sábado, 6 de septiembre de 2025

 

CUANDO LA EDUCACIÓN FRACASA, LA SOCIEDAD CLAUDICA

MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

La educación constituye uno de los pilares fundamentales de toda sociedad. A través de ella se transmiten saberes, valores, prácticas culturales y formas de organización social que permiten a las nuevas generaciones incorporarse a la vida comunitaria y proyectar horizontes de desarrollo. Sin embargo, cuando este proceso se reduce a una mera instrucción mecánica, carente de sentido crítico y desligada de la realidad social, se produce un grave deterioro que no solo afecta al individuo, sino que impacta de manera estructural a toda la colectividad.

El presente ensayo parte de la tesis central de que el fracaso de la educación es, inevitablemente, el fracaso de la sociedad misma. Dicho fracaso no puede comprenderse únicamente en términos cuantitativos —tasas de aprobación, índices de deserción, resultados en pruebas estandarizadas—, sino que debe analizarse desde una perspectiva crítica y holística que permita identificar las causas estructurales que lo sostienen. Como señalaba Paulo Freire (1970), “la educación puede ser instrumento de liberación o de domesticación”. En este sentido, un modelo educativo orientado únicamente a la reproducción del sistema capitalista, a la sumisión y a la adaptación pasiva, conduce a una sociedad desigual, acrítica y alienada.

Por lo tanto, se abordará en este ensayo la relación entre educación y sociedad, señalando cómo los vicios estructurales de los sistemas educativos salvadoreños y latinoamericanos han contribuido a perpetuar las injusticias históricas. Asimismo, se destacará la necesidad de una profunda transformación pedagógica, cultural y política que coloque al ser humano y a la colectividad por encima de los intereses económicos y de mercado.

1. LA EDUCACIÓN COMO REFLEJO DE LA SOCIEDAD

La educación no es un fenómeno aislado, sino una práctica social e histórica que refleja las tensiones, contradicciones y aspiraciones de la sociedad en que se desarrolla (Durkheim, 1975). En El Salvador, los informes anuales del Ministerio de Educación suelen centrarse en cifras y estadísticas que, si bien tienen valor diagnóstico, no logran explicar la magnitud del problema.

El fracaso educativo no se limita a las bajas calificaciones o a los altos índices de deserción; se expresa en fenómenos sociales como la pobreza, la violencia, la corrupción y la exclusión. Una sociedad que produce profesionales sin compromiso ético, funcionarios insensibles y líderes sin conciencia social, está demostrando que su sistema educativo ha fracasado en su misión esencial: formar ciudadanos críticos, solidarios y comprometidos.

2. DE LA INSTRUCCIÓN A LA PSEUDOEDUCACIÓN

Como bien advertía Krishnamurti (1994), “la educación convencional torna extremadamente difícil el pensar independiente”. La instrucción memorística y utilitarista que predomina en gran parte de las instituciones educativas salvadoreñas no genera pensamiento crítico, sino obediencia ciega y conformismo.

Este modelo reproduce lo que Freire (1970) denominó la “educación bancaria”, donde el docente “deposita” información en el estudiante, sin permitirle construir su propio conocimiento ni problematizar la realidad. De esta manera, la escuela se convierte en un engranaje más del sistema de dominación, formando mano de obra barata y consumidores pasivos, pero no ciudadanos libres.

3. EDUCACIÓN Y REPRODUCCIÓN DE LA DESIGUALDAD

El fracaso de la educación se entrelaza con la persistencia de un modelo económico excluyente. Los sectores más pobres, históricamente marginados, son quienes más sufren los efectos de una “pseudoeducación” que no abre oportunidades, sino que refuerza su condición de exclusión.

Autores como Bourdieu y Passeron (1996) han señalado cómo la escuela, lejos de corregir las desigualdades sociales, tiende a reproducirlas a través del capital cultural. En El Salvador, el acceso desigual a recursos, tecnología y calidad docente mantiene una brecha profunda entre estudiantes de sectores urbanos y rurales, así como entre instituciones públicas y privadas.

4. EL PAPEL DE LOS MEDIOS Y LAS ÉLITES ECONÓMICAS

Los medios de comunicación y las élites empresariales han jugado un papel clave en este fracaso estructural. A menudo reducen el debate educativo a resultados numéricos, invisibilizando las causas profundas.

Además, promueven campañas de desprestigio cada vez que se intentan reformas educativas que cuestionen el modelo neoliberal vigente.

Como señalaba Martí (1891), “ser culto es la única manera de ser libre”. Sin embargo, a las élites no les interesa un pueblo culto y crítico, sino un pueblo dócil, manipulable y funcional a sus intereses.

5. CIENCIA, TECNOLOGÍA Y EDUCACIÓN AL SERVICIO DE POCOS

En la era de la globalización, la ciencia y la tecnología podrían ser instrumentos poderosos para superar la miseria y el atraso. No obstante, bajo un sistema educativo subordinado a la lógica del capital, estos avances se convierten en privilegios de unos pocos. La educación científica y tecnológica se orienta más a la acumulación privada que al beneficio colectivo.

La pregunta sigue siendo válida: ¿para qué sirve la ciencia?, ¿para qué sirve la educación? Mientras no existan respuestas que apunten a la equidad y la justicia social, el sistema seguirá siendo excluyente y reproductor de la desigualdad.

6. LA NECESIDAD DE UNA EDUCACIÓN LIBERADORA

El desafío es construir una educación crítica, humanista y liberadora, en la línea propuesta por Freire (1970). Una educación que enseñe a los estudiantes a pensar, cuestionar, soñar y comprometerse con la transformación de su realidad.

 Una educación que no forme únicamente trabajadores especializados, sino ciudadanos con conciencia social, ética y política.

Como señala Morazán, citado en el ensayo original, si la educación hubiese estado orientada a formar verdaderos ciudadanos, hoy El Salvador tendría líderes responsables, profesionales comprometidos y estadistas éticos, en lugar de los charlatanes que históricamente han gobernado.

CONCLUSIÓN

El fracaso de la educación es, en esencia, el fracaso de la sociedad. Una sociedad que tolera la corrupción, la violencia, la desigualdad y la indiferencia está reflejando que su sistema educativo no ha cumplido su misión histórica. No basta con maquillar cifras ni con reformas superficiales; se requiere una transformación profunda que coloque a la educación al servicio del pueblo y de su liberación.

La educación debe ser entendida como derecho humano fundamental y como herramienta de emancipación colectiva. Solo así podrá cumplir su misión histórica de contribuir a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y solidaria.

REFLEXIÓN FINAL

Educar no es instruir ni domesticar: es emancipar. La verdadera educación debe cultivar en cada ser humano la capacidad de pensar por sí mismo, de resistir a la manipulación y de comprometerse con la justicia.

El Salvador, y toda América Latina, necesitan una educación que deje de reproducir la desigualdad y comience a sembrar libertad, solidaridad y dignidad.

Como advierte Freire (1997), “la educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Por tanto, solo cuando logremos formar ciudadanos libres, críticos y conscientes, podremos afirmar que hemos vencido al fracaso educativo y, con ello, al fracaso de la sociedad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

1.            Bourdieu, P., & Passeron, J. C. (1996). La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México: Fontamara.

2.      Durkheim, E. (1975). Educación y sociología. Madrid: Akal.

3.      Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. México: siglo XXI.

4.      Freire, P. (1997). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.

5.      Krishnamurti, J. (1994). Hacia la libertad total. Barcelona: Kairós.

6.      Martí, J. (1891). Nuestra América. La Revista Ilustrada de Nueva York.

 

 

 

SAN SALVADOR, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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