martes, 5 de agosto de 2025

 

HABLEMOS DE POLÍTICA SIN MIEDO

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

I. INTRODUCCIÓN

El silencio cómplice de los pueblos

Hablar de política ha sido históricamente un tabú impuesto por los poderosos. Desde los hogares hasta las aulas, desde los medios hasta los púlpitos, se nos ha enseñado que la política es "sucia", "peligrosa" o simplemente "ajena" al ciudadano común. Esta estrategia no ha sido casual: es el método más eficaz para mantener a los pueblos sometidos, distraídos y desinformados. Cuando un pueblo no se involucra en la política, alguien más toma las decisiones por él. Y generalmente, esas decisiones benefician a una élite.

Hablar de política sin miedo es, por tanto, un acto revolucionario. Es recuperar lo que siempre nos perteneció: la capacidad de pensar, decidir y actuar sobre los asuntos que definen nuestro destino colectivo. La política no es una casta de traje y corbata; es el arte de organizarnos para vivir mejor. Es el instrumento más poderoso para transformar la realidad.

II. ¿POR QUÉ NOS ENSEÑARON A TENERLE MIEDO A LA POLÍTICA?

El miedo a la política es una construcción cultural deliberada. Desde muy temprana edad, se nos adoctrina para verla como algo ajeno, peligroso, corrupto o violento. Esta narrativa sirve a quienes temen que el pueblo despierte, cuestione y se organice.

La historia está plagada de ejemplos donde los pueblos que despertaron políticamente fueron reprimidos, difamados o exterminados. En América Latina, la criminalización de la participación política popular ha sido brutal: líderes sociales asesinados, estudiantes reprimidos, medios alternativos censurados, y movimientos sociales infiltrados y desacreditados. El mensaje ha sido claro: "mejor no te metas".

Pero este miedo no es innato, es impuesto. Y todo miedo impuesto tiene su antídoto en la conciencia crítica, en la formación ciudadana, en la valentía de hablar, aunque incomode. Si no rompemos ese miedo, seguiremos repitiendo los errores de siempre, permitiendo que los mismos de siempre se repartan el pastel mientras el pueblo come migajas.

III. DECIR NUESTRA PALABRA ES UN ACTO POLÍTICO

Como decía Paulo Freire: “Decir nuestra palabra es un acto político”. El lenguaje no es neutro. Nombrar el mundo, interpretar la realidad y expresar nuestras ideas es entrar en el terreno de la política. El poder ha entendido esto mejor que nadie, por eso controla el discurso, manipula el lenguaje y censura la palabra.

Freire afirmaba que la educación, cuando no es liberadora, sirve para domesticar. Y cuando el lenguaje se convierte en repetición acrítica, el pensamiento muere.

Pero cuando las personas comienzan a tomar conciencia de su realidad, a hablar de ella, a cuestionarla, entonces empieza el proceso de transformación. Porque quien nombra el mundo, puede cambiarlo.

La palabra es el arma de los pueblos conscientes. Callar es ceder. Y hablar con coraje, con claridad y con sentido histórico, es construir una nueva realidad. Por eso, todo pueblo que quiere emanciparse debe primero recuperar su voz.

IV. POLÍTICA NO ES SOLO VOTAR: ES PARTICIPACIÓN ACTIVA Y PENSAMIENTO CRÍTICO

Uno de los mayores engaños del sistema ha sido reducir la política a las elecciones. Nos han hecho creer que nuestra única forma de participación es el voto cada tres o cinco años. Pero votar sin conciencia crítica es como firmar un contrato sin leerlo.

La política verdadera ocurre todos los días, en cada decisión social, económica, cultural y educativa que se toma en el país. Participar políticamente implica informarse, debatir, organizarse, exigir, fiscalizar, proponer. Es rechazar el papel de espectador pasivo y asumir el de actor activo.

La política no es propiedad de los partidos. Los partidos son apenas una herramienta —muchas veces secuestrada por intereses mezquinos—. La política es del pueblo.

 Hablar de política sin miedo es ejercer ciudadanía con dignidad. Es rechazar la ignorancia cómoda y asumir la responsabilidad del cambio.

V. EL PRECIO DE DESENTENDERNOS DE LA POLÍTICA

Platón lo advirtió hace más de dos mil años:

“El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.”

Y cuánta razón tenía. La historia lo ha demostrado una y otra vez. Cuando los buenos callan, los oportunistas, los corruptos y los cínicos toman el poder. Y lo hacen sin escrúpulos, porque saben que gobiernan sobre un pueblo dormido, indiferente o asustado.

El silencio ciudadano es el caldo de cultivo ideal para los tiranos. Por eso debemos recuperar el debate, la crítica, la reflexión colectiva. No podemos seguir permitiendo que la política sea dominada por quienes la ven como un botín y no como un servicio.

Hoy más que nunca, el pueblo tiene la obligación de involucrarse, de formarse, de hablar. Porque el silencio no protege, condena. Y cuando los pueblos callan, los peores hombres legislan, roban y destruyen a plena luz del día.

VI. CONCLUSIÓN: DEL MIEDO AL COMPROMISO

Los pueblos que no hablan de política terminan gobernados por los peores. El silencio no es neutral, es cómplice.

Y en tiempos de transformación como los que vive El Salvador, el silencio solo beneficia a quienes añoran el pasado de privilegios, corrupción y traición.

Hablar de política sin miedo es el primer paso para asumir el presente con responsabilidad. No basta con celebrar los avances, hay que defenderlos. No basta con indignarse, hay que organizarse. Y no basta con criticar, hay que construir alternativas.

La política no se limita al poder; se expresa en cada escuela, cada barrio, cada comunidad. Y si el pueblo no toma la palabra, otros la usarán para seguir mintiendo en su nombre.

VII. REFLEXIÓN FINAL: LA PALABRA COMO TRINCHERA DE LA DIGNIDAD

Hablar de política sin miedo es una forma de dignidad. Es arrebatarle al opresor el monopolio de la verdad. Es transformar la palabra en un arma, la conciencia en una trinchera y la esperanza en una bandera.

Es entender, como Freire y Platón, que la palabra es política, y que desentenderse de ella tiene consecuencias nefastas. Por eso, hoy más que nunca, debemos hablar, educar, movilizar. Porque callar es morir de pie. Y hablar con conciencia es nacer como pueblo.

 

 

SAN SALVADOR, 5 DE AGOSTO DE 2025

 

 

 

 

 

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