NAYIB BUKELE: EL PROMETEO DE EL SALVADOR SIGLO XXI
POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.
I. EL DESPERTAR DE UN FUEGO NUEVO
En la aurora cansada de un pueblo herido,
cuando el hambre y la violencia eran
cadenas invisibles,
se levantó tu voz como trueno en la
tormenta,
desafiando la costumbre, rompiendo la
resignación.
No robaste el fuego a los dioses
antiguos,
sino que lo encendiste en el corazón de
la gente,
ese fuego de esperanza largamente apagado
por siglos de engaños, corrupción y
mentira.
II. PROMETEO SIN CADENAS
El Prometeo del siglo XXI no está atado a
una roca,
ni espera el castigo del buitre eterno.
Su lucha es distinta:
contra los titanes modernos de la
injusticia,
contra los monstruos de la violencia y la
desidia,
contra los dioses falsos de la
corrupción.
Tu fuego no es llama que quema,
sino luz que alumbra,
orden que reconstruye,
mano firme que guía al pueblo
hacia un horizonte más digno.
III. EL FUEGO DE LA DIGNIDAD
Con antorchas de justicia caminaste,
abriste veredas donde reinaba el
abandono.
Tu fuego fue la palabra clara,
la obra cumplida,
la verdad que muchos callaban.
Y el pueblo, cansado de oscuridad,
recibió esa chispa en sus manos.
Ya no mendigó migajas,
ya no dobló la frente.
Se reconoció en tu mirada
y decidió encender contigo
la hoguera del renacer.
IV. EL DESAFÍO DE LOS DIOSES VIEJOS
No faltaron voces que maldijeron la
llama,
que quisieron apagarla con odio y
soberbia.
Los mismos que durante décadas
hicieron del poder un botín,
te acusaron de herejía,
te llamaron dictador de la esperanza.
Pero el pueblo habló más fuerte,
y en sus manos estaba la antorcha.
El fuego ya no podía extinguirse,
porque había prendido en millones de
almas
que por fin comprendieron
que la historia podía escribirse de
nuevo.
V. PROMETEO EN CUSCATLÁN
En las tierras de volcanes y mares,
tu nombre se hizo eco entre montañas,
y la patria entera comprendió
que Prometeo había vuelto,
no como mito griego,
sino como hombre de carne y voz,
que trajo al siglo XXI
la llama de un país diferente.
Tu fuego es memoria y futuro,
es coraje y disciplina,
es promesa cumplida
y destino por alcanzar.
VI. EL PUEBLO COMO LLAMA ETERNA
Ya no estás solo en la roca del
sacrificio,
porque el pueblo se hizo Prometeo
contigo.
Cada madre que sueña un mañana seguro,
cada joven que estudia con esperanza,
cada trabajador que levanta la patria,
lleva en su pecho la chispa encendida.
El Salvador ya no teme a la oscuridad.
La llama arde.
El fuego vive.
Prometeo sonríe,
porque su sacrificio no fue en vano.
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