CUANDO
LOS TÍTULOS NO BASTAN: HONESTIDAD Y DISCIPLINA POR ENCIMA DEL CARTÓN
POR: MSc.
JOSÉ ISRAEL VENTURA,
INTRODUCCIÓN
En El
Salvador, cada nombramiento que realiza el presidente Nayib Bukele parece
despertar más incomodidad en la oposición que esperanza en el pueblo. El
reciente juramento de la capitana y médica Karla Edith Triguero como Ministra
de Educación no fue la excepción. Desde las primeras horas después de su
nombramiento, los mismos sectores desgastados de siempre –políticos fracasados,
analistas de escritorio y periodistas sin credibilidad– se lanzaron a fabricar
conjeturas, críticas infundadas y hasta miedos absurdos porque “es capitana”.
El colmo
de la ridiculez es que esos mismos sectores que avalaron a ministros sin
mérito, a ladrones con títulos universitarios y a improvisados que dejaron la
educación en ruinas, hoy pretenden rasgarse las vestiduras porque una mujer con
disciplina militar, formación académica y trayectoria en el área de la salud asume una de las carteras más desafiantes del país.
Conviene
preguntarse con seriedad: ¿qué resultados concretos dieron los ministros de
Educación que provenían de la abogacía, la sociología, la ingeniería o el
magisterio? La historia es clara: la educación salvadoreña arrastró décadas de
rezago, bajos niveles de calidad, escuelas en condiciones deplorables y
ausencia total de políticas públicas efectivas. Por eso, el debate no debería
centrarse en el título profesional de la ministra, sino en su visión, capacidad
de liderazgo y voluntad de transformar un sistema corroído por el abandono y la
politiquería.
EL DOBLE
DISCURSO DE LA OPOSICIÓN
La
oposición política, en lugar de analizar con objetividad, repite el guion de
siempre: criticar por criticar. Si se nombra a un abogado, dicen que no tiene
experiencia pedagógica. Si se nombra a un maestro, lo tildan de limitado. Si se
nombra a un médico y capitana, lo señalan como “amenaza autoritaria”. En
realidad, lo que les incomoda no es el perfil profesional, sino el hecho de que
Bukele sigue colocando a personas fuera del círculo de poder tradicional, sin
compromisos con los partidos ni con las mafias académicas que convirtieron el
sistema educativo en un botín burocrático.
Es
paradójico escuchar críticas como las de María Evelyn Martínez, economista que
sin rubor opina sobre educación y cuestiona la disciplina como pilar
fundamental en las escuelas. Si seguimos esa lógica absurda, ¿con qué autoridad
puede ella, desde la economía, dictar cátedra sobre pedagogía o gestión
educativa? El refrán popular lo resume bien: el hábito no hace al monje. Tener
un título no garantiza ni ética ni resultados.
DISCIPLINA:
EL PILAR OLVIDADO
Lo que
más ha escandalizado a los “pseudoanalistas” es que la nueva ministra anunciara
su intención de restaurar la disciplina en los centros escolares. Y aquí se
revela el verdadero temor de los sectores opositores: la disciplina implica
orden, responsabilidad, respeto a la autoridad y exigencia de resultados. Justo
lo que nunca quisieron promover, porque un pueblo disciplinado es un pueblo
libre de manipulaciones.
La
realidad es que en las últimas décadas la disciplina se perdió en las aulas. La
permisividad, el desorden y la falta de respeto se convirtieron en la norma.
Como educador de profesión, puedo afirmar que la disciplina no es sinónimo de
autoritarismo, sino un valor estructural para que exista aprendizaje,
convivencia y formación integral. Ninguna sociedad ha progresado sin
disciplina, porque es la base de la ciencia, la cultura, el arte y el
desarrollo.
Los
opositores, acostumbrados a la anarquía y a la mediocridad, tiemblan ante la
idea de que se forme una generación disciplinada, consciente y capaz de pensar
por sí misma. Y es que ese es el verdadero peligro para ellos: un pueblo
educado y con carácter no se deja manipular por políticos corruptos ni por analistas
de alquiler.
LOS
TÍTULOS NO GARANTIZAN HONESTIDAD NI CAPACIDAD
Vale
recordar la ironía de la historia reciente. Cuando Bukele inició su carrera
política, los mismos que hoy critican a Triguero lo despreciaban porque “solo
era bachiller”. El ingeniero agrónomo Hugo Martínez, con su aire de
superioridad académica, incluso dijo que debería darle una beca para que
estudiara. Sin embargo, los expresidentes con doctorados, maestrías y
especializaciones resultaron ser los más grandes ladrones del país, saqueando
las arcas nacionales y condenando a generaciones enteras a la pobreza.
¿Qué
utilidad tuvo la “gran preparación académica” de Antonio Saca, Mauricio Funes o
Salvador Sánchez Cerén? Ninguna. Al contrario, usaron su posición para
enriquecerse y entregar el futuro del país a intereses mezquinos. La
honestidad, la ética y la disciplina valen mucho más que un cartón en la pared.
Por eso, la crítica basada en títulos académicos es, sencillamente, hipócrita y
vacía.
CONCLUSIÓN
El
nombramiento de la capitana y médica Karla Edith Triguero como Ministra de
Educación es un paso audaz que rompe con los esquemas tradicionales. Su llegada
incomoda porque representa lo que la vieja clase política teme: un perfil ajeno
a sus círculos de poder, con formación distinta y con el respaldo de un
gobierno que ha demostrado resultados. Lo fundamental ahora no es su título,
sino su capacidad de impulsar cambios, rescatar la disciplina en las escuelas y
devolver a la educación el rol transformador que le corresponde.
La
oposición ha demostrado, una vez más, que no tiene brújula moral ni
intelectual. Critican sin argumentos, atacan sin propuestas y se contradicen
con cada palabra. Su rechazo no es a la ministra, sino a todo lo que signifique
ruptura con el pasado corrupto que los sostuvo.
REFLEXIÓN
FINAL
La
pregunta que deberíamos hacernos como sociedad no es si la ministra es médica,
capitana, abogada o ingeniera, sino: ¿tiene el compromiso de rescatar la
educación y dignificar a nuestros niños y jóvenes? Si la respuesta es
afirmativa, entonces lo demás sobra.
La
disciplina, tan despreciada por los pseudoanalistas, es el camino hacia una
generación más consciente, fuerte y preparada. Y si algo nos ha enseñado la
historia es que los títulos académicos jamás garantizaron honestidad ni
resultados. Lo que realmente transforma a un país es la voluntad política, la
integridad y la decisión de enfrentar los problemas con valentía.
La
oposición seguirá gritando desde las sombras, pero el pueblo ya aprendió a
distinguir entre la palabrería vacía y los hechos concretos. Hoy, más que
nunca, la educación salvadoreña necesita disciplina, orden y compromiso, y eso
es lo que la nueva ministra parece estar dispuesta a entregar.
SAN
SALVADOR, 15 DE AGOSTO DE 2925
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