CUANDO EL
HOMBRE SE ENCADENÓ A SÍ MISMO
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
La historia de la
humanidad es, paradójicamente, la historia de su libertad perdida. El hombre,
que en sus orígenes caminaba libre por la tierra, sin dueño ni amo más que la
naturaleza misma, poco a poco fue construyendo sus propias cadenas. En su afán
de dominar el mundo, de asegurar su supervivencia y de conquistar el porvenir,
terminó sometiéndose a estructuras que él mismo erigió: la propiedad privada,
los Estados, las religiones organizadas, las ideologías, la industria y hoy,
las tecnologías digitales.
Jean-Jacques Rousseau
advertía que “el hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra
encadenado” (Rousseau, 1762/2005, p. 15). Esta sentencia se ha convertido en un
axioma que atraviesa los siglos. El progreso humano no ha sido lineal ni
gratuito: cada conquista ha traído consigo nuevas formas de servidumbre. De las
cadenas de hierro se pasó a las cadenas invisibles del miedo, la deuda, la
obediencia, la rutina y la dependencia tecnológica.
Este ensayo reflexiona
sobre cómo sucedió este encadenamiento, cuáles fueron sus etapas históricas y
cómo hoy, en pleno siglo XXI, seguimos siendo esclavos, no ya de otros hombres,
sino de sistemas creados por nosotros mismos.
1. EL PRIMER ESLABÓN:
DEL HOMBRE LIBRE AL HOMBRE SEDENTARIO
En el inicio, el ser humano
vivía en constante movimiento: cazaba, recolectaba y seguía los ritmos de la
naturaleza. Su libertad estaba vinculada al desplazamiento y a la falta de
posesiones permanentes. Sin embargo, con el descubrimiento de la agricultura
hace unos 10.000 años, se produjo un giro radical: el hombre dejó de ser nómada
para convertirse en sedentario.
Este cambio significó
estabilidad y desarrollo, pero también fue el nacimiento de las primeras
cadenas. La tierra pasó a ser objeto de propiedad, la acumulación generó
desigualdad y la sociedad se organizó en jerarquías. Marx (1867/2008) señaló
que en ese momento se abrió el camino hacia la explotación: quien controlaba
los medios de producción controlaba también a los hombres. Lo que parecía
libertad —el dominio de la naturaleza— se transformó en dependencia de un
pedazo de suelo.
2. EL PODER Y LA
RELIGIÓN: CADENAS INVISIBLES DE OBEDIENCIA
Con el tiempo,
surgieron los grandes imperios y las religiones institucionalizadas. Estos
sistemas ofrecían orden, sentido y cohesión, pero al mismo tiempo exigían
obediencia absoluta. Michel Foucault (1975/2009) explicó que el poder moderno
no solo se ejerce con violencia, sino también mediante la vigilancia, la
disciplina y el control de los cuerpos. La obediencia se convirtió en una forma
de esclavitud más profunda que la física, pues sometía no solo al cuerpo, sino
también a la mente.
La religión, por su
parte, si bien dio esperanza y valores, también se convirtió en cadena cuando
se usó para justificar jerarquías, guerras y represión de las libertades de
pensamiento. El miedo al castigo divino funcionó como un látigo invisible, tan
eficaz como el hierro y la espada.
3. LA REVOLUCIÓN
INDUSTRIAL: LA ESCLAVITUD DEL TIEMPO Y LA MÁQUINA
Con la Revolución
Industrial (siglo XVIII–XIX), el hombre se encadenó a una nueva tiranía: la del
reloj y la fábrica. El tiempo se convirtió en mercancía. Los trabajadores ya no
eran dueños de sus horas, sino que las vendían por salarios ínfimos. La rutina
mecánica transformó al hombre en un engranaje.
Nietzsche (1886/2003)
criticó duramente esta sociedad que uniformaba y domesticaba al individuo,
arrebatándole la posibilidad de crear su propio destino. La disciplina laboral,
las jornadas interminables y la lógica de la productividad hicieron que la
libertad se redujera a simples minutos de descanso.
El progreso material
fue inmenso, pero la humanidad pagó con nuevas cadenas: alienación, explotación
y pérdida de sentido vital.
4. LA ERA DIGITAL: LA
JAULA LUMINOSA DE LOS ALGORITMOS
En el siglo XXI, el
hombre vive en una cárcel luminosa. Ya no hay barrotes visibles: las cadenas
son pantallas, notificaciones y algoritmos. Byung-Chul Han (2012/2017) sostiene
que hemos pasado de una “sociedad disciplinaria” a una “sociedad del rendimiento”,
donde el individuo ya no es oprimido por un amo externo, sino por sí mismo.
Somos esclavos de la necesidad de producir, consumir y exhibirnos.
Las redes sociales
prometen libertad de expresión, pero en realidad crean burbujas de información
que limitan el pensamiento crítico. Los algoritmos deciden lo que vemos,
compramos y creemos. Vivimos vigilados, pero creemos estar conectados. Es la
paradoja de una esclavitud aceptada con gusto.
5. EL HOMBRE CONTRA SÍ
MISMO: AMO Y ESCLAVO A LA VEZ
Lo más dramático es
que estas cadenas no fueron impuestas desde fuera: el hombre es amo y esclavo a
la vez. Se encadenó por miedo a la inseguridad, por ambición de poder, por
comodidad frente al esfuerzo y por costumbre de obedecer.
La libertad, como
recordaba Simone de Beauvoir (1949/2006), implica responsabilidad. Muchos
prefieren renunciar a ella para refugiarse en sistemas que les den certezas.
Pero ese precio termina siendo demasiado alto: perder la esencia misma de lo
humano, que es la capacidad de decidir.
CONCLUSIÓN
El hombre se encadenó
a sí mismo cuando confundió progreso con dominación, seguridad con obediencia y
comodidad con dependencia. Cada etapa de la historia trajo avances, pero
también nuevas formas de esclavitud. Hoy, en la era digital, ya no somos esclavos
de amos visibles, sino de algoritmos, deudas y necesidades impuestas.
La verdadera libertad
no está en destruir lo construido, sino en recuperar la conciencia crítica, en
reconocer nuestras dependencias y en utilizarlas sin que nos utilicen.
REFLEXIÓN FINAL
Romper las cadenas no
significa volver al pasado, sino aprender a vivir en el presente con autonomía.
Significa gobernarnos a nosotros mismos y no ser gobernados por nuestros
propios inventos. Como advirtió Rousseau, la libertad es un derecho natural,
pero se pierde fácilmente cuando dejamos de cuidarla.
El futuro dependerá de
si seguimos forjando cadenas cada vez más sofisticadas o si aprendemos, al fin,
que la creación humana debe estar al servicio de la libertad y no de su
esclavitud. El día en que lo entendamos, quizá podamos decir que el hombre, al
fin, dejó de ser esclavo de sí mismo.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS.
1. Beauvoir, S.
de. (2006). El segundo sexo. Madrid: Cátedra. (Original publicado en 1949).
2. Foucault, M.
(2009). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI.
(Original publicado en 1975).
3. Han, B.-C.
(2017). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder. (Original publicado en
2012).
4. Marx, K.
(2008). El capital. México: Fondo de Cultura Económica. (Original publicado en
1867).
5. Nietzsche, F.
(2003). Más allá del bien y del mal. Madrid: Alianza. (Original publicado en
1886).
6. Rousseau, J.
J. (2005). El contrato social. Madrid: Alianza. (Original publicado en 1762).
SAN SALVADOR,
26 DE AGOSTO DE 2025
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