lunes, 18 de agosto de 2025

 

LA IZQUIERDA SALVADOREÑA EN ESTADO DE COMA, ¿PODRÁ SOBREVIVIR AL 2027?

MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

Hablar de la izquierda salvadoreña en la actualidad es hablar de un enfermo en estado terminal que se resiste a aceptar la realidad de su decadencia. Lo que alguna vez fue un movimiento político que aglutinó esperanzas, que se erigió como alternativa frente a la represión y la desigualdad, hoy no es más que una sombra desfigurada de sí mismo. El FMLN y sus aliados ideológicos no solo perdieron el poder; perdieron el alma, la credibilidad, la identidad y, lo más grave, al pueblo que decían representar.

En la historia política de El Salvador, pocas organizaciones han tenido la oportunidad de transformar verdaderamente la vida nacional como la que tuvo la izquierda tras la firma de los Acuerdos de Paz de 1992. Con el respaldo internacional y el reconocimiento interno, el FMLN llegó a constituirse como la fuerza política más grande de oposición durante las décadas de los noventa y los dos mil. Su ascenso al poder en 2009 fue celebrado como la consumación de un ciclo histórico, como el triunfo de las mayorías populares sobre la élite que gobernó bajo la bandera de ARENA. Sin embargo, esa conquista terminó convirtiéndose en una amarga decepción.

Lo que prometía ser un cambio estructural quedó reducido a corrupción, incapacidad administrativa, pactos oscuros con pandillas, saqueo del erario público y un cinismo que el pueblo no olvidará jamás. Lejos de convertirse en una alternativa transformadora, la izquierda se mimetizó con lo peor del sistema político tradicional. Esa traición histórica la condenó al descrédito, y el 2024 fue la prueba más contundente: el FMLN quedó reducido a una expresión marginal, incapaz de competir seriamente por el poder, convertido en un partido sin rumbo ni horizonte.

Hoy, con miras al 2027, la gran interrogante no es si la izquierda podrá recuperar terreno, sino si sobrevivirá como fuerza política. La evidencia apunta a lo contrario: se trata de un movimiento en estado de coma profundo, aferrado a recuerdos de glorias pasadas, incapaz de renovarse y de leer las nuevas realidades de la sociedad salvadoreña.

EL OCASO DE UN PROYECTO AGOTADO

La izquierda salvadoreña perdió legitimidad desde el momento en que se transformó en aquello que juró combatir. Durante los diez años que gobernó, lo único que supo administrar con eficiencia fue la corrupción. Funcionarios enriquecidos a costa del pueblo, nepotismo descarado y un pacto silencioso con el crimen organizado se convirtieron en su sello distintivo.

En lugar de trabajar por la justicia social, optaron por mantener privilegios y proteger a sus cúpulas. El pueblo les confió la tarea de mejorar la educación, la salud, el empleo y la seguridad, pero lo que recibieron fue más deuda, hospitales en ruinas, programas sociales manipulados políticamente y un Estado infiltrado por las pandillas. La “alternativa de izquierda” terminó siendo una mala copia del mismo sistema que decían combatir.

No se trata solo de un error estratégico; fue un fracaso moral y ético. El FMLN perdió no porque el pueblo se volvió de derecha, sino porque su gente se cansó de las mentiras y de verlos convertidos en una clase privilegiada más. En política, los pueblos perdonan errores, pero nunca perdonan la traición.

LA OPOSICIÓN COMO CARICATURA

En su estado actual, la izquierda no es una oposición seria, sino una caricatura política. Sin capacidad de convocatoria, con cuadros políticos reciclados y sin liderazgo genuino, sus intervenciones públicas se limitan a discursos llenos de odio, nostalgia y desconexión total con la realidad nacional.

Sus voceros son opinólogos que se autodenominan “analistas”, pero en realidad son bufones mediáticos al servicio de una cúpula sin ideas. Pretenden erigirse como intelectuales críticos, cuando en verdad son propagandistas disfrazados que repiten consignas gastadas de los años ochenta. Hablan de “dictadura” y “militarización”, pero lo que realmente los desespera es haber perdido el acceso a privilegios y a las arcas del Estado.

La juventud, que debería ser su base de apoyo, los percibe como fósiles políticos. ¿Qué joven puede sentirse atraído por un partido que habla con categorías del siglo pasado y que no ofrece respuestas a los problemas actuales como la tecnología, la globalización, la economía digital o la movilidad social? La izquierda no solo envejeció; se volvió irrelevante.

EL 2027 COMO SENTENCIA POLÍTICA

Las elecciones de 2024 dejaron en claro que ARENA y FMLN ya no son opciones reales de poder. El 2027 se vislumbra como el año de su sentencia definitiva. Si en el pasado podían argumentar que el “bipartidismo” los mantenía vivos, hoy esa coartada se derrumbó. La población ya no necesita de ellos para equilibrar fuerzas; ahora son vistos como parte del problema, no de la solución.

El panorama para la izquierda es desolador: carece de liderazgos jóvenes, su militancia se ha reducido a pequeños círculos burocráticos, sus estructuras territoriales están debilitadas y sus discursos carecen de credibilidad. Intentarán alianzas desesperadas, pactos con partidos reciclados o discursos populistas de última hora, pero el pueblo ya no está dispuesto a ser engañado.

El 2027 no será su resurrección, será su entierro político. Y no porque un gobierno los persiga o los silencie, sino porque ellos mismos cavaron su tumba al traicionar la confianza del pueblo y renunciar a sus ideales originales.

CONCLUSIÓN

La izquierda salvadoreña no solo está en coma: está abandonada en la sala de emergencias de la política, sin médicos que la atiendan y sin pueblo que ruegue por su recuperación. Su decadencia no es producto del azar, sino de años de corrupción, mediocridad e hipocresía. En lugar de construir un proyecto alternativo, eligieron enriquecerse y pactar con lo peor de la sociedad.

El 2027 será, con toda probabilidad, el año en que se confirme lo que ya es evidente: la izquierda salvadoreña se convertirá en un recuerdo histórico, en una nota de pie de página en los manuales de ciencia política. Su incapacidad para reinventarse y su desconexión con el pueblo la condenan a la irrelevancia.

REFLEXIÓN FINAL

La política es un terreno donde la confianza popular es el único capital real. El FMLN y la izquierda salvadoreña lo tuvieron y lo desperdiciaron. Cuando un pueblo cierra un ciclo, no hay discurso ideológico ni nostalgia que lo haga retroceder. El Salvador ya decidió avanzar hacia un nuevo modelo de política que exige resultados, disciplina y transparencia.

La izquierda, atrapada en sus propios errores y en su ceguera histórica, difícilmente despertará de este estado de coma. Más que preguntarnos si sobrevivirá al 2027, deberíamos asumir que ya murió, y que lo que vemos hoy son solo los últimos espasmos de un cadáver político que el pueblo decidió enterrar para siempre.

                             SAN SALVADOR, 18 DE AGOSTO DE 2025

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