martes, 12 de agosto de 2025

 

EL ERIZO Y LA ZORRA EN LA POLÍTICA SALVADOREÑA: UNA FÁBULA VIGENTE

MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

La política, como la vida misma, puede entenderse a través de metáforas que revelan verdades profundas con la simplicidad de un relato. Una de ellas, atribuida al poeta griego Arquíloco y popularizada por el filósofo Isaiah Berlin, dice: “El erizo sabe una sola gran cosa, mientras que la zorra sabe muchas cosas”. Esta frase, en apariencia sencilla, esconde una radiografía de las conductas humanas frente al poder, las decisiones y los retos de la sociedad.

En la figura del erizo encontramos a quien tiene una visión clara, un objetivo central que guía todas sus acciones y una coherencia que le permite avanzar con seguridad. La zorra, por el contrario, encarna la versatilidad y la astucia, pero también la dispersión, el oportunismo y la capacidad de disfrazar intenciones según convenga. En la política salvadoreña contemporánea, estas figuras no son abstractas: están encarnadas en actores y partidos reales que hoy se disputan el rumbo del país.

Durante décadas, El Salvador fue gobernado por “zorras” políticas: hábiles en el discurso, camaleónicas en el posicionamiento, pero incapaces de sostener un rumbo que beneficiara al pueblo. Hoy, sin embargo, la ecuación ha cambiado. Hay un “erizo” que avanza con un objetivo claro —desmontar el viejo sistema y devolver el poder a la ciudadanía— y frente a él, una manada de zorras que, desesperadas, intentan recuperar el control perdido.

Desarrollo

1. EL ERIZO: COHERENCIA Y OBJETIVO CLARO

El erizo político no se dispersa en cien promesas vacías. Tiene un plan, un eje central que lo guía y al que supedita sus estrategias.

En el contexto actual de El Salvador, esta figura encarna la claridad de propósitos: limpiar las instituciones de corrupción, garantizar seguridad, mejorar la infraestructura y devolver la dignidad a la gestión pública. No es perfecto, pero su fortaleza está en no perder de vista ese gran objetivo, aun enfrentando críticas internas y ataques externos.

Su forma de actuar incomoda a quienes se acostumbraron a una política de migajas, donde las decisiones se tomaban en salas oscuras y no en función de las mayorías. El erizo sabe que el cambio verdadero no se logra con discursos para la galería, sino con acciones concretas que tocan intereses y, por ello, generan resistencia.

2. LA ZORRA: ASTUCIA Y OPORTUNISMO DISFRAZADOS

Las zorras políticas salvadoreñas —representadas por ARENA, FMLN, VAMOS, PDC y otros satélites— han demostrado que su habilidad para adaptarse no es un recurso para el bien común, sino para la supervivencia de sus privilegios. Su historia reciente está llena de pactos ocultos, discursos que cambian según la audiencia y una agenda que no busca transformar, sino conservar un statu quo que los benefició durante tres décadas.

Cuando el erizo irrumpió con un proyecto político distinto, las zorras se replegaron y comenzaron a reorganizarse. Primero intentaron el ataque frontal, luego la victimización y, finalmente, la apropiación del lenguaje del cambio. Hoy hablan de ética, de transparencia y de derechos ciudadanos, pero la memoria histórica no se borra: fueron ellas quienes, cuando tuvieron las llaves del país, las usaron para cerrar oportunidades al pueblo y abrir las puertas a la corrupción.

3. EL CHOQUE INEVITABLE

La lucha entre el erizo y las zorras no es un debate de estilos, sino un enfrentamiento de visiones opuestas del poder. El erizo entiende la política como un medio para ejecutar un plan nacional; la zorra, como un tablero de maniobras para perpetuarse. En esta confrontación, el pueblo salvadoreño tiene un papel decisivo: reconocer la diferencia entre la coherencia y la manipulación, entre la firmeza y la trampa.

El riesgo es que, como en tantas otras épocas, la astucia dispersa de las zorras confunda a algunos sectores y logre frenar o desviar el rumbo. Por eso, el desafío no es solo mantener la fuerza del erizo, sino también impedir que las viejas prácticas, disfrazadas de novedad, vuelvan a seducir a quienes ya olvidaron las lecciones del pasado.

CONCLUSIÓN

La fábula de Arquíloco no es un mero ejercicio literario: es un mapa para entender nuestra realidad política. El erizo y la zorra representan no solo estilos de liderazgo, sino actitudes frente al cambio y al poder. En El Salvador, las décadas de dominio de las zorras políticas dejaron un país desgastado, desigual y desencantado. Hoy, frente a un proyecto que actúa como erizo, la ciudadanía tiene la oportunidad de consolidar un rumbo claro y evitar el regreso del viejo oportunismo.

REFLEXIÓN FINAL

El país no necesita políticos que sepan “muchas cosas” si esas cosas son trucos para robar, manipular y mentir. Necesita líderes que, como el erizo, mantengan firme el timón hacia un objetivo central: dignificar la vida del pueblo. La astucia sin principios es una trampa; la coherencia con propósito es una virtud. Y en este momento histórico, la gran tarea del pueblo salvadoreño es reconocer quién es quién en esta fábula y decidir, con memoria y convicción, a quién entrega las llaves de su futuro.

 

 

 

SAN SALVADOR, 12 DE AGOSTO DE 2025

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