miércoles, 22 de octubre de 2025

 

                          

                             LA SABIDURÍA SOCRÁTICA FRENTE A LA IGNORANCIA ILUSTRADA

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

I. INTRODUCCIÓN:

Han pasado más de dos milenios desde que Sócrates caminaba por las calles de Atenas, dialogando con jóvenes y ciudadanos, cuestionando todo lo que se daba, por cierto. Sin embargo, su enseñanza más simple —“solo sé que nada sé”— sigue siendo una de las lecciones más profundas y urgentes para la humanidad actual. Vivimos en una época en la que el conocimiento abunda, pero la sabiduría escasea; en la que los títulos, los cargos y los discursos se confunden con la verdad. En este contexto, recordar al maestro Sócrates no es un ejercicio nostálgico, sino una necesidad ética y pedagógica.

El siglo XXI, caracterizado por la hiperconectividad y la soberbia intelectual, ha generado una nueva forma de ignorancia: la ignorancia ilustrada, aquella que presume saberlo todo por haber leído titulares, visto videos o repetido frases de moda. Frente a este panorama, la humildad socrática se erige como un faro que orienta el pensamiento crítico, la reflexión profunda y la búsqueda sincera del saber.

Como docente universitario por más de tres décadas, he comprobado que el verdadero aprendizaje comienza cuando se reconoce lo poco que se sabe. Esa es la esencia del pensamiento socrático: el conocimiento nace de la conciencia de la ignorancia, no del alarde de erudición ni de la vanidad intelectual.

II. LA ANÉCDOTA DEL ORÁCULO DE DELFOS: EL INICIO DE LA SABIDURÍA

Cuenta Platón, en la Apología de Sócrates, que Querefonte —uno de sus discípulos— consultó al oráculo de Delfos para saber si existía alguien más sabio que Sócrates. El oráculo respondió: “Nadie es más sabio que Sócrates”. Sorprendido por esa afirmación, el filósofo decidió investigar qué significaban realmente las palabras del dios Apolo. Entrevistó a políticos, poetas y artesanos, descubriendo que todos creían saber mucho, pero en realidad sabían poco o nada.

Así nació su célebre frase: “Solo sé que nada sé”. En realidad, el oráculo no lo llamaba sabio por lo que sabía, sino por su capacidad de reconocer su ignorancia. Esa humildad intelectual es el punto de partida del verdadero conocimiento. Sócrates entendió que quien presume de saberlo todo se cierra a la posibilidad de aprender.

En un mundo donde la soberbia intelectual reina en redes sociales, universidades y parlamentos, la actitud socrática representa una revolución moral. Nos recuerda que el conocimiento auténtico no se mide por la cantidad de datos acumulados, sino por la disposición a aprender siempre (Platón, Apología de Sócrates, 399 a.C.).

III. LA SOBERBIA DEL SABER EN TIEMPOS MODERNOS

Vivimos rodeados de especialistas en todo y maestros de nada. La televisión, las redes sociales y los foros digitales están llenos de “analistas” que hablan con autoridad sobre cualquier tema, desde política hasta ciencia, sin humildad ni rigor. Esa arrogancia del saber superficial ha sustituido la búsqueda genuina de la verdad por la lucha por tener razón.

Los medios de comunicación, muchas veces convertidos en tribunales del pensamiento, amplifican voces altisonantes que confunden opinión con conocimiento. Como sociedad, hemos confundido el “tener información” con el “ser sabio”. Y es que, como advertía Albert Einstein (1954), “la sabiduría no es producto de la escolarización, sino del intento de adquirirla a lo largo de la vida”.

El resultado es una sociedad donde la soberbia y la intolerancia se disfrazan de inteligencia, donde muchos prefieren insultar antes que argumentar. En este contexto, el legado de Sócrates se convierte en un llamado urgente a recuperar la humildad intelectual como base de la convivencia civilizada.

IV. HUMILDAD, PENSAMIENTO Y DIÁLOGO: EL MÉTODO SOCRÁTICO

El método socrático no consistía en imponer ideas, sino en dialogar. Sócrates enseñaba mediante preguntas, ayudando a sus interlocutores a descubrir por sí mismos la verdad. Este método, conocido como mayéutica —el arte de dar a luz las ideas—, partía siempre del reconocimiento de la ignorancia.

En palabras de Paulo Freire (1970), “nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí mediatizados por el mundo”.

 Freire, como Sócrates, entendía la educación como un proceso dialógico en el que el docente no impone, sino que acompaña.

Hoy más que nunca necesitamos recuperar ese espíritu dialógico en las aulas, en los medios y en la vida cotidiana. Aprender a escuchar es un acto de humildad. Preguntar, una muestra de inteligencia. Callar, cuando no se sabe, una expresión de sabiduría.

V. EL DOCENTE COMO HEREDERO DEL PENSAMIENTO SOCRÁTICO

Ser docente implica más que impartir conocimientos: significa formar conciencias críticas, ciudadanos éticos y pensadores reflexivos. El verdadero maestro no teme reconocer sus límites, porque sabe que enseñar también es aprender.

En mi experiencia universitaria —más de tres décadas de docencia— he comprobado que el mayor obstáculo para el aprendizaje no es la falta de inteligencia, sino la soberbia. El estudiante que cree saberlo todo deja de escuchar, y el profesor que se cree infalible deja de enseñar.

Por ello, el maestro debe ser humilde, curioso y ético. Como diría Sócrates, debe “enseñar a pensar”, no a repetir. La educación sin pensamiento crítico produce obediencia; la educación con humildad produce libertad.

VI. LA ARROGANCIA INTELECTUAL Y LA CRISIS DEL PENSAMIENTO CRÍTICO

En el mundo contemporáneo, la arrogancia intelectual se ha convertido en una pandemia silenciosa. Es común ver en las aulas, en los medios de comunicación y en la política, a individuos que hablan sin escuchar, opinan sin reflexionar y repiten sin comprender. Esta actitud no solo debilita el pensamiento crítico, sino que también corrompe la esencia del diálogo.

El filósofo Michel Onfray (2018) señala que “vivimos en una época donde los sabios callan y los necios hacen ruido”. Esta frase resume el espíritu de una sociedad que confunde notoriedad con conocimiento. Muchos buscan ser escuchados, pero pocos se esfuerzan por entender.

En este contexto, la humildad socrática se presenta como una virtud revolucionaria: reconocer lo que no sabemos es el primer paso para pensar con profundidad. Sin embargo, la educación contemporánea, muchas veces centrada en la técnica y la productividad, ha olvidado que pensar no es repetir, sino cuestionar.

VII. DE LA IGNORANCIA ILUSTRADA AL PENSAMIENTO CONSCIENTE

La llamada “ignorancia ilustrada” describe una paradoja moderna: sabemos más datos que nunca, pero comprendemos menos. Las tecnologías digitales han hecho del conocimiento un producto de consumo rápido. La información circula, pero la sabiduría se desvanece.

Sócrates advertía que el conocimiento sin virtud es peligroso. Hoy, el exceso de información sin pensamiento crítico produce individuos saturados, pero vacíos. Como afirma Byung-Chul Han (2012), “el exceso de positividad y datos elimina el espacio para la reflexión”. El verdadero pensamiento ilustrado no consiste en acumular saberes, sino en iluminar la conciencia. Por ello, necesitamos una nueva educación que no solo enseñe a usar herramientas digitales, sino a discernir, analizar y actuar con ética.

VIII. HUMILDAD, ÉTICA Y RESPONSABILIDAD EN LA ERA DIGITAL

En tiempos dominados por las redes sociales, el ego se ha convertido en la nueva religión. Muchos buscan seguidores, no sabiduría. La imagen ha desplazado al pensamiento; la vanidad, a la reflexión.

En este escenario, la humildad socrática se convierte en una forma de resistencia ética. Practicarla significa renunciar a la apariencia de saber, para buscar el conocimiento verdadero. Como recordaba Erich Fromm (1956), “el hombre moderno sabe muchas cosas, pero se desconoce a sí mismo”.

La ética del conocimiento implica reconocer que cada palabra influye, cada opinión educa, y cada acto comunica. Docentes, comunicadores y líderes deben comprender que enseñar y opinar son actos morales, no simples ejercicios de poder o protagonismo.

IX. LA ENSEÑANZA SOCRÁTICA COMO MODELO EDUCATIVO TRANSFORMADOR

El pensamiento socrático ofrece a la educación contemporánea una lección profunda: enseñar no es llenar la mente de datos, sino despertar el alma al pensamiento. La mayéutica debe renacer en nuestras aulas como un método liberador, no como un recuerdo filosófico.

Paulo Freire (1970) defendía que “la educación debe ser un acto de libertad, no de domesticación”. En esa línea, el maestro socrático no dicta, sino dialoga; no impone, sino inspira. La educación socrática forma seres humanos conscientes, críticos y éticos, no simples empleados de un sistema productivo.

Adoptar la pedagogía de la humildad es una urgencia moral. Un país sin pensamiento crítico está condenado a repetir los errores del pasado. Como afirmaba Karl Jaspers (1950), “la educación es lo que nos hace verdaderamente humanos”.

X. SÓCRATES Y EL DESAFÍO DE EDUCAR EN TIEMPOS DE SOBERBIA

Educar en el siglo XXI exige más que tecnología: requiere carácter, sabiduría y humildad. El maestro debe ser ejemplo de serenidad frente al ruido, de reflexión frente a la prisa, de diálogo frente al dogma.

Sócrates fue condenado por cuestionar, pero su sacrificio inmortalizó la idea de que pensar libremente es el acto más noble del ser humano.

En una época donde abundan los dogmas disfrazados de opiniones, el pensamiento socrático nos invita a resistir la manipulación y la ignorancia organizada.

Educar hoy significa continuar esa misión: formar ciudadanos que no solo sepan, sino que comprendan; que no solo hablen, sino que escuchen; que no solo vivan, sino que reflexionen sobre el sentido de la vida.

CONCLUSIÓN:

La sabiduría de Sócrates nos recuerda que el conocimiento verdadero comienza donde termina la arrogancia. Reconocer la propia ignorancia no es signo de debilidad, sino de madurez.

El mundo contemporáneo necesita menos expertos en discursos y más aprendices de la verdad. La humildad intelectual, la ética del pensamiento y el diálogo constructivo son los cimientos de una sociedad verdaderamente ilustrada.

Educar, pensar y dialogar desde la humildad es una forma de resistencia frente al ruido del mundo. Solo así podremos construir una humanidad más sabia, tolerante y consciente de sus límites.

REFLEXIÓN FINAL

Recordar a Sócrates no es mirar al pasado, sino comprender el presente. Su voz sigue resonando en medio del bullicio de la modernidad, recordándonos que el saber sin ética es vacío, y que la humildad es la puerta de toda grandeza intelectual.

Hoy, más que nunca, necesitamos aprender el arte de la humildad. Porque solo quien reconoce su ignorancia puede abrir su mente a la verdad. Solo quien duda, puede pensar. Y solo quien piensa, puede ser verdaderamente libre.

La educación del futuro deberá volver a Sócrates para reencontrarse con el ser humano: con su conciencia, su responsabilidad y su capacidad de amar la verdad. Esa será la mayor victoria del pensamiento frente a la ignorancia ilustrada.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

1.      Einstein, A. (1954). Ideas and Opinions. Crown Publishers.

2.      Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

3.      Fromm, E. (1956). El arte de amar. Fondo de Cultura Económica.

4.      Han, B.-C. (2012). La sociedad del cansancio. Herder.

5.      Jaspers, K. (1950). La idea de la universidad. Fondo de Cultura Económica.

6.      Onfray, M. (2018). Contra-historia de la filosofía. Paidós.

7.      Platón. (399 a.C.). Apología de Sócrates. Ediciones Akal (versión moderna).

 

 

 

SAN SALVADOR, 22 DE OCTUBRE DE 2025

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