HABLEMOS DE
POLÍTICA SIN MIEDO
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
I. INTRODUCCIÓN
El silencio cómplice
de los pueblos
Hablar de política ha
sido históricamente un tabú impuesto por los poderosos. Desde los hogares hasta
las aulas, desde los medios hasta los púlpitos, se nos ha enseñado que la
política es "sucia", "peligrosa" o simplemente "ajena"
al ciudadano común. Esta estrategia no ha sido casual: es el método más eficaz
para mantener a los pueblos sometidos, distraídos y desinformados. Cuando un
pueblo no se involucra en la política, alguien más toma las decisiones por él.
Y generalmente, esas decisiones benefician a una élite.
Hablar de política sin
miedo es, por tanto, un acto revolucionario. Es recuperar lo que siempre nos
perteneció: la capacidad de pensar, decidir y actuar sobre los asuntos que
definen nuestro destino colectivo. La política no es una casta de traje y
corbata; es el arte de organizarnos para vivir mejor. Es el instrumento más
poderoso para transformar la realidad.
II. ¿POR QUÉ NOS
ENSEÑARON A TENERLE MIEDO A LA POLÍTICA?
El miedo a la política
es una construcción cultural deliberada. Desde muy temprana edad, se nos
adoctrina para verla como algo ajeno, peligroso, corrupto o violento. Esta
narrativa sirve a quienes temen que el pueblo despierte, cuestione y se
organice.
La historia está
plagada de ejemplos donde los pueblos que despertaron políticamente fueron
reprimidos, difamados o exterminados. En América Latina, la criminalización de
la participación política popular ha sido brutal: líderes sociales asesinados,
estudiantes reprimidos, medios alternativos censurados, y movimientos sociales
infiltrados y desacreditados. El mensaje ha sido claro: "mejor no te
metas".
Pero este miedo no es
innato, es impuesto. Y todo miedo impuesto tiene su antídoto en la conciencia
crítica, en la formación ciudadana, en la valentía de hablar, aunque incomode.
Si no rompemos ese miedo, seguiremos repitiendo los errores de siempre,
permitiendo que los mismos de siempre se repartan el pastel mientras el pueblo
come migajas.
III. DECIR NUESTRA
PALABRA ES UN ACTO POLÍTICO
Como decía Paulo
Freire: “Decir nuestra palabra es un acto político”. El lenguaje no es neutro.
Nombrar el mundo, interpretar la realidad y expresar nuestras ideas es entrar
en el terreno de la política. El poder ha entendido esto mejor que nadie, por
eso controla el discurso, manipula el lenguaje y censura la palabra.
Freire afirmaba que la
educación, cuando no es liberadora, sirve para domesticar. Y cuando el lenguaje
se convierte en repetición acrítica, el pensamiento muere.
Pero cuando las
personas comienzan a tomar conciencia de su realidad, a hablar de ella, a
cuestionarla, entonces empieza el proceso de transformación. Porque quien nombra
el mundo, puede cambiarlo.
La palabra es el arma
de los pueblos conscientes. Callar es ceder. Y hablar con coraje, con claridad
y con sentido histórico, es construir una nueva realidad. Por eso, todo pueblo
que quiere emanciparse debe primero recuperar su voz.
IV. POLÍTICA NO ES
SOLO VOTAR: ES PARTICIPACIÓN ACTIVA Y PENSAMIENTO CRÍTICO
Uno de los mayores
engaños del sistema ha sido reducir la política a las elecciones. Nos han hecho creer que nuestra única forma
de participación es el voto cada tres o cinco años. Pero votar sin conciencia
crítica es como firmar un contrato sin leerlo.
La política verdadera
ocurre todos los días, en cada decisión social, económica, cultural y educativa
que se toma en el país. Participar políticamente implica informarse, debatir,
organizarse, exigir, fiscalizar, proponer. Es rechazar el papel de espectador
pasivo y asumir el de actor activo.
La política no es
propiedad de los partidos. Los partidos son apenas una herramienta —muchas
veces secuestrada por intereses mezquinos—. La política es del pueblo.
Hablar de política sin miedo es ejercer
ciudadanía con dignidad. Es rechazar la ignorancia cómoda y asumir la
responsabilidad del cambio.
V. EL PRECIO DE
DESENTENDERNOS DE LA POLÍTICA
Platón lo advirtió
hace más de dos mil años:
“El precio de
desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.”
Y cuánta razón tenía.
La historia lo ha demostrado una y otra vez. Cuando los buenos callan, los
oportunistas, los corruptos y los cínicos toman el poder. Y lo hacen sin
escrúpulos, porque saben que gobiernan sobre un pueblo dormido, indiferente o
asustado.
El silencio ciudadano
es el caldo de cultivo ideal para los tiranos. Por eso debemos recuperar el
debate, la crítica, la reflexión colectiva. No podemos seguir permitiendo que
la política sea dominada por quienes la ven como un botín y no como un servicio.
Hoy más que nunca, el
pueblo tiene la obligación de involucrarse, de formarse, de hablar. Porque el
silencio no protege, condena. Y cuando los pueblos callan, los peores hombres
legislan, roban y destruyen a plena luz del día.
VI. CONCLUSIÓN: DEL
MIEDO AL COMPROMISO
Los pueblos que no
hablan de política terminan gobernados por los peores. El silencio no es
neutral, es cómplice.
Y en tiempos de
transformación como los que vive El Salvador, el silencio solo beneficia a
quienes añoran el pasado de privilegios, corrupción y traición.
Hablar de política sin
miedo es el primer paso para asumir el presente con responsabilidad. No basta
con celebrar los avances, hay que defenderlos. No basta con indignarse, hay que
organizarse. Y no basta con criticar, hay que construir alternativas.
La política no se
limita al poder; se expresa en cada escuela, cada barrio, cada comunidad. Y si
el pueblo no toma la palabra, otros la usarán para seguir mintiendo en su
nombre.
VII. REFLEXIÓN FINAL:
LA PALABRA COMO TRINCHERA DE LA DIGNIDAD
Hablar de política sin
miedo es una forma de dignidad. Es arrebatarle al opresor el monopolio de la
verdad. Es transformar la palabra en un arma, la conciencia en una trinchera y
la esperanza en una bandera.
Es entender, como
Freire y Platón, que la palabra es política, y que desentenderse de ella tiene
consecuencias nefastas. Por eso, hoy más que nunca, debemos hablar, educar,
movilizar. Porque callar es morir de pie. Y hablar con conciencia es nacer como
pueblo.
SAN SALVADOR,
5 DE AGOSTO DE 2025
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