“LOS TRABAJADORES: AUTÉNTICOS CREADORES DE LA RIQUEZA EN
EL CAPITALISMO”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
En el corazón de la vida social late una verdad que pocas
veces se reconoce con claridad: toda la riqueza que circula en nuestras
sociedades tiene un origen único y común, el trabajo humano. Son las manos, las
mentes, las energías y los cuerpos de millones de trabajadores y trabajadoras
quienes, día tras día, transforman la naturaleza en bienes, servicios y
productos que sostienen la vida moderna.
Sin embargo, paradójicamente, esos mismos trabajadores
son los que menos disfrutan de la riqueza que generan. En el sistema
capitalista, la mayor parte de ese excedente va a parar a los bolsillos de los
dueños del capital, a los bancos, a los grandes comerciantes, al Estado y, en
última instancia, al imperialismo financiero internacional.
Este ensayo busca profundizar en esa relación desigual,
retomando las aportaciones fundamentales de Karl Marx y otros pensadores
críticos, para explicar cómo la clase trabajadora no solo produce mercancías,
sino que además es despojada sistemáticamente de la plusvalía que crea. La
introducción de conceptos como fuerza de trabajo, plusvalía, alienación o
cosificación, aunque puedan parecer complejos, se explicarán aquí en un
lenguaje accesible, de manera que cualquier persona pueda comprender el
engranaje que sostiene al capitalismo.
Más allá de la teoría, es necesario mostrar cómo esa
explotación se expresa en la vida cotidiana: en salarios insuficientes, en
jornadas extenuantes, en deudas impagables, en la subordinación a organismos
internacionales que dictan políticas económicas en función de los intereses de
los países dominantes. El trabajador no solo entrega su tiempo y su energía,
sino también su propia vida. Cada jornada de trabajo es un pedazo de existencia que se
esfuma en beneficio de otro.
La tesis central que defenderemos es clara y contundente:
los trabajadores son los auténticos creadores de la riqueza, pero bajo el
capitalismo esa riqueza se convierte en el botín de unos pocos. Esta situación
no es natural ni eterna, sino resultado de relaciones históricas de dominación.
Comprender estas dinámicas es el primer paso para cuestionarlas y construir
alternativas que coloquen al ser humano en el centro, y no al capital.
LA EXPLOTACIÓN EN EL CAPITALISMO: FUNDAMENTOS TEÓRICOS
Para entender el papel del trabajador en la creación de
riqueza, es fundamental distinguir entre trabajo y fuerza de trabajo, dos
conceptos clave desarrollados por Karl Marx. El trabajador no vende
directamente su trabajo, sino su capacidad de trabajar, es decir, su fuerza de
trabajo.
Esa fuerza se materializa en energía física,
conocimientos, habilidades y creatividad que el obrero deposita en el proceso
productivo.
El capitalista, al comprar esa fuerza de trabajo, no paga
el valor total que produce, sino únicamente el equivalente a lo que cuesta
mantener al obrero con vida y en condiciones mínimas para seguir trabajando:
alimentación, vivienda, vestimenta, transporte.
Todo lo que el trabajador produce por encima de ese valor
constituye la plusvalía, que es apropiada por el capitalista sin compensación alguna
(Marx, 1986).
Este mecanismo, aunque explicado hace más de un siglo,
sigue siendo el núcleo de la explotación capitalista en el siglo XXI. Los
trabajadores creen que reciben el pago por todo lo que producen en una jornada,
cuando en realidad solo reciben lo necesario para sobrevivir. El resto se
convierte en ganancia, en acumulación de capital, en enriquecimiento privado.
Autores posteriores como Rosa Luxemburgo (1969) y Lenin
(1975) ampliaron este análisis mostrando cómo, en la fase imperialista, esa
extracción de riqueza se extiende a escala mundial. Los países industrializados
no solo explotan a sus propios trabajadores, sino que también se apropian de la
riqueza de los países periféricos mediante el endeudamiento, el comercio
desigual y la subordinación política.
EL PAPEL DEL ESTADO Y DEL SISTEMA FINANCIERO
La explotación de los trabajadores no se limita a la
relación directa con el patrón en la fábrica o la oficina. El Estado y el
sistema financiero funcionan como mecanismos complementarios que extraen más
valor del salario obrero.
El Estado, en lugar de ser un ente neutral, impone
impuestos directos e indirectos que se pagan con los ingresos del trabajador:
IVA, cotizaciones a la seguridad social, contribuciones municipales. Estos
tributos, en muchos casos, son regresivos, es decir, afectan proporcionalmente
más a los pobres que a los ricos (Harvey, 2007).
Los bancos cumplen otra función de extracción. Cuando los
empresarios solicitan préstamos para pagar salarios o modernizar maquinaria, el
dinero para cubrir intereses proviene, en última instancia, de la plusvalía
generada por los trabajadores. Así, el sistema financiero se convierte en un
intermediario que vive del esfuerzo obrero sin aportar valor productivo
directo.
Finalmente, los organismos financieros internacionales como el FMI, el Banco Mundial o el BID, obligan a países como El Salvador a aceptar condiciones que incluyen privatizaciones, aumento de impuestos al consumo y apertura indiscriminada a los mercados internacionales. Todas estas medidas terminan repercutiendo en la clase trabajadora, que paga el costo de políticas diseñadas para favorecer al capital transnacional.
ALIENACIÓN Y COSIFICACIÓN DE LA VIDA OBRERA
Más allá de los aspectos económicos, el capitalismo
afecta profundamente la dimensión humana de los trabajadores. Según Marx, la
alienación ocurre cuando el obrero pierde el control sobre su propio trabajo y
sobre el producto que genera. El trabajador ya no se reconoce en lo que
produce, porque ese producto pertenece al capitalista.
Karel Kosík (1967) lo explica al hablar de la
pseudoconcreción, es decir, el mundo aparente en el que los trabajadores creen
que reciben el pago justo por lo que hacen, sin advertir el despojo real que
ocurre detrás. Esta alienación se traduce en cansancio físico, frustración
psicológica, pérdida de sentido vital. El trabajador, reducido a una cosa,
experimenta lo que Marx llamó cosificación: deja de ser sujeto y se convierte
en objeto.
Las estadísticas recientes de la OIT (2023) revelan que,
en el mundo, más del 60 % de los trabajadores tienen empleos informales, sin
acceso a seguridad social, y que la brecha salarial entre directivos y
empleados de base se ha disparado en las últimas décadas. Estas cifras no son
meros números, son rostros concretos de hombres y mujeres que entregan sus
vidas a cambio de salarios que no alcanzan para garantizar dignidad.
EJEMPLOS DE EXPLOTACIÓN: DEL TALLER ARTESANAL A LA
MAQUILA GLOBAL
En su versión más simple, la explotación puede explicarse
con el ejemplo de un carpintero que recibe 10 dólares por fabricar tres sillas
que luego el patrón vende a 60. La diferencia entre el costo de producción y el
precio de venta constituye la ganancia que el capitalista se apropia sin
reconocer que fue el trabajador quien generó ese valor.
Este mismo esquema, multiplicado a gran escala, es el que
ocurre en la industria moderna. En Centroamérica, las maquilas emplean a miles
de personas, especialmente mujeres jóvenes, en condiciones de largas jornadas,
bajos salarios y sin derechos laborales plenos. La ropa producida en estos
talleres se vende en mercados internacionales con enormes márgenes de ganancia
que jamás retornan a quienes la confeccionaron.
Hoy, con la digitalización, surge una nueva forma de
explotación: la llamada uberización del trabajo, donde repartidores,
conductores o trabajadores freelance están sometidos a algoritmos que controlan
su tiempo, sus ingresos y hasta sus evaluaciones. Aunque se presenta como
“trabajo independiente”, en realidad es una forma de precarización extrema, sin
contratos ni seguridad social.
EL IMPERIALISMO COMO ENGRANAJE GLOBAL
Lenin (1975) describió al imperialismo como la fase
superior del capitalismo, caracterizada por el dominio del capital financiero y
la exportación de capitales hacia países dependientes. En América Latina, esta
realidad se expresa en la deuda externa y en los tratados de libre comercio que
consolidan la dependencia económica. En el caso de El Salvador, las políticas
neoliberales implementadas en los años noventa llevaron a la privatización de
la banca, las telecomunicaciones y parte del sistema de pensiones. Estas
medidas, promovidas bajo presión del FMI y el BM, consolidaron un modelo que
favorece a las élites y al capital transnacional, mientras precariza aún más al
trabajador salvadoreño.
La deuda pública se convierte en un mecanismo por el cual
la riqueza generada localmente se transfiere al exterior. Cada pago de
intereses significa menos inversión en salud, educación o vivienda, y más
sacrificios para los sectores populares.
CRÍTICAS A LOS MITOS DEL CAPITALISMO
Una de las ideas más extendidas es que la ganancia del
empresario se debe a su “riesgo” o a su “capacidad innovadora”. Sin embargo,
como lo explicó Marx (1986), el verdadero origen de la ganancia está en la
apropiación del trabajo excedente. El mito del empresario como “creador de
riqueza” oculta la realidad: los que producen valor son los trabajadores.
Otro mito frecuente es que el capitalista obtiene
beneficios porque vende más caro de lo que le costó producir. Esta explicación
ignora que, incluso si las mercancías se vendieran a su “valor justo”, el
capitalista seguiría obteniendo ganancias porque la plusvalía está incorporada
en cada producto.
Los medios de comunicación y la ideología dominante
refuerzan estas creencias, presentando al trabajador como alguien que debe
agradecer por tener empleo, y al empresario como benefactor social.
Esta manipulación impide que la clase trabajadora
reconozca su verdadero papel en el proceso productivo.
RESISTENCIAS Y ALTERNATIVAS HISTÓRICAS
A lo largo de la historia, los trabajadores han
respondido con organización y lucha. Los sindicatos han sido herramientas
fundamentales para defender salarios, reducir jornadas y conquistar derechos.
En El Salvador, las huelgas de maestros, médicos y trabajadores del sector público
han demostrado que la fuerza organizada puede frenar los abusos patronales y
estatales.
En América Latina, movimientos como el peronismo en
Argentina o las luchas sindicales en Chile y Brasil han marcado hitos en la
defensa de los derechos laborales. Paulo Freire (2005) aportó otra perspectiva:
la necesidad de una educación liberadora que permita a los trabajadores tomar
conciencia de su papel histórico y emanciparse de la opresión.
Hoy, en plena era digital, estas luchas adquieren nuevas formas: desde plataformas digitales hasta movimientos globales como los que luchan por el salario digno o por regular la economía de plataformas.
EL TRABAJADOR EN LA ERA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
La revolución tecnológica actual plantea un desafío
inédito: la automatización y la inteligencia artificial amenazan con desplazar
millones de empleos. Sin embargo, lejos de significar el fin del trabajo, esto
puede derivar en nuevas formas de precarización si no se regulan adecuadamente.
El debate sobre la renta básica universal surge como
alternativa para garantizar que, aun sin empleo formal, los ciudadanos tengan
recursos para vivir dignamente. Sin embargo, este debate sigue siendo polémico
y enfrenta la oposición de quienes defienden la lógica capitalista de maximizar
ganancias sin importar el costo humano (Piketty, 2014).
Lo que está en juego no es solo el futuro del empleo,
sino el sentido mismo del trabajo humano en una sociedad que debe decidir si
pone la tecnología al servicio de la dignidad o de la acumulación.
CONCLUSIÓN
A lo largo de este ensayo hemos demostrado que los
trabajadores son los verdaderos creadores de la riqueza, pero esa riqueza se
transforma en ganancia para los capitalistas a través del mecanismo de la
plusvalía. La explotación no ocurre únicamente en la fábrica, sino también en
el sistema financiero, en el pago de impuestos, en la deuda externa y en la
subordinación al imperialismo.
El trabajador no solo entrega su energía, sino también su
vida. Cada jornada representa un fragmento de existencia que se transforma en
mercancía y que, al final, no retorna en bienestar para quien la produjo.
Reconocer esta realidad es el primer paso para construir
alternativas. El capitalismo no es una fatalidad inevitable, sino un sistema
histórico que puede y debe ser transformado. El reto está en la organización,
en la conciencia y en la educación crítica que permita a los pueblos recuperar
el control sobre su destino.
REFLEXIÓN FINAL
Este ensayo no pretende ser solo un ejercicio académico,
sino un llamado a la conciencia. A los jóvenes, a los estudiantes, a los
trabajadores y trabajadoras: no olvidemos que sin nosotros no se mueve ninguna
fábrica, ninguna oficina, ningún banco, ninguna nación.
La riqueza que otros disfrutan es fruto de nuestras
manos, de nuestras ideas, de nuestro sacrificio. Es hora de comprender que no
somos simples piezas reemplazables en una maquinaria, sino el motor mismo de la
sociedad.
Educar en esta verdad, organizarse en torno a ella y
actuar en consecuencia es la única vía para que algún día la riqueza que
producimos retorne en dignidad, justicia y libertad.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
1.
Freire, P.
(2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
2.
Harvey, D.
(2007). Breve historia del neoliberalismo. Akal.
3.
Kosík, K.
(1967). Dialéctica de lo concreto. Grijalbo.
4.
Luxemburg,
R. (1969). La acumulación del capital. Siglo XXI Editores.
5.
Marx, K. (1986).
Salario, precio y ganancia. Cartago.
6.
Marx, K.
(2008). El capital. Tomo I. Fondo de Cultura Económica.
7.
Marx, K.,
& Engels, F. (1973). Trabajo asalariado y capital. Progreso.
8.
Organización
Internacional del Trabajo (OIT). (2023). Informe mundial sobre salarios.
9.
Piketty, T.
(2014). El capital en el siglo XXI. Fondo de Cultura Económica.
10. Lenin, V. I. (1975). El imperialismo, fase superior del
capitalismo. Progreso.
SAN SALVADOR, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2025
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