domingo, 17 de agosto de 2025

 

LA DECADENCIA INTEGRAL DE LA OPOSICIÓN SALVADOREÑA: POLÍTICA, ÉTICA, MORAL E INTELECTUAL

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La decadencia no surge de la nada ni se manifiesta en un solo ámbito; es un proceso complejo que avanza como una enfermedad silenciosa, infiltrándose en todas las fibras de la vida social y política. Cuando hablamos de decadencia, hablamos de una corrosión múltiple: política, ética, moral e intelectual. Una sociedad que atraviesa por ella se enfrenta al colapso de los valores que sostienen su desarrollo y su convivencia. Y en El Salvador, esta realidad tiene nombre y apellido: la oposición política.

ARENA y el FMLN, partidos que gobernaron durante tres décadas y que hoy fingen representar la voz crítica del pueblo, se han convertido en una caricatura de sí mismos. La decadencia los arrastró al vacío, y en ese vacío han intentado sobrevivir reciclando a viejos cuadros políticos, incapaces de renovarse, y promoviendo a opinólogos bufones que se autoproclaman intelectuales, cuando en realidad no son más que repetidores de consignas. La oposición no se limita a haber perdido el poder electoral: ha perdido credibilidad, autoridad moral y capacidad de generar pensamiento crítico. En vez de reconstruirse como una alternativa real, se han convertido en un espectáculo grotesco que provoca más risa y repudio que respeto.

LA DECADENCIA POLÍTICA

El primer síntoma de esta crisis integral se encuentra en el ámbito político. La oposición no tiene proyecto de nación, carece de liderazgo auténtico y no logra conectar con el pueblo. Sus discursos siguen anclados en los años ochenta y noventa, repitiendo consignas que ya no resuenan en una sociedad que exige soluciones concretas. Hablan de democracia, pero fueron ellos quienes la redujeron a un papel mojado, incapaz de garantizar justicia social.

ARENA, por un lado, quedó atrapado en la nostalgia del neoliberalismo que privatizó, saqueó y profundizó las desigualdades. El FMLN, por el otro, se hundió en la burocracia y el clientelismo, traicionando las banderas revolucionarias que alguna vez lo levantaron. Hoy, ambos son cascarones vacíos que intentan sobrevivir con alianzas forzadas y candidaturas sin respaldo popular. Su decadencia política es tan evidente que, en lugar de crecer, cada elección confirma su irrelevancia y su desconexión con las mayorías.

LA DECADENCIA ÉTICA Y MORAL

La política no puede sobrevivir sin ética, pero la oposición ya demostró que ese principio le resulta ajeno. Quienes durante años se enriquecieron con los fondos del Estado, ahora se presentan como moralistas en programas de entrevistas o en redes sociales.

 Su discurso de denuncia carece de legitimidad porque el pueblo conoce su pasado de saqueo, abandono institucional y pactos con estructuras criminales.

¿Cómo creer en los sermones de quienes vaciaron las arcas públicas y condenaron al país a una deuda impagable? ¿Cómo aceptar sus críticas al actual gobierno cuando fueron ellos quienes dejaron hospitales en ruinas, escuelas sin pupitres y un sistema de pensiones miserable? La decadencia moral de la oposición radica en su incapacidad para reconocer sus crímenes y pedir perdón al pueblo. Prefieren proyectar una imagen falsa de rectitud, pero sus palabras caen en el vacío porque la memoria colectiva no olvida.

LA DECADENCIA INTELECTUAL

Quizá el aspecto más bochornoso de esta crisis es la pobreza intelectual que exhiben. En lugar de nutrir un pensamiento crítico y propositivo, han convertido a sus analistas en bufones de televisión, en opinólogos que viven del espectáculo mediático. Se presentan como “intelectuales”, pero su “análisis” es un reciclaje de insultos, rumores y ataques ideológicos sin fundamento.

La verdadera intelectualidad implica rigor, investigación, pensamiento crítico y compromiso con la verdad. Nada de eso se encuentra en los “analistas” que fungen como voceros de la oposición. Son incapaces de leer la realidad más allá de su odio visceral al actual gobierno. Han reducido la política a gritería, la crítica a caricatura y el pensamiento a propaganda. Su decadencia intelectual es tan profunda que no solo no proponen soluciones, sino que deforman los problemas para ajustarlos a sus narrativas partidarias.

LA DECADENCIA MEDIÁTICA

La crisis también se refleja en los medios de comunicación que les sirven de plataforma. La oposición se sostiene artificialmente gracias a entrevistas, columnas y programas de opinión que repiten las mismas voces y los mismos discursos. En lugar de promover debates serios y plurales, estos espacios se han convertido en escenarios de circo político, donde opinólogos se atacan con frases vacías mientras el país espera respuestas reales.

La decadencia mediática es doble: por un lado, la oposición depende de estos micrófonos para simular que aún existe; por el otro, los medios pierden credibilidad al prestarse a ser cajas de resonancia de discursos sin fondo. El resultado es un círculo vicioso: políticos decadentes apoyados por opinólogos bufones que hablan para un público cada vez más reducido.

LA DECADENCIA ORGANIZATIVA Y DEL LIDERAZGO

El fracaso electoral no solo se refleja en las urnas, también en sus estructuras internas. ARENA y el FMLN se han vaciado: sus bases se desintegraron, sus militantes se desencantaron y sus cuadros dirigentes solo buscan mantenerse en un cargo para asegurar privilegios. La falta de renovación generacional es tan grave que sus liderazgos actuales son el mismo reciclaje de los que fracasaron en el pasado.

La oposición no logra atraer jóvenes, no inspira confianza ni representa sueños colectivos. Sus líderes hablan de futuro, pero son el rostro mismo del pasado corrupto. Son partidos que en su interior viven luchas intestinas, divisiones y pugnas por migajas de poder. En otras palabras, no son partidos en reorganización, sino en agonía.

CONCLUSIÓN

La oposición salvadoreña es hoy el reflejo más claro de una decadencia integral. Su política carece de rumbo, su ética está marcada por el cinismo, su moral es inexistente, su intelectualidad es un espectáculo bochornoso, sus medios de apoyo son cajas de resonancia sin credibilidad y sus liderazgos son un reciclaje de figuras marchitas. No representan el futuro ni la esperanza de un pueblo, sino las ruinas de un pasado que ya nadie quiere revivir.

REFLEXIÓN FINAL

La decadencia no es un accidente ni un castigo divino: es la consecuencia lógica de haber vivido de la mentira, el saqueo y la mediocridad. Lo que hoy vemos en la oposición es el resultado de tres décadas de corrupción, promesas incumplidas y pactos vergonzosos. El pueblo salvadoreño ha aprendido la lección y ya no se deja engañar por reciclajes políticos ni por opinólogos disfrazados de intelectuales.

Lo que el país necesita no es una oposición bufonesca y decadente, sino una crítica seria, responsable y constructiva, que sirva de contrapeso real en una democracia. Mientras tanto, lo que tenemos es un espectáculo patético de decadencia política, ética, moral e intelectual. La historia, tarde o temprano, los pondrá en el lugar que les corresponde: el basurero de la memoria colectiva.

 

 

SAN SALVADOR, 17 DE AGOSTO DE 2025

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