FAETÓN DIGITAL: CÓMO LA SOBERBIA TECNOLÓGICA NOS ACERCA
AL ABISMO
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
Desde tiempos antiguos, la humanidad ha contado historias
para advertir sobre los peligros del poder mal administrado y del conocimiento
mal comprendido.
El mito griego de
Faetón, el hijo de Helios que quiso conducir el carro del Sol y terminó
incendiando el cielo y la tierra, y la célebre balada de Goethe, El aprendiz de
brujo, donde un joven invoca fuerzas mágicas que no puede controlar, son dos
relatos que, aunque distantes en el tiempo y la cultura, comparten un núcleo
moral idéntico: el acceso a un poder o a un conocimiento que excede nuestra
madurez, sabiduría o responsabilidad conduce inevitablemente al desastre.
Hoy, este paralelismo se vuelve inquietantemente actual.
Nos encontramos en la era del desborde informativo: acumulamos cantidades
inimaginables de datos, descubrimos los secretos del ADN, cartografiamos miles
de millones de galaxias, desarrollamos inteligencia artificial capaz de
aprender por sí misma. Sin embargo, seguimos siendo analfabetos de nuestra
propia alma: no sabemos con certeza quiénes somos, de dónde venimos, qué
debemos aspirar a ser ni cómo debemos vivir.
Este vacío
interior convierte a la humanidad en un Faetón moderno, con las riendas de un
carro de fuego que no sabe conducir, o en un aprendiz de brujo que juega con
conjuros sin prever sus consecuencias.
El problema no es la información ni la tecnología, sino
la ausencia de autoconocimiento y de ética para guiarlas. Como Faetón, nos
embriaga la idea de demostrar que somos capaces de “conducir el Sol” (es decir,
controlar la naturaleza, manipular la vida, moldear el pensamiento), y como el
aprendiz de brujo, creemos que bastan fórmulas técnicas para resolverlo todo,
sin comprender que la sabiduría es más que mera técnica.
LA SOBERBIA DE FAETÓN: QUERER SIN SABER
En el mito griego, Faetón no buscaba simplemente pasear
el carro de su padre, sino probar al mundo su linaje y poder. Su motivación no
era la necesidad, sino el orgullo. Al tomar las riendas, careció del
autocontrol y la experiencia para mantener el rumbo, y su ambición casi
destruye la tierra. Zeus, para salvar al mundo, lo fulminó con un rayo.
Esta historia es un espejo de nuestra condición actual.
Poseemos la capacidad de manipular la materia a nivel atómico, de alterar el
código genético de cualquier organismo, de crear algoritmos que nos superan en
cálculo y memoria. Pero, como Faetón, no hemos aprendido a gobernar esas
fuerzas con prudencia. El cambio climático, la amenaza nuclear, la manipulación
masiva de la opinión pública y el riesgo de tecnologías autónomas sin control
ético son las llamas que hoy incendian nuestro cielo.
La moraleja de Faetón no es que el conocimiento o el
poder sean malos, sino que el poder sin sabiduría es destructivo. Lo que nos
falta no son más datos, sino más juicio. No más velocidad, sino dirección.
EL APRENDIZ DE BRUJO: INVOCAR LO QUE NO PODEMOS CONTROLAR
En la obra de Goethe, el joven aprendiz, ansioso por
ahorrarse trabajo, usa un hechizo para que una escoba lleve agua en su lugar.
El plan funciona… hasta que no sabe cómo detenerlo, y la escoba inunda todo.
Desesperado, corta la escoba en dos, pero ahora tiene dos escobas que
transportan agua sin descanso. Solo el regreso del maestro pone fin al caos.
Aquí la analogía es evidente: hemos creado máquinas,
sistemas y redes que multiplican información a una velocidad imposible de
frenar, y como el aprendiz, no tenemos la fórmula para detenerlas. Las redes
sociales, el big data, la inteligencia artificial generativa y los sistemas
financieros automáticos operan más rápido de lo que la ética, la ley o la
reflexión humana pueden alcanzar.
Al igual que la escoba embrujada, nuestras creaciones ya
tienen una vida propia. La avalancha de datos y estímulos no nos ha hecho más
sabios, sino más dispersos, más superficiales y más manipulables. Hemos creado
un océano de información, pero navegamos en él con barcas sin timón.
EL DESBORDE DE INFORMACIÓN Y EL VACÍO INTERIOR
Ambas historias, Faetón y el aprendiz, convergen en una
advertencia: la desproporción entre el poder que manejamos y la comprensión que
tenemos de nosotros mismos. La paradoja del siglo XXI es que cuanto más sabemos
sobre el universo, menos sabemos sobre nuestro propio ser. Hemos conquistado la
Luna, pero no hemos conquistado nuestros miedos, odios y egoísmos.
La información es una herramienta, no un fin. Sin una
brújula moral, la acumulación de datos solo amplifica nuestros errores. El mito
de Faetón nos recuerda los peligros de la soberbia tecnológica; el aprendiz de
brujo, los riesgos de la irresponsabilidad práctica. Ambos se unen para
enseñarnos que el verdadero progreso no está en saberlo todo, sino en saber qué
hacer con lo que sabemos.
CONCLUSIÓN
El siglo XXI enfrenta un dilema similar al de los mitos:
hemos tomado las riendas de un carro de fuego y hemos dado vida a escobas
embrujadas. Nos deslumbramos con la magnitud de nuestras creaciones, pero
olvidamos que la inteligencia —humana o artificial— sin autoconocimiento y sin ética
puede volverse contra nosotros.
Faetón y el aprendiz de brujo no son simples cuentos
antiguos: son profecías que describen a la humanidad en su momento más crítico.
Si no integramos la introspección, la prudencia y el sentido ético en nuestra
relación con el conocimiento, la historia no tendrá un Zeus que nos detenga
antes de destruirlo todo. Esta vez, el rayo salvador debe provenir de nuestra
propia conciencia.
REFLEXIÓN FINAL
Quizá el mayor error de nuestra era es confundir
información con sabiduría. Estamos en la cima de la acumulación de datos y en
el fondo del autoconocimiento. Si Faetón hubiera pasado más tiempo aprendiendo
y menos tiempo presumiendo, no habría incendiado el mundo; si el aprendiz de
brujo hubiera comprendido el verdadero alcance de la magia, no habría ahogado
su casa.
La humanidad necesita, urgentemente, convertirse en su
propio maestro antes de que sus creaciones la superen y la ahoguen. El desafío
no es aprender más sobre el cosmos, sino aprender más sobre nosotros mismos.
Porque si seguimos ignorando quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde
queremos ir, terminaremos como Faetón: cayendo desde lo alto, víctimas de
nuestro propio exceso de poder, o como el aprendiz: rogando que alguien venga a
deshacer lo que hemos hecho… cuando ya sea demasiado tarde.
SAN SALVADOR, 11 DE AGOSTO DE 2025
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