LA SABIDURÍA SOCRÁTICA FRENTE A LA IGNORANCIA ILUSTRADA
POR: MSc. JOSÈ
ISRAEL VENTURA.
I. INTRODUCCIÓN:
Han pasado más de dos milenios desde que Sócrates
caminaba por las calles de Atenas, dialogando con jóvenes y ciudadanos,
cuestionando todo lo que se daba, por cierto. Sin embargo, su enseñanza más
simple —“solo sé que nada sé”— sigue siendo una de las lecciones más profundas
y urgentes para la humanidad actual. Vivimos
en una época en la que el conocimiento abunda, pero la sabiduría escasea; en la
que los títulos, los cargos y los discursos se confunden con la verdad. En este
contexto, recordar al maestro Sócrates no es un ejercicio nostálgico, sino una
necesidad ética y pedagógica.
El siglo XXI, caracterizado por la hiperconectividad y la
soberbia intelectual, ha generado una nueva forma de ignorancia: la ignorancia
ilustrada, aquella que presume saberlo todo por haber leído titulares, visto
videos o repetido frases de moda. Frente a este panorama, la humildad socrática
se erige como un faro que orienta el pensamiento crítico, la reflexión profunda
y la búsqueda sincera del saber.
Como docente universitario por más de tres décadas, he
comprobado que el verdadero aprendizaje comienza cuando se reconoce lo poco que
se sabe. Esa es la esencia del pensamiento socrático: el conocimiento nace de
la conciencia de la ignorancia, no del alarde de erudición ni de la vanidad
intelectual.
II. LA ANÉCDOTA DEL
ORÁCULO DE DELFOS: EL INICIO DE LA SABIDURÍA
Cuenta Platón, en la Apología de Sócrates, que Querefonte
—uno de sus discípulos— consultó al oráculo de Delfos para saber si existía
alguien más sabio que Sócrates. El oráculo respondió: “Nadie es más sabio que
Sócrates”. Sorprendido por esa afirmación, el filósofo decidió investigar qué
significaban realmente las palabras del dios Apolo. Entrevistó a políticos,
poetas y artesanos, descubriendo que todos creían saber mucho, pero en realidad
sabían poco o nada.
Así nació su célebre frase: “Solo sé que nada sé”. En
realidad, el oráculo no lo llamaba sabio por lo que sabía, sino por su
capacidad de reconocer su ignorancia. Esa humildad intelectual es el punto de
partida del verdadero conocimiento. Sócrates entendió que quien presume de
saberlo todo se cierra a la posibilidad de aprender.
En un mundo donde la soberbia intelectual reina en redes
sociales, universidades y parlamentos, la actitud socrática representa una
revolución moral. Nos recuerda que el conocimiento auténtico no se mide por la
cantidad de datos acumulados, sino por la disposición a aprender siempre
(Platón, Apología de Sócrates, 399 a.C.).
III. LA SOBERBIA DEL
SABER EN TIEMPOS MODERNOS
Vivimos rodeados de especialistas en todo y maestros de
nada. La televisión, las redes sociales y los foros digitales están llenos de
“analistas” que hablan con autoridad sobre cualquier tema, desde política hasta
ciencia, sin humildad ni rigor. Esa arrogancia del saber superficial ha
sustituido la búsqueda genuina de la verdad por la lucha por tener razón.
Los medios de comunicación, muchas veces convertidos en
tribunales del pensamiento, amplifican voces altisonantes que confunden opinión
con conocimiento. Como sociedad, hemos
confundido el “tener información” con el “ser sabio”. Y es que, como advertía
Albert Einstein (1954), “la sabiduría no es producto de la escolarización, sino
del intento de adquirirla a lo largo de la vida”.
El resultado es una sociedad donde la soberbia y la intolerancia se disfrazan de inteligencia, donde muchos prefieren insultar antes que argumentar. En este contexto, el legado de Sócrates se convierte en un llamado urgente a recuperar la humildad intelectual como base de la convivencia civilizada.
IV. HUMILDAD,
PENSAMIENTO Y DIÁLOGO: EL MÉTODO SOCRÁTICO
El método socrático no consistía en imponer ideas, sino
en dialogar. Sócrates enseñaba mediante preguntas, ayudando a sus
interlocutores a descubrir por sí mismos la verdad. Este método, conocido como
mayéutica —el arte de dar a luz las ideas—, partía siempre del reconocimiento
de la ignorancia.
En palabras de Paulo Freire (1970), “nadie educa a nadie,
nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí mediatizados por el
mundo”.
Freire, como
Sócrates, entendía la educación como un proceso dialógico en el que el docente
no impone, sino que acompaña.
Hoy más que nunca necesitamos recuperar ese espíritu
dialógico en las aulas, en los medios y en la vida cotidiana. Aprender a
escuchar es un acto de humildad. Preguntar, una muestra de inteligencia. Callar,
cuando no se sabe, una expresión de sabiduría.
V. EL DOCENTE COMO
HEREDERO DEL PENSAMIENTO SOCRÁTICO
Ser docente implica más que impartir conocimientos:
significa formar conciencias críticas, ciudadanos éticos y pensadores
reflexivos. El verdadero maestro no teme reconocer sus límites, porque sabe que
enseñar también es aprender.
En mi experiencia universitaria —más de tres décadas de
docencia— he comprobado que el mayor obstáculo para el aprendizaje no es la
falta de inteligencia, sino la soberbia. El estudiante que cree saberlo todo
deja de escuchar, y el profesor que se cree infalible deja de enseñar.
Por ello, el maestro debe ser humilde, curioso y ético. Como diría Sócrates, debe “enseñar a pensar”, no a repetir. La educación sin pensamiento crítico produce obediencia; la educación con humildad produce libertad.
VI. LA ARROGANCIA
INTELECTUAL Y LA CRISIS DEL PENSAMIENTO CRÍTICO
En el mundo contemporáneo, la arrogancia intelectual se
ha convertido en una pandemia silenciosa. Es común ver en las aulas, en los
medios de comunicación y en la política, a individuos que hablan sin escuchar,
opinan sin reflexionar y repiten sin comprender. Esta actitud no solo debilita
el pensamiento crítico, sino que también corrompe la esencia del diálogo.
El filósofo
Michel Onfray (2018) señala que “vivimos en una época donde los sabios callan y
los necios hacen ruido”. Esta frase
resume el espíritu de una sociedad que confunde notoriedad con conocimiento.
Muchos buscan ser escuchados, pero pocos se esfuerzan por entender.
En este contexto, la humildad socrática se presenta como
una virtud revolucionaria: reconocer lo que no sabemos es el primer paso para
pensar con profundidad. Sin embargo, la educación contemporánea, muchas veces
centrada en la técnica y la productividad, ha olvidado que pensar no es
repetir, sino cuestionar.
VII. DE LA IGNORANCIA
ILUSTRADA AL PENSAMIENTO CONSCIENTE
La llamada “ignorancia ilustrada” describe una paradoja
moderna: sabemos más datos que nunca, pero comprendemos menos. Las tecnologías
digitales han hecho del conocimiento un producto de consumo rápido. La
información circula, pero la sabiduría se desvanece.
Sócrates advertía que el conocimiento sin virtud es
peligroso. Hoy, el exceso de información sin pensamiento crítico produce
individuos saturados, pero vacíos. Como afirma Byung-Chul Han (2012), “el
exceso de positividad y datos elimina el espacio para la reflexión”. El
verdadero pensamiento ilustrado no consiste en acumular saberes, sino en
iluminar la conciencia. Por ello, necesitamos una nueva educación que no solo
enseñe a usar herramientas digitales, sino a discernir, analizar y actuar con
ética.
VIII. HUMILDAD, ÉTICA
Y RESPONSABILIDAD EN LA ERA DIGITAL
En tiempos dominados por las redes sociales, el ego se ha
convertido en la nueva religión. Muchos buscan seguidores, no sabiduría. La
imagen ha desplazado al pensamiento; la vanidad, a la reflexión.
En este escenario, la humildad socrática se convierte en
una forma de resistencia ética. Practicarla significa renunciar a la apariencia
de saber, para buscar el conocimiento verdadero. Como recordaba Erich Fromm
(1956), “el hombre moderno sabe muchas cosas, pero se desconoce a sí mismo”.
La ética del conocimiento implica reconocer que cada
palabra influye, cada opinión educa, y cada acto comunica. Docentes,
comunicadores y líderes deben comprender que enseñar y opinar son actos
morales, no simples ejercicios de poder o protagonismo.
IX. LA ENSEÑANZA
SOCRÁTICA COMO MODELO EDUCATIVO TRANSFORMADOR
El pensamiento socrático ofrece a la educación
contemporánea una lección profunda: enseñar no es llenar la mente de datos,
sino despertar el alma al pensamiento. La mayéutica debe renacer en nuestras
aulas como un método liberador, no como un recuerdo filosófico.
Paulo Freire (1970) defendía que “la educación debe ser
un acto de libertad, no de domesticación”. En esa línea, el maestro socrático
no dicta, sino dialoga; no impone, sino inspira. La educación socrática forma
seres humanos conscientes, críticos y éticos, no simples empleados de un sistema
productivo.
Adoptar la pedagogía de la humildad es una urgencia moral. Un país sin pensamiento crítico está condenado a repetir los errores del pasado. Como afirmaba Karl Jaspers (1950), “la educación es lo que nos hace verdaderamente humanos”.
X. SÓCRATES Y EL
DESAFÍO DE EDUCAR EN TIEMPOS DE SOBERBIA
Educar en el siglo XXI exige más que tecnología: requiere
carácter, sabiduría y humildad. El maestro debe ser ejemplo de serenidad frente
al ruido, de reflexión frente a la prisa, de diálogo frente al dogma.
Sócrates fue condenado por cuestionar, pero su sacrificio
inmortalizó la idea de que pensar libremente es el acto más noble del ser
humano.
En una época donde abundan los dogmas disfrazados de
opiniones, el pensamiento socrático nos invita a resistir la manipulación y la
ignorancia organizada.
Educar hoy significa continuar esa misión: formar
ciudadanos que no solo sepan, sino que comprendan; que no solo hablen, sino que
escuchen; que no solo vivan, sino que reflexionen sobre el sentido de la vida.
CONCLUSIÓN:
La sabiduría de Sócrates nos recuerda que el conocimiento
verdadero comienza donde termina la arrogancia. Reconocer la propia ignorancia
no es signo de debilidad, sino de madurez.
El mundo contemporáneo necesita menos expertos en
discursos y más aprendices de la verdad. La humildad intelectual, la ética del
pensamiento y el diálogo constructivo son los cimientos de una sociedad
verdaderamente ilustrada.
Educar, pensar y dialogar desde la humildad es una forma de resistencia frente al ruido del mundo. Solo así podremos construir una humanidad más sabia, tolerante y consciente de sus límites.
REFLEXIÓN FINAL
Recordar a Sócrates no es mirar al pasado, sino
comprender el presente. Su voz sigue resonando en medio del bullicio de la
modernidad, recordándonos que el saber sin ética es vacío, y que la humildad es
la puerta de toda grandeza intelectual.
Hoy, más que nunca, necesitamos aprender el arte de la
humildad. Porque solo quien reconoce su ignorancia puede abrir su mente a la
verdad. Solo quien duda, puede pensar. Y solo quien piensa, puede ser
verdaderamente libre.
La educación del futuro deberá volver a Sócrates para
reencontrarse con el ser humano: con su conciencia, su responsabilidad y su capacidad
de amar la verdad. Esa será la mayor victoria del pensamiento frente a la
ignorancia ilustrada.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS.
1.
Einstein, A. (1954). Ideas and Opinions. Crown
Publishers.
2.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
3.
Fromm, E.
(1956). El arte de amar. Fondo de Cultura Económica.
4.
Han, B.-C.
(2012). La sociedad del cansancio. Herder.
5.
Jaspers, K.
(1950). La idea de la universidad. Fondo de Cultura Económica.
6.
Onfray, M.
(2018). Contra-historia de la filosofía. Paidós.
7.
Platón. (399
a.C.). Apología de Sócrates. Ediciones Akal (versión moderna).
SAN SALVADOR,
22 DE OCTUBRE DE 2025
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