LA MISERIA
INTERIOR DEL SER HUMANO Y LA PARADOJA DE LA CULTURA
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Desde los albores de
la humanidad, el ser humano ha buscado comprender su propia naturaleza.
Preguntas como ¿qué somos?, ¿por qué nos dañamos mutuamente? o ¿por qué el mal
parece acompañarnos a lo largo de la historia? atraviesan la filosofía, la
religión, la sociología y la literatura. A pesar de los grandes avances
culturales, técnicos y científicos, persiste un vacío existencial que se
manifiesta en lo que podríamos llamar “la miseria interior del hombre”: odio,
egoísmo, violencia, codicia y rencor.
Este contraste genera
una paradoja inquietante: si la cultura es acumulación de saberes y expresión
de la creatividad humana, ¿por qué no ha logrado transformar esa miseria en
bondad? ¿Por qué la técnica nos lleva a la luna, pero seguimos asesinándonos en
guerras fratricidas? ¿Por qué no entendemos que somos parte del cosmos, una
especie más en el universo, y no sus dueños?
La filosofía ha
intentado responder a estas cuestiones. Kant (1784/2004) afirmaba que el hombre
es un ser que necesita educación para alcanzar la madurez moral. Freud
(1930/2012) sostenía que la cultura es un mecanismo que intenta domesticar las
pulsiones destructivas, aunque sin éxito total. Fromm (1955/2003) advertía que
el hombre moderno, lejos de liberarse, ha creado nuevas formas de alienación.
En este ensayo
reflexivo intentaré responder, desde un análisis filosófico y sociológico, a
esas preguntas que no dejan en paz: ¿por qué el ser humano alberga tanta
miseria en su interior y por qué esa miseria no es proporcional a lo que la
cultura ha logrado crear?
I. LA DUALIDAD DEL SER
HUMANO: ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA
La historia humana
demuestra que somos seres de contradicción. Podemos levantar templos y obras de
arte sublimes, pero también campos de concentración y máquinas de exterminio.
Nietzsche (1887/2008) ya advertía que en el interior del hombre coexisten fuerzas
de creación y destrucción, un pathos vital que puede conducir tanto a la
grandeza como a la decadencia.
Aristóteles, en su
Ética a Nicómaco, afirmaba que el hombre tiene una inclinación natural hacia la
virtud, pero requiere hábito y educación para alcanzarla (Aristóteles, 2007).
Sin esa formación moral, el hombre cae fácilmente en la miseria de sus
pasiones.
La cultura refleja
esta dualidad. Si bien ha producido ciencia, filosofía, arte y espiritualidad,
también ha legitimado la esclavitud, el colonialismo, la discriminación y la
opresión de unos sobre otros.
Por ello, la cultura
no puede entenderse únicamente como un camino de progreso lineal; muchas veces
es un espejo de nuestras miserias colectivas.
II. LA DESPROPORCIÓN
ENTRE CULTURA Y MISERIA
El siglo XX ofrece
ejemplos contundentes: mientras se desarrollaban avances como la penicilina, la
aviación o la teoría de la relatividad, también se perpetraban guerras
mundiales y genocidios. Freud (1930/2012) lo explicó en El malestar en la
cultura: la civilización intenta controlar las pulsiones destructivas, pero
estas resurgen en formas de violencia y represión.
La modernidad no ha
resuelto este dilema. Byung-Chul Han (2012) sostiene que en la sociedad actual
la violencia no desaparece, sino que se interioriza y se transforma en
autoexplotación, depresión y ansiedad. La cultura digital, lejos de liberarnos,
puede reforzar nuevas formas de miseria interior.
La paradoja es clara:
mientras más avanzamos en lo técnico, más rezagados quedamos en lo ético. Como
advierte Bauman (2003), la modernidad líquida ha debilitado los vínculos
sociales y la responsabilidad hacia el otro, potenciando el individualismo y la
indiferencia.
III. EL OLVIDO DE
NUESTRA CONDICIÓN CÓSMICA
Otra de las preguntas
esenciales es: ¿por qué no entendemos que todas las especies, incluido el ser
humano, somos comparsas en este universo? La tradición antropocéntrica nos ha
hecho creer que somos dueños del mundo, cuando en realidad somos apenas una
especie más.
Heidegger (1927/2015)
recordaba que el hombre es un “ser-en-el-mundo”, no un ente aislado ni separado
de la totalidad. Sin embargo, la arrogancia humana ha llevado a la explotación
de la naturaleza y a la crisis ambiental actual.
El Papa Francisco
(2015), en Laudato Si’, advierte que la degradación ecológica es un reflejo de
nuestra miseria interior: al perder el sentido de pertenencia al cosmos,
destruimos la casa común. Reconocer que somos comparsas en el universo implica
humildad y conciencia de interdependencia.
IV. EL DAÑO ENTRE
SEMEJANTES
Quizá lo más doloroso
es constatar que el hombre no solo destruye la naturaleza, sino también a sus
semejantes. La historia de la humanidad está marcada por guerras, esclavitud,
racismo, violencia de género y exclusión.
Kant (1785/2007) en su
Fundamentación de la metafísica de las costumbres planteaba que el ser humano
debe ser tratado siempre como fin y nunca como medio. Sin embargo, en la
práctica, la miseria interior convierte al otro en objeto: objeto de
explotación, de manipulación o de desprecio.
Fromm (1955/2003)
sostiene que la raíz del daño mutuo está en la incapacidad de amar
genuinamente, en la tendencia a sustituir la autenticidad por posesión y
control. Mientras el ser humano no reconozca al otro como parte de sí,
continuará alimentando la violencia y el sufrimiento.
V. LA TAREA PENDIENTE:
UNA REVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA
El gran desafío no es
tecnológico, sino ético y espiritual. Necesitamos una transformación de la
conciencia que nos permita vencer la miseria interior. Como diría Paulo Freire
(1970/2005), la educación debe ser una práctica de la libertad, no del
adoctrinamiento ni la opresión.
Ello implica formar en
valores, empatía, solidaridad y respeto. Implica recordar, como decía Emmanuel
Levinas (1961/2006), que el rostro del otro nos interpela éticamente y nos
exige responsabilidad. La verdadera cultura no es la acumulación de saberes,
sino la capacidad de convivir en justicia y fraternidad.
CONCLUSIÓN
El ser humano es una
paradoja viviente: creador de belleza y destructor de vida. La cultura ha sido
testigo de ambos caminos, pero no ha logrado superar la miseria interior. Esa
miseria persiste porque el progreso técnico no se traduce automáticamente en
madurez moral.
La salida no está en
más armas, más dinero o más consumo, sino en una revolución interior:
comprender que somos parte del cosmos, reconocer al otro como semejante y
asumir la responsabilidad ética de la existencia. Solo así podremos
reconciliarnos con la vida y con nosotros mismos.
RESUMEN FINAL
La reflexión gira en
torno a las preguntas fundamentales sobre la miseria humana. La conclusión es
clara: la cultura no ha sido proporcional en transformar la interioridad,
porque el progreso no ha ido acompañado de crecimiento ético. La tarea
pendiente es construir una cultura de la conciencia que nos permita superar el
egoísmo, vivir en solidaridad y reconocernos como parte del universo.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
1. Aristóteles.
(2007). Ética a Nicómaco. Alianza Editorial.
2. Bauman, Z.
(2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
3. Freud, S.
(2012). El malestar en la cultura (J. Etcheverry, trad.). Amorrortu. (Obra
original publicada en 1930).
4. Fromm, E.
(2003). El miedo a la libertad. Paidós. (Obra original publicada en 1941).
5. Fromm, E.
(2003). La sociedad sana. Paidós. (Obra original publicada en 1955).
6. Han, B.-C.
(2012). La sociedad del cansancio. Herder.
7. Heidegger, M.
(2015). Ser y tiempo. Trotta. (Obra original publicada en 1927).
8. Kant, I.
(2004). Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? Alianza Editorial.
(Obra original publicada en 1784).
9. Kant, I.
(2007). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Alianza Editorial.
(Obra original publicada en 1785).
10. Levinas, E.
(2006). Totalidad e infinito. Sígueme. (Obra original publicada en 1961).
11. Nietzsche, F.
(2008). La genealogía de la moral. Alianza Editorial. (Obra original publicada
en 1887).
SAN SALVADOR, 29 DE
AGOSTO DE 2025
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