domingo, 31 de agosto de 2025

 

 ENSAYO: INTELIGENCIA SIN ÉTICA: EL VACÍO MORAL DEL PROGRESO CONTEMPORÁNEO

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Los seres humanos solemos enorgullecernos de proclamarnos como la especie más inteligente del planeta. Este reconocimiento no surge de la nada: nuestra capacidad para reflexionar, crear herramientas, transformar el entorno y generar conocimiento ha permitido que avancemos más allá de lo que cualquier otra especie ha logrado.

Nos ufanamos de haber conquistado el espacio exterior, de haber llegado a la Luna, de explorar Marte y de crear tecnologías que superan con creces lo que hace apenas un siglo parecía un sueño.

La inteligencia artificial, la ingeniería genética, la biotecnología, las telecomunicaciones globales y la revolución digital son pruebas tangibles de esa superioridad técnica.

Sin embargo, este orgullo convive con una realidad profundamente contradictoria. Mientras unos pocos disfrutan de los beneficios del progreso, miles de millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a lo más básico: alimentación diaria, educación de calidad, servicios de salud dignos y oportunidades culturales. Esta paradoja revela que la inteligencia humana, más que un instrumento para la justicia, ha sido utilizada muchas veces como medio de acumulación de poder, riqueza y dominio. Morin (2000) sostiene que la inteligencia fragmentada, aquella que divide y desconecta lo humano de lo ético, termina generando resultados tan destructivos como la ignorancia.

El presente ensayo tiene como propósito reflexionar críticamente sobre esta contradicción entre inteligencia y miseria. Primero, se abordará la paradoja del desarrollo científico frente a la persistencia de la pobreza extrema. Luego, se analizará cómo el poder político mundial reproduce desigualdades estructurales en lugar de resolverlas.

 En un tercer momento, se reflexionará sobre la relación del ser humano con las demás especies y el planeta, marcada por el antropocentrismo y la explotación. Posteriormente, se discutirá la insuficiencia de una inteligencia sin ética ni amor, que termina siendo un arma peligrosa. Finalmente, se propondrá una perspectiva que conciba la inteligencia como compromiso solidario, capaz de transformar la realidad para beneficio colectivo.

1. INTELIGENCIA TECNOLÓGICA Y MISERIA SOCIAL

La humanidad vive una era en la que el desarrollo tecnológico parece ilimitado. La exploración del espacio exterior, la creación de supercomputadoras, el desarrollo de la inteligencia artificial y la biotecnología son logros impresionantes. Hemos alcanzado hitos como el mapeo completo del genoma humano y la capacidad de modificarlo, abrimos puertas hacia la medicina personalizada, y exploramos sistemas que nos permitirán colonizar otros planetas.

No obstante, estas conquistas conviven con una realidad que debería avergonzarnos: millones de personas mueren cada año por hambre, enfermedades prevenibles o falta de acceso a servicios básicos. Según la ONU (2023), alrededor de 828 millones de personas se acuestan con hambre cada noche, mientras que en las sociedades desarrolladas se desperdician millones de toneladas de alimentos anualmente. Esta brecha entre el avance tecnológico y la incapacidad de resolver necesidades básicas revela una falla moral en la aplicación del conocimiento humano.

Bauman (2005) señala que vivimos en una modernidad líquida en la que el progreso no garantiza bienestar colectivo, sino que profundiza la exclusión social.

El acceso a los beneficios del desarrollo se concentra en minorías privilegiadas, mientras vastas mayorías continúan viviendo en condiciones precarias. ¿Podemos seguir llamando “inteligente” a una especie que, pese a sus logros científicos, permite que millones vivan en la miseria?

2. EL PODER POLÍTICO Y LA INDIFERENCIA ANTE LA MISERIA

El sistema político mundial debería ser el espacio de resolución de conflictos y distribución equitativa de los recursos, pero en la práctica, ha sido un instrumento de perpetuación de desigualdades. Chomsky (2017) advierte que las élites económicas y militares dominan las decisiones globales, priorizando intereses corporativos antes que el bienestar humano.

Los discursos oficiales hablan de derechos humanos y cooperación internacional, pero las acciones concretas demuestran una lógica de poder que privilegia la competencia, la explotación y la guerra.

Oxfam (2024) revela que el 1 % más rico del planeta acumula más riqueza que el resto de la población mundial. Esta concentración de recursos es resultado de políticas diseñadas para favorecer a unos pocos, mientras la mayoría queda atrapada en un círculo de pobreza. Lejos de buscar alternativas solidarias, los grandes organismos internacionales parecen incapaces de implementar estrategias estructurales que reduzcan esta desigualdad.

La indiferencia política hacia la miseria se expresa en el abandono de comunidades enteras, en la falta de acceso a salud pública y educación digna, y en la justificación de guerras que destruyen países completos. Freire (1970) ya lo denunciaba al afirmar que la deshumanización no es un destino inevitable, sino una construcción histórica que puede y debe ser transformada.

3. EL SER HUMANO FRENTE A LAS OTRAS ESPECIES

Uno de los aspectos más problemáticos de la autoproclamada superioridad humana es la relación que establecemos con las demás especies. Durante siglos hemos concebido a los animales y a la naturaleza como meros recursos disponibles para nuestra explotación. Esta visión antropocéntrica ha tenido consecuencias devastadoras: deforestación masiva, contaminación de océanos, pérdida de biodiversidad y crisis climática global.

De Waal (2016) muestra que diversas especies animales, como los delfines, elefantes y simios, poseen formas de comunicación complejas, sentido de cooperación e incluso rituales de duelo. Reconocer estas capacidades no implica negar la singularidad humana, sino aceptar que la inteligencia no es exclusiva de nuestra especie. Nuestra arrogancia nos ha llevado a creernos amos del planeta, cuando en realidad dependemos de ecosistemas frágiles que estamos destruyendo.

El Papa Francisco (2015), en Laudato Si’, advierte que la degradación ambiental y la injusticia social están interconectadas. El modelo de desarrollo basado en el consumo y la explotación indiscriminada es insostenible y refleja una inteligencia incapaz de reconocer los límites de la vida. Si realmente fuéramos tan inteligentes, no estaríamos comprometiendo el futuro de nuestra propia especie.

4. LA INTELIGENCIA SIN AMOR NI ÉTICA: UN VACÍO PELIGROSO

La inteligencia humana, cuando se separa de la ética y del amor, se convierte en un vacío peligroso. Heidegger (1954) ya advertía que la técnica moderna amenaza con reducir al hombre y a la naturaleza a meros recursos manipulables. Esto se evidencia en la creación de armas nucleares, en la explotación laboral basada en algoritmos y en el uso de la ciencia para aumentar las brechas de poder en lugar de reducirlas.

Fromm (1976) proponía que el gran reto de la humanidad es pasar de una sociedad basada en el tener a una basada en el ser. Es decir, una civilización que no mida su éxito por el nivel de consumo, sino por la capacidad de sus miembros de desarrollarse plenamente en libertad, dignidad y amor. La inteligencia sin ética puede producir máquinas que aprenden, pero será incapaz de producir sociedades más justas.

La falta de ética en el uso de la ciencia es lo que nos mantiene atrapados en contradicciones: invertimos en armas de destrucción masiva mientras millones carecen de hospitales; gastamos en tecnologías de vigilancia mientras descuidamos la salud mental de poblaciones enteras. La inteligencia sin amor no es más que una sofisticación de la barbarie.

5. REPENSAR LA INTELIGENCIA DESDE LA SOLIDARIDAD

Ante estas contradicciones, urge replantear la idea de inteligencia. Morin (2001) propone una “inteligencia de la complejidad” que integre ciencia, ética y espiritualidad.

 No basta con acumular datos o producir avances tecnológicos; la verdadera inteligencia consiste en orientarlos al bien común, en usar el conocimiento para reducir desigualdades, proteger la naturaleza y cultivar la fraternidad.

La solidaridad debe convertirse en criterio rector de la inteligencia. El conocimiento solo tiene sentido cuando mejora la vida de todos, no cuando profundiza la exclusión. Es necesario un cambio civilizatorio que ponga en el centro la dignidad humana, reconozca el valor de otras especies y respete los límites del planeta.

El gran reto del siglo XXI es pasar de la arrogancia tecnológica a la sabiduría solidaria. Solo así podremos transformar la inteligencia en una fuerza liberadora y no en un instrumento de dominación.

CONCLUSIÓN

La humanidad se enorgullece de su inteligencia, pero la verdadera prueba de esta no está en haber llegado a la Luna o en haber creado la inteligencia artificial, sino en nuestra capacidad de erradicar la miseria, compartir el conocimiento y convivir respetuosamente con la naturaleza. Nuestros logros científicos no tendrán valor real si no se traducen en justicia social, amor y fraternidad.

La inteligencia que no se humaniza se convierte en amenaza. El reto del presente es superar la paradoja y demostrar que somos capaces de transformar la inteligencia en sabiduría para la vida.

REFLEXIÓN FINAL

El orgullo humano por sus logros científicos debe equilibrarse con la humildad de reconocer nuestras fallas éticas y sociales. Mientras millones carezcan de lo básico, no podremos llamarnos una especie verdaderamente inteligente. La inteligencia debe ser evaluada no solo por lo que somos capaces de construir, sino por lo que estamos dispuestos a compartir.

La pregunta esencial no es si somos los más inteligentes del planeta, sino si somos lo suficientemente sabios para usar nuestra inteligencia en favor del amor, la justicia y la solidaridad. En ese punto se juega la verdadera grandeza humana.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

1.       Bauman, Z. (2005). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.

2.       Chomsky, N. (2017). ¿Quién domina el mundo? Ediciones B.

3.       De Waal, F. (2016). Are we smart enough to know how smart animals are? W.W. Norton & Company.

4.       Francisco, Papa. (2015). Laudato Si’. Ciudad del Vaticano.

5.       Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

6.       Fromm, E. (1976). Tener o ser. Fondo de Cultura Económica.

7.       Heidegger, M. (1954). La pregunta por la técnica. Editorial Nacional.

8.       Morin, E. (2000). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.

9.       Morin, E. (2001). La cabeza bien puesta. Nueva Visión.

10.   Organización de las Naciones Unidas. (2023). Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. ONU.

11.   Oxfam. (2024). Informe de desigualdad global 2024. Oxfam Internacional.

 

                                              SAN SALVADOR, 29 DE AGOSTO DE 2025

 

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