viernes, 15 de agosto de 2025

 

CUANDO LOS TÍTULOS NO BASTAN: HONESTIDAD Y DISCIPLINA POR ENCIMA DEL CARTÓN

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA,

INTRODUCCIÓN

En El Salvador, cada nombramiento que realiza el presidente Nayib Bukele parece despertar más incomodidad en la oposición que esperanza en el pueblo. El reciente juramento de la capitana y médica Karla Edith Triguero como Ministra de Educación no fue la excepción. Desde las primeras horas después de su nombramiento, los mismos sectores desgastados de siempre –políticos fracasados, analistas de escritorio y periodistas sin credibilidad– se lanzaron a fabricar conjeturas, críticas infundadas y hasta miedos absurdos porque “es capitana”.

El colmo de la ridiculez es que esos mismos sectores que avalaron a ministros sin mérito, a ladrones con títulos universitarios y a improvisados que dejaron la educación en ruinas, hoy pretenden rasgarse las vestiduras porque una mujer con disciplina militar, formación académica y trayectoria en el área de la salud asume una de las carteras más desafiantes del país.

Conviene preguntarse con seriedad: ¿qué resultados concretos dieron los ministros de Educación que provenían de la abogacía, la sociología, la ingeniería o el magisterio? La historia es clara: la educación salvadoreña arrastró décadas de rezago, bajos niveles de calidad, escuelas en condiciones deplorables y ausencia total de políticas públicas efectivas. Por eso, el debate no debería centrarse en el título profesional de la ministra, sino en su visión, capacidad de liderazgo y voluntad de transformar un sistema corroído por el abandono y la politiquería.

EL DOBLE DISCURSO DE LA OPOSICIÓN

La oposición política, en lugar de analizar con objetividad, repite el guion de siempre: criticar por criticar. Si se nombra a un abogado, dicen que no tiene experiencia pedagógica. Si se nombra a un maestro, lo tildan de limitado. Si se nombra a un médico y capitana, lo señalan como “amenaza autoritaria”. En realidad, lo que les incomoda no es el perfil profesional, sino el hecho de que Bukele sigue colocando a personas fuera del círculo de poder tradicional, sin compromisos con los partidos ni con las mafias académicas que convirtieron el sistema educativo en un botín burocrático.

Es paradójico escuchar críticas como las de María Evelyn Martínez, economista que sin rubor opina sobre educación y cuestiona la disciplina como pilar fundamental en las escuelas. Si seguimos esa lógica absurda, ¿con qué autoridad puede ella, desde la economía, dictar cátedra sobre pedagogía o gestión educativa? El refrán popular lo resume bien: el hábito no hace al monje. Tener un título no garantiza ni ética ni resultados.

DISCIPLINA: EL PILAR OLVIDADO

Lo que más ha escandalizado a los “pseudoanalistas” es que la nueva ministra anunciara su intención de restaurar la disciplina en los centros escolares. Y aquí se revela el verdadero temor de los sectores opositores: la disciplina implica orden, responsabilidad, respeto a la autoridad y exigencia de resultados. Justo lo que nunca quisieron promover, porque un pueblo disciplinado es un pueblo libre de manipulaciones.

La realidad es que en las últimas décadas la disciplina se perdió en las aulas. La permisividad, el desorden y la falta de respeto se convirtieron en la norma. Como educador de profesión, puedo afirmar que la disciplina no es sinónimo de autoritarismo, sino un valor estructural para que exista aprendizaje, convivencia y formación integral. Ninguna sociedad ha progresado sin disciplina, porque es la base de la ciencia, la cultura, el arte y el desarrollo.

Los opositores, acostumbrados a la anarquía y a la mediocridad, tiemblan ante la idea de que se forme una generación disciplinada, consciente y capaz de pensar por sí misma. Y es que ese es el verdadero peligro para ellos: un pueblo educado y con carácter no se deja manipular por políticos corruptos ni por analistas de alquiler.

LOS TÍTULOS NO GARANTIZAN HONESTIDAD NI CAPACIDAD

Vale recordar la ironía de la historia reciente. Cuando Bukele inició su carrera política, los mismos que hoy critican a Triguero lo despreciaban porque “solo era bachiller”. El ingeniero agrónomo Hugo Martínez, con su aire de superioridad académica, incluso dijo que debería darle una beca para que estudiara. Sin embargo, los expresidentes con doctorados, maestrías y especializaciones resultaron ser los más grandes ladrones del país, saqueando las arcas nacionales y condenando a generaciones enteras a la pobreza.

¿Qué utilidad tuvo la “gran preparación académica” de Antonio Saca, Mauricio Funes o Salvador Sánchez Cerén? Ninguna. Al contrario, usaron su posición para enriquecerse y entregar el futuro del país a intereses mezquinos. La honestidad, la ética y la disciplina valen mucho más que un cartón en la pared. Por eso, la crítica basada en títulos académicos es, sencillamente, hipócrita y vacía.

CONCLUSIÓN

El nombramiento de la capitana y médica Karla Edith Triguero como Ministra de Educación es un paso audaz que rompe con los esquemas tradicionales. Su llegada incomoda porque representa lo que la vieja clase política teme: un perfil ajeno a sus círculos de poder, con formación distinta y con el respaldo de un gobierno que ha demostrado resultados. Lo fundamental ahora no es su título, sino su capacidad de impulsar cambios, rescatar la disciplina en las escuelas y devolver a la educación el rol transformador que le corresponde.

La oposición ha demostrado, una vez más, que no tiene brújula moral ni intelectual. Critican sin argumentos, atacan sin propuestas y se contradicen con cada palabra. Su rechazo no es a la ministra, sino a todo lo que signifique ruptura con el pasado corrupto que los sostuvo.

REFLEXIÓN FINAL

La pregunta que deberíamos hacernos como sociedad no es si la ministra es médica, capitana, abogada o ingeniera, sino: ¿tiene el compromiso de rescatar la educación y dignificar a nuestros niños y jóvenes? Si la respuesta es afirmativa, entonces lo demás sobra.

La disciplina, tan despreciada por los pseudoanalistas, es el camino hacia una generación más consciente, fuerte y preparada. Y si algo nos ha enseñado la historia es que los títulos académicos jamás garantizaron honestidad ni resultados. Lo que realmente transforma a un país es la voluntad política, la integridad y la decisión de enfrentar los problemas con valentía.

La oposición seguirá gritando desde las sombras, pero el pueblo ya aprendió a distinguir entre la palabrería vacía y los hechos concretos. Hoy, más que nunca, la educación salvadoreña necesita disciplina, orden y compromiso, y eso es lo que la nueva ministra parece estar dispuesta a entregar.

 

 

SAN SALVADOR, 15 DE AGOSTO DE 2925

 

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