EL GRITO DEL INSTINTO: POR UNA EDUCACIÓN QUE DESPIERTE LA
ESENCIA HUMANA"
POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN:
El Espejo Roto del Progreso
Durante siglos, la educación ha sido venerada como el
faro del progreso, la herramienta primordial para moldear a la humanidad y
sacarla de la oscuridad de la ignorancia. Los sistemas educativos
contemporáneos, herederos de la Ilustración y la Revolución Industrial, se han
erigido sobre una premisa fundamental: la formación de ciudadanos funcionales,
competentes y productivos.
Desde los primeros años de escolaridad hasta los niveles
más altos de la academia, el currículo se ha centrado en la adquisición de habilidades,
destrezas técnicas y conocimientos especializados. Se nos enseña a resolver
ecuaciones complejas, a memorizar fechas históricas, a dominar lenguajes de
programación y a gestionar proyectos empresariales. El éxito, bajo este
paradigma, se mide por la capacidad de producir, de innovar y de encajar en el
engranaje de la economía global.
Este enfoque, sin embargo, ha generado un tipo de ser
humano incompleto: aquel que posee las herramientas para construir, pero carece
de la sabiduría para comprender lo que ha de construir. Esta visión
utilitarista de la educación ha dejado de lado, un aspecto fundamental de
nuestra existencia: la "fiera" que todos, sin excepción, llevamos
dentro.
Esta fiera no es
una metáfora del mal o de la destrucción, sino la encarnación de nuestro yo
primitivo, la manifestación de ese animal instintivo que traemos desde nuestros
ancestros. Es la fuente de nuestra pasión, de nuestra agresividad (en su forma
más pura, la autoafirmación), de nuestro miedo, de nuestra intuición y de
nuestra profunda conexión con el mundo natural.
Es la energía bruta que alimenta tanto la creación como
el caos. Lamentablemente, en lugar de educar y canalizar esta fuerza vital, los
sistemas educativos se han dedicado a domesticarla, a reprimirla, a ignorarla
o, en el peor de los casos, a negarla.
El resultado es
una sociedad de individuos alienados de sí mismos, con una desconexión palpable
entre su intelecto brillante y su esencia visceral. Esta disonancia es la raíz
de muchas de las patologías sociales que nos aquejan hoy, desde la violencia
desmedida y la depresión crónica hasta la falta de empatía y la crisis
ambiental (Goleman, 1995).
Este ensayo se propone desmantelar la falacia de una
educación puramente técnica y argumentar con vehemencia que ha llegado el
momento de redefinir el propósito de la enseñanza. Exploraremos cómo la
represión de la fiera interna se manifiesta en la psique humana y en la
dinámica social, para luego proponer un nuevo paradigma educativo que, en lugar
de ignorar nuestros instintos, los abrace y los eduque. El objetivo no es
regresar a la barbarie, sino integrar la sabiduría del animal en el ser humano
civilizado, creando así un individuo completo, consciente de su fuerza y capaz
de usarla para el bien. Debemos pasar de la mera capacitación al desarrollo
integral, de la domesticación a la canalización, de la represión a la
comprensión.
II. EL PARADIGMA TRADICIONAL: HABILIDADES SIN ALMA
El modelo educativo actual se cimienta en una visión
mecanicista y fragmentada del ser humano. Se nos concibe como una serie de
compartimentos estancos: la mente para el conocimiento lógico-matemático, el
cuerpo para las destrezas motrices, y el corazón para las emociones, que a
menudo son relegadas a un segundo plano o incluso vistas como un estorbo para
el pensamiento racional (Rogers, 1969).
Desde el primer día en el aula, se nos incentiva a
desvincularnos de nuestras sensaciones y a enfocarnos en la tarea, en la cifra,
en el resultado. Los currículos están obsesionados con la
"cognición", dejando de lado el desarrollo emocional, la inteligencia
corporal y la conexión con la naturaleza.
Este enfoque ha creado lo que el filósofo Ken Wilber
llama "la pre-trans-falacia", una confusión entre lo pre-racional (el
instinto, la intuición) y lo trans-racional (la conciencia elevada, la
sabiduría). Al reprimir la fiera, la educación ha empujado estos instintos a
las sombras, donde se manifiestan de formas distorsionadas y destructivas.
La competitividad
insana, la agresividad pasivo-agresiva en los entornos laborales, la envidia
tóxica en las redes sociales: todo ello son expresiones de un instinto animal
que no encontró una vía saludable de expresión. El sistema nos enseñó a ser
"civilizados" en la superficie, pero nos dejó desnudos ante nuestras
propias pulsiones más profundas. El resultado es un ser humano que ha perdido
su instinto de auto-cuidado y su capacidad de conexión auténtica con los demás.
III.
LA FIERA AL
ACECHO: MANIFESTACIONES DEL INSTINTO NO EDUCADO
Cuando el instinto animal no es educado, se convierte en
una fuerza errática y peligrosa. La fiera, lejos de desaparecer, se esconde y
emerge en las esquinas más oscuras de nuestra psique y de nuestra sociedad. Las
manifestaciones son innumerables. En el ámbito interpersonal, vemos el auge de
la violencia, el acoso escolar y el abuso psicológico. Estas no son solo fallas
en la moralidad, sino expresiones primitivas de dominación y territorialidad
que nunca fueron comprendidas ni canalizadas (Jung, 1959). En el ámbito social,
la fiera se disfraza de consumismo voraz, una pulsión insaciable por adquirir,
por poseer, por devorar recursos y experiencias sin ningún límite, reflejando
un hambre ancestral que no encuentra satisfacción.
La ansiedad y la depresión, epidemias de nuestro tiempo,
también pueden ser vistas como manifestaciones de un instinto enjaulado. El
cuerpo y la mente, desconectados, entran en un estado de guerra interna. La
creatividad, que es una de las expresiones más elevadas de nuestra fiera
interior, se atrofia en entornos educativos que premian la conformidad y la
respuesta correcta.
En lugar de aprender a rugir con originalidad, se nos
enseña a susurrar la versión que ya ha sido aprobada. Esta represión no solo es
perjudicial a nivel individual, sino que tiene un impacto colectivo devastador.
¿Cómo podemos esperar que una generación actúe con responsabilidad ecológica si
ha sido educada para verse a sí misma como una entidad separada de la
naturaleza, sin sentir esa conexión visceral y animal que una vez fue el núcleo
de la existencia humana?
IV ¿QUÉ SIGNIFICA EDUCAR LA FIERA?: UN NUEVO MODELO
EDUCATIVO
Educar la fiera no significa dar rienda suelta a nuestros
impulsos más bajos. Todo lo contrario. Significa reconocerlos, comprenderlos y
canalizarlos hacia fines constructivos. El nuevo modelo educativo que
necesitamos debe ser holístico y regenerativo. En lugar de un currículo que se
centre únicamente en lo que pensamos, debe también enfocarse en lo que
sentimos, en lo que creamos y en lo que somos (Steiner, 1926).
En primer lugar, la educación emocional debe dejar de ser
una actividad extracurricular para convertirse en el corazón del proceso de
aprendizaje. Los estudiantes deben aprender a identificar sus emociones, a
comprender su origen y a gestionarlas de manera saludable. Esto implica enseñar
a reconocer el miedo sin dejar que nos paralice, a canalizar la ira en acción
positiva y a cultivar la empatía como una forma de conexión genuina con los
demás.
En segundo lugar, la integración del cuerpo y la mente es
vital. Las aulas deben ser espacios de movimiento, de juego y de expresión
artística. Actividades como el teatro, la danza o las artes marciales no solo
son formas de expresión, sino herramientas para que el individuo reconozca y se
apropie de la fuerza y la intuición de su cuerpo.
La fiera se manifiesta a través del cuerpo, y el cuerpo
es la puerta de entrada para su educación.
Finalmente, es imperativo reconectar a los estudiantes
con la naturaleza. La educación debe ir más allá de los libros y las pantallas
para adentrarse en el bosque, en el río, en el campo. El contacto con el mundo
natural activa nuestros instintos más profundos, nos recuerda nuestra
pertenencia a un ecosistema más grande y fomenta una humildad y un respeto que
ninguna lección de biología puede impartir por sí sola. Educar la fiera es, en
última instancia, recordarle al ser humano que es parte del tejido de la vida,
no su dominador.
V.
DE LA TEORÍA
A LA PRÁCTICA: METODOLOGÍAS Y DESAFÍOS
La implementación de este nuevo paradigma no es un
proceso sencillo. Requiere una reestructuración profunda de las instituciones
educativas, de la formación de los docentes y, fundamentalmente, de la
mentalidad de los padres y la sociedad en general. Uno de los mayores desafíos
es el cambio cultural. Hemos sido educados en una mentalidad de resultados, de
calificaciones y de éxito medible. Romper con esta inercia es un trabajo
titánico que requiere valentía y visión.
Sin embargo, existen metodologías que ya han demostrado
su eficacia. La pedagogía Waldorf, por ejemplo, se centra en el desarrollo
integral del niño, integrando el arte, el trabajo manual y la conexión con la
naturaleza en cada etapa del aprendizaje. La educación experiencial, por su
parte, prioriza el aprendizaje a través de la acción y la reflexión sobre la
experiencia.
Y el desarrollo de la atención plena o mindfulness en las
aulas permite a los estudiantes reconectar con su momento presente y con sus sensaciones
internas, un primer paso crucial para educar la fiera.
Los docentes, en este nuevo modelo, dejarán de ser meros
transmisores de información para convertirse en guías, en facilitadores. Su
papel será el de crear entornos seguros y estimulantes donde los estudiantes
puedan explorar, sentir y aprender a canalizar sus instintos de forma
constructiva. El desafío es enorme, pero la recompensa es aún mayor: una
generación de seres humanos conscientes de su poder, dueños de su fuerza
interior y capaces de construir un futuro más sostenible y compasivo.
VI.
CONCLUSIÓN:
UN LLAMADO A LA REVOLUCIÓN EDUCATIVA
El sistema educativo actual, a pesar de sus innegables
logros técnicos, ha fallado en su misión más profunda: la de educar al ser
humano en su totalidad. Al ignorar la "fiera" que habita en nosotros,
ha creado una brecha entre el intelecto y el instinto, entre el conocimiento y
la sabiduría. Esta disonancia se manifiesta en la violencia, la ansiedad y la
desconexión que caracterizan a nuestra sociedad. La educación, en su estado
actual, no solo es ineficaz para ciertos desafíos, sino que es activamente
perjudicial para la salud integral del individuo y de la comunidad.
Es imperativo que nos embarquemos en una revolución
educativa. Esta revolución no es tecnológica, sino profundamente humana. Debe
centrarse en el desarrollo de la inteligencia emocional, en la conexión con el
cuerpo y en la reconexión con la naturaleza.
Debemos enseñar a
los niños no solo a ser productivos, sino a ser humanos en el sentido más completo
de la palabra. A rugir con valentía, a amar con pasión y a sanar con compasión.
VII.
REFLEXIÓN
FINAL: EL CAMINO HACIA LA PLENITUD HUMANA
El viaje hacia la plenitud humana no es un camino de
represión, sino de integración. Al educar la fiera que llevamos dentro, no la
estamos eliminando, sino transformándola de un instinto caótico en una fuerza
vital creativa. Es el retorno a una sabiduría ancestral, en la que el intelecto
y el instinto no se oponen, sino que se complementan. Es el reconocimiento de
que somos tanto animales como espíritus, tanta tierra como cielo. Y es en esa
integración donde reside la verdadera promesa de la educación: la de formar no
solo seres humanos funcionales, sino seres humanos completos, conscientes de su
propio poder y capaces de forjar un destino que sea, a la vez, inteligente y
salvajemente hermoso.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS.
1.
Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it
can matter more than IQ. Bantam Books.
2.
Jung, C. G. (1959). The archetypes and the
collective unconscious. Princeton University Press.
3.
Rogers, C. R. (1969). Freedom to learn. Charles E.
Merrill Publishing Co.
4.
Steiner, R. (1926). The spiritual grounding of
education. Anthroposophic Press..
SAN NSALVADOR, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2025
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