LA MISERIA MORAL DE UNA OPOSICIÓN SIN LÍMITES ÉTICOS
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
En los últimos días, el país ha sido testigo de un
lamentable suceso en el Centro Histórico de San Salvador, donde una ciudadana
de 32 años de edad perdió la vida producto de un accidente con arma de fuego
cometido por un miembro de la Fuerza Armada. La tragedia, dolorosa por
naturaleza, fue inmediatamente investigada por las autoridades competentes: la
Policía Nacional Civil, la Fiscalía General de la República y la propia Fuerza
Armada. Todas las instituciones concluyeron que se trató de un accidente, y la
institución castrense asumió con responsabilidad la indemnización con la
familia de la víctima, mostrando empatía, transparencia y sentido de justicia.
Sin embargo, lo que debía ser un momento de duelo y reflexión humana se
transformó, por obra de una oposición desesperada y moralmente vacía, en un
circo político de manipulación mediática y oportunismo inmoral.
Lo que indigna no es solo la tragedia en sí, sino la
desvergüenza con la que ciertos sectores opositores han utilizado el dolor
ajeno como plataforma de ataque.
En lugar de mostrar respeto por la familia, han hecho del
luto una herramienta política, una bandera sucia agitada con fines mezquinos.
La ética desaparece cuando el odio enceguece; y eso es precisamente lo que se
observa en una oposición que no sabe debatir con ideas, sino únicamente
destruir con mentiras y emociones manipuladas.
Es triste constatar cómo quienes alguna vez ocuparon
cargos públicos y saquearon la nación hoy se presentan como defensores de la
moral, cuando en su tiempo no movieron un dedo por las víctimas de sus propias
negligencias y abusos.
La conducta de estos actores políticos refleja un estado
de desesperación evidente. A medida que se acercan las elecciones de 2027, el
miedo los consume. Temen no solo perder su poder político —ya casi inexistente—,
sino también la poca credibilidad que aún intentan sostener con discursos
vacíos. Su reacción ante cualquier error, accidente o incidente demuestra que
no buscan justicia, sino caos; no quieren verdad, sino pretextos para volver a
figurar en la escena pública. Su estrategia es simple y ruin: sembrar odio,
manipular el dolor y presentarse como mártires de una causa inexistente.
Lo verdaderamente preocupante es que esta oposición ha
perdido el sentido de humanidad. No respeta el sufrimiento de una familia ni la
memoria de una víctima. Les importa más el rédito político que la verdad.
Convierten cualquier tragedia en un espectáculo y cualquier hecho aislado en
una excusa para atacar al gobierno. Pero el pueblo salvadoreño ya no es
ingenuo; ha aprendido a reconocer la manipulación disfrazada de indignación.
Sabe distinguir entre la justicia y la politiquería, entre el compromiso real y
el oportunismo hipócrita.
Hoy más que nunca, El Salvador necesita sensatez, ética y
decencia política. El respeto a la vida humana, al dolor ajeno y a la verdad
debe ser un principio inquebrantable en cualquier democracia. Pero cuando los
enemigos del progreso usan la tragedia como propaganda, lo único que revelan es
su miseria moral. No hay nada más repugnante que lucrar con la muerte de un
inocente para ganar titulares o votos.
La oposición salvadoreña debe comprender que el pueblo ya
despertó, que los viejos métodos de manipulación ya no funcionan. Mientras
ellos gritan y difaman, las instituciones trabajan; mientras ellos siembran
odio, la nación avanza.
Y aunque pretendan disfrazar su frustración de moralismo,
sus actos los delatan: no defienden al pueblo, lo utilizan. La ética y la moral
no se proclaman, se demuestran; y en este caso, la oposición ha demostrado que
carece de ambas.
SAN SALVADOR, 9 DE NOVIEMBRE DE 2025
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