"LA FALACIA DE LA DICTADURA: DESMONTANDO LA MENTIRA
DE LOS TROLLERS"
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Desde hace meses, y con una persistencia digna de estudio
en manuales de propaganda política, se escuchan las mismas voces de siempre:
trollers profesionales, rentados o improvisados, que desde trincheras de
derecha e izquierda intentan imponer un relato falso y grotesco.
Pretenden —sin
rubor y sin pruebas— trazar un paralelismo entre el gobierno de Nayib Bukele y
los regímenes autoritarios de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y la
Cuba castrista. No se trata de un debate político serio, se trata de una
operación de intoxicación informativa, de esas que los viejos políticos y sus
aliados internacionales conocen muy bien.
La estrategia es clara: repetir una mentira hasta que
parezca verdad. Así lo hicieron en el pasado para blanquear gobiernos corruptos,
y así lo hacen hoy para atacar a un presidente que no se somete a sus
intereses.
Pero esta vez, el engaño es más burdo que nunca, porque
cualquiera que compare los hechos recientes en esos países con la realidad
salvadoreña descubrirá que la supuesta similitud no solo es falsa, sino
ridículamente absurda.
Veamos: en Venezuela, desde los tiempos de Chávez y con
Maduro en el poder, se han registrado miles de detenciones arbitrarias, se han
cerrado decenas de medios de comunicación y la represión callejera ha dejado
centenares de muertos.
En Nicaragua, Daniel Ortega ha convertido la represión en
política de Estado: disolver organizaciones civiles, encarcelar opositores,
exiliar periodistas, robarles la nacionalidad y confiscarles bienes. Y en Cuba,
la historia de control absoluto y asfixia de las libertades es tan antigua como
la propia revolución castrista: manifestaciones disueltas a golpes, vigilancia
permanente, economía intervenida y un aparato de propaganda omnipresente.
Ahora bien, ¿cuál ha sido el escenario en El Salvador en
los seis años de gobierno de Bukele? La respuesta es contundente: ningún
opositor ha sido encarcelado por sus ideas políticas, ninguna protesta ha sido
reprimida con gas lacrimógeno, no se han cerrado medios ni partidos, y las
instituciones siguen funcionando.
Lo más irónico es que los mismos que hoy lo llaman
“dictador” han tenido toda la libertad para insultar, calumniar y mentir, sin
que se les haya tocado un solo cabello. Es decir, si esto fuera una dictadura,
serían los primeros en estar tras las rejas… pero están libres, ruidosos y muy
bien alimentados por sus patrocinadores.
CUERPO DEL ARGUMENTO
La falacia de la comparación no es solo un error lógico;
es un insulto deliberado a la inteligencia del pueblo salvadoreño. Porque no se
trata de un descuido, sino de una manipulación consciente. Los trollers saben
perfectamente que en El Salvador no existe un patrón de represión estatal como
en los regímenes que mencionan.
Sin embargo, necesitan instalar esa narrativa para desgastar
políticamente a Bukele, especialmente frente a la comunidad internacional,
donde las ONGs, ciertos medios y organismos globalistas están ávidos de
encontrar “dictaduras” que no encajen en su molde ideológico.
EL DOBLE RASERO ES EVIDENTE:
Cuando ARENA y el FMLN gobernaban, se reprimieron
manifestaciones, se cerraron espacios de protesta y se criminalizó a
opositores. Pocos lo denunciaron y menos aún lo condenaron.
Cuando Bukele gobierna, la oposición goza de total
libertad para protestar, manifestarse, difundir sus ideas y organizarse… y aun
así lo acusan de “autoritarismo”.
Lo que incomoda a estos sectores no es la supuesta
pérdida de democracia, sino la pérdida de privilegios. Durante tres décadas, la política salvadoreña fue un festín para las
élites partidarias, las ONGs de fachada y los diplomáticos extranjeros con
agendas encubiertas. Ahora, el terreno se les ha encogido: el Estado ya no
es su cajero automático, el pueblo ya no les cree, y la opinión pública ya no
se moldea tan fácil con titulares alarmistas.
La pregunta es inevitable: ¿quién financia este discurso?
Porque no se puede pasar por alto que, detrás de estas comparaciones absurdas,
hay intereses económicos y geopolíticos muy concretos. Algunos reciben fondos
de fundaciones extranjeras para “monitorear la democracia” y “defender los
derechos humanos”.
Otros trabajan directamente para partidos políticos
derrotados que necesitan recuperar el poder a toda costa. Y los más cínicos,
aquellos con verbo encendido y poca sustancia, simplemente viven de la polémica
y de la atención que les genera atacar al presidente más popular de América
Latina.
Además, no es casual que este discurso coincida con el
lenguaje que se promueve desde ciertos centros del globalismo y de la izquierda
woke. Son ellos los que no toleran gobiernos que decidan por sí mismos, que no
acaten las órdenes de organismos internacionales y que pongan en primer lugar
la seguridad y el bienestar de su pueblo. En su lógica torcida, si no te
sometes a su agenda, eres automáticamente un “dictador”.
CONCLUSIÓN
Comparar a Bukele con Maduro, Chávez, Ortega o el
castrismo es una muestra de desesperación política y mediática. Significa
recurrir a un recurso barato para generar miedo, sabiendo que la realidad no
respalda la acusación. Significa, también, admitir que no tienen un proyecto
político sólido que ofrecer al país y que su única carta es el ataque personal
y la distorsión de los hechos.
La democracia salvadoreña hoy no es perfecta —ninguna lo
es—, pero está lejos de las realidades que viven los pueblos oprimidos por
dictaduras auténticas. Aquí se vota, se opina, se protesta y se critica sin
temor a represalias.
Los derechos fundamentales se mantienen intactos, y el
único cambio real ha sido que, por primera vez en décadas, el Estado actúa con
firmeza contra el crimen organizado y la corrupción.
Mientras en otros países se usa la represión para
aferrarse al poder, en El Salvador se usa la ley para proteger a la gente. Y
eso, para los que estaban acostumbrados a vivir de la violencia y la impunidad,
es intolerable. Por eso inventan dictaduras donde no las hay, esperando que
algún ingenuo —o cómplice— les crea.
REFLEXIÓN FINAL
El pueblo salvadoreño debe entender que estos ataques no
son accidentales. Son parte de un guion escrito fuera de nuestras fronteras,
financiado por quienes quieren un El Salvador débil, dividido y sumiso. La
táctica es vieja: desacreditar a los líderes que se niegan a obedecer las
órdenes externas, erosionar la confianza ciudadana y abrirle la puerta al
regreso de los mismos que hundieron al país.
No debemos olvidar que la democracia no se mide por las
opiniones de los que perdieron el poder, sino por la libertad, la justicia y la
seguridad que experimenta la mayoría. Hoy, millones de salvadoreños pueden
salir a las calles sin miedo a ser asaltados, las comunidades recuperan su vida
cotidiana, y las instituciones funcionan sin ser cómplices de bandas criminales.
A los trollers les queda el ruido, la mentira y la
manipulación. A nosotros nos queda la verdad de los hechos.
Y la verdad es
simple: en seis años de gobierno de Bukele no hay represión, no hay censura, no
hay persecución política. Lo que hay es un país que se está levantando y que no
piensa volver al pasado.
Quienes quieran compararnos con Venezuela, Nicaragua o
Cuba, que primero tengan la decencia de estudiar la historia, mirar la realidad
y reconocer la diferencia. Y si no lo hacen, que sepan que su mentira solo
convence a los que ya viven de ella. El resto, el pueblo que hoy disfruta de su
libertad, seguirá avanzando… con o sin su aprobación.
SAN SALVADOR, 4 DE AGOSTO DE 2025
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