“LA CULTURA DEL ENVASE: EL TRIUNFO DE LA APARIENCIA SOBRE LA ESENCIA”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
Vivimos en una época en
la que la apariencia ha suplantado a la esencia, la velocidad ha vencido a la
reflexión y la información ha desplazado al conocimiento. Las sociedades
contemporáneas, embriagadas por la inmediatez tecnológica y el consumo sin límites,
parecen rendir culto a lo superficial. La célebre frase de Eduardo Galeano
resume esta paradoja con dolorosa precisión: “Vivimos en un mundo donde el
funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que
el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido”
(Galeano, 1998).
Esta afirmación no solo
es una denuncia estética, sino una radiografía moral y política del capitalismo
tardío. Nos encontramos inmersos en un proceso de vaciamiento de sentido, donde
el valor de las cosas, las ideas y las personas se mide por su presentación
externa, su visibilidad mediática o su capacidad de consumo. La cultura del
envase, por tanto, no es únicamente una metáfora, sino una estructura social
que produce alienación, pasividad y pérdida de profundidad en el pensamiento
humano.
Este ensayo busca
analizar las raíces filosóficas, educativas y culturales de este fenómeno,
evidenciando cómo la lógica del mercado y los medios de comunicación han
reducido la cultura a un espectáculo sin contenido y la educación a una mera
transmisión de información utilitaria. Frente a esta realidad, urge reivindicar
una cultura del contenido: aquella que priorice la verdad sobre la apariencia,
la reflexión sobre la inmediatez y la formación integral sobre la
domesticación mediática.
1. FORMA Y CONTENIDO: CATEGORÍAS DIALÉCTICAS PARA COMPRENDER LA REALIDAD
Desde la perspectiva del
materialismo dialéctico, las categorías de forma y contenido son esenciales
para el análisis de cualquier fenómeno, natural o social. Ninguna puede existir
sin la otra. Sin embargo, cuando la forma se absolutiza y se impone sobre el
contenido, se produce una distorsión ideológica: la realidad se vuelve
apariencia.
Karl Marx advertía que
en el capitalismo las relaciones sociales se transforman en relaciones entre
cosas, fenómeno conocido como fetichismo de la mercancía (Marx, 1867). Este
mismo proceso se traslada hoy al ámbito cultural: las ideas, las obras
artísticas, las personas y hasta las emociones se convierten en productos
empaquetados para el consumo rápido. En consecuencia, la sociedad moderna ha
sustituido el análisis crítico por la imagen, el pensamiento por el eslogan y
la experiencia por el simulacro. Lo que antes se consideraba conocimiento ahora
es mera información desechable.
2. LA CULTURA LIGHT: EL TRIUNFO DE LA SUPERFICIALIDAD
El término light, tan
popular en el lenguaje comercial, simboliza perfectamente el espíritu de
nuestro tiempo: lo liviano, lo rápido, lo que no exige esfuerzo. Esta cultura
light ha permeado todos los ámbitos: desde la educación hasta la política,
desde el entretenimiento hasta la espiritualidad.
Zygmunt Bauman (2003)
definió a esta época como una modernidad líquida, caracterizada por la
fragilidad de los vínculos humanos y la volatilidad de los valores. Todo se
consume y se desecha, incluso las ideas. Los jóvenes crecen en un mundo donde
“aprender” significa buscar en Google, y “pensar” equivale a repetir lo que se
escucha en redes sociales.
La consecuencia es una
generación hiperinformada, pero intelectualmente empobrecida, incapaz de
distinguir entre lo esencial y lo accesorio. La cultura del envase, por tanto, produce un nuevo tipo de ignorancia:
la del sujeto saturado de datos, pero vacío de sentido.
3. MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y DOMESTICACIÓN CULTURAL
Los medios de
comunicación masiva, que deberían servir como herramientas de formación y
conciencia, han sido colonizados por el mercado y transformados en máquinas de
distracción colectiva. Su función principal ya no es educar, sino entretener y
domesticar.
Programas televisivos
vacíos, “influencers” superficiales y noticieros sensacionalistas perpetúan un
modelo de ciudadano pasivo, incapaz de analizar críticamente su entorno. Como
señala Pierre Bourdieu (1998), la televisión ha reemplazado el debate racional
por el espectáculo emocional.
En el caso
latinoamericano, y especialmente en El Salvador, los medios replican contenidos
de cadenas extranjeras que promueven valores ajenos a nuestra realidad social.
El resultado es una colonización simbólica, en la que los pueblos terminan
admirando modelos de vida que niegan su identidad.
4. EDUCACIÓN DOMESTICADORA VS. EDUCACIÓN LIBERADORA
La educación, en lugar
de contrarrestar esta superficialidad cultural, la reproduce. En muchos
sistemas educativos predomina el modelo informativo: se enseña a recordar datos,
pero no a comprender procesos. En las universidades, se privilegia la
memorización sobre la reflexión crítica, formando profesionales funcionales al sistema,
pero desprovistos de pensamiento autónomo.
Paulo Freire (1970)
denunciaba este fenómeno como educación bancaria, donde el estudiante es un
recipiente vacío que el docente llena con información. Frente a ello, proponía
una educación problematizadora, capaz de desarrollar conciencia crítica y compromiso
con la transformación social.
Sin embargo, el sistema
capitalista no fomenta el pensamiento libre, porque un pueblo que piensa deja
de ser manipulable. Por eso, la educación actual muchas veces se reduce a una
mercancía más: se vende, se compra y se presume, pero rara vez se vive como
proceso emancipador.
5. EL VACIAMIENTO DEL
SER HUMANO: VIVIR SIN CONTENIDO
El fenómeno del
“vaciamiento de cerebros”, como lo denominó Galeano, describe el drama
espiritual de nuestra época. El ser humano ha sido reducido a consumidor; su
valor depende de lo que posee, no de lo que es.
En esta cultura del
envase, se promueve el hedonismo inmediato, la negación del compromiso y la
adoración de la apariencia. El individuo “light” no quiere deberes, solo
derechos; no busca comprender, sino disfrutar; no lucha por cambiar el mundo,
sino por acumular seguidores.
La pérdida de contenido
humano se refleja también en la política: los discursos se vacían de ideas, las
campañas se llenan de imágenes y la ética se subordina a la mercadotecnia. La
sociedad se convierte así en un teatro de máscaras donde todos actúan, pero
nadie piensa.
CONCLUSIÓN
La cultura del envase es
el síntoma visible de una crisis civilizatoria profunda. No es solo un problema
estético o educativo, sino una expresión del modelo capitalista global que
mercantiliza la vida entera. Para revertir esta tendencia, se requiere una
revolución cultural del pensamiento, que devuelva al ser humano su capacidad de
análisis, sensibilidad y compromiso ético.
Volver a la cultura del
contenido implica rescatar la esencia sobre la apariencia, la reflexión sobre
la inmediatez, la educación crítica sobre la domesticación mediática. Solo así
podremos reconstruir una sociedad donde el valor de las cosas no dependa de su
envoltorio, sino de su verdad.
REFLEXIÓN FINAL
No se trata de rechazar
la tecnología ni de idealizar el pasado, sino de recuperar la profundidad en
medio de la velocidad. Si el capitalismo ha convertido la cultura en un
espectáculo vacío, nuestra tarea histórica es llenarla nuevamente de humanidad.
La educación debe ser el
espacio donde los jóvenes aprendan a pensar, no solo a repetir; donde el
conocimiento no sea un adorno, sino una herramienta de liberación. En palabras
de Galeano (2001): “La utopía sirve para caminar”. Y caminar hoy significa
luchar por una cultura que vuelva a mirar el contenido, no el envase; la
esencia, no la apariencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Bauman, Z. (2003).
Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
2. Bourdieu, P. (1998).
Sobre la televisión. Anagrama.
3. Freire, P. (1970).
Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
4. Galeano, E. (1998).
Patas arriba: La escuela del mundo al revés. Siglo XXI Editores.
5. Galeano, E. (2001). El
libro de los abrazos. Siglo XXI Editores.
6.
Marx, K. (1867). El capital: Crítica de la economía
política. Fondo de Cultura Económica.
SAN SALVADOR, 7 DE
NOVIEMBRE DE 2025
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