ENSAYO: GENERACIONES PERDIDAS: EL SALVADOR ENTRE LA
GUERRA, LAS PANDILLAS Y LA ESPERANZA DE UN NUEVO FUTURO
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA,
INTRODUCCIÓN
Hablar de El Salvador entre 1989 y 2025 es recorrer un
camino lleno de heridas abiertas y sueños interrumpidos. Es narrar la historia
de un país que, en lugar de acumular riquezas humanas para forjar un desarrollo
sostenido, ha sufrido la amputación de una parte vital de su pueblo: sus
jóvenes. En esas décadas, el país no solo enfrentó las secuelas de una guerra
civil que dejó más de 86,000 muertos y miles de desaparecidos (Comisión de la
Verdad para El Salvador, 1993), sino también una migración masiva que vació
pueblos enteros y dispersó familias, generando una diáspora que hoy constituye
casi la mitad de la población total salvadoreña (Banco Mundial, 2022).
La firma de los Acuerdos de Paz en 1992 significó un
respiro para muchos, pero lejos de consolidar la paz y el progreso, el país
cayó en una segunda tragedia: el auge de las pandillas. Entre 1989 y 2025, las
estadísticas indican la pérdida de 126,000 vidas más producto de la violencia
social (Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, 2021; Insight Crime, 2023).
Este número, sumado a los caídos en la guerra, representa un golpe demográfico
y humano equivalente a una generación y media perdida.
Hoy, con las políticas implementadas por el presidente
Nayib Bukele y el reciente nombramiento de una ministra de Educación con perfil
disciplinario, se abre una ventana inédita. El énfasis en la disciplina escolar
y en la recuperación de la autoridad puede ser la clave para evitar que se siga
repitiendo la tragedia de generaciones perdidas. Este ensayo analiza
críticamente esta trayectoria histórica, evidenciando las pérdidas acumuladas y
reflexionando sobre la oportunidad de rescatar a las futuras generaciones.
1. LA GENERACIÓN PERDIDA POR LA GUERRA CIVIL
La guerra civil salvadoreña (1980-1992) fue el primer
gran quiebre histórico. No se trató únicamente de una confrontación armada
entre el Estado y la guerrilla; fue una fractura que desgarró el tejido social
y truncó los proyectos de vida de toda una generación.
La cifra de 86,000 muertos y 8,000 desaparecidos, según
la Comisión de la Verdad (1993), refleja apenas la magnitud de la tragedia.
Cada muerte fue la interrupción de un hogar, el vacío en una familia, la
ausencia de un futuro posible.
Los sobrevivientes quedaron marcados psicológicamente:
muchos jóvenes se vieron obligados a empuñar un fusil y, tras el fin de la
guerra, no tuvieron condiciones para una reinserción plena a la vida civil
(Montgomery, 1995).
Además, la guerra obligó a miles a emigrar. Se estima que
entre 1980 y 1992 más de medio millón de salvadoreños se desplazaron hacia
Estados Unidos, principalmente jóvenes en edad productiva (Menjívar, 2000).
Este éxodo significó que los campos se quedaran sin trabajadores, las
comunidades sin sus líderes y que se creara una dependencia estructural hacia
las remesas.
2. EL EXILIO PERMANENTE: LA DIÁSPORA COMO CONSECUENCIA
ESTRUCTURAL
La migración, iniciada como consecuencia de la guerra, se
volvió estructural. Tras los Acuerdos de Paz, la falta de oportunidades y la
corrupción política profundizaron el fenómeno. Actualmente, más de 3 millones
de salvadoreños residen en el extranjero, lo que equivale a casi la mitad de la
población total (Banco Mundial, 2022).
Las remesas enviadas por esta diáspora representan
alrededor del 25% del PIB nacional (BCR, 2023). Aunque son vitales para la
economía, también reflejan la incapacidad del país para generar empleo digno y
condiciones de vida adecuadas. El costo social es devastador: familias
desintegradas, niños criados por abuelos, jóvenes con identidad fragmentada y
un debilitamiento de la identidad cultural (Mahler, 1995).
El exilio permanente es, entonces, una pérdida doble:
aporta recursos económicos, pero priva al país del capital humano necesario
para su propio desarrollo.
3. LAS PANDILLAS: LA SEGUNDA GRAN MUTILACIÓN SOCIAL
Tras la guerra, El Salvador vivió una nueva tragedia: el
auge de las pandillas. Surgidas de la diáspora en Los Ángeles, estas
estructuras criminales retornaron al país en los años 90 y se expandieron con
rapidez (Cruz, 2010).
Entre 1989 y 2025, las pandillas y la violencia criminal
provocaron la muerte de 126,000 personas (Ministerio de Justicia y Seguridad
Pública, 2021). Esto supera incluso las cifras del conflicto armado. A
diferencia de la guerra, esta violencia fue difusa y cotidiana: asesinatos, extorsiones,
desplazamientos forzados y control territorial.
El costo no solo fue en vidas, sino en proyectos
truncados. Miles de jóvenes fueron reclutados a la fuerza, y otros no pudieron
estudiar ni trabajar porque su comunidad estaba bajo control de maras. El
Salvador perdió así una generación que, en lugar de aportar al desarrollo, fue
devorada por la delincuencia.
4. LA RESPUESTA TARDÍA DE LOS GOBIERNOS Y LA POLÍTICA DEL
ABANDONO
Durante tres décadas, los gobiernos de ARENA y FMLN
fracasaron en enfrentar el problema estructural. Las políticas de “mano dura”
solo engrosaron las cárceles sin atender las causas sociales (Hume, 2007). La
corrupción agravó la situación: recursos destinados a programas sociales fueron
desviados mientras las comunidades carecían de escuelas seguras, empleo digno y
oportunidades reales (López Bernal, 2016).
El abandono estatal condenó a miles de jóvenes a un
destino de marginalidad: unirse a una mara, emigrar o morir. La segunda
generación perdida fue producto no solo de la violencia, sino de la
indiferencia política.
5. UN NUEVO HORIZONTE: DISCIPLINA, EDUCACIÓN Y FUTURO
En los últimos años, el país experimenta un giro. Con el
régimen de excepción y las políticas de seguridad implementadas desde 2022, El
Salvador se ha convertido en uno de los países más seguros de América Latina
(Insight Crime, 2023).
La reciente designación de la doctora y capitán Karla
Edith Trigueros como ministra de Educación refuerza este viraje. Su perfil
disciplinario apunta a que la educación no sea solo académica, sino también
formadora en valores, respeto y responsabilidad. Este énfasis es clave para
prevenir que futuras generaciones repitan la historia de violencia.
El país tiene ahora la posibilidad de transformar la disciplina en las aulas en una herramienta de cambio social. La educación debe convertirse en el antídoto contra la marginalidad y la delincuencia (Freire, 1970).
CONCLUSIÓN
El Salvador perdió una generación en la guerra y otra en
la violencia de las pandillas. Más de 200,000 vidas truncadas, millones de
emigrantes y una sociedad marcada por la fragmentación. Este balance es la
muestra de lo que ocurre cuando un Estado falla en proteger a su gente.
Sin embargo, la historia aún puede cambiar. Las actuales
medidas de seguridad y la reorientación de la educación abren una oportunidad
para rescatar a las próximas generaciones. El reto es colectivo: Estado,
familias y sociedad deben impedir que la tragedia se repita.
REFLEXIÓN FINAL
Salvar a las futuras generaciones es un deber histórico y
moral. El pueblo salvadoreño no puede permitirse otra amputación demográfica ni
cultural. Apoyar las medidas disciplinarias en educación y respaldar los
esfuerzos de seguridad no es solo una cuestión de política, sino de
supervivencia nacional.
Si en el pasado se perdió una generación y media, hoy
tenemos la obligación de rescatar las siguientes. Solo así El Salvador dejará
de ser la tierra de las generaciones perdidas para convertirse en la tierra de
las generaciones rescatadas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1. Banco
Central de Reserva de El Salvador. (2023). Informe económico 2022. San
Salvador.
2. Banco
Mundial. (2022). Migration and remittances data. World Bank.
https://www.worldbank.org
3. Comisión de
la Verdad para El Salvador. (1993). De la locura a la esperanza: Informe de la
Comisión de la Verdad para El Salvador. Naciones Unidas.
4.
Cruz, J. M. (2010). Central American maras: From
youth street gangs to transnational protection rackets. Global Crime, 11(4), 379–398.
5.
Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
6.
Hume, M.
(2007). Mano dura: El Salvador responds to gangs. Development
in Practice, 17(6), 739–751.
7.
Insight Crime. (2023). El Salvador profile. https://insightcrime.org
8.
López
Bernal, C. (2016). Corrupción y política en El Salvador (1990-2015). UCA
Editores.
9.
Mahler, S. J. (1995). American dreaming: Immigrant
life on the margins. Princeton University Press.
10.
Menjívar, C. (2000). Fragmented ties: Salvadoran
immigrant networks in America. University
of California Press.
11.
Ministerio
de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador. (2021). Informe anual de
homicidios 2020-2021. San Salvador.
12.
Montgomery, T. S. (1995). Revolution in El
Salvador: From civil strife to civil peace. Westview Press.
SAN SALVADOR, 30 DE AGOSTO DE 2025
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