EDUCAR LA
FIERA INTERIOR: LA DEUDA PENDIENTE DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Los sistemas educativos modernos han concentrado sus
esfuerzos en diseñar programas y metodologías encaminadas a la adquisición de conocimientos,
habilidades, destrezas y técnicas útiles para la vida laboral y social. Sin
embargo, han descuidado un aspecto esencial y profundo de la condición humana:
la educación de la fiera interior, esa energía primitiva que cada individuo
conserva como herencia de su origen animal y que se manifiesta en impulsos de
violencia, egoísmo, dominación o miedo.
En términos generales, la escuela ha sido vista como un
espacio para formar ciudadanos competentes en lo técnico, pero no
necesariamente en lo ético ni en lo emocional. Tal descuido se traduce en
sociedades con grandes avances tecnológicos, pero incapaces de frenar la
crueldad, la intolerancia, la corrupción o la guerra. La fiera que llevamos
dentro —como metáfora de nuestra dimensión instintiva y primitiva— sigue
estando viva, actuando en la sombra de nuestras estructuras racionales, y con
frecuencia domina al ser humano cuando no es educada, regulada y encauzada.
El propósito de este ensayo es realizar una crítica
enérgica a los sistemas educativos por su incapacidad de atender esa dimensión
fundamental. Se expondrá cómo esta omisión ha tenido consecuencias sociales
devastadoras, se analizará desde la perspectiva de filósofos y pedagogos
críticos, y se propondrán lineamientos que apunten hacia una educación integral
que no solo forme para el trabajo, sino que también domestique y humanice a la
fiera que habita en cada uno de nosotros.
1. LA FIERA INTERIOR: HERENCIA ANCESTRAL
La humanidad, en su evolución, ha cargado con una doble
condición: la racionalidad, que nos permite pensar y organizar, y la
animalidad, que nos conecta con la sobrevivencia, la fuerza y el instinto
(Darwin, 1871/2009). Esta última dimensión no ha desaparecido; más bien, ha
permanecido latente y se expresa en formas de violencia, agresión o dominación
cuando las condiciones sociales lo permiten.
Sigmund Freud (1929/2018), en El malestar en la cultura,
advertía que la civilización no había conseguido anular el instinto de
agresión, sino apenas reprimirlo, desplazándolo al inconsciente. Así, la
sociedad contemporánea sigue marcada por la lucha entre la racionalidad
civilizada y la fiera primitiva.
La escuela, en su función moderna, no ha asumido el reto
de educar esa fiera. Ha preferido silenciarla con normas externas, castigos o
simulaciones de disciplina, pero no ha creado espacios de comprensión,
canalización y formación ética que permitan al ser humano reconciliarse con su
propia naturaleza instintiva.
2. EL FRACASO DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS MODERNOS
La crítica más dura hacia los sistemas educativos
actuales es que se han convertido en máquinas de adiestramiento técnico. Desde
la Revolución Industrial hasta el siglo XXI, la educación se orientó a formar
obreros, técnicos y profesionales para sostener la maquinaria económica del
capitalismo (Illich, 1971/2011).
El problema es que este enfoque reduccionista descuidó la
educación moral y emocional, generando individuos altamente competentes en lo
técnico, pero incapaces de gestionar su agresividad, egoísmo o vacío
existencial. El resultado: ingenieros que fabrican armas, políticos que se
corrompen, médicos que mercantilizan la salud, ciudadanos que destruyen el
medio ambiente sin conciencia.
La escuela moderna ha fracasado en domesticar la fiera porque la ha negado. Y lo que no se reconoce, regresa en forma de violencia social, guerras, criminalidad y crisis de valores.
3. EDUCACIÓN COMO DOMESTICACIÓN Y HUMANIZACIÓN
Educar no significa solo transmitir conocimientos;
implica también formar la conciencia, cultivar la empatía y fortalecer la capacidad
de autogobierno. Como decía Paulo Freire (1970/2005), “nadie educa a nadie,
nadie se educa a sí mismo: los hombres se educan entre sí, mediatizados por el
mundo” (p. 78).
Esto quiere decir que el ser humano debe educar también
esa dimensión animal que lo constituye, y la escuela debe ser el espacio que
enseñe a reconocer, encauzar y transformar la fiera interior en energía
creadora, no destructora. No se trata de suprimir la pasión, sino de integrarla
en un horizonte ético.
La violencia, la envidia, la ira y el odio no desaparecen
con diplomas ni títulos universitarios. Solo la formación crítica, la
autoconciencia y una pedagogía humanizadora pueden transformar esas fuerzas en
capacidades para la solidaridad, la justicia y la convivencia.
4. LA CIVILIZACIÓN TECNOLÓGICA Y LA BARBARIE HUMANA
El avance tecnológico en el siglo XXI ha mostrado una
paradoja alarmante: mientras los sistemas educativos producen científicos
capaces de diseñar inteligencia artificial, biotecnología o exploración
espacial, la humanidad sigue siendo incapaz de erradicar guerras, genocidios o
desigualdades extremas.
Hannah Arendt (1963/2006), en su análisis sobre la banalidad del mal, explicó cómo un funcionario educado podía ser capaz de participar en atrocidades sin remordimiento alguno. Ello demuestra que la educación técnica sin educación ética no solo es insuficiente, sino peligrosa.
De nada sirve enseñar a programar robots si no se enseña
a programar la propia conciencia. De nada sirve avanzar en física cuántica si
no se aprende a contener el odio que desencadena guerras. El problema no es el
conocimiento, sino la incapacidad de educar la fiera que acompaña al
conocimiento.
5. HACIA UNA PEDAGOGÍA DE LA INTERIORIDAD
El reto para la educación del futuro es diseñar una
pedagogía de la interioridad: una propuesta que integre razón, emoción e
instinto en un proceso de autoconocimiento y autodominio. Esta pedagogía debe:
Reconocer que la agresividad y la pasión son parte de lo
humano.
Proponer métodos para canalizar esas energías en la
creación artística, el deporte, la investigación o la acción solidaria.
Formar ciudadanos críticos que aprendan a gobernarse
antes de gobernar a otros.
Como bien afirmaba Aristóteles (Ética a Nicómaco, 1998),
la educación del carácter es tan importante como la educación del intelecto. Y
esta enseñanza ética no puede seguir siendo un adorno marginal del currículo,
sino el corazón mismo de todo sistema educativo.
CONCLUSIÓN
Los sistemas educativos han fallado en su misión más
profunda: educar la fiera interior que cada ser humano lleva consigo. Han
preferido formar técnicos competentes antes que ciudadanos plenos. El resultado
ha sido una humanidad que avanza en la ciencia pero retrocede en humanidad,
capaz de conquistar el espacio pero incapaz de controlar su propia violencia.
Si no se asume este reto, la educación seguirá formando
animales con títulos, pero sin ética; fieras con conocimientos, pero sin
humanidad.
REFLEXIÓN FINAL
El gran desafío de nuestro tiempo es reconocer que la
verdadera educación no consiste en añadir información a la mente, sino en
transformar la interioridad del ser humano. Educar la fiera es educarnos a
nosotros mismos en nuestra parte más difícil: la que no obedece a razones, la
que grita desde lo instintivo, la que arrastra millones de años de evolución.
Una sociedad que no educa su fiera interior está
condenada a repetir los ciclos de violencia, egoísmo y destrucción. Por ello,
la educación del siglo XXI debe ser radical: no solo enseñar a pensar, sino
también enseñar a domesticar, transformar y reconciliarse con la fiera que
todos llevamos dentro.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1.
Arendt, H.
(2006). Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal.
Barcelona: Lumen. (Trabajo original publicado en 1963).
2.
Aristóteles.
(1998). Ética a Nicómaco (J. Pallí Bonet, Trad.). Madrid:
Gredos.
3.
Darwin, C.
(2009). El origen del hombre. Madrid: Alianza. (Trabajo original publicado en
871).
4.
Freire, P.
(2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI. (Trabajo original publicado
en 1970).
5.
Freud, S.
(2018). El malestar en la cultura. Madrid: Alianza. (Trabajo original publicado
en 1929).
6.
Illich, I.
(2011). La sociedad desescolarizada. México: Siglo XXI. (Trabajo original
publicado en 1971).
SAN SALVADOR, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2025
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