CARTA ABIERTA AL PUEBLO SALVADOREÑO: QUE LA MEMORIA NO SE VENDA, NI EL FUTURO SE ENTREGUE.
POR: MSC. JOSÉ ISRAEL VENTURA
SAN
SALVADOR, NOVIEMBRE DE 2025
QUERIDO
PUEBLO SALVADOREÑO:
Te escribo con el
corazón lleno de esperanza, pero también con la preocupación de quien no quiere
verte caer otra vez en las mismas trampas del pasado. Se acercan nuevas
elecciones, y con ellas, la oportunidad —y la responsabilidad— de decidir el
rumbo de nuestra patria. No es cualquier elección. Es un momento en que debemos
mirar dentro de nosotros mismos y preguntarnos si hemos aprendido lo suficiente
de la historia, o si volveremos a tropezar con las mismas piedras que durante
treinta años nos hicieron sangrar.
Durante tres largas
décadas, nuestro país fue víctima de la mentira, del saqueo y de la
indiferencia. Fuimos testigos de cómo se repartían el poder entre los mismos,
como si el pueblo no existiera. Se llamaban diferentes, pero actuaban igual.
Unos vestían de rojo, otros de azul, pero todos tenían las manos manchadas del
mismo polvo: el de la corrupción, la injusticia y la miseria que dejaron a su
paso. Mientras ellos se enriquecían, el pueblo enterraba sus sueños. Mientras
ellos se prometían impunidad, las madres lloraban a sus hijos desaparecidos o
asesinados por un sistema que les negó el derecho a la vida y a la esperanza.
No olvidemos, pueblo
mío, lo que vivimos. No olvidemos los hospitales sin medicinas, las escuelas
derrumbadas, los campesinos sin tierra, los jóvenes sin futuro, los
trabajadores sin salario digno. No olvidemos las colas interminables, las
promesas vacías, los discursos que sonaban bonitos mientras los bolsillos del
pueblo quedaban vacíos. No olvidemos los años en que los poderosos comían en
mesas de mármol mientras la gente común buscaba en la basura algo para
alimentar a sus hijos.
Porque olvidar es
abrir la puerta a los mismos que nos robaron el alma. Y el olvido es el camino
más corto hacia la traición.
Por eso te escribo, no
como académico ni como político, sino como un salvadoreño más, que ama su
tierra y que ha visto demasiado dolor como para callar. Te escribo para
pedirte, con respeto y con amor, que no permitas que los verdugos del pasado
vuelvan a disfrazarse de salvadores. No dejes que los corruptos se pinten de
patriotas. No te dejes confundir por los discursos de quienes ya tuvieron su
oportunidad y la desperdiciaron con ambición, con egoísmo y con desprecio hacia
el pueblo que los eligió.
Recuerda, hermano
salvadoreño, hermana salvadoreña, que el voto no es solo un papel. Es la voz de
tu conciencia. Es el eco de los que ya no están. Es la palabra que el pobre
puede pronunciar con la misma fuerza que el poderoso. Es el único instante en
que todos somos iguales ante la historia. Por eso, cuando llegue el día de
decidir, hazlo con memoria, con dignidad y con amor por tu país.
No votes con ira, ni
con miedo, ni por costumbre. Vota con la conciencia limpia de quien sabe que
cada elección es una siembra para el futuro.
Los mismos que durante
años nos humillaron, hoy volverán a tocar las puertas de nuestras casas con
sonrisas fingidas y promesas recicladas. Te dirán que aman al pueblo, cuando
antes lo abandonaron. Te hablarán de democracia, cuando antes la convirtieron
en negocio. Te ofrecerán libertad, cuando antes compraron conciencias. No les creas, pueblo mío. La serpiente
nunca deja de ser serpiente, aunque cambie de piel.
No olvides que durante
treinta años nos vendieron la idea de que “todos son iguales”, para que
dejáramos de creer en la política, para que nos apartáramos y ellos siguieran
gobernando sin vigilancia. Esa fue su estrategia más peligrosa: enseñarle al
pueblo a desconfiar de sí mismo. Pero eso se acabó. El Salvador de hoy no puede
volver a ser el país dormido del ayer. Somos una nación que ha aprendido, que
ha sufrido y que ha despertado.
Recordemos las
palabras de Monseñor Romero: “Nadie puede ser neutral ante la injusticia;
quien calla ante el crimen se convierte en cómplice.” Y esas palabras,
pronunciadas hace más de cuarenta años, siguen siendo una brújula moral. No podemos
ser neutrales, porque la neutralidad es una forma de cobardía disfrazada de
prudencia. Quien calla ante el mal, lo fortalece. Quien se abstiene, elige por
omisión. Quien olvida, condena al país a repetir su tragedia. Nuestro pueblo ha
sido noble, trabajador y paciente. Hemos aguantado más de lo que cualquier
pueblo debería soportar. Pero también hemos demostrado que cuando decidimos
levantarnos, nadie puede detenernos. Por eso, este es el momento de mantener la
conciencia despierta. No podemos permitir que la oscuridad vuelva a cubrir
nuestra patria. No podemos regalar lo que tanto nos ha costado conquistar: la
dignidad.
No te pido fanatismo,
te pido conciencia. No te pido obediencia, te pido memoria. No te pido que
sigas a hombres, te pido que sigas principios. Porque los hombres pasan, pero
la verdad permanece. Y la verdad es que durante treinta años nos gobernaron con
mentiras, nos manipularon con miedo y nos dividieron con odio. Esa verdad no
debe olvidarse.
Que nadie te diga que
“El Salvador no cambia”. Ya cambió. Está cambiando. Pero el cambio solo será
verdadero si el pueblo lo defiende, si el pueblo no se deja engañar. El futuro
no se construye desde el odio, sino desde la justicia. No desde la venganza,
sino desde la memoria. No desde el fanatismo, sino desde la conciencia.
Quiero que recuerdes
algo, salvadoreño: el poder no está en los partidos, está en ti. En cada madre
que educa a sus hijos con esfuerzo. En cada joven que estudia a pesar de la
pobreza. En cada obrero que trabaja con dignidad. En cada maestro que enseña
con vocación. En cada campesino que siembra esperanza en la tierra. El poder
está en el pueblo, y cuando el pueblo despierta, ningún corrupto puede volver a
someterlo.
Las elecciones del
2027 no son solo una cita con las urnas: son una cita con la historia. Ese día,
cada voto será un juicio moral. Y cada conciencia, un tribunal.
Que tu voto sea
memoria, que sea justicia, que sea amor por tus hijos y por tu patria. No votes
por los que te abandonaron. No votes por los que hicieron del dolor del pueblo
su negocio. No votes por los que se esconden detrás de discursos falsos. Vota por la verdad, por la dignidad, por la
vida.
El Salvador merece un
futuro sin verdugos, sin ladrones, sin mentirosos. Merece gobernantes que
sirvan al pueblo y no se sirvan de él. Merece ciudadanos que piensen, que
sientan y que actúen con ética. Merece jóvenes que crean, maestros que inspiren
y padres que eduquen en la verdad. Merece volver a mirar al cielo sin miedo ni
vergüenza. Y ese futuro
depende de ti, de mí, de todos nosotros. Porque los países no cambian por
decreto, sino por conciencia.
Que cada hogar
recuerde lo que fue vivir bajo la mentira. Que cada corazón sepa que el
silencio no es neutralidad, sino complicidad. Que cada salvadoreño entienda que
la patria se defiende no solo con palabras, sino con acciones justas, con
decisiones valientes y con memoria viva.
No dejemos que nos
devuelvan al pasado. No dejemos que los mismos que nos robaron el pan, la paz y
la esperanza vuelvan a escribir nuestra historia. No olvidemos que los pueblos
que callan son los primeros en perder su libertad. Y nosotros, pueblo noble, no
nacimos para ser esclavos, sino para ser libres.
Recordemos lo que dijo el poeta
Benedetti: “El olvido está lleno de memoria.” Y que esa memoria sea
nuestro escudo.
Recordar no es quedarse en el pasado; es proteger el futuro. Porque quien recuerda, resiste. Y quien
resiste, vence.
El Salvador no puede
volver atrás. No puede volver a entregar su dignidad a los que la traicionaron.
Este es el momento de decir “Nunca más” con la fuerza de un pueblo que
aprendió a levantarse. Nunca más los corruptos. Nunca más los hipócritas. Nunca
más los que hicieron del dolor una costumbre.
Que la memoria sea nuestro voto. Que la dignidad sea nuestra bandera.
Y que la conciencia sea nuestra victoria. Con respeto, esperanza y amor profundo por mi tierra,
MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA
EXDOCENTE DE LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR
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