jueves, 14 de agosto de 2025

 

LA DECADENCIA MORAL DETRÁS DEL TÍTULO UNIVERSITARIO

POR: MSc. JOSÉ ISRAL VENTURA

INTRODUCCIÓN

Cuando uno ingresa a la universidad, lo hace con un cúmulo de ilusiones y expectativas. Se llega con la convicción de que ese espacio será un faro de conocimiento, un laboratorio de ideas libres, un lugar donde se respira verdad, ética y pensamiento crítico. Se cree que ahí se aprenderá a razonar con rigor, a dialogar con respeto y a buscar soluciones desde el conocimiento científico para aportar al bienestar de la sociedad. Sin embargo, la realidad que muchos encuentran dista mucho de ese ideal. Lo que debería ser un templo de saber se convierte, demasiadas veces, en un espacio de adoctrinamiento, mediocridad intelectual y corrupción ética.

En lugar de fomentar la libertad de pensamiento, se levantan muros ideológicos. En vez de cultivar valores universales como la honestidad, el respeto o la responsabilidad, se normalizan el cinismo y el relativismo moral. La universidad, en teoría, es un terreno donde germina la conciencia crítica; pero en la práctica, con frecuencia, se transforma en un campo donde germina la intolerancia disfrazada de academia. Y lo más alarmante es que de esos claustros salen profesionales que, lejos de construir, erosionan el tejido social.

EL DESENCANTO DEL ESTUDIANTE

Muchos jóvenes entran con sed de conocimiento, pero con el tiempo descubren que gran parte de lo valioso que aprenden no proviene de las aulas, sino de su propio esfuerzo independiente. El aula, que debería ser un espacio para debatir y cuestionar, se convierte en una trinchera ideológica donde la voz del estudiante vale solo si repite el guion que el docente aprueba.

La diversidad de pensamiento, que debería ser un pilar académico, es reprimida bajo el pretexto de “mantener el rigor” o “seguir el programa”. Quien se atreve a cuestionar una postura oficial o a plantear un enfoque distinto, muchas veces es etiquetado como problemático, incómodo o no bienvenido. Este clima de control intelectual produce graduados con títulos, pero sin la capacidad de pensar por sí mismos.

La decepción es profunda: se ingresa buscando aprender a razonar y se termina memorizando lo que “hay que decir” para aprobar. Esto no solo traiciona al estudiante, sino a toda la sociedad, porque el conocimiento sin pensamiento crítico es solo una colección de datos inertes.

EL DETERIORO DE LA ÉTICA ACADÉMICA

Uno de los pilares que debería sostener a cualquier institución de educación superior es la ética. Sin embargo, los testimonios y experiencias demuestran que incluso ese cimiento se está resquebrajando. Es inaceptable que un docente de jurisprudencia —formador de futuros abogados, jueces y fiscales— afirme que “la ética es una palabra hueca” o que “la ley y las mujeres se hicieron para violarse”. Estas expresiones no son simples opiniones personales: son mensajes corrosivos que, sembrados en mentes jóvenes, germinan en profesionales sin principios, listos para manipular la ley y normalizar la violencia y la injusticia.

Cuando un profesor, con su autoridad y prestigio académico, transmite cinismo en lugar de integridad, la universidad deja de ser un lugar de formación para convertirse en un espacio de deformación. La ética no es un adorno filosófico; es la base para que el conocimiento sirva al bien común y no a intereses oscuros. Un profesional brillante pero corrupto es más peligroso que un ignorante, porque su inteligencia se convierte en herramienta para el abuso.

LA UNIVERSIDAD COMO ESPEJO DE LA SOCIEDAD

Lo que sucede dentro de las universidades no es ajeno a la realidad nacional. Un país que se queja de la corrupción, la injusticia y el abuso de poder no puede cerrar los ojos ante el hecho de que sus universidades —donde se forman las élites profesionales— están incubando, en muchos casos, las mismas deformaciones que luego se critican.

Si las aulas permiten que prospere el adoctrinamiento, la intolerancia y el desprecio por la ética, no es de extrañar que en los tribunales, hospitales, medios de comunicación y ministerios encontremos individuos que repiten esos patrones. La universidad no solo transmite conocimiento: moldea mentalidades. Y si la mentalidad que se forma es la del oportunismo y la indiferencia moral, el resultado es una sociedad atrapada en un ciclo de retroceso.

CONCLUSIÓN

La universidad debería ser el motor del cambio social, no su freno. Debería formar líderes honestos, críticos y creativos, no simples repetidores de consignas. La decepción que sienten muchos estudiantes y docentes comprometidos no es un capricho: es el reflejo de una falla estructural. El conocimiento sin ética es como un arma sin seguro: tarde o temprano, causará daño.

Es urgente que las universidades recuperen su compromiso con la verdad, la libertad de pensamiento y la formación integral. Un título universitario no puede ser solo un papel; debe ser un compromiso con la sociedad, un juramento tácito de servir con integridad.

REFLEXIÓN FINAL

La educación superior no puede seguir siendo un escaparate de egos académicos ni un campo de batalla ideológica donde se premia la obediencia y se castiga la autonomía intelectual. Si la universidad renuncia a su deber de enseñar a pensar y a actuar con ética, está traicionando a cada estudiante que cruza sus puertas con la esperanza de cambiar el mundo.

Un verdadero docente no forma solo profesionales: forma ciudadanos conscientes, personas capaces de discernir entre lo justo y lo injusto, entre lo verdadero y lo falso. La universidad que no entienda esto estará condenada a ser una fábrica de títulos vacíos y, peor aún, de profesionales que contribuyan al deterioro social.

La pregunta que queda en el aire es dura y necesaria: ¿queremos universidades que fabriquen cómplices del sistema corrupto o forjadores de un futuro digno? La respuesta, aunque incómoda, definirá el rumbo de toda una nación.

Si quieres, puedo también preparar una versión más combativa y directa, con frases más cortas y tono más incendiario para que impacte aún más en redes o en un discurso público.

 

 

 

SAN SALVADOR, 13 DE AGOSTO DE 2025

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