lunes, 4 de agosto de 2025

 

“UNA SOLA VUELTA, UNA SOLA VOZ: "EL PUEBLO ROMPE EL CICLO DE LA TRAMPA ELECTORAL"

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Durante más de tres décadas, al pueblo salvadoreño se le impuso una idea falsa y manipulada de lo que era la democracia. Nos hicieron creer que el simple acto de acudir a las urnas cada tres o cinco años era suficiente para hablar de un sistema libre, justo y representativo. Nos vendieron la fantasía de que una segunda vuelta electoral era un “indicador” de democracia, cuando en realidad era la herramienta perfecta para que las élites políticas —ARENA, FMLN, PCN, PDC y sus satélites— reacomodaran sus maquinarias, hicieran alianzas en lo oscuro y garantizaran que ningún outsider, ningún rostro nuevo, pudiera arrebatarles el control.

Bajo ese modelo, el pueblo solo servía para dar legitimidad a un juego ya decidido. Las campañas eran una farsa calculada; los debates, un teatro; y los resultados, un pacto entre cúpulas.

 El voto ciudadano, limpio y honesto, terminaba reducido a una ficha de canje en la mesa de negociaciones. Las segundas vueltas eran, en realidad, un salvavidas para los perdedores de la primera, quienes compraban voluntades, prometían ministerios, intercambiaban favores y sumaban recursos ilícitos para revertir la voluntad popular.

Y después de las elecciones, venía la traición. Los corruptos se repartían los ministerios como si fueran botines, los fondos públicos se convertían en cuentas privadas, y la democracia se transformaba en una caricatura: un cartón decorado para engañar a las masas mientras se perpetuaba el saqueo. Así, durante más de 30 años, los partidos de siempre fabricaron una maquinaria de poder donde las élites siempre salían ganando y el pueblo siempre salía perdiendo.

CUERPO DEL COMENTARIO

Pero ese ciclo perverso llegó a su fin. El Salvador ha roto con el libreto impuesto por los partidos tradicionales y sus padrinos internacionales.

La decisión de unificar las elecciones y eliminarlas como un mecanismo de repetición amañada es un golpe directo al corazón de la política del chanchullo. Una sola vuelta, una sola decisión del pueblo, clara y contundente, sin la oportunidad de que los derrotados manipulen el resultado con componendas de última hora.

Esta transformación no es un capricho político; es una respuesta a décadas de abuso.

Es el rechazo a un sistema donde la “democracia” no era más que un disfraz para la corrupción, un escenario donde las élites jugaban a ser rivales mientras en la trastienda eran socios. Hoy, la democracia verdadera no se mide por la cantidad de vueltas electorales, sino por la transparencia del proceso y el respeto al mandato popular.

Durante décadas, ARENA y FMLN, con la complicidad de partidos bisagra como PCN y PDC, tejieron una red de intereses en la que todos ganaban, menos el pueblo. Se repartieron el poder territorial, se intercambiaron favores legislativos y blindaron sus privilegios.

Las reformas electorales no eran para modernizar el sistema, sino para reforzar sus candados. Y cuando la gente se cansó, cuando la voz del pueblo empezó a amenazar sus feudos, acudieron a sus viejos trucos: la segunda vuelta, la campaña del miedo, las alianzas de última hora, la compra de voluntades.

Hoy, esa estrategia se ha derrumbado. El pueblo ha dicho basta. Y aunque los viejos partidos y sus voceros intenten disfrazar su derrota con discursos de “defensa de la democracia”, lo que realmente están defendiendo es el festín del que siempre se sirvieron: un banquete donde la mesa estaba puesta para ellos y el pueblo solo era el mesero.

Este cambio no está exento de riesgos. Los corruptos no se rinden fácilmente. Buscarán nuevos métodos, nuevas trampas, nuevos disfraces para volver al poder. Pero la oportunidad histórica que tenemos es clara: construir una democracia verdadera, donde el voto sea respetado y el resultado sea definitivo, no sujeto a la manipulación de los de siempre.

CONCLUSIÓN

El final de la democracia de cartón no es un golpe a la democracia; es su rescate. Por primera vez en mucho tiempo, el poder real está en manos del pueblo y no de las cúpulas que se creían dueñas del país. La eliminación de la segunda vuelta y la unificación de las elecciones no es una amenaza, es una garantía: una decisión tomada en una sola jornada, sin el margen para que los perdedores fabriquen milagros fraudulentos en un mes de conspiraciones.

ARENA, FMLN, PCN, PDC y todos sus aliados mediáticos lloran porque han perdido su juguete favorito: el mecanismo que les permitía revivir en segunda ronda y revertir la voluntad popular. El pueblo, en cambio, celebra porque sabe que este cambio significa menos manipulación, menos gasto público innecesario y más respeto a la decisión ciudadana.

Hoy, la democracia en El Salvador ya no es un decorado de cartón para engañar al pueblo; hoy, tiene carne, hueso y sangre, porque ha costado vidas, dolor, extorsiones y décadas de sufrimiento. Por eso debemos defenderla, sin tregua y sin miedo.

REFLEXIÓN FINAL

La historia nos enseña que los pueblos que no protegen sus conquistas las pierden. Durante más de 30 años, aceptamos una democracia de papel porque nos hicieron creer que no había alternativa.

 Hoy, tenemos la oportunidad de vivir una democracia real, nacida de la voluntad popular y no de los pactos oscuros. Pero esta victoria no está asegurada: hay enemigos internos y externos que harán lo imposible por regresarnos al pasado.

Por eso, pueblo salvadoreño, este no es momento de relajarnos; es momento de vigilar, de participar y de no permitir que nos arrebaten lo que hemos ganado. La democracia no se defiende solo en las urnas; se defiende en las calles, en las comunidades, en las conciencias. La verdadera democracia no es la que se escribe en el papel, sino la que se vive y se protege todos los días. Y esa, la nuestra, apenas comienza.

 

 

SAN SALVADOR, 4 DE AGOSTO DE 2025

 

 

 

 

 

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