lunes, 25 de agosto de 2025

 

¿PERSEGUIDOS POLÍTICOS O FUGITIVOS ESTRATÉGICOS?

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Desde hace algunos meses se ha venido observando un fenómeno llamativo y cada vez más recurrente en El Salvador: la emigración de ciertos sectores específicos de la sociedad, entre los que se cuentan periodistas, exdirigentes de partidos políticos, empleados de organizaciones no gubernamentales e incluso personas vinculadas al discurso de los derechos humanos. Todos ellos han decidido abandonar el país bajo un mismo relato que, como eco calculado, se repite hasta el cansancio: “somos perseguidos políticos”. El argumento, aunque aparentemente convincente para audiencias externas, comienza a perder credibilidad cuando se analiza a profundidad y se confronta con la realidad nacional.

Resulta cuanto menos sospechoso que muchos de estos autoexiliados provengan de sectores que, durante décadas, gozaron de privilegios, pactaron con las élites políticas y económicas, o bien ocuparon cargos en estructuras que ahora enfrentan investigaciones por corrupción, desvío de fondos o vínculos oscuros con el crimen organizado. En otras palabras, no se trata de ciudadanos comunes perseguidos por sus ideas, sino de personajes que en su mayoría estuvieron insertos en las cúpulas de poder y que ahora, ante el avance de procesos judiciales y la presión social, buscan en la victimización una salida “digna” para escapar de sus responsabilidades.

El fenómeno de la emigración bajo la bandera del “asilo político” no es nuevo en América Latina. A lo largo de la historia, personajes con poder han recurrido a este recurso para eludir la justicia de sus propios países, disfrazando de heroísmo lo que en realidad es un escape calculado. El Salvador no es la excepción: el discurso de persecución política se ha convertido en un salvoconducto ideal para solicitar refugio en Estados Unidos u otras naciones, presentándose como defensores de la libertad, cuando en la práctica muchos de ellos cargan con un pasado de corrupción, pactos con la violencia o incapacidad política.

Esta contradicción merece una reflexión seria: ¿estamos frente a verdaderos perseguidos políticos que levantan su voz contra un sistema opresor, o frente a fugitivos estratégicos que encontraron en el asilo la fórmula perfecta para evadir la justicia? La respuesta no puede ser superficial. Exige revisar los contextos, las trayectorias y las motivaciones de cada uno de estos actores que, de la noche a la mañana, pasaron de ser dirigentes influyentes o voceros mediáticos a presentarse como víctimas desamparadas del Estado.

CUENTAS PENDIENTES CON LA LEY

Una primera hipótesis apunta a que muchos de estos personajes tienen cuentas pendientes con la justicia salvadoreña. Durante años, varios de ellos gozaron de privilegios, de impunidad y de pactos oscuros que les permitieron enriquecerse, manipular la opinión pública o mantener redes de poder. Hoy, cuando la institucionalidad comienza a mostrar señales de fortalecimiento y la corrupción ya no goza del mismo blindaje, no resulta extraño que estos actores decidan huir. En este sentido, el discurso de “persecución política” no es más que una coartada bien calculada para disfrazar lo que en realidad es una huida por temor a rendir cuentas.

LA ESTRATEGIA DEL ASILO POLÍTICO

La segunda hipótesis es aún más pragmática: la de convertir la victimización en un pasaporte dorado. El sistema de asilo político en Estados Unidos, aunque complejo, abre una puerta rápida para quienes logran convencer a las autoridades de que su vida corre peligro en su país de origen.

Alegar persecución, levantar la bandera de la defensa de los derechos humanos o presentarse como luchadores por la libertad se convierte en una fórmula expedita para obtener visa, permisos de residencia y, a la larga, ciudadanía. No es casualidad que el éxodo de estos supuestos “perseguidos” coincida con investigaciones judiciales, denuncias de corrupción o pérdida de privilegios políticos en El Salvador.

CONCLUSIÓN

El fenómeno de la emigración bajo el argumento de la persecución política revela más sombras que luces. Por un lado, hay quienes de verdad pudieron haber sido incómodos al poder en distintas épocas; pero, por otro lado, la gran mayoría parece responder a un mismo patrón: huir cuando la justicia comienza a alcanzarlos. Victimizarse resulta más rentable que enfrentar procesos legales, y buscar refugio en otro país es más cómodo que rendir cuentas ante la sociedad que en su momento los eligió o les confió responsabilidades.

REFLEXIÓN FINAL

En este contexto, la ciudadanía debe aprender a leer entre líneas y no dejarse engañar por discursos de aparente heroísmo. El verdadero perseguido político es aquel que lucha por ideales de justicia, libertad y democracia sin haber manchado sus manos con corrupción o abuso de poder. Pero el falso perseguido político, que hoy huye en busca de privilegios en tierras extranjeras, no es más que un prófugo disfrazado de mártir. La reflexión queda abierta: ¿cuántos de los que se fueron realmente representan víctimas del sistema, y cuántos son simplemente verdugos que huyen de su propio pasado?

 

 

SAN SALVADOR, 26 DE AGOSTO DE 2025

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