lunes, 8 de septiembre de 2025

 

  EL GRITO DEL INSTINTO: POR UNA EDUCACIÓN QUE DESPIERTE LA ESENCIA HUMANA"

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN:

El Espejo Roto del Progreso

Durante siglos, la educación ha sido venerada como el faro del progreso, la herramienta primordial para moldear a la humanidad y sacarla de la oscuridad de la ignorancia. Los sistemas educativos contemporáneos, herederos de la Ilustración y la Revolución Industrial, se han erigido sobre una premisa fundamental: la formación de ciudadanos funcionales, competentes y productivos.

Desde los primeros años de escolaridad hasta los niveles más altos de la academia, el currículo se ha centrado en la adquisición de habilidades, destrezas técnicas y conocimientos especializados. Se nos enseña a resolver ecuaciones complejas, a memorizar fechas históricas, a dominar lenguajes de programación y a gestionar proyectos empresariales. El éxito, bajo este paradigma, se mide por la capacidad de producir, de innovar y de encajar en el engranaje de la economía global.

Este enfoque, sin embargo, ha generado un tipo de ser humano incompleto: aquel que posee las herramientas para construir, pero carece de la sabiduría para comprender lo que ha de construir. Esta visión utilitarista de la educación ha dejado de lado, un aspecto fundamental de nuestra existencia: la "fiera" que todos, sin excepción, llevamos dentro.

 Esta fiera no es una metáfora del mal o de la destrucción, sino la encarnación de nuestro yo primitivo, la manifestación de ese animal instintivo que traemos desde nuestros ancestros. Es la fuente de nuestra pasión, de nuestra agresividad (en su forma más pura, la autoafirmación), de nuestro miedo, de nuestra intuición y de nuestra profunda conexión con el mundo natural.

Es la energía bruta que alimenta tanto la creación como el caos. Lamentablemente, en lugar de educar y canalizar esta fuerza vital, los sistemas educativos se han dedicado a domesticarla, a reprimirla, a ignorarla o, en el peor de los casos, a negarla.

 El resultado es una sociedad de individuos alienados de sí mismos, con una desconexión palpable entre su intelecto brillante y su esencia visceral. Esta disonancia es la raíz de muchas de las patologías sociales que nos aquejan hoy, desde la violencia desmedida y la depresión crónica hasta la falta de empatía y la crisis ambiental (Goleman, 1995).

Este ensayo se propone desmantelar la falacia de una educación puramente técnica y argumentar con vehemencia que ha llegado el momento de redefinir el propósito de la enseñanza. Exploraremos cómo la represión de la fiera interna se manifiesta en la psique humana y en la dinámica social, para luego proponer un nuevo paradigma educativo que, en lugar de ignorar nuestros instintos, los abrace y los eduque. El objetivo no es regresar a la barbarie, sino integrar la sabiduría del animal en el ser humano civilizado, creando así un individuo completo, consciente de su fuerza y capaz de usarla para el bien. Debemos pasar de la mera capacitación al desarrollo integral, de la domesticación a la canalización, de la represión a la comprensión.

II. EL PARADIGMA TRADICIONAL: HABILIDADES SIN ALMA

El modelo educativo actual se cimienta en una visión mecanicista y fragmentada del ser humano. Se nos concibe como una serie de compartimentos estancos: la mente para el conocimiento lógico-matemático, el cuerpo para las destrezas motrices, y el corazón para las emociones, que a menudo son relegadas a un segundo plano o incluso vistas como un estorbo para el pensamiento racional (Rogers, 1969).

Desde el primer día en el aula, se nos incentiva a desvincularnos de nuestras sensaciones y a enfocarnos en la tarea, en la cifra, en el resultado. Los currículos están obsesionados con la "cognición", dejando de lado el desarrollo emocional, la inteligencia corporal y la conexión con la naturaleza.

Este enfoque ha creado lo que el filósofo Ken Wilber llama "la pre-trans-falacia", una confusión entre lo pre-racional (el instinto, la intuición) y lo trans-racional (la conciencia elevada, la sabiduría). Al reprimir la fiera, la educación ha empujado estos instintos a las sombras, donde se manifiestan de formas distorsionadas y destructivas.

 La competitividad insana, la agresividad pasivo-agresiva en los entornos laborales, la envidia tóxica en las redes sociales: todo ello son expresiones de un instinto animal que no encontró una vía saludable de expresión. El sistema nos enseñó a ser "civilizados" en la superficie, pero nos dejó desnudos ante nuestras propias pulsiones más profundas. El resultado es un ser humano que ha perdido su instinto de auto-cuidado y su capacidad de conexión auténtica con los demás.

III.               LA FIERA AL ACECHO: MANIFESTACIONES DEL INSTINTO NO EDUCADO

Cuando el instinto animal no es educado, se convierte en una fuerza errática y peligrosa. La fiera, lejos de desaparecer, se esconde y emerge en las esquinas más oscuras de nuestra psique y de nuestra sociedad. Las manifestaciones son innumerables. En el ámbito interpersonal, vemos el auge de la violencia, el acoso escolar y el abuso psicológico. Estas no son solo fallas en la moralidad, sino expresiones primitivas de dominación y territorialidad que nunca fueron comprendidas ni canalizadas (Jung, 1959). En el ámbito social, la fiera se disfraza de consumismo voraz, una pulsión insaciable por adquirir, por poseer, por devorar recursos y experiencias sin ningún límite, reflejando un hambre ancestral que no encuentra satisfacción.

La ansiedad y la depresión, epidemias de nuestro tiempo, también pueden ser vistas como manifestaciones de un instinto enjaulado. El cuerpo y la mente, desconectados, entran en un estado de guerra interna. La creatividad, que es una de las expresiones más elevadas de nuestra fiera interior, se atrofia en entornos educativos que premian la conformidad y la respuesta correcta.

En lugar de aprender a rugir con originalidad, se nos enseña a susurrar la versión que ya ha sido aprobada. Esta represión no solo es perjudicial a nivel individual, sino que tiene un impacto colectivo devastador. ¿Cómo podemos esperar que una generación actúe con responsabilidad ecológica si ha sido educada para verse a sí misma como una entidad separada de la naturaleza, sin sentir esa conexión visceral y animal que una vez fue el núcleo de la existencia humana?

IV ¿QUÉ SIGNIFICA EDUCAR LA FIERA?: UN NUEVO MODELO EDUCATIVO

Educar la fiera no significa dar rienda suelta a nuestros impulsos más bajos. Todo lo contrario. Significa reconocerlos, comprenderlos y canalizarlos hacia fines constructivos. El nuevo modelo educativo que necesitamos debe ser holístico y regenerativo. En lugar de un currículo que se centre únicamente en lo que pensamos, debe también enfocarse en lo que sentimos, en lo que creamos y en lo que somos (Steiner, 1926).

En primer lugar, la educación emocional debe dejar de ser una actividad extracurricular para convertirse en el corazón del proceso de aprendizaje. Los estudiantes deben aprender a identificar sus emociones, a comprender su origen y a gestionarlas de manera saludable. Esto implica enseñar a reconocer el miedo sin dejar que nos paralice, a canalizar la ira en acción positiva y a cultivar la empatía como una forma de conexión genuina con los demás.

En segundo lugar, la integración del cuerpo y la mente es vital. Las aulas deben ser espacios de movimiento, de juego y de expresión artística. Actividades como el teatro, la danza o las artes marciales no solo son formas de expresión, sino herramientas para que el individuo reconozca y se apropie de la fuerza y la intuición de su cuerpo.

La fiera se manifiesta a través del cuerpo, y el cuerpo es la puerta de entrada para su educación.

Finalmente, es imperativo reconectar a los estudiantes con la naturaleza. La educación debe ir más allá de los libros y las pantallas para adentrarse en el bosque, en el río, en el campo. El contacto con el mundo natural activa nuestros instintos más profundos, nos recuerda nuestra pertenencia a un ecosistema más grande y fomenta una humildad y un respeto que ninguna lección de biología puede impartir por sí sola. Educar la fiera es, en última instancia, recordarle al ser humano que es parte del tejido de la vida, no su dominador.

V.                 DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA: METODOLOGÍAS Y DESAFÍOS

La implementación de este nuevo paradigma no es un proceso sencillo. Requiere una reestructuración profunda de las instituciones educativas, de la formación de los docentes y, fundamentalmente, de la mentalidad de los padres y la sociedad en general. Uno de los mayores desafíos es el cambio cultural. Hemos sido educados en una mentalidad de resultados, de calificaciones y de éxito medible. Romper con esta inercia es un trabajo titánico que requiere valentía y visión.

Sin embargo, existen metodologías que ya han demostrado su eficacia. La pedagogía Waldorf, por ejemplo, se centra en el desarrollo integral del niño, integrando el arte, el trabajo manual y la conexión con la naturaleza en cada etapa del aprendizaje. La educación experiencial, por su parte, prioriza el aprendizaje a través de la acción y la reflexión sobre la experiencia.

Y el desarrollo de la atención plena o mindfulness en las aulas permite a los estudiantes reconectar con su momento presente y con sus sensaciones internas, un primer paso crucial para educar la fiera.

Los docentes, en este nuevo modelo, dejarán de ser meros transmisores de información para convertirse en guías, en facilitadores. Su papel será el de crear entornos seguros y estimulantes donde los estudiantes puedan explorar, sentir y aprender a canalizar sus instintos de forma constructiva. El desafío es enorme, pero la recompensa es aún mayor: una generación de seres humanos conscientes de su poder, dueños de su fuerza interior y capaces de construir un futuro más sostenible y compasivo.

VI.              CONCLUSIÓN: UN LLAMADO A LA REVOLUCIÓN EDUCATIVA

El sistema educativo actual, a pesar de sus innegables logros técnicos, ha fallado en su misión más profunda: la de educar al ser humano en su totalidad. Al ignorar la "fiera" que habita en nosotros, ha creado una brecha entre el intelecto y el instinto, entre el conocimiento y la sabiduría. Esta disonancia se manifiesta en la violencia, la ansiedad y la desconexión que caracterizan a nuestra sociedad. La educación, en su estado actual, no solo es ineficaz para ciertos desafíos, sino que es activamente perjudicial para la salud integral del individuo y de la comunidad.

Es imperativo que nos embarquemos en una revolución educativa. Esta revolución no es tecnológica, sino profundamente humana. Debe centrarse en el desarrollo de la inteligencia emocional, en la conexión con el cuerpo y en la reconexión con la naturaleza.

 Debemos enseñar a los niños no solo a ser productivos, sino a ser humanos en el sentido más completo de la palabra. A rugir con valentía, a amar con pasión y a sanar con compasión.

VII.            REFLEXIÓN FINAL: EL CAMINO HACIA LA PLENITUD HUMANA

El viaje hacia la plenitud humana no es un camino de represión, sino de integración. Al educar la fiera que llevamos dentro, no la estamos eliminando, sino transformándola de un instinto caótico en una fuerza vital creativa. Es el retorno a una sabiduría ancestral, en la que el intelecto y el instinto no se oponen, sino que se complementan. Es el reconocimiento de que somos tanto animales como espíritus, tanta tierra como cielo. Y es en esa integración donde reside la verdadera promesa de la educación: la de formar no solo seres humanos funcionales, sino seres humanos completos, conscientes de su propio poder y capaces de forjar un destino que sea, a la vez, inteligente y salvajemente hermoso.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

1.     Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ. Bantam Books.

2.     Jung, C. G. (1959). The archetypes and the collective unconscious. Princeton University Press.

3.     Rogers, C. R. (1969). Freedom to learn. Charles E. Merrill Publishing Co.

4.     Steiner, R. (1926). The spiritual grounding of education. Anthroposophic Press..

SAN NSALVADOR, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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