“LA CRISIS DE LIDERAZGO OPOSITOR Y LA ILUSIÓN DE CLAUDIA
ORTIZ”
POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Aunque pueda sonar repetitivo afirmar que la oposición
salvadoreña atraviesa una profunda crisis de liderazgo, este señalamiento no
deja de ser cada vez más evidente y preocupante. En la historia reciente del
país, la oposición debería ser un contrapeso sólido al poder político, un
espacio de crítica constructiva y un motor para la elaboración de proyectos
alternativos de nación.
Sin embargo, lo que hoy tenemos es un escenario de
decadencia, en el que los antiguos partidos dominantes —ARENA y FMLN— han quedado
reducidos a caricaturas de lo que alguna vez representaron. Ambos fueron
castigados por el voto popular no solo por sus errores políticos, sino por la
corrupción sistemática, el clientelismo y la incapacidad de generar bienestar
real para la población durante sus gestiones (Martínez, 2021).
En este vacío de referentes políticos, algunos sectores
han intentado crear la ilusión de un nuevo liderazgo. De allí surge la figura
de Claudia Ortiz, a quien, con varios años de anticipación, se pretende
posicionar como una alternativa viable para las elecciones presidenciales de
2027. Sin embargo, más allá del discurso superficial de “renovación política”,
su perfil evidencia limitaciones serias en preparación, carácter, liderazgo y
conexión con el pueblo.
La política no se resuelve con improvisación ni con
apuestas mediáticas, sino con la capacidad de encarnar un proyecto de nación
que dialogue con las demandas de la gente (López, 2022).
Este comentario crítico busca analizar, en diez
apartados, cómo la crisis de liderazgo de la oposición salvadoreña se refleja
en la figura de Claudia Ortiz. La crítica no se enfoca únicamente en la
persona, sino en el fenómeno político que revela: un vacío de ideas, una falta
de cuadros preparados y un alejamiento de la oposición respecto a la realidad
social del país. El texto busca no solo describir esta situación, sino también
reflexionar sobre sus implicaciones para la democracia y para el futuro
político de El Salvador.
1. LA OPOSICIÓN SIN RUMBO
La oposición en El Salvador carece de norte. Sus
discursos están fragmentados, sus propuestas son débiles y su capacidad de
articulación política es prácticamente nula. Los partidos que dominaron el país
durante tres décadas han quedado reducidos a pequeñas facciones con nula
incidencia social. La pérdida de credibilidad se traduce en bajos niveles de
aprobación, en derrotas electorales contundentes y en la ausencia de liderazgos
con legitimidad social (Ramírez, 2020).
Lo más preocupante es que, lejos de hacer un examen serio
de sus errores históricos, los voceros de la oposición se han limitado a
repetir consignas vacías, centradas únicamente en criticar al gobierno actual
sin ofrecer alternativas viables.
En lugar de construir un proyecto inclusivo y renovador,
apuestan por la improvisación y el oportunismo político, lo que los condena a
seguir siendo irrelevantes en el escenario nacional.
2. EL INTENTO DE FABRICAR LIDERAZGOS
La promoción de Claudia Ortiz responde más a una
estrategia de mercadeo político que a una trayectoria de lucha o de servicio
público. En contextos de debilidad institucional, los partidos opositores
intentan “fabricar” liderazgos, apostando por rostros nuevos que puedan ser
presentados como alternativas frescas. Sin embargo, la frescura no es garantía
de capacidad. Como lo explica Bobbio (1996), la política no puede reducirse a
imágenes superficiales; requiere pensamiento, consistencia y compromiso.
El caso de Ortiz es paradigmático: se intenta vender la
idea de que representa una nueva generación de políticos, pero sus
intervenciones en la Asamblea Legislativa y sus posturas públicas evidencian
una falta de profundidad. La política, entendida como conducción del Estado,
exige mucho más que discursos cuidadosamente ensayados para la televisión o
redes sociales.
3. LA FALTA DE CREDENCIALES DE ESTADISTA
El concepto de estadista implica visión estratégica,
liderazgo firme y capacidad de colocar el interés general por encima de los
intereses personales o partidarios. Al analizar la trayectoria de Ortiz, no se
encuentra ni experiencia ejecutiva, ni aportes significativos al debate de
políticas públicas, ni capacidad demostrada de conducción.
En países con realidades complejas como El Salvador, el
estadista no surge de la improvisación, sino del trabajo constante, de la formación
sólida y de la legitimidad social. Ortiz carece de estos atributos. Pretender
presentarla como alternativa presidencial no solo es irresponsable, sino que
constituye una burla hacia la ciudadanía que aspira a líderes con verdadera
visión de nación.
4. CARÁCTER Y LIDERAZGO
El carácter de un líder se pone a prueba en momentos de
crisis, en la capacidad de tomar decisiones difíciles y sostener posiciones
firmes ante presiones internas y externas. Ortiz ha mostrado un estilo político
débil, más preocupado por la aceptación de ciertos sectores elitistas que por
la defensa de principios claros.
En múltiples ocasiones, su discurso se ha centrado en
frases genéricas, evitando comprometerse con propuestas concretas o con
posiciones firmes frente a los grandes problemas nacionales: seguridad,
economía, educación y salud. Esto revela una carencia de liderazgo real,
entendido no como simple visibilidad mediática, sino como la capacidad de
inspirar confianza y movilizar voluntades colectivas (Gómez, 2021).
5. COCIENTE INTELECTUAL Y PREPARACIÓN
El ejercicio de la presidencia de un país requiere una
preparación intelectual y técnica de alto nivel. No se trata solo de títulos
académicos, sino de la capacidad de analizar contextos complejos, generar
soluciones innovadoras y dialogar con diversos sectores de la sociedad.
En el caso de Ortiz, su desempeño legislativo ha
demostrado limitaciones en la elaboración de propuestas sólidas y en la
comprensión integral de los problemas nacionales.
Un verdadero liderazgo exige formación continua, cultura
política y visión histórica. Sin estas bases, cualquier candidatura se
convierte en un ejercicio vacío de retórica. El Salvador no necesita líderes
improvisados, sino personas capaces de pensar estratégicamente y de implementar
soluciones estructurales.
6. EMPATÍA Y CONEXIÓN CON EL PUEBLO
Uno de los elementos más determinantes para un liderazgo
político es la empatía con las mayorías populares. Ortiz, sin embargo, refleja
un estilo distante, más vinculado a las élites urbanas que a las comunidades
rurales o a los sectores históricamente marginados. Su falta de contacto con el
pueblo impide generar legitimidad real.
En un país con altos niveles de pobreza y desigualdad,
los liderazgos se construyen desde la cercanía con la gente, escuchando sus
problemas y acompañando sus luchas. Ortiz no ha demostrado esa conexión. Al
contrario, su discurso tiende a la abstracción, desconectado de las necesidades
inmediatas de la población.
7. EL RIDÍCULO ELECTORAL ANTICIPADO
De persistir en su aspiración presidencial, Ortiz corre
el riesgo de protagonizar un ridículo electoral anunciado.
La experiencia de elecciones anteriores demuestra que
figuras sin peso político real terminan obteniendo porcentajes marginales,
incapaces de disputar seriamente el poder.
El problema no radica únicamente en los resultados, sino
en el daño que se hace a la oposición en su conjunto: al apostar por
candidaturas débiles, se profundiza la percepción ciudadana de que la oposición
no tiene nada serio que ofrecer. Esto consolida aún más la hegemonía del
partido gobernante, debilitando la pluralidad política.
8. LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA DIÁSPORA
La oposición ha intentado usar a la diáspora salvadoreña
como plataforma de apoyo político. Sin embargo, este sector de la población
tiene una memoria histórica muy clara: fueron precisamente ARENA y el FMLN los
que, durante tres décadas, abandonaron a los migrantes y no les brindaron
derechos políticos plenos.
Intentar seducir a la diáspora con discursos vacíos o con
shows mediáticos es un error estratégico. Estos connacionales demandan
seriedad, respeto y propuestas concretas que reconozcan su aporte económico y
social al país. En este sentido, Ortiz no ha logrado generar conexión con este
sector fundamental de la nación.
9. EFECTOS SOBRE LA DEMOCRACIA
La falta de liderazgos serios en la oposición tiene
efectos negativos en la democracia salvadoreña.
Una democracia saludable requiere contrapesos
responsables, que cuestionen con argumentos, que propongan alternativas y que
fiscalicen de manera constructiva. Cuando la oposición se limita a candidaturas
improvisadas, la democracia se degrada.
Como señala Dahl (1999), la pluralidad política es indispensable para el fortalecimiento democrático. Sin embargo, esa pluralidad no puede construirse con liderazgos artificiales, sino con proyectos auténticos y con líderes comprometidos con el bien común.
10. LA NECESIDAD DE UNA VERDADERA ALTERNATIVA
El Salvador necesita urgentemente una oposición renovada,
pero esa renovación no pasa por el simple relevo de rostros. Requiere construir
un proyecto serio, con visión de largo plazo, que articule a diversos sectores
sociales y que devuelva a la política su dimensión ética y de servicio.
La historia reciente del país demuestra que los pueblos
terminan castigando la mediocridad política. La construcción de una verdadera
alternativa implica honestidad, capacidad técnica, carácter firme y empatía
social. Seguir apostando por figuras improvisadas solo conducirá a prolongar la
crisis de liderazgo y a profundizar la irrelevancia opositora.
CONCLUSIÓN
La crisis de la oposición salvadoreña se refleja con
claridad en la promoción anticipada de Claudia Ortiz como candidata
presidencial para 2027. Su falta de credenciales de estadista, su débil
conexión con la población, su escasa preparación y su estilo distante
evidencian no solo sus propias limitaciones, sino el vacío estructural de
liderazgos en los partidos opositores.
Persistir en esta estrategia equivale a condenar a la
oposición al ridículo y a consolidar su irrelevancia histórica. Más que rostros
nuevos, el país necesita proyectos de nación auténticos y líderes capaces de
responder con seriedad a los desafíos de nuestro tiempo.
REFLEXIÓN FINAL
La política no es un espectáculo ni un juego de imagen;
es la conducción del destino de los pueblos. El Salvador merece liderazgos
auténticos, con visión, carácter y compromiso real con la gente. La oposición
debe entender que no se trata de lanzar candidaturas vacías, sino de asumir con
responsabilidad el reto de construir una alternativa ética y viable.
Como recuerda Max Weber (1992), la política debe
ejercerse desde la ética de la responsabilidad, no desde la improvisación ni desde
la búsqueda personal de poder. La figura de Claudia Ortiz, lejos de representar
una renovación, simboliza la decadencia de una oposición que no logra superar
su propia crisis.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
1.
Bobbio, N.
(1996). La teoría de la política. Fondo de Cultura Económica.
2.
Dahl, R.
(1999). La democracia y sus críticos. Paidós.
3.
Gómez, R.
(2021). Desafíos de la democracia en Centroamérica. Editorial UCA.
4.
López, J.
(2022). Liderazgos políticos en crisis. San Salvador: FLACSO.
5.
Martínez, C.
(2021). El ocaso de los partidos tradicionales en El Salvador. Revista
Centroamericana de Ciencias Sociales, 18(2), 45-67.
6.
Ramírez, L.
(2020). El Salvador: la oposición huérfana. San Salvador: Editorial
Universidad.
7.
Weber, M.
(1992). El político y el científico. Alianza Editorial.
.
SAN SALVADOR, 8 DE
SEPTIEMBRE DE 2025
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