miércoles, 10 de septiembre de 2025

 

EDUCAR LA FIERA INTERIOR: LA DEUDA PENDIENTE DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Los sistemas educativos modernos han concentrado sus esfuerzos en diseñar programas y metodologías encaminadas a la adquisición de conocimientos, habilidades, destrezas y técnicas útiles para la vida laboral y social. Sin embargo, han descuidado un aspecto esencial y profundo de la condición humana: la educación de la fiera interior, esa energía primitiva que cada individuo conserva como herencia de su origen animal y que se manifiesta en impulsos de violencia, egoísmo, dominación o miedo.

En términos generales, la escuela ha sido vista como un espacio para formar ciudadanos competentes en lo técnico, pero no necesariamente en lo ético ni en lo emocional. Tal descuido se traduce en sociedades con grandes avances tecnológicos, pero incapaces de frenar la crueldad, la intolerancia, la corrupción o la guerra. La fiera que llevamos dentro —como metáfora de nuestra dimensión instintiva y primitiva— sigue estando viva, actuando en la sombra de nuestras estructuras racionales, y con frecuencia domina al ser humano cuando no es educada, regulada y encauzada.

El propósito de este ensayo es realizar una crítica enérgica a los sistemas educativos por su incapacidad de atender esa dimensión fundamental. Se expondrá cómo esta omisión ha tenido consecuencias sociales devastadoras, se analizará desde la perspectiva de filósofos y pedagogos críticos, y se propondrán lineamientos que apunten hacia una educación integral que no solo forme para el trabajo, sino que también domestique y humanice a la fiera que habita en cada uno de nosotros.

1. LA FIERA INTERIOR: HERENCIA ANCESTRAL

La humanidad, en su evolución, ha cargado con una doble condición: la racionalidad, que nos permite pensar y organizar, y la animalidad, que nos conecta con la sobrevivencia, la fuerza y el instinto (Darwin, 1871/2009). Esta última dimensión no ha desaparecido; más bien, ha permanecido latente y se expresa en formas de violencia, agresión o dominación cuando las condiciones sociales lo permiten.

Sigmund Freud (1929/2018), en El malestar en la cultura, advertía que la civilización no había conseguido anular el instinto de agresión, sino apenas reprimirlo, desplazándolo al inconsciente. Así, la sociedad contemporánea sigue marcada por la lucha entre la racionalidad civilizada y la fiera primitiva.

La escuela, en su función moderna, no ha asumido el reto de educar esa fiera. Ha preferido silenciarla con normas externas, castigos o simulaciones de disciplina, pero no ha creado espacios de comprensión, canalización y formación ética que permitan al ser humano reconciliarse con su propia naturaleza instintiva.

2. EL FRACASO DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS MODERNOS

La crítica más dura hacia los sistemas educativos actuales es que se han convertido en máquinas de adiestramiento técnico. Desde la Revolución Industrial hasta el siglo XXI, la educación se orientó a formar obreros, técnicos y profesionales para sostener la maquinaria económica del capitalismo (Illich, 1971/2011).

El problema es que este enfoque reduccionista descuidó la educación moral y emocional, generando individuos altamente competentes en lo técnico, pero incapaces de gestionar su agresividad, egoísmo o vacío existencial. El resultado: ingenieros que fabrican armas, políticos que se corrompen, médicos que mercantilizan la salud, ciudadanos que destruyen el medio ambiente sin conciencia.

La escuela moderna ha fracasado en domesticar la fiera porque la ha negado. Y lo que no se reconoce, regresa en forma de violencia social, guerras, criminalidad y crisis de valores.

3. EDUCACIÓN COMO DOMESTICACIÓN Y HUMANIZACIÓN

Educar no significa solo transmitir conocimientos; implica también formar la conciencia, cultivar la empatía y fortalecer la capacidad de autogobierno. Como decía Paulo Freire (1970/2005), “nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo: los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo” (p. 78).

Esto quiere decir que el ser humano debe educar también esa dimensión animal que lo constituye, y la escuela debe ser el espacio que enseñe a reconocer, encauzar y transformar la fiera interior en energía creadora, no destructora. No se trata de suprimir la pasión, sino de integrarla en un horizonte ético.

La violencia, la envidia, la ira y el odio no desaparecen con diplomas ni títulos universitarios. Solo la formación crítica, la autoconciencia y una pedagogía humanizadora pueden transformar esas fuerzas en capacidades para la solidaridad, la justicia y la convivencia.

4. LA CIVILIZACIÓN TECNOLÓGICA Y LA BARBARIE HUMANA

El avance tecnológico en el siglo XXI ha mostrado una paradoja alarmante: mientras los sistemas educativos producen científicos capaces de diseñar inteligencia artificial, biotecnología o exploración espacial, la humanidad sigue siendo incapaz de erradicar guerras, genocidios o desigualdades extremas.

Hannah Arendt (1963/2006), en su análisis sobre la banalidad del mal, explicó cómo un funcionario educado podía ser capaz de participar en atrocidades sin remordimiento alguno. Ello demuestra que la educación técnica sin educación ética no solo es insuficiente, sino peligrosa.

De nada sirve enseñar a programar robots si no se enseña a programar la propia conciencia. De nada sirve avanzar en física cuántica si no se aprende a contener el odio que desencadena guerras. El problema no es el conocimiento, sino la incapacidad de educar la fiera que acompaña al conocimiento.

5. HACIA UNA PEDAGOGÍA DE LA INTERIORIDAD

El reto para la educación del futuro es diseñar una pedagogía de la interioridad: una propuesta que integre razón, emoción e instinto en un proceso de autoconocimiento y autodominio. Esta pedagogía debe:

Reconocer que la agresividad y la pasión son parte de lo humano.

Proponer métodos para canalizar esas energías en la creación artística, el deporte, la investigación o la acción solidaria.

Formar ciudadanos críticos que aprendan a gobernarse antes de gobernar a otros.

Como bien afirmaba Aristóteles (Ética a Nicómaco, 1998), la educación del carácter es tan importante como la educación del intelecto. Y esta enseñanza ética no puede seguir siendo un adorno marginal del currículo, sino el corazón mismo de todo sistema educativo.

CONCLUSIÓN

Los sistemas educativos han fallado en su misión más profunda: educar la fiera interior que cada ser humano lleva consigo. Han preferido formar técnicos competentes antes que ciudadanos plenos. El resultado ha sido una humanidad que avanza en la ciencia pero retrocede en humanidad, capaz de conquistar el espacio pero incapaz de controlar su propia violencia.

Si no se asume este reto, la educación seguirá formando animales con títulos, pero sin ética; fieras con conocimientos, pero sin humanidad.

REFLEXIÓN FINAL

El gran desafío de nuestro tiempo es reconocer que la verdadera educación no consiste en añadir información a la mente, sino en transformar la interioridad del ser humano. Educar la fiera es educarnos a nosotros mismos en nuestra parte más difícil: la que no obedece a razones, la que grita desde lo instintivo, la que arrastra millones de años de evolución.

Una sociedad que no educa su fiera interior está condenada a repetir los ciclos de violencia, egoísmo y destrucción. Por ello, la educación del siglo XXI debe ser radical: no solo enseñar a pensar, sino también enseñar a domesticar, transformar y reconciliarse con la fiera que todos llevamos dentro.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

1.      Arendt, H. (2006). Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen. (Trabajo original publicado en 1963).

2.      Aristóteles. (1998). Ética a Nicómaco (J. Pallí Bonet, Trad.). Madrid: Gredos.

3.      Darwin, C. (2009). El origen del hombre. Madrid: Alianza. (Trabajo original publicado en 871).

4.      Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI. (Trabajo original publicado en 1970).

5.      Freud, S. (2018). El malestar en la cultura. Madrid: Alianza. (Trabajo original publicado en 1929).

6.      Illich, I. (2011). La sociedad desescolarizada. México: Siglo XXI. (Trabajo original publicado en 1971).

 

 

 

SAN SALVADOR, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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