EL ERIZO Y LA ZORRA EN LA POLÍTICA SALVADOREÑA: UNA
FÁBULA VIGENTE
MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
La política, como la vida misma, puede entenderse a
través de metáforas que revelan verdades profundas con la simplicidad de un
relato. Una de ellas, atribuida al poeta griego Arquíloco y popularizada por el
filósofo Isaiah Berlin, dice: “El erizo sabe una sola gran cosa, mientras que
la zorra sabe muchas cosas”. Esta frase, en apariencia sencilla, esconde una
radiografía de las conductas humanas frente al poder, las decisiones y los
retos de la sociedad.
En la figura del erizo encontramos a quien tiene una
visión clara, un objetivo central que guía todas sus acciones y una coherencia
que le permite avanzar con seguridad. La zorra, por el contrario, encarna la
versatilidad y la astucia, pero también la dispersión, el oportunismo y la
capacidad de disfrazar intenciones según convenga. En la política salvadoreña
contemporánea, estas figuras no son abstractas: están encarnadas en actores y
partidos reales que hoy se disputan el rumbo del país.
Durante décadas, El Salvador fue gobernado por “zorras”
políticas: hábiles en el discurso, camaleónicas en el posicionamiento, pero
incapaces de sostener un rumbo que beneficiara al pueblo. Hoy, sin embargo, la
ecuación ha cambiado. Hay un “erizo” que avanza con un objetivo claro
—desmontar el viejo sistema y devolver el poder a la ciudadanía— y frente a él,
una manada de zorras que, desesperadas, intentan recuperar el control perdido.
Desarrollo
1. EL ERIZO: COHERENCIA Y OBJETIVO CLARO
El erizo político no se dispersa en cien promesas vacías.
Tiene un plan, un eje central que lo guía y al que supedita sus estrategias.
En el contexto actual de El Salvador, esta figura encarna
la claridad de propósitos: limpiar las instituciones de corrupción, garantizar
seguridad, mejorar la infraestructura y devolver la dignidad a la gestión
pública. No es perfecto, pero su fortaleza está en no perder de vista ese gran
objetivo, aun enfrentando críticas internas y ataques externos.
Su forma de actuar incomoda a quienes se acostumbraron a
una política de migajas, donde las decisiones se tomaban en salas oscuras y no
en función de las mayorías. El erizo sabe que el cambio verdadero no se logra
con discursos para la galería, sino con acciones concretas que tocan intereses
y, por ello, generan resistencia.
2. LA ZORRA: ASTUCIA Y OPORTUNISMO DISFRAZADOS
Las zorras políticas salvadoreñas —representadas por
ARENA, FMLN, VAMOS, PDC y otros satélites— han demostrado que su habilidad para
adaptarse no es un recurso para el bien común, sino para la supervivencia de
sus privilegios. Su historia reciente está llena de pactos ocultos, discursos
que cambian según la audiencia y una agenda que no busca transformar, sino
conservar un statu quo que los benefició durante tres décadas.
Cuando el erizo irrumpió con un proyecto político
distinto, las zorras se replegaron y comenzaron a reorganizarse. Primero
intentaron el ataque frontal, luego la victimización y, finalmente, la
apropiación del lenguaje del cambio. Hoy hablan de ética, de transparencia y de
derechos ciudadanos, pero la memoria histórica no se borra: fueron ellas
quienes, cuando tuvieron las llaves del país, las usaron para cerrar
oportunidades al pueblo y abrir las puertas a la corrupción.
3. EL CHOQUE INEVITABLE
La lucha entre el erizo y las zorras no es un debate de
estilos, sino un enfrentamiento de visiones opuestas del poder. El erizo
entiende la política como un medio para ejecutar un plan nacional; la zorra,
como un tablero de maniobras para perpetuarse. En esta confrontación, el pueblo
salvadoreño tiene un papel decisivo: reconocer la diferencia entre la
coherencia y la manipulación, entre la firmeza y la trampa.
El riesgo es que, como en tantas otras épocas, la astucia
dispersa de las zorras confunda a algunos sectores y logre frenar o desviar el
rumbo. Por eso, el desafío no es solo mantener la fuerza del erizo, sino
también impedir que las viejas prácticas, disfrazadas de novedad, vuelvan a
seducir a quienes ya olvidaron las lecciones del pasado.
CONCLUSIÓN
La fábula de Arquíloco no es un mero ejercicio literario:
es un mapa para entender nuestra realidad política. El erizo y la zorra
representan no solo estilos de liderazgo, sino actitudes frente al cambio y al
poder. En El Salvador, las décadas de dominio de las zorras políticas dejaron
un país desgastado, desigual y desencantado. Hoy, frente a un proyecto que
actúa como erizo, la ciudadanía tiene la oportunidad de consolidar un rumbo
claro y evitar el regreso del viejo oportunismo.
REFLEXIÓN FINAL
El país no necesita políticos que sepan “muchas cosas” si
esas cosas son trucos para robar, manipular y mentir. Necesita líderes que,
como el erizo, mantengan firme el timón hacia un objetivo central: dignificar
la vida del pueblo. La astucia sin principios es una trampa; la coherencia con
propósito es una virtud. Y en este momento histórico, la gran tarea del pueblo
salvadoreño es reconocer quién es quién en esta fábula y decidir, con memoria y
convicción, a quién entrega las llaves de su futuro.
SAN SALVADOR, 12 DE AGOSTO DE 2025
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