¿DE QUÉ DICTADURA HABLA LA OPOSICIÓN?
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
I. LA FALSEDAD DE LA “DICTADURA” Y EL DESPERTAR DEL
PUEBLO
Durante décadas, la palabra dictadura fue
manipulada por los mismos sectores que históricamente oprimieron al pueblo
salvadoreño. Las viejas élites —empresariales, partidarias y mediáticas— usaron
ese término para desacreditar todo intento de transformación popular. Hoy,
cuando el país vive una nueva etapa de reconstrucción nacional, esos grupos
gritan “dictadura” no porque haya represión, sino porque han perdido sus
privilegios.
El ensayo denuncia con contundencia esta hipocresía: los
que saquearon el Estado, privatizaron la riqueza pública y sometieron al país
al endeudamiento, se disfrazan ahora de “defensores de la democracia”. Pero esa
“democracia” era una máscara: tras los Acuerdos de Paz de 1992, El Salvador
siguió gobernado por los mismos grupos económicos, bajo un sistema de
dominación que el autor define como dictadura oligárquica encubierta de
democracia representativa.
El texto afirma que el verdadero cambio comenzó en 2019,
con la llegada de Nayib Bukele y la irrupción del pueblo como sujeto histórico.
Lo que para las élites es autoritarismo, para las mayorías es orden, justicia
y dignidad recuperada. El poder vuelve a su dueño legítimo: el pueblo
salvadoreño.
II. DE LA DICTADURA ECONÓMICA AL NUEVO PARADIGMA SOCIAL
El ensayo desmonta el mito de la “democracia liberal”
impuesta por el neoliberalismo. Durante treinta años, los gobiernos de ARENA y
FMLN gobernaron en nombre del mercado, no del pueblo. Privatizaron bancos,
pensiones, telecomunicaciones y servicios básicos, entregando el país al
capital extranjero. Esa fue la verdadera dictadura: la dictadura del dinero,
invisible pero devastadora.
El autor expone cómo los medios de comunicación se
convirtieron en aparatos ideológicos de esa dominación. Mediante
titulares manipulados y una constante banalización de la política, moldearon la
conciencia colectiva para que el pueblo aceptara la injusticia como algo
natural. Así, se impuso el pensamiento único del “no hay alternativa”, una forma
de esclavitud mental que, como advirtió Karel Kosík, es la pseudoconcreción:
una realidad aparente que oculta la verdad.
Sin embargo, el ensayo celebra que esta conciencia esté
cambiando. Las nuevas generaciones —informadas, críticas y conectadas— ya no
creen en los medios tradicionales ni en los “analistas reciclados” que repiten
las mentiras del pasado. Las redes sociales han abierto un nuevo espacio de
pensamiento libre, donde el pueblo participa, opina y fiscaliza.
III. DEMOCRACIA REAL VS. DEMOCRACIA DE FACHADA
El autor plantea que la democracia no se mide por la
cantidad de partidos ni por elecciones cada cinco años, sino por el grado en
que el pueblo participa en las decisiones nacionales. Durante décadas, El Salvador
vivió bajo una democracia de fachada, donde las urnas legitimaban a una minoría
que gobernaba para sí misma. La alternancia entre ARENA y FMLN fue solo un
relevo de administradores del mismo sistema corrupto.
En contraste, el nuevo modelo político iniciado en 2019
representa una democracia real, donde el Estado se pone al servicio de
las mayorías. Las obras en educación, salud, infraestructura y seguridad no son
gestos propagandísticos, sino símbolos de un Estado funcional y honesto. Por
primera vez, la autoridad se ejerce con propósito moral, no con fines de
enriquecimiento.
El ensayo afirma con fuerza que la autoridad no es
sinónimo de autoritarismo. Cuando se gobierna con legitimidad popular, la
firmeza del Estado es un acto de justicia, no de represión. La verdadera
dictadura fue la de antes: aquella que empobreció, humilló y expulsó a miles de
salvadoreños de su tierra. Hoy, la nación experimenta una democracia popular,
nacida desde abajo, que rescata la soberanía nacional y el sentido ético del poder
público.
IV. LA OPOSICIÓN: GUARDIANES DEL VIEJO ORDEN
El texto critica con energía la manipulación del lenguaje
por parte de la oposición. Cada vez que el gobierno actúa con disciplina o
exige rendición de cuentas, los viejos partidos —ARENA, FMLN y sus aliados
mediáticos— reaccionan con su palabra mágica: dictadura. Pero su
preocupación no es por la libertad, sino por sus privilegios perdidos.
El autor muestra cómo los medios tradicionales operan
como aparatos ideológicos del poder económico, generando miedo y
desinformación. Al perder influencia sobre el pueblo, recurren al dramatismo,
la exageración y la mentira. Los “analistas reciclados” representan, según el
ensayo, el símbolo del pensamiento decadente de la vieja política: hablan de
democracia, pero viven de la corrupción y el engaño.
Sin embargo, esa batalla por el sentido común ya está
perdida para ellos. El pueblo ha despertado. Hoy ve resultados concretos:
escuelas reconstruidas, hospitales modernos, calles seguras y un Estado
eficiente. Frente a la evidencia, el discurso opositor se derrumba. Lo que
antes era un país del desencanto se convierte ahora en la patria de la
esperanza.
V. CONCLUSIÓN: EL PODER VUELVE A SU DUEÑO LEGÍTIMO
El ensayo cierra con una afirmación poderosa: El
Salvador ha pasado de la dictadura de las élites a la democracia del pueblo.
No hay dictadura donde hay justicia, honestidad y soberanía. La verdadera
dictadura fue la del pasado: la del robo institucionalizado, la impunidad, la
pobreza y la mentira.
Hoy, el dinero alcanza porque nadie se lo roba; el Estado
sirve al ciudadano y no a los partidos; y la voz del pueblo pesa más que los
titulares de los periódicos. Esa transformación no es un milagro, sino el
resultado de una conciencia histórica que decidió romper el ciclo de opresión.
El autor cita a José Martí para resumir este renacimiento
moral: “La libertad es el derecho que tienen los hombres de actuar
libremente, pensar y hablar sin hipocresía”. Esa libertad —antes
secuestrada por los poderosos— hoy florece en el pueblo salvadoreño, que
aprendió a gobernarse y a creer en sí mismo.
REFLEXIÓN FINAL PARA REDES SOCIALES
El Salvador está viviendo una revolución ética y
política: la de la dignidad nacional. Lo que el viejo sistema llama
dictadura, el pueblo lo llama justicia. Lo que los corruptos llaman
autoritarismo, el pueblo lo llama orden. Y lo que las élites llaman
pérdida de poder, el pueblo lo celebra como liberación.
La historia ha cambiado de manos: hoy, el poder ya no
pertenece a las familias que se creían dueñas del país, sino a los ciudadanos
que lo reconstruyen día a día. La democracia verdadera no se declama, se
practica. En El Salvador, por
primera vez, el pueblo manda y el gobierno obedece.
SAN SALVADOR, 6 DE NOVIEMBRE DE 2025
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