CUANDO LA EDUCACIÓN FRACASA, LA SOCIEDAD CLAUDICA
MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
La educación constituye uno de los pilares fundamentales
de toda sociedad. A través de ella se transmiten saberes, valores, prácticas
culturales y formas de organización social que permiten a las nuevas
generaciones incorporarse a la vida comunitaria y proyectar horizontes de
desarrollo. Sin embargo, cuando este proceso se reduce a una mera instrucción
mecánica, carente de sentido crítico y desligada de la realidad social, se
produce un grave deterioro que no solo afecta al individuo, sino que impacta de
manera estructural a toda la colectividad.
El presente ensayo parte de la tesis central de que el
fracaso de la educación es, inevitablemente, el fracaso de la sociedad misma.
Dicho fracaso no puede comprenderse únicamente en términos cuantitativos —tasas
de aprobación, índices de deserción, resultados en pruebas estandarizadas—,
sino que debe analizarse desde una perspectiva crítica y holística que permita
identificar las causas estructurales que lo sostienen. Como señalaba Paulo
Freire (1970), “la educación puede ser instrumento de liberación o de
domesticación”. En este sentido, un modelo educativo orientado únicamente a la
reproducción del sistema capitalista, a la sumisión y a la adaptación pasiva,
conduce a una sociedad desigual, acrítica y alienada.
Por lo tanto, se abordará en este ensayo la relación entre educación y sociedad, señalando cómo los vicios estructurales de los sistemas educativos salvadoreños y latinoamericanos han contribuido a perpetuar las injusticias históricas. Asimismo, se destacará la necesidad de una profunda transformación pedagógica, cultural y política que coloque al ser humano y a la colectividad por encima de los intereses económicos y de mercado.
1. LA EDUCACIÓN COMO REFLEJO DE LA SOCIEDAD
La educación no es un fenómeno aislado, sino una práctica
social e histórica que refleja las tensiones, contradicciones y aspiraciones de
la sociedad en que se desarrolla (Durkheim, 1975). En El Salvador, los informes
anuales del Ministerio de Educación suelen centrarse en cifras y estadísticas
que, si bien tienen valor diagnóstico, no logran explicar la magnitud del
problema.
El fracaso educativo no se limita a las bajas
calificaciones o a los altos índices de deserción; se expresa en fenómenos
sociales como la pobreza, la violencia, la corrupción y la exclusión. Una
sociedad que produce profesionales sin compromiso ético, funcionarios
insensibles y líderes sin conciencia social, está demostrando que su sistema
educativo ha fracasado en su misión esencial: formar ciudadanos críticos, solidarios
y comprometidos.
2. DE LA INSTRUCCIÓN A LA PSEUDOEDUCACIÓN
Como bien advertía Krishnamurti (1994), “la educación
convencional torna extremadamente difícil el pensar independiente”. La
instrucción memorística y utilitarista que predomina en gran parte de las
instituciones educativas salvadoreñas no genera pensamiento crítico, sino obediencia
ciega y conformismo.
Este modelo reproduce lo que Freire (1970) denominó la
“educación bancaria”, donde el docente “deposita” información en el estudiante,
sin permitirle construir su propio conocimiento ni problematizar la realidad.
De esta manera, la escuela se convierte en un engranaje más del sistema de
dominación, formando mano de obra barata y consumidores pasivos, pero no
ciudadanos libres.
3. EDUCACIÓN Y REPRODUCCIÓN DE LA DESIGUALDAD
El fracaso de la educación se entrelaza con la
persistencia de un modelo económico excluyente. Los sectores más pobres,
históricamente marginados, son quienes más sufren los efectos de una
“pseudoeducación” que no abre oportunidades, sino que refuerza su condición de
exclusión.
Autores como Bourdieu y Passeron (1996) han señalado cómo
la escuela, lejos de corregir las desigualdades sociales, tiende a
reproducirlas a través del capital cultural. En El Salvador, el acceso desigual
a recursos, tecnología y calidad docente mantiene una brecha profunda entre
estudiantes de sectores urbanos y rurales, así como entre instituciones
públicas y privadas.
4. EL PAPEL DE LOS MEDIOS Y LAS ÉLITES ECONÓMICAS
Los medios de comunicación y las élites empresariales han
jugado un papel clave en este fracaso estructural. A menudo reducen el debate
educativo a resultados numéricos, invisibilizando las causas profundas.
Además, promueven campañas de desprestigio cada vez que
se intentan reformas educativas que cuestionen el modelo neoliberal vigente.
Como señalaba Martí (1891), “ser culto es la única manera
de ser libre”. Sin embargo, a las élites no les interesa un pueblo culto y
crítico, sino un pueblo dócil, manipulable y funcional a sus intereses.
5. CIENCIA, TECNOLOGÍA Y EDUCACIÓN AL SERVICIO DE POCOS
En la era de la globalización, la ciencia y la tecnología
podrían ser instrumentos poderosos para superar la miseria y el atraso. No
obstante, bajo un sistema educativo subordinado a la lógica del capital, estos
avances se convierten en privilegios de unos pocos. La educación científica y
tecnológica se orienta más a la acumulación privada que al beneficio colectivo.
La pregunta sigue siendo válida: ¿para qué sirve la
ciencia?, ¿para qué sirve la educación? Mientras no existan respuestas que
apunten a la equidad y la justicia social, el sistema seguirá siendo excluyente
y reproductor de la desigualdad.
6. LA NECESIDAD DE UNA EDUCACIÓN LIBERADORA
El desafío es construir una educación crítica, humanista
y liberadora, en la línea propuesta por Freire (1970). Una educación que enseñe
a los estudiantes a pensar, cuestionar, soñar y comprometerse con la
transformación de su realidad.
Una educación que
no forme únicamente trabajadores especializados, sino ciudadanos con conciencia
social, ética y política.
Como señala Morazán, citado en el ensayo original, si la
educación hubiese estado orientada a formar verdaderos ciudadanos, hoy El
Salvador tendría líderes responsables, profesionales comprometidos y estadistas
éticos, en lugar de los charlatanes que históricamente han gobernado.
CONCLUSIÓN
El fracaso de la educación es, en esencia, el fracaso de
la sociedad. Una sociedad que tolera la corrupción, la violencia, la desigualdad
y la indiferencia está reflejando que su sistema educativo no ha cumplido su
misión histórica. No basta con maquillar cifras ni con reformas superficiales;
se requiere una transformación profunda que coloque a la educación al servicio
del pueblo y de su liberación.
La educación debe ser entendida como derecho humano fundamental y como herramienta de emancipación colectiva. Solo así podrá cumplir su misión histórica de contribuir a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y solidaria.
REFLEXIÓN FINAL
Educar no es instruir ni domesticar: es emancipar. La
verdadera educación debe cultivar en cada ser humano la capacidad de pensar por
sí mismo, de resistir a la manipulación y de comprometerse con la justicia.
El Salvador, y toda América Latina, necesitan una
educación que deje de reproducir la desigualdad y comience a sembrar libertad,
solidaridad y dignidad.
Como advierte Freire (1997), “la educación no cambia el
mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Por tanto, solo
cuando logremos formar ciudadanos libres, críticos y conscientes, podremos
afirmar que hemos vencido al fracaso educativo y, con ello, al fracaso de la
sociedad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1. Bourdieu,
P., & Passeron, J. C. (1996). La reproducción. Elementos para una teoría
del sistema de enseñanza. México: Fontamara.
2.
Durkheim, E.
(1975). Educación y sociología. Madrid: Akal.
3.
Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. México: siglo XXI.
4.
Freire, P.
(1997). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.
5.
Krishnamurti,
J. (1994). Hacia la libertad total. Barcelona: Kairós.
6.
Martí, J.
(1891). Nuestra América. La Revista Ilustrada de Nueva York.
SAN SALVADOR, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2025
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