martes, 26 de agosto de 2025

 

LA EDUCACIÓN NO ES SEMILLERO DE CRIMINALES: BASTA DE ADOCTRINAMIENTO EN LAS AULAS

POR. MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La educación, en cualquier nación, constituye el pilar fundamental para la formación de ciudadanos libres, críticos y responsables. Es en las aulas donde se siembra la semilla del futuro y donde se define el rumbo que tomará un país a mediano y largo plazo. Sin embargo, en El Salvador la educación ha estado marcada, durante décadas, por intereses que van más allá de lo académico: intereses ideológicos, partidarios y hasta criminales. En lugar de ser un espacio neutro de aprendizaje, muchos centros escolares fueron convertidos en semilleros de manipulación, donde se priorizó el adoctrinamiento político por encima de la verdadera enseñanza.

Desde la posguerra, con el ingreso del FMLN a la vida política legal, las aulas se convirtieron en terreno fértil para sus prácticas de reclutamiento encubierto, disfrazadas bajo actividades culturales, formaciones sindicales o supuestas luchas sociales. Esta estrategia no fue casualidad, sino parte de un proyecto que buscaba asegurar la permanencia de su ideología en las nuevas generaciones. Los jóvenes, que debieron haber estado formándose en matemáticas, ciencias, artes o ciudadanía democrática, fueron expuestos a consignas partidarias y a dinámicas propias de estructuras criminales.

El reciente video difundido por el Ministerio de Educación, en el que se observa a estudiantes del Instituto Nacional Técnico Industrial (INTI) gritando consignas del FMLN y realizando gestos semejantes a los utilizados por grupos delincuenciales, es la confirmación más clara y contundente de que esas denuncias, hechas desde hace mucho tiempo, no eran simples rumores ni invenciones. Lo que quedó al descubierto es el grado de penetración ideológica y criminal en un espacio que debiera ser sagrado: la escuela.

Ante este escenario, surge una pregunta inevitable: ¿quiénes permitieron que la educación se degradara a tal nivel? La respuesta señala directamente a directores, subdirectores y docentes que, en lugar de cumplir con su labor de formar ciudadanos de bien, se convirtieron en cómplices de prácticas nefastas, contaminando la mente y el corazón de los estudiantes con consignas políticas y símbolos propios del delito. Esa irresponsabilidad no solo daña a los jóvenes, sino que amenaza la seguridad de toda la sociedad salvadoreña.

En este contexto, los ataques de la oposición política y del FMLN contra la ministra de Educación no son inocentes ni tienen que ver con la defensa de la pedagogía o del derecho a la expresión estudiantil. Por el contrario, son un reflejo de la desesperación de quienes ven cómo se les desmorona un espacio de control ideológico que durante años consideraron suyo. Es por eso que el señalamiento y la medida tomada por la ministra —destituir al director y subdirector del INTI— no solo debe verse como una acción disciplinaria, sino como un acto de dignificación de la educación y un precedente histórico que debe marcar un antes y un después en el sistema educativo salvadoreño.

DESARROLLO CRÍTICO

Lo sucedido en el INTI no es un hecho aislado ni accidental: es la manifestación de una estrategia que durante años se ha tolerado y hasta incentivado desde estructuras ligadas al FMLN. Que jóvenes en formación, en plena etapa de aprendizaje, se vean inducidos a repetir consignas políticas y a adoptar símbolos propios de grupos delincuenciales, no solo constituye una afrenta a la educación, sino también una amenaza directa a la paz social y a la seguridad ciudadana.

Los ataques viscerales de la oposición y particularmente del FMLN contra la ministra de Educación no tienen un trasfondo pedagógico ni educativo, sino abiertamente político. El miedo que reflejan sus críticas es el temor a perder uno de sus principales bastiones de influencia: la juventud en los centros escolares. Por ello, las campañas mediáticas y las acusaciones en su contra no son más que un reflejo del desespero de una clase política que ya no encuentra cómo sostener su narrativa.

Ante esta situación, la decisión de la ministra de Educación de destituir al director y subdirector del INTI no solo es acertada, sino necesaria y ejemplar. Es un mensaje contundente de que los tiempos han cambiado y de que la educación no puede seguir siendo rehén de intereses partidarios. El país necesita maestros comprometidos con el conocimiento, con la ciencia, con el arte, con la construcción de ciudadanía responsable y no con el adoctrinamiento ideológico ni con la preparación de futuros reclutas para pandillas y estructuras criminales.

CONCLUSIÓN

La medida adoptada debe ser comprendida como un acto de dignificación de la educación nacional. Apartar a aquellos malos maestros que, en lugar de cumplir con su labor formadora, se han convertido en agentes de manipulación y corrupción ideológica, es imprescindible para garantizar que nuestros jóvenes crezcan en un ambiente sano y orientado a su desarrollo integral. No se trata de un ataque a la libertad de expresión, como intenta argumentar la oposición, sino de un acto de justicia educativa y de defensa de las futuras generaciones.

REFLEXIÓN FINAL

El futuro de El Salvador depende de cómo eduquemos hoy a nuestros jóvenes. No podemos permitir que la escuela, que debería ser el refugio de la verdad, el conocimiento y los valores humanos, sea utilizada como fábrica de militantes fanáticos ni como cantera de criminales. La decisión de la ministra debe servir de precedente y de advertencia: la educación no se negocia, no se prostituye y mucho menos se convierte en instrumento de chantaje político. Quien no lo entienda, no merece estar al frente de ningún centro educativo.

 

 

SAN SALVADOR, 26 DE AGOSTO DE 2025

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