FMLN, ENTRE EL DISCURSO DE LOS 80 Y LA INCOHERENCIA DEL
PRESENTE
POR: MSc. JOSÉ ISAREL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En la política, las palabras pueden ser herramientas de
inspiración o armas de manipulación. Todo depende de quién las pronuncie, con
qué intención y, sobre todo, con qué coherencia se respalden en los hechos. La
semana pasada, en una entrevista pública, Manuel —mejor conocido como el “Chino”
Flores— lanzó al aire una afirmación que, de entrada, podría sonar noble y
hasta inspiradora: “Nuestro partido es revolucionario, socialista y se guía por
principios éticos”.
En teoría, nada tendría de malo declararse así; al
contrario, hablar de revolución, socialismo y ética remite a luchas históricas
por la justicia, la igualdad y la transformación de las sociedades. Sin
embargo, cuando esas palabras provienen de un partido como el FMLN, cuya
trayectoria reciente está marcada por escándalos de corrupción, pactos oscuros
y una defensa férrea del statu quo que alguna vez juraron combatir, el discurso
deja de ser inspirador y se convierte en una grotesca parodia.
El problema no es solamente la contradicción entre el
discurso y la realidad, sino el descaro con el que se pretende vestir de
“revolución” y “ética” lo que no es más que oportunismo político, acomodamiento
ideológico y resistencia al cambio. El FMLN, en su momento, fue símbolo de
lucha popular y esperanza de transformación, pero hoy se aferra a viejas
banderas como si fueran credenciales eternas, ignorando que sus actos recientes
han demolido la confianza que el pueblo les tuvo. Y lo más grave: lo hacen
apelando a un lenguaje que ya no les pertenece, porque han vaciado de contenido
las palabras que dicen defender.
Por eso, ante la declaración de Flores, vale la pena
preguntarse: ¿es realmente el FMLN un partido revolucionario? ¿Se guía por
principios éticos? ¿Comprende y aplica la dialéctica o solo la invoca cuando le
conviene? Y más aún: ¿qué clase de ética y revolución es aquella que se opone a
las reformas que el pueblo demanda y necesita?
LA ÉTICA SELECTIVA Y LA MEMORIA INCÓMODA
En su discurso, Flores habló de principios éticos como si
el FMLN fuera ejemplo de integridad y transparencia. Sin embargo, la historia
reciente se encarga de contradecirlo: gobiernos del FMLN implicados en actos de
corrupción millonaria, pactos secretos con estructuras criminales, uso
clientelar de recursos públicos y una defensa corporativa de sus líderes,
incluso ante pruebas evidentes de mal manejo del poder.
La ética no es un traje que uno se pone para dar
entrevistas; es una práctica diaria, un compromiso que se refleja en cada
decisión política. Un partido que tolera, justifica o encubre actos contrarios
a la moral pública no puede proclamarse “ético” sin insultar la inteligencia de
la ciudadanía.
En este sentido, su ética parece más bien selectiva: se
activa para criticar a otros, pero se silencia cuando el dedo acusador apunta
hacia dentro. Es la ética de la conveniencia, la que se ajusta a la coyuntura
política y se apaga frente a la autocrítica. Y esa no es ética: es cálculo.
¿REVOLUCIONARIOS…? ¿O CONSERVADORES DISFRAZADOS?
Si hay algo que define a un verdadero partido revolucionario
es su disposición a impulsar transformaciones profundas, aunque estas resulten
incómodas para las élites políticas y económicas. Un revolucionario no teme
cambiar las estructuras, no pacta con el enemigo histórico ni se acomoda al
orden que antes combatía.
Pero, en el caso del FMLN, las últimas décadas muestran
una metamorfosis preocupante: de fuerza insurgente a maquinaria electoral
burocratizada, de la lucha en las calles a la defensa del sistema que decían
combatir. La oposición férrea a las reformas constitucionales impulsadas en la
actualidad es un claro ejemplo: lejos de analizar el contenido con rigor y
proponer mejoras, se han limitado a rechazar todo, como si cualquier cambio
fuera, por definición, una amenaza.
Esto revela que su concepto de “revolución” no es más que
un recurso retórico vacío. No se trata de transformar la realidad, sino de
conservar privilegios políticos, evitar que otros ocupen el espacio que ellos
perdieron y, de paso, proteger las estructuras que les fueron funcionales.
Paradójicamente, se comportan más como un partido
conservador que como una fuerza de vanguardia.
LA DIALÉCTICA QUE SOLO SIRVE CUANDO CONVIENE
Flores mencionó que su partido entiende y aplica la
dialéctica. Pero, si así fuera, sabrían que toda sociedad cambia y que la
contradicción es el motor del progreso. La dialéctica implica reconocer que lo
viejo debe dar paso a lo nuevo, que la historia es un proceso de superación de
conflictos, no de congelamiento de ideas.
Si fueran dialécticos de verdad, no se aferrarían a una
Constitución intocable, sino que participarían activamente en su revisión para
adaptarla a las necesidades actuales. No se trata de aprobar ciegamente
cualquier reforma, sino de analizarlas con visión histórica y reconocer que el
inmovilismo es la muerte de cualquier proceso político.
En cambio, el FMLN actual parece practicar una
“dialéctica invertida”: en lugar de impulsar el cambio, se opone
sistemáticamente a cualquier iniciativa que provenga de fuera de su control. Es
la dialéctica del ego político, no la del interés colectivo.
CONCLUSIÓN
La declaración del Chino Flores sobre un FMLN
“revolucionario, socialista y ético” se derrumba ante el peso de los hechos. No
basta con invocar palabras cargadas de historia y lucha; hay que vivirlas,
sostenerlas y demostrar coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Un partido que miente, que manipula, que se opone al
cambio y que ha traicionado a su base histórica no puede proclamarse heredero
legítimo de la ética revolucionaria.
En realidad, el FMLN actual es la sombra de lo que alguna
vez fue: un cascarón retórico que sobrevive más por inercia y nostalgia que por
convicción y principios.
REFLEXIÓN FINAL
En política,
como en la vida, no se trata de lo que uno dice ser, sino de lo que uno
demuestra ser. Las palabras “ética”,
“revolución” y “socialismo” tienen un peso histórico demasiado grande como para
usarlas como eslogan de campaña.
Si el FMLN quiere
recuperar credibilidad, tendría que empezar por mirarse al espejo, reconocer
sus errores, abandonar el inmovilismo y comprometerse con cambios reales.
Pero, mientras sus líderes sigan practicando una ética de
conveniencia, una revolución de palabra y una dialéctica mutilada, seguirán
siendo exactamente lo que son hoy: un partido atrapado en su pasado,
desconectado de la realidad y condenado a ver cómo las verdaderas
transformaciones se hacen sin ellos y, tal vez, a pesar de ellos.
SAN SALVADOR, 9 DE AGOSTO DE 2025
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