lunes, 18 de agosto de 2025

 

EL ASCO DE ESCUCHAR SIEMPRE A LOS MISMOS OPINOLOGOS BUFONES DE LA OPOSICIÓN.

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN FUNDAMENTADA

Cuando Horacio Castellanos Moya escribió El asco: Thomas Bernhard en San Salvador (1997) no solo expuso un sentir personal, sino que plasmó la radiografía de un país atrapado entre la corrupción política y la mediocridad intelectual. Su crítica no se quedó en la literatura, se convirtió en un espejo que sigue reflejando el presente.

 La frase demoledora: “Once años de estar escuchando estupideces, obedeciendo estupideces, analistas estúpidos” describe la fatiga de un pueblo condenado a soportar a opinólogos y políticos que nada aportaban.

En aquel entonces, recién finalizada la guerra civil, los periódicos —controlados por familias oligárquicas y por intereses partidarios— se dedicaban más a justificar privilegios que a informar con rigor.

La política era escenario de oportunistas, y la “sociedad civil” estaba representada por las mismas voces que orbitaban alrededor de los partidos tradicionales.

 Hoy, casi tres décadas después, los nombres han cambiado poco: Ronald Umaña, Fortín Magaña, Marvin Aguilar, Evelyn Martínez, Betty “Caja de Lustre” Arana, Walter Raudales y Manuel Zometa. Personajes reciclados que aún pretenden erigirse como referentes de opinión, aunque representan lo más rancio del pasado.

Su discurso no responde a un interés nacional, sino a un resentimiento profundo porque ya no tienen espacio de poder. Se convirtieron en “analistas” a la medida de los medios, viviendo de entrevistas, conferencias y mesas redondas que solo repiten una narrativa desgastada: negar los logros actuales y defender, implícitamente, el modelo fracasado que hundió al país en la violencia y la corrupción.

EL ECO VACÍO DE LA OPOSICIÓN FUNDAMENTADO

Lo que molesta no es la existencia de la crítica —porque ninguna democracia verdadera puede prescindir de ella—, sino la calidad y la intencionalidad de esas voces. La oposición mediática ha reducido la crítica a la caricatura: frases hechas, ataques personales y denuncias huecas que jamás se acompañan de propuestas serias.

Basta recordar que durante los gobiernos de ARENA y FMLN, estas mismas figuras guardaban silencio cómplice o se beneficiaban de las prebendas del sistema. Datos duros lo confirman:

Entre 1992 y 2019, El Salvador promedió tasas de homicidios de las más altas del mundo, llegando a 103 por cada 100,000 habitantes en 2015, según la ONU. Sin embargo, para ellos, ese escenario de muerte era “normalidad democrática”.

El desfalco de al menos 350 millones de dólares por parte de ELIAS Antonio Saca (ARENA) y más de 351.02 millones desviados por Mauricio Funes (FMLN) son solo dos ejemplos de los saqueos avalados por partidos que ellos nunca criticaron con la misma vehemencia.

Los gobiernos anteriores privatizaron sectores clave (como las pensiones y las telecomunicaciones), generando desigualdad y precariedad. Esas decisiones jamás fueron señaladas con la misma indignación que hoy muestran contra el actual gobierno.

Hoy, cuando los homicidios se han reducido a cifras históricas de un dígito mensual, cuando se recupera el espacio público antes secuestrado por pandillas y cuando la población siente seguridad real, los analistas de siempre gritan “dictadura”.

 No lo hacen por convicción democrática, sino porque esa narrativa es la única que les queda para intentar seguir siendo relevantes.

CONCLUSIÓN

El diagnóstico de Castellanos Moya sobre el asco ante la estupidez política y mediática es más actual que nunca. La diferencia es que hoy la ciudadanía está más informada y no compra fácilmente el guion de estos opinadores. El pueblo salvadoreño ha visto cómo se desmontó la estructura del crimen organizado, cómo se recuperaron territorios y cómo se rompió el círculo de la violencia.

Mientras tanto, los “analistas” se empeñan en repetir que todo es un espejismo, que nada ha cambiado, que el país está peor. Pero su contradicción es evidente: nunca reconocieron los horrores del pasado, pero hoy magnifican cualquier error del presente. Esa incoherencia no es casual, es la manifestación de su frustración porque ya no tienen la influencia que disfrutaban.

La conclusión es clara: no estamos ante voces críticas, sino ante reliquias del pasado político, que no quieren aceptar que el pueblo los expulsó de la arena pública y que ahora solo sobreviven como bufones de la derrota.

REFLEXIÓN FINAL 

Escuchar a Ronald Umaña, Fortín Magaña, Marvin Aguilar y compañía no es ejercicio de democracia, es un recordatorio del pasado que no debe volver. Representan la hipocresía de quienes callaron frente a los 30 homicidios diarios y hoy se escandalizan porque ya no controlan el discurso. Pretenden venderse como guardianes de la libertad, cuando fueron cómplices de la represión, el saqueo y la violencia estructural que marcó décadas.

La verdadera democracia no se construye con voces vacías ni con opositores que viven del insulto y de la manipulación mediática. Se construye con crítica responsable, con propuestas serias, con debate honesto. Mientras ellos continúen atrapados en el guion del resentimiento, seguirán siendo irrelevantes.

Por eso, hoy más que nunca, podemos repetir con Castellanos Moya: da asco escucharlos. Pero a diferencia de los noventa, ahora el pueblo ya no está obligado a obedecer ni a tolerar sus estupideces. La ciudadanía ha despertado, y la memoria histórica se convierte en la mejor vacuna contra el regreso de la mediocridad.

 

 

 

SAN SALVADOR, 17 DE AGOSTO DE 2025

 

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