LA IZQUIERDA SALVADOREÑA EN
ESTADO DE COMA, ¿PODRÁ SOBREVIVIR AL 2027?
MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
Hablar de la izquierda salvadoreña en la
actualidad es hablar de un enfermo en estado terminal que se resiste a aceptar
la realidad de su decadencia. Lo que alguna vez fue un movimiento político que
aglutinó esperanzas, que se erigió como alternativa frente a la represión y la
desigualdad, hoy no es más que una sombra desfigurada de sí mismo. El FMLN y
sus aliados ideológicos no solo perdieron el poder; perdieron el alma, la
credibilidad, la identidad y, lo más grave, al pueblo que decían representar.
En la historia política de El Salvador,
pocas organizaciones han tenido la oportunidad de transformar verdaderamente la
vida nacional como la que tuvo la izquierda tras la firma de los Acuerdos de
Paz de 1992. Con el respaldo internacional y el reconocimiento interno, el FMLN
llegó a constituirse como la fuerza política más grande de oposición durante
las décadas de los noventa y los dos mil. Su ascenso al poder en 2009 fue
celebrado como la consumación de un ciclo histórico, como el triunfo de las
mayorías populares sobre la élite que gobernó bajo la bandera de ARENA. Sin
embargo, esa conquista terminó convirtiéndose en una amarga decepción.
Lo que prometía ser un cambio estructural
quedó reducido a corrupción, incapacidad administrativa, pactos oscuros con
pandillas, saqueo del erario público y un cinismo que el pueblo no olvidará
jamás. Lejos de convertirse en una alternativa transformadora, la izquierda se
mimetizó con lo peor del sistema político tradicional. Esa traición histórica
la condenó al descrédito, y el 2024 fue la prueba más contundente: el FMLN
quedó reducido a una expresión marginal, incapaz de competir seriamente por el
poder, convertido en un partido sin rumbo ni horizonte.
Hoy, con miras al 2027, la gran
interrogante no es si la izquierda podrá recuperar terreno, sino si sobrevivirá
como fuerza política. La evidencia apunta a lo contrario: se trata de un
movimiento en estado de coma profundo, aferrado a recuerdos de glorias pasadas,
incapaz de renovarse y de leer las nuevas realidades de la sociedad
salvadoreña.
EL OCASO DE UN PROYECTO AGOTADO
La izquierda salvadoreña perdió
legitimidad desde el momento en que se transformó en aquello que juró combatir.
Durante los diez años que gobernó, lo único que supo administrar con eficiencia
fue la corrupción. Funcionarios enriquecidos a costa del pueblo, nepotismo
descarado y un pacto silencioso con el crimen organizado se convirtieron en su
sello distintivo.
En lugar de trabajar por la justicia
social, optaron por mantener privilegios y proteger a sus cúpulas. El pueblo
les confió la tarea de mejorar la educación, la salud, el empleo y la
seguridad, pero lo que recibieron fue más deuda, hospitales en ruinas,
programas sociales manipulados políticamente y un Estado infiltrado por las
pandillas. La “alternativa de izquierda” terminó siendo una mala copia del
mismo sistema que decían combatir.
No se trata solo de un error estratégico;
fue un fracaso moral y ético. El FMLN perdió no porque el pueblo se volvió de
derecha, sino porque su gente se cansó de las mentiras y de verlos convertidos
en una clase privilegiada más. En política, los pueblos perdonan errores, pero
nunca perdonan la traición.
LA OPOSICIÓN COMO CARICATURA
En su estado actual, la izquierda no es
una oposición seria, sino una caricatura política. Sin capacidad de
convocatoria, con cuadros políticos reciclados y sin liderazgo genuino, sus
intervenciones públicas se limitan a discursos llenos de odio, nostalgia y
desconexión total con la realidad nacional.
Sus voceros son opinólogos que se
autodenominan “analistas”, pero en realidad son bufones mediáticos al servicio
de una cúpula sin ideas. Pretenden erigirse como intelectuales críticos, cuando
en verdad son propagandistas disfrazados que repiten consignas gastadas de los
años ochenta. Hablan de “dictadura” y “militarización”, pero lo que realmente
los desespera es haber perdido el acceso a privilegios y a las arcas del
Estado.
La juventud, que debería ser su base de apoyo, los percibe como fósiles políticos. ¿Qué joven puede sentirse atraído por un partido que habla con categorías del siglo pasado y que no ofrece respuestas a los problemas actuales como la tecnología, la globalización, la economía digital o la movilidad social? La izquierda no solo envejeció; se volvió irrelevante.
EL 2027 COMO SENTENCIA POLÍTICA
Las elecciones de 2024 dejaron en claro
que ARENA y FMLN ya no son opciones reales de poder. El 2027 se vislumbra como
el año de su sentencia definitiva. Si en el pasado podían argumentar que el
“bipartidismo” los mantenía vivos, hoy esa coartada se derrumbó. La población ya no
necesita de ellos para equilibrar fuerzas; ahora son vistos como parte del
problema, no de la solución.
El panorama para la izquierda es
desolador: carece de liderazgos jóvenes, su militancia se ha reducido a
pequeños círculos burocráticos, sus estructuras territoriales están debilitadas
y sus discursos carecen de credibilidad. Intentarán alianzas desesperadas,
pactos con partidos reciclados o discursos populistas de última hora, pero el
pueblo ya no está dispuesto a ser engañado.
El 2027 no será su resurrección, será su
entierro político. Y no porque
un gobierno los persiga o los silencie, sino porque ellos mismos cavaron su
tumba al traicionar la confianza del pueblo y renunciar a sus ideales
originales.
CONCLUSIÓN
La izquierda salvadoreña no solo está en coma:
está abandonada en la sala de emergencias de la política, sin médicos que la
atiendan y sin pueblo que ruegue por su recuperación. Su decadencia no es producto del azar,
sino de años de corrupción, mediocridad e hipocresía. En lugar de construir un
proyecto alternativo, eligieron enriquecerse y pactar con lo peor de la
sociedad.
El 2027 será, con toda probabilidad, el
año en que se confirme lo que ya es evidente: la izquierda salvadoreña se
convertirá en un recuerdo histórico, en una nota de pie de página en los
manuales de ciencia política. Su incapacidad para reinventarse y su desconexión
con el pueblo la condenan a la irrelevancia.
REFLEXIÓN FINAL
La política es un terreno donde la
confianza popular es el único capital real. El FMLN y la izquierda salvadoreña
lo tuvieron y lo desperdiciaron. Cuando un pueblo cierra un ciclo, no hay
discurso ideológico ni nostalgia que lo haga retroceder. El Salvador ya decidió
avanzar hacia un nuevo modelo de política que exige resultados, disciplina y
transparencia.
La izquierda, atrapada en sus propios
errores y en su ceguera histórica, difícilmente despertará de este estado de
coma. Más que
preguntarnos si sobrevivirá al 2027, deberíamos asumir que ya murió, y que lo
que vemos hoy son solo los últimos espasmos de un cadáver político que el
pueblo decidió enterrar para siempre.
SAN SALVADOR, 18 DE
AGOSTO DE 2025
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