HAY GENIOS SIN ESTUDIOS E IDIOTAS CON DOCTORADOS: LA
FALACIA DE LA EDUCACIÓN ACADÉMICA
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
1. INTRODUCCIÓN
En el contexto latinoamericano, y particularmente en El
Salvador, la palabra educación ha sido secuestrada por un reduccionismo que la
limita a la obtención de títulos universitarios. Se asume que una persona con
diplomas es automáticamente educada, mientras que quien carece de ellos es
considerada ignorante. Sin embargo, esa es una visión parcial, superficial y,
en muchos casos, peligrosa. La verdadera educación no consiste en acumular
cartones colgados en la pared, sino en practicar valores, respeto, dignidad y
compromiso con la sociedad (Freire, 1970).
La experiencia personal lo confirma: crecí con mi abuela
paterna, una mujer analfabeta que jamás conoció un aula. Sin embargo, su vida
fue ejemplo de auténtica educación: nunca la escuché proferir un insulto,
siempre fue prudente al hablar y respetuosa en su trato. Ella, sin estudios
formales, poseía una sabiduría práctica y ética que contrastaba con la
vulgaridad de ciertos académicos que, en nombre de sus títulos, creen tener
derecho a insultar al pueblo.
Hoy, en los medios de comunicación salvadoreños, se
observa la presencia de analistas reciclados de la oposición, como Ronald
Umaña, Betty Arana, Marvin Aguilar, María Julia, Evelyn Martínez o Fotin
Magaña, que presumen de profesionalismo, pero se expresan con odio y desprecio
hacia el pueblo. El contraste es revelador: mientras una mujer analfabeta podía
demostrar verdadera educación, profesionales con títulos universitarios exhiben
un comportamiento vulgar, clasista y despectivo.
En este ensayo se argumenta que los títulos
universitarios no garantizan educación real, y que la auténtica educación está
vinculada a los valores humanos. Como afirma Savater (1997), educar no es solo
transmitir información, sino formar en humanidad. Y, como se verá, en El Salvador
abundan los ejemplos de “idiotas con doctorados” que confunden arrogancia con
educación.
2. HAY GENIOS SIN ESTUDIOS E IDIOTAS CON DOCTORADOS
La frase “Hay genios sin estudios e idiotas con
doctorados” sintetiza la contradicción entre la sabiduría popular y la
prepotencia académica. La historia mundial nos ofrece innumerables ejemplos de
sabios autodidactas que transformaron su tiempo sin haber pasado por
universidades. En contraste, no faltan los profesionales que, pese a su
formación académica, reproducen ignorancia moral y arrogancia social.
En el caso salvadoreño, la crítica es urgente: personajes
como Ronald Umaña —autodenominado “animal político”— insultan a la diáspora
llamándola ignorante de tercer grado. Pero, ¿quién es más ignorante? ¿El salvadoreño
trabajador que sostiene la economía nacional con remesas, o el supuesto
analista que degrada al pueblo desde un micrófono? La respuesta es evidente: la
educación no se mide por títulos, sino por la dignidad con la que se trata a
los demás.
Mi abuela, sin saber leer ni escribir, es ejemplo de que
la verdadera educación está en la ética cotidiana. En cambio, estos
“profesionales” se exhiben como idiotas ilustrados, cuya única credencial es un
diploma que no les ha enseñado humanidad.
3. EDUCACIÓN NO ES IGUAL A TÍTULOS UNIVERSITARIOS
La educación ha sido reducida a la escolarización. Sin
embargo, como explica Paulo Freire (1970), educar significa concientizar,
formar sujetos críticos capaces de transformar su realidad, no simplemente
aprobar exámenes. La academia puede dotar de conocimientos técnicos, pero no
garantiza el respeto ni la prudencia.
Los mal llamados “analistas” con títulos universitarios
muestran con sus palabras lo contrario: un vacío ético. Se consideran educados
porque estudiaron, pero el lenguaje que utilizan los desenmascara: insultos,
clasismo y resentimiento. Es decir, la academia les dio un diploma, pero no les
dio valores.
En contraste, la gente humilde demuestra educación en sus
actos: el campesino que comparte, la madre que enseña con paciencia, el
migrante que lucha por su familia. Esa es la educación real, que no necesita de
diplomas para legitimarse.
4. LOS ANALISTAS BUFONES: ARROGANCIA DISFRAZADA DE
PROFESIONALISMO
Los medios de comunicación salvadoreños han dado espacio
a un circo de opinadores reciclados que presumen de títulos, pero carecen de
educación auténtica. Ronald Umaña, Betty Arana, Marvin Aguilar, Julia Evelyn
Martínez, Fotin Magaña y otros se han convertido en exponentes de la arrogancia
académica.
Su supuesto profesionalismo no es más que un disfraz:
opinan con odio, desprecian a la diáspora y se burlan del pueblo. Desde la
óptica de Freire (1997), este tipo de discursos reproduce una educación
bancaria, donde el que “sabe” humilla al que “no sabe”. Pero la realidad es que
estos personajes no saben dialogar, solo insultar.
Su arrogancia refleja una verdad incómoda: la universidad
puede formar profesionales en lo técnico, pero no siempre forma en humanidad.
Como advierte Savater (1997), la educación debe enseñar a convivir, no a
insultar. Estos bufones mediáticos han olvidado esa lección.
5. LA SABIDURÍA POPULAR FRENTE A LA PREPOTENCIA ACADÉMICA
La verdadera educación está muchas veces en la sabiduría
popular, no en los auditorios universitarios. El campesino que ofrece su
tortilla, el anciano que transmite experiencia, la madre que educa con amor:
todos ellos son portadores de una pedagogía viva, que enseña respeto,
solidaridad y humanidad.
En contraste, los académicos arrogantes usan sus títulos como
armas para despreciar. Su discurso no construye, destruye. Su “análisis” no
ilumina, oscurece. Representan lo que Bourdieu (1984) llamó la violencia
simbólica: el uso del conocimiento como herramienta de dominación.
El contraste es claro: los humildes educan con el
ejemplo; los bufones con títulos solo refuerzan su ignorancia moral.
6. CONCLUSIÓN
La educación en El Salvador no puede seguir reducida a la
acumulación de títulos universitarios. Un diploma no garantiza humanidad. Lo
que verdaderamente distingue a una persona educada es el respeto, la prudencia
y la dignidad en su trato con los demás.
Los llamados analistas opositores, con su lenguaje vulgar
y clasista, son la prueba de que la academia puede producir profesionales, pero
no siempre seres humanos decentes. En cambio, la diáspora, los campesinos y los
humildes representan la verdadera educación, porque la practican con su vida
cotidiana.
7. REFLEXIÓN FINAL
La experiencia personal de mi abuela me enseñó una
lección eterna: la educación auténtica se lleva en el corazón, no en los
diplomas.
Ella, sin
estudios, fue ejemplo de sabiduría y respeto. Los analistas bufones, con
títulos, son ejemplo de ignorancia disfrazada de profesionalismo.
La frase lo resume todo: “Hay genios sin estudios e idiotas
con doctorados.”
El Salvador necesita menos bufones académicos y más
ciudadanos humildes que vivan la educación como respeto y dignidad. Porque al
final, los títulos se cuelgan en una pared, pero la verdadera educación se
refleja en cada palabra y en cada acto.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS.
1. Bourdieu, P. (1984). Distinction: A Social
Critique of the Judgement of Taste. Harvard
University Press.
2. Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
3. Freire, P.
(1997). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI Editores.
4. Savater, F.
(1997). El valor de educar. Ariel.
SAN SALVADOR, 21 DE AGOSTO DE 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario