miércoles, 13 de agosto de 2025

 

 

LA ORGÍA ETERNA DE LA CORRUPCIÓN SALVADOREÑA"

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

 

INTRODUCCIÓN.

Dicen que cada ser humano carga consigo una historia única, marcada por experiencias y memorias que, con el tiempo, se convierten en lecciones o advertencias. En mi caso, uno de esos episodios que jamás se borrarán de mi memoria ocurrió alrededor del año 1987, cuando todavía trabajaba a nivel de bachillerato en un colegio de la capital. Allí conocí a un joven militar, de rango desconocido, pero de carácter honesto y trato sincero. Era de esas personas que, sin proponérselo, te cuentan verdades que otros prefieren ocultar bajo capas de silencio y miedo.

En más de una ocasión, mientras compartíamos un café con pan, me narró vivencias que, más que anécdotas, eran fragmentos de una verdad cruda sobre el país. Me habló de la violencia sin escrúpulos del general Bustillo, de su forma sanguinaria de actuar en supuestas “zonas guerrilleras”, decapitando sin juicio previo a cualquier persona que encontrara, como si la vida humana fuera mero trofeo. Pero sus relatos no se limitaron a la barbarie militar: también me abrió la ventana hacia la podredumbre moral y ética de la oligarquía salvadoreña de los años 80, aquella que vivía en mansiones de la Escalón, celebrando orgías regadas con el dinero de los impuestos, mientras el pueblo se debatía entre el hambre y el miedo.

Estas historias no eran rumores de esquina: él había sido testigo directo, incluso guardaespaldas de expresidentes como Fidel Sánchez Hernández. Me contó cómo en una de esas fiestas, en las primeras horas de la madrugada, encontraron al presidente vomitado, sucio y humillado en un baño, usando billetes de cien colones como papel higiénico. Un acto tan simbólico como literal: los gobernantes limpiándose con el sudor del pueblo.

CUERPO DEL COMENTARIO

Este tipo de episodios no son meras curiosidades históricas. Son la radiografía del alma de un sistema político y económico que, durante décadas, se alimentó de la sangre y el sudor de los salvadoreños. La oligarquía de entonces no solo era insensible: era obscena, ostentosa y carente de todo sentido de responsabilidad social. Eran gusanos enquistados en la estructura del Estado, pirañas que no se saciaban con el botín fiscal, sino que lo convertían en banquetes de derroche y vicio.

¿Cómo podía un país salir del atraso económico, político y cultural si quienes lo gobernaban trataban el erario público como una cuenta personal sin fondo? La respuesta es obvia: no podía. La corrupción no solo se medía en millones robados, sino en generaciones enteras condenadas a la pobreza, en comunidades olvidadas, en la educación abandonada y en hospitales que parecían más morgues que centros de salud.

La gota que derramó el vaso no fue un hecho aislado, sino la suma de décadas de saqueo. Los 30 años de gobiernos de ARENA y FMLN no fueron la excepción, sino la confirmación de una tradición de latrocinio. Juntos, estos partidos saquearon al país por al menos 80,000 millones de dólares, sin contar lo que probablemente reposa hoy en paraísos fiscales, a buen resguardo de cualquier auditoría. Lo más insultante es que lo hicieron con total impunidad, burlándose del pueblo en su propia cara, disfrazando su pillaje con discursos de democracia y libertad.

Ese dinero no eran simples cifras en un balance: eran escuelas que no se construyeron, hospitales que nunca se equiparon, carreteras que quedaron en papel, empleos que nunca se crearon. Era el futuro que le robaron a millones de salvadoreños. Y mientras tanto, ellos seguían repartiéndose el pastel, blindándose con leyes, jueces y fiscales de bolsillo.

CONCLUSIÓN

Las historias que me relató aquel joven militar no son anécdotas para alimentar el morbo: son testimonios que desnudan la naturaleza criminal de quienes han ostentado el poder. Desde los militares que impusieron el terror como método de control hasta la élite política y económica que convirtió el Estado en su hacienda privada, el patrón ha sido el mismo: el pueblo como víctima y ellos como verdugos.

Los 80,000 millones de dólares robados por ARENA y FMLN no son solo un número de escándalo: son una herida abierta en la memoria colectiva, un recordatorio de que la corrupción no es un accidente, sino una estrategia de control. Lo que ocurrió en los baños de una mansión de la Escalón es una metáfora perfecta de lo que han hecho con la nación: ensuciarla, degradarla y después limpiarse con su dignidad.

REFLEXIÓN FINAL

El Salvador ha vivido demasiado tiempo bajo el yugo de una clase política y económica que ve al pueblo como recurso desechable. La corrupción no es solo robo: es un crimen contra el futuro. Es condenar a generaciones enteras a vivir en la miseria mientras una minoría vive en la abundancia más obscena.

Hoy, más que nunca, necesitamos memoria. Necesitamos recordar esas historias, aunque incomoden, porque en el olvido se siembra el terreno para que los mismos parásitos regresen con nuevos disfraces. La dignidad de un país no se construye con discursos bonitos, sino con justicia, transparencia y un pueblo dispuesto a no tolerar que vuelvan a limpiarse con su trabajo y sus sueños.

Porque la historia es clara: cada vez que olvidamos, ellos regresan. Y cada vez que regresan, el pueblo paga la cuenta.

 

 

 

SAN SALVADOR, 13 DE AGOSTO DE

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