EL ASCO DE
ESCUCHAR SIEMPRE A LOS MISMOS OPINOLOGOS BUFONES DE LA OPOSICIÓN.
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN FUNDAMENTADA
Cuando Horacio Castellanos Moya escribió El asco: Thomas
Bernhard en San Salvador (1997) no solo expuso un sentir personal, sino que
plasmó la radiografía de un país atrapado entre la corrupción política y la
mediocridad intelectual. Su crítica no se quedó en la literatura, se convirtió
en un espejo que sigue reflejando el presente.
La frase
demoledora: “Once años de estar escuchando estupideces, obedeciendo
estupideces, analistas estúpidos” describe la fatiga de un pueblo condenado a
soportar a opinólogos y políticos que nada aportaban.
En aquel entonces, recién finalizada la guerra civil, los
periódicos —controlados por familias oligárquicas y por intereses partidarios—
se dedicaban más a justificar privilegios que a informar con rigor.
La política era escenario de oportunistas, y la “sociedad
civil” estaba representada por las mismas voces que orbitaban alrededor de los
partidos tradicionales.
Hoy, casi tres
décadas después, los nombres han cambiado poco: Ronald Umaña, Fortín Magaña,
Marvin Aguilar, Evelyn Martínez, Betty “Caja de Lustre” Arana, Walter Raudales
y Manuel Zometa. Personajes reciclados que aún pretenden erigirse como
referentes de opinión, aunque representan lo más rancio del pasado.
Su discurso no responde a un interés nacional, sino a un
resentimiento profundo porque ya no tienen espacio de poder. Se convirtieron en
“analistas” a la medida de los medios, viviendo de entrevistas, conferencias y
mesas redondas que solo repiten una narrativa desgastada: negar los logros
actuales y defender, implícitamente, el modelo fracasado que hundió al país en
la violencia y la corrupción.
EL ECO VACÍO DE LA OPOSICIÓN FUNDAMENTADO
Lo que molesta no es la existencia de la crítica —porque
ninguna democracia verdadera puede prescindir de ella—, sino la calidad y la
intencionalidad de esas voces. La oposición mediática ha reducido la crítica a
la caricatura: frases hechas, ataques personales y denuncias huecas que jamás
se acompañan de propuestas serias.
Basta recordar que durante los gobiernos de ARENA y FMLN,
estas mismas figuras guardaban silencio cómplice o se beneficiaban de las
prebendas del sistema. Datos duros lo confirman:
Entre 1992 y 2019, El Salvador promedió tasas de
homicidios de las más altas del mundo, llegando a 103 por cada 100,000
habitantes en 2015, según la ONU. Sin embargo, para ellos, ese escenario de
muerte era “normalidad democrática”.
El desfalco de al menos 350 millones de dólares por parte
de ELIAS Antonio Saca (ARENA) y más de 351.02 millones desviados por Mauricio
Funes (FMLN) son solo dos ejemplos de los saqueos avalados por partidos que
ellos nunca criticaron con la misma vehemencia.
Los gobiernos anteriores privatizaron sectores clave
(como las pensiones y las telecomunicaciones), generando desigualdad y
precariedad. Esas decisiones jamás fueron señaladas con la misma indignación
que hoy muestran contra el actual gobierno.
Hoy, cuando los homicidios se han reducido a cifras
históricas de un dígito mensual, cuando se recupera el espacio público antes
secuestrado por pandillas y cuando la población siente seguridad real, los
analistas de siempre gritan “dictadura”.
No lo hacen por
convicción democrática, sino porque esa narrativa es la única que les queda
para intentar seguir siendo relevantes.
CONCLUSIÓN
El diagnóstico de Castellanos Moya sobre el asco ante la
estupidez política y mediática es más actual que nunca. La diferencia es que
hoy la ciudadanía está más informada y no compra fácilmente el guion de estos
opinadores. El pueblo salvadoreño ha visto cómo se desmontó la estructura del
crimen organizado, cómo se recuperaron territorios y cómo se rompió el círculo
de la violencia.
Mientras tanto, los “analistas” se empeñan en repetir que
todo es un espejismo, que nada ha cambiado, que el país está peor. Pero su
contradicción es evidente: nunca reconocieron los horrores del pasado, pero hoy
magnifican cualquier error del presente. Esa incoherencia no es casual, es la
manifestación de su frustración porque ya no tienen la influencia que
disfrutaban.
La conclusión es clara: no estamos ante voces críticas,
sino ante reliquias del pasado político, que no quieren aceptar que el pueblo
los expulsó de la arena pública y que ahora solo sobreviven como bufones de la
derrota.
REFLEXIÓN FINAL
Escuchar a Ronald Umaña, Fortín Magaña, Marvin Aguilar y
compañía no es ejercicio de democracia, es un recordatorio del pasado que no
debe volver. Representan la hipocresía de quienes callaron frente a los 30
homicidios diarios y hoy se escandalizan porque ya no controlan el discurso.
Pretenden venderse como guardianes de la libertad, cuando fueron cómplices de
la represión, el saqueo y la violencia estructural que marcó décadas.
La verdadera democracia no se construye con voces vacías
ni con opositores que viven del insulto y de la manipulación mediática. Se
construye con crítica responsable, con propuestas serias, con debate honesto.
Mientras ellos continúen atrapados en el guion del resentimiento, seguirán
siendo irrelevantes.
Por eso, hoy más que nunca, podemos repetir con
Castellanos Moya: da asco escucharlos. Pero a diferencia de los noventa, ahora
el pueblo ya no está obligado a obedecer ni a tolerar sus estupideces. La
ciudadanía ha despertado, y la memoria histórica se convierte en la mejor
vacuna contra el regreso de la mediocridad.
SAN SALVADOR, 17 DE AGOSTO DE 2025
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