LA EDUCACIÓN NO ES SEMILLERO DE
CRIMINALES: BASTA DE ADOCTRINAMIENTO EN LAS AULAS
POR. MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
La educación, en cualquier nación, constituye el pilar
fundamental para la formación de ciudadanos libres, críticos y responsables. Es
en las aulas donde se siembra la semilla del futuro y donde se define el rumbo
que tomará un país a mediano y largo plazo. Sin embargo, en El Salvador la
educación ha estado marcada, durante décadas, por intereses que van más allá de
lo académico: intereses ideológicos, partidarios y hasta criminales. En lugar
de ser un espacio neutro de aprendizaje, muchos centros escolares fueron
convertidos en semilleros de manipulación, donde se priorizó el adoctrinamiento
político por encima de la verdadera enseñanza.
Desde la posguerra, con el ingreso del FMLN a la vida
política legal, las aulas se convirtieron en terreno fértil para sus prácticas
de reclutamiento encubierto, disfrazadas bajo actividades culturales,
formaciones sindicales o supuestas luchas sociales. Esta estrategia no fue
casualidad, sino parte de un proyecto que buscaba asegurar la permanencia de su
ideología en las nuevas generaciones. Los jóvenes, que debieron haber estado
formándose en matemáticas, ciencias, artes o ciudadanía democrática, fueron
expuestos a consignas partidarias y a dinámicas propias de estructuras
criminales.
El reciente video difundido por el Ministerio de
Educación, en el que se observa a estudiantes del Instituto Nacional Técnico
Industrial (INTI) gritando consignas del FMLN y realizando gestos semejantes a
los utilizados por grupos delincuenciales, es la confirmación más clara y
contundente de que esas denuncias, hechas desde hace mucho tiempo, no eran
simples rumores ni invenciones. Lo que quedó al descubierto es el grado de
penetración ideológica y criminal en un espacio que debiera ser sagrado: la
escuela.
Ante este escenario, surge una pregunta inevitable:
¿quiénes permitieron que la educación se degradara a tal nivel? La respuesta
señala directamente a directores, subdirectores y docentes que, en lugar de
cumplir con su labor de formar ciudadanos de bien, se convirtieron en cómplices
de prácticas nefastas, contaminando la mente y el corazón de los estudiantes
con consignas políticas y símbolos propios del delito. Esa irresponsabilidad no
solo daña a los jóvenes, sino que amenaza la seguridad de toda la sociedad
salvadoreña.
En este contexto, los ataques de la oposición política y del FMLN contra la ministra de Educación no son inocentes ni tienen que ver con la defensa de la pedagogía o del derecho a la expresión estudiantil. Por el contrario, son un reflejo de la desesperación de quienes ven cómo se les desmorona un espacio de control ideológico que durante años consideraron suyo. Es por eso que el señalamiento y la medida tomada por la ministra —destituir al director y subdirector del INTI— no solo debe verse como una acción disciplinaria, sino como un acto de dignificación de la educación y un precedente histórico que debe marcar un antes y un después en el sistema educativo salvadoreño.
DESARROLLO CRÍTICO
Lo sucedido en el INTI no es un hecho aislado ni
accidental: es la manifestación de una estrategia que durante años se ha
tolerado y hasta incentivado desde estructuras ligadas al FMLN. Que jóvenes en
formación, en plena etapa de aprendizaje, se vean inducidos a repetir consignas
políticas y a adoptar símbolos propios de grupos delincuenciales, no solo
constituye una afrenta a la educación, sino también una amenaza directa a la
paz social y a la seguridad ciudadana.
Los ataques viscerales de la oposición y particularmente
del FMLN contra la ministra de Educación no tienen un trasfondo pedagógico ni
educativo, sino abiertamente político. El miedo que reflejan sus críticas es el
temor a perder uno de sus principales bastiones de influencia: la juventud en
los centros escolares. Por ello, las campañas mediáticas y las acusaciones en
su contra no son más que un reflejo del desespero de una clase política que ya
no encuentra cómo sostener su narrativa.
Ante esta situación, la decisión de la ministra de
Educación de destituir al director y subdirector del INTI no solo es acertada,
sino necesaria y ejemplar. Es un mensaje contundente de que los tiempos han
cambiado y de que la educación no puede seguir siendo rehén de intereses
partidarios. El país necesita maestros comprometidos con el conocimiento, con
la ciencia, con el arte, con la construcción de ciudadanía responsable y no con
el adoctrinamiento ideológico ni con la preparación de futuros reclutas para
pandillas y estructuras criminales.
CONCLUSIÓN
La medida adoptada debe ser comprendida como un acto de
dignificación de la educación nacional. Apartar a aquellos malos maestros que,
en lugar de cumplir con su labor formadora, se han convertido en agentes de
manipulación y corrupción ideológica, es imprescindible para garantizar que
nuestros jóvenes crezcan en un ambiente sano y orientado a su desarrollo
integral. No se trata de un ataque a la libertad de expresión, como intenta
argumentar la oposición, sino de un acto de justicia educativa y de defensa de
las futuras generaciones.
REFLEXIÓN FINAL
El futuro de El Salvador depende de cómo eduquemos hoy a
nuestros jóvenes. No podemos permitir que la escuela, que debería ser el
refugio de la verdad, el conocimiento y los valores humanos, sea utilizada como
fábrica de militantes fanáticos ni como cantera de criminales. La decisión de
la ministra debe servir de precedente y de advertencia: la educación no se
negocia, no se prostituye y mucho menos se convierte en instrumento de chantaje
político. Quien no lo entienda, no merece estar al frente de ningún centro
educativo.
SAN SALVADOR, 26 DE AGOSTO DE 2025
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