jueves, 21 de agosto de 2025

 

HAY GENIOS SIN ESTUDIOS E IDIOTAS CON DOCTORADOS: LA FALACIA DE LA EDUCACIÓN ACADÉMICA

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

1. INTRODUCCIÓN

En el contexto latinoamericano, y particularmente en El Salvador, la palabra educación ha sido secuestrada por un reduccionismo que la limita a la obtención de títulos universitarios. Se asume que una persona con diplomas es automáticamente educada, mientras que quien carece de ellos es considerada ignorante. Sin embargo, esa es una visión parcial, superficial y, en muchos casos, peligrosa. La verdadera educación no consiste en acumular cartones colgados en la pared, sino en practicar valores, respeto, dignidad y compromiso con la sociedad (Freire, 1970).

La experiencia personal lo confirma: crecí con mi abuela paterna, una mujer analfabeta que jamás conoció un aula. Sin embargo, su vida fue ejemplo de auténtica educación: nunca la escuché proferir un insulto, siempre fue prudente al hablar y respetuosa en su trato. Ella, sin estudios formales, poseía una sabiduría práctica y ética que contrastaba con la vulgaridad de ciertos académicos que, en nombre de sus títulos, creen tener derecho a insultar al pueblo.

Hoy, en los medios de comunicación salvadoreños, se observa la presencia de analistas reciclados de la oposición, como Ronald Umaña, Betty Arana, Marvin Aguilar, María Julia, Evelyn Martínez o Fotin Magaña, que presumen de profesionalismo, pero se expresan con odio y desprecio hacia el pueblo. El contraste es revelador: mientras una mujer analfabeta podía demostrar verdadera educación, profesionales con títulos universitarios exhiben un comportamiento vulgar, clasista y despectivo.

En este ensayo se argumenta que los títulos universitarios no garantizan educación real, y que la auténtica educación está vinculada a los valores humanos. Como afirma Savater (1997), educar no es solo transmitir información, sino formar en humanidad. Y, como se verá, en El Salvador abundan los ejemplos de “idiotas con doctorados” que confunden arrogancia con educación.

2. HAY GENIOS SIN ESTUDIOS E IDIOTAS CON DOCTORADOS

La frase “Hay genios sin estudios e idiotas con doctorados” sintetiza la contradicción entre la sabiduría popular y la prepotencia académica. La historia mundial nos ofrece innumerables ejemplos de sabios autodidactas que transformaron su tiempo sin haber pasado por universidades. En contraste, no faltan los profesionales que, pese a su formación académica, reproducen ignorancia moral y arrogancia social.

En el caso salvadoreño, la crítica es urgente: personajes como Ronald Umaña —autodenominado “animal político”— insultan a la diáspora llamándola ignorante de tercer grado. Pero, ¿quién es más ignorante? ¿El salvadoreño trabajador que sostiene la economía nacional con remesas, o el supuesto analista que degrada al pueblo desde un micrófono? La respuesta es evidente: la educación no se mide por títulos, sino por la dignidad con la que se trata a los demás.

Mi abuela, sin saber leer ni escribir, es ejemplo de que la verdadera educación está en la ética cotidiana. En cambio, estos “profesionales” se exhiben como idiotas ilustrados, cuya única credencial es un diploma que no les ha enseñado humanidad.

3. EDUCACIÓN NO ES IGUAL A TÍTULOS UNIVERSITARIOS

La educación ha sido reducida a la escolarización. Sin embargo, como explica Paulo Freire (1970), educar significa concientizar, formar sujetos críticos capaces de transformar su realidad, no simplemente aprobar exámenes. La academia puede dotar de conocimientos técnicos, pero no garantiza el respeto ni la prudencia.

Los mal llamados “analistas” con títulos universitarios muestran con sus palabras lo contrario: un vacío ético. Se consideran educados porque estudiaron, pero el lenguaje que utilizan los desenmascara: insultos, clasismo y resentimiento. Es decir, la academia les dio un diploma, pero no les dio valores.

En contraste, la gente humilde demuestra educación en sus actos: el campesino que comparte, la madre que enseña con paciencia, el migrante que lucha por su familia. Esa es la educación real, que no necesita de diplomas para legitimarse.

4. LOS ANALISTAS BUFONES: ARROGANCIA DISFRAZADA DE PROFESIONALISMO

Los medios de comunicación salvadoreños han dado espacio a un circo de opinadores reciclados que presumen de títulos, pero carecen de educación auténtica. Ronald Umaña, Betty Arana, Marvin Aguilar, Julia Evelyn Martínez, Fotin Magaña y otros se han convertido en exponentes de la arrogancia académica.

Su supuesto profesionalismo no es más que un disfraz: opinan con odio, desprecian a la diáspora y se burlan del pueblo. Desde la óptica de Freire (1997), este tipo de discursos reproduce una educación bancaria, donde el que “sabe” humilla al que “no sabe”. Pero la realidad es que estos personajes no saben dialogar, solo insultar.

Su arrogancia refleja una verdad incómoda: la universidad puede formar profesionales en lo técnico, pero no siempre forma en humanidad. Como advierte Savater (1997), la educación debe enseñar a convivir, no a insultar. Estos bufones mediáticos han olvidado esa lección.

5. LA SABIDURÍA POPULAR FRENTE A LA PREPOTENCIA ACADÉMICA

La verdadera educación está muchas veces en la sabiduría popular, no en los auditorios universitarios. El campesino que ofrece su tortilla, el anciano que transmite experiencia, la madre que educa con amor: todos ellos son portadores de una pedagogía viva, que enseña respeto, solidaridad y humanidad.

En contraste, los académicos arrogantes usan sus títulos como armas para despreciar. Su discurso no construye, destruye. Su “análisis” no ilumina, oscurece. Representan lo que Bourdieu (1984) llamó la violencia simbólica: el uso del conocimiento como herramienta de dominación.

El contraste es claro: los humildes educan con el ejemplo; los bufones con títulos solo refuerzan su ignorancia moral.

6. CONCLUSIÓN

La educación en El Salvador no puede seguir reducida a la acumulación de títulos universitarios. Un diploma no garantiza humanidad. Lo que verdaderamente distingue a una persona educada es el respeto, la prudencia y la dignidad en su trato con los demás.

Los llamados analistas opositores, con su lenguaje vulgar y clasista, son la prueba de que la academia puede producir profesionales, pero no siempre seres humanos decentes. En cambio, la diáspora, los campesinos y los humildes representan la verdadera educación, porque la practican con su vida cotidiana.

7. REFLEXIÓN FINAL

La experiencia personal de mi abuela me enseñó una lección eterna: la educación auténtica se lleva en el corazón, no en los diplomas.

 Ella, sin estudios, fue ejemplo de sabiduría y respeto. Los analistas bufones, con títulos, son ejemplo de ignorancia disfrazada de profesionalismo.

La frase lo resume todo: “Hay genios sin estudios e idiotas con doctorados.”

El Salvador necesita menos bufones académicos y más ciudadanos humildes que vivan la educación como respeto y dignidad. Porque al final, los títulos se cuelgan en una pared, pero la verdadera educación se refleja en cada palabra y en cada acto.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

1.              Bourdieu, P. (1984). Distinction: A Social Critique of the Judgement of Taste. Harvard University Press.

2.                  Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

3.                 Freire, P. (1997). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI Editores.

4.               Savater, F. (1997). El valor de educar. Ariel.

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 21 DE AGOSTO DE 2025

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