
interpretación de los hechos, en campo de batalla.
En El Salvador, durante los últimos años, se ha observado
la proliferación de un tipo específico de discurso opositor que no se define
por la crítica racional ni por la presentación de alternativas viables, sino
por la anunciación permanente del desastre. Analistas reciclados, opinólogos de
oficio y comentaristas mediáticos han asumido el rol de augureros, es decir, de
intérpretes del mal por venir, y de predigitadores, expertos en anunciar
catástrofes que nunca llegan a materializarse.
Estos actores no solo pronostican el fracaso del
gobierno, sino que parecen desearlo, pues su legitimidad pública depende de que
el país se hunda para poder decir: “teníamos razón”.
Esta actitud
revela una profunda crisis ética y política: el bienestar colectivo queda
subordinado a la necesidad individual o grupal de mantener una narrativa de
oposición permanente.
El presente artículo se propone analizar este fenómeno
desde una perspectiva crítica, abordando sus raíces históricas, su
funcionamiento discursivo y sus consecuencias sociales. Lejos de una defensa
acrítica del poder, se busca reflexionar sobre la responsabilidad del análisis
político y sobre los riesgos de convertir la opinión pública en un escenario de
profecías apocalípticas sin sustento empírico.
1. EL AUGURIO COMO ESTRATEGIA POLÍTICA
Históricamente, el augur era aquel que interpretaba los
signos para anunciar el futuro. En la política contemporánea, el augur
mediático no observa signos objetivos, sino que construye escenarios de miedo a
partir de prejuicios, intereses y frustraciones acumuladas.
En El Salvador, este tipo de discurso se ha manifestado
con especial intensidad desde antes de la llegada de Nayib Bukele a la
presidencia. Se anunció que su candidatura era “un salto al vacío”, que su
gobierno provocaría el colapso económico, la ruptura institucional y el
aislamiento internacional. Ninguna de estas profecías se cumplió en los
términos catastróficos anunciados.
El problema no es la crítica —indispensable en toda
democracia—, sino la repetición sistemática de predicciones fallidas sin ningún
ejercicio de autocrítica posterior. El augur del mal nunca rinde cuentas por
sus errores; simplemente reformula el desastre para una fecha futura.
2. LA NARRATIVA DEL MIEDO COMO SUSTITUTO DEL ARGUMENTO
Cuando una oposición carece de propuestas claras, el
miedo se convierte en su principal recurso. En lugar de explicar cómo mejorar
la economía, fortalecer las instituciones o combatir la desigualdad, se recurre
a mensajes alarmistas: dictadura inminente, guerra civil, colapso financiero,
sanciones internacionales.
Este tipo de narrativa no busca informar, sino
desestabilizar emocionalmente a la ciudadanía. El miedo paraliza, confunde y
erosiona la capacidad de análisis crítico. Así, la opinión pública se
transforma en un espacio de ansiedad permanente, donde cualquier decisión
gubernamental es presentada como una amenaza existencial.
Paradójicamente, esta estrategia termina debilitando a
quienes la emplean. Cuando el desastre no ocurre, la credibilidad del mensajero
se deteriora aún más, y la ciudadanía desarrolla una creciente inmunidad frente
a sus advertencias.
3. EL ERROR HISTÓRICO DE LAS PREDICCIONES OPOSITORAS
Uno de los elementos más reveladores del fenómeno es la
persistencia del error. Antes de 2019 se afirmó que un gobierno de Bukele sería
imposible sin apoyo legislativo; sin embargo, gobernó en condiciones adversas.
Se aseguró que su proyecto político dependía exclusivamente del respaldo de
Estados Unidos, ignorando que durante buena parte de su mandato gobernaron
administraciones demócratas poco afines.
También se anunció el colapso económico por la adopción
del bitcoin, sin considerar la complejidad del sistema financiero ni la
capacidad de adaptación del Estado. La economía no colapsó; por el contrario,
el país mantuvo estabilidad macroeconómica en un contexto global adverso.
El problema no es equivocarse —el error es parte del
análisis—, sino negar sistemáticamente la realidad cuando contradice la
narrativa.
4. OPOSICIÓN, ÉTICA Y RESPONSABILIDAD PÚBLICA
Una oposición democrática cumple una función esencial:
fiscalizar, proponer, corregir. Pero cuando la oposición se convierte en una
fábrica de catástrofes imaginarias, traiciona su propia razón de ser.
Desear que al país le vaya mal para ganar legitimidad
política es una forma de antipatriotismo cívico. La crítica pierde valor cuando
se fundamenta en el resentimiento y no en el interés general. En este sentido,
los augureros del mal no solo fracasan como analistas, sino como actores éticos
dentro del espacio público.
5. Medios de comunicación y amplificación del discurso
apocalíptico
Los medios de comunicación juegan un papel clave en la
reproducción de estas narrativas. Al ofrecer micrófonos permanentes a los
mismos analistas, sin contrastar datos ni exigir rigor, contribuyen a la
normalización del alarmismo.
La repetición mediática no convierte una mentira en
verdad, pero sí puede convertirla en ruido permanente, afectando la calidad del
debate público y debilitando la confianza ciudadana en la información.
CONCLUSIÓN
El fenómeno de los augureros y predigitadores del mal en
El Salvador no es un simple problema de opinión, sino un síntoma de una crisis
más profunda de la oposición política y del análisis público. La incapacidad
para leer la realidad, reconocer errores y construir propuestas ha llevado a
ciertos sectores a refugiarse en el miedo como último recurso.
La historia reciente demuestra que las profecías
apocalípticas no solo han sido erróneas, sino contraproducentes. Lejos de
debilitar al gobierno, han debilitado a quienes las emiten, erosionando su
credibilidad y su capacidad de incidencia real.
Una democracia madura requiere crítica, pero también
honestidad intelectual, responsabilidad ética y respeto por los hechos.
REFLEXIÓN FINAL
El Salvador no necesita profetas del desastre, sino
ciudadanos críticos; no necesita predicadores del miedo, sino constructores de
futuro. La política no puede reducirse a la espera ansiosa del fracaso ajeno.
Cuando el análisis se desconecta de la realidad, deja de ser pensamiento y se
convierte en espectáculo.
La verdadera oposición no se define por anunciar el fin
del país, sino por trabajar para que ese fin nunca llegue. Y la historia,
implacable y paciente, siempre termina poniendo a cada augur frente al espejo
de sus propias palabras.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
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Bobbio, N.
(1996). Derecha e izquierda. Madrid: Taurus.
2.
Chomsky, N.
(2002). El control de los medios de comunicación. Barcelona: Crítica.
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Habermas,
J. (1999). Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Trotta.
4.
Sartori, G.
(2003). Homo videns: la sociedad teledirigida. Madrid: Taurus.
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SAN SALVADOR, 28 DE DICIEMBRE DE 2025
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