“UNA SOLA
VUELTA, UNA SOLA VOZ: "EL PUEBLO ROMPE EL CICLO DE LA TRAMPA ELECTORAL"
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Durante más de tres décadas, al pueblo salvadoreño se le
impuso una idea falsa y manipulada de lo que era la democracia. Nos hicieron
creer que el simple acto de acudir a las urnas cada tres o cinco años era
suficiente para hablar de un sistema libre, justo y representativo. Nos
vendieron la fantasía de que una segunda vuelta electoral era un “indicador” de
democracia, cuando en realidad era la herramienta perfecta para que las élites
políticas —ARENA, FMLN, PCN, PDC y sus satélites— reacomodaran sus maquinarias,
hicieran alianzas en lo oscuro y garantizaran que ningún outsider, ningún
rostro nuevo, pudiera arrebatarles el control.
Bajo ese modelo, el pueblo solo servía para dar
legitimidad a un juego ya decidido. Las campañas eran una farsa calculada; los debates,
un teatro; y los resultados, un pacto entre cúpulas.
El voto ciudadano,
limpio y honesto, terminaba reducido a una ficha de canje en la mesa de
negociaciones. Las segundas vueltas eran, en realidad, un salvavidas para los
perdedores de la primera, quienes compraban voluntades, prometían ministerios,
intercambiaban favores y sumaban recursos ilícitos para revertir la voluntad
popular.
Y después de las elecciones, venía la traición. Los
corruptos se repartían los ministerios como si fueran botines, los fondos
públicos se convertían en cuentas privadas, y la democracia se transformaba en
una caricatura: un cartón decorado para engañar a las masas mientras se
perpetuaba el saqueo. Así, durante más de 30 años, los partidos de siempre
fabricaron una maquinaria de poder donde las élites siempre salían ganando y el
pueblo siempre salía perdiendo.
CUERPO DEL COMENTARIO
Pero ese ciclo perverso llegó a su fin. El Salvador ha
roto con el libreto impuesto por los partidos tradicionales y sus padrinos
internacionales.
La decisión de unificar las elecciones y eliminarlas como
un mecanismo de repetición amañada es un golpe directo al corazón de la
política del chanchullo. Una sola vuelta, una sola decisión del pueblo, clara y
contundente, sin la oportunidad de que los derrotados manipulen el resultado con
componendas de última hora.
Esta transformación no es un capricho político; es una
respuesta a décadas de abuso.
Es el rechazo a un sistema donde la “democracia” no era
más que un disfraz para la corrupción, un escenario donde las élites jugaban a
ser rivales mientras en la trastienda eran socios. Hoy, la democracia verdadera
no se mide por la cantidad de vueltas electorales, sino por la transparencia
del proceso y el respeto al mandato popular.
Durante décadas, ARENA y FMLN, con la complicidad de
partidos bisagra como PCN y PDC, tejieron una red de intereses en la que todos
ganaban, menos el pueblo. Se repartieron el poder territorial, se
intercambiaron favores legislativos y blindaron sus privilegios.
Las reformas electorales no eran para modernizar el
sistema, sino para reforzar sus candados. Y cuando la gente se cansó, cuando la
voz del pueblo empezó a amenazar sus feudos, acudieron a sus viejos trucos: la
segunda vuelta, la campaña del miedo, las alianzas de última hora, la compra de
voluntades.
Hoy, esa estrategia se ha derrumbado. El pueblo ha dicho
basta. Y aunque los viejos partidos y sus voceros intenten disfrazar su derrota
con discursos de “defensa de la democracia”, lo que realmente están defendiendo
es el festín del que siempre se sirvieron: un banquete donde la mesa estaba
puesta para ellos y el pueblo solo era el mesero.
Este cambio no está exento de riesgos. Los corruptos no
se rinden fácilmente. Buscarán nuevos métodos, nuevas trampas, nuevos disfraces
para volver al poder. Pero la oportunidad histórica que tenemos es clara:
construir una democracia verdadera, donde el voto sea respetado y el resultado
sea definitivo, no sujeto a la manipulación de los de siempre.
CONCLUSIÓN
El final de la democracia de cartón no es un golpe a la
democracia; es su rescate. Por primera vez en mucho tiempo, el poder real está
en manos del pueblo y no de las cúpulas que se creían dueñas del país. La
eliminación de la segunda vuelta y la unificación de las elecciones no es una
amenaza, es una garantía: una decisión tomada en una sola jornada, sin el
margen para que los perdedores fabriquen milagros fraudulentos en un mes de
conspiraciones.
ARENA, FMLN, PCN, PDC y todos sus aliados mediáticos
lloran porque han perdido su juguete favorito: el mecanismo que les permitía
revivir en segunda ronda y revertir la voluntad popular. El pueblo, en cambio,
celebra porque sabe que este cambio significa menos manipulación, menos gasto
público innecesario y más respeto a la decisión ciudadana.
Hoy, la democracia en El Salvador ya no es un decorado de
cartón para engañar al pueblo; hoy, tiene carne, hueso y sangre, porque ha
costado vidas, dolor, extorsiones y décadas de sufrimiento. Por eso debemos
defenderla, sin tregua y sin miedo.
REFLEXIÓN FINAL
La historia nos enseña que los pueblos que no protegen
sus conquistas las pierden. Durante más de 30 años, aceptamos una democracia de
papel porque nos hicieron creer que no había alternativa.
Hoy, tenemos la
oportunidad de vivir una democracia real, nacida de la voluntad popular y no de
los pactos oscuros. Pero esta victoria no está asegurada: hay enemigos internos
y externos que harán lo imposible por regresarnos al pasado.
Por eso, pueblo salvadoreño, este no es momento de
relajarnos; es momento de vigilar, de participar y de no permitir que nos
arrebaten lo que hemos ganado. La democracia no se defiende solo en las urnas;
se defiende en las calles, en las comunidades, en las conciencias. La verdadera
democracia no es la que se escribe en el papel, sino la que se vive y se
protege todos los días. Y esa, la nuestra, apenas comienza.
SAN SALVADOR, 4 DE AGOSTO DE 2025
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