sábado, 30 de agosto de 2025

 

ENSAYO: GENERACIONES PERDIDAS: EL SALVADOR ENTRE LA GUERRA, LAS PANDILLAS Y LA ESPERANZA DE UN NUEVO FUTURO

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA,

INTRODUCCIÓN

Hablar de El Salvador entre 1989 y 2025 es recorrer un camino lleno de heridas abiertas y sueños interrumpidos. Es narrar la historia de un país que, en lugar de acumular riquezas humanas para forjar un desarrollo sostenido, ha sufrido la amputación de una parte vital de su pueblo: sus jóvenes. En esas décadas, el país no solo enfrentó las secuelas de una guerra civil que dejó más de 86,000 muertos y miles de desaparecidos (Comisión de la Verdad para El Salvador, 1993), sino también una migración masiva que vació pueblos enteros y dispersó familias, generando una diáspora que hoy constituye casi la mitad de la población total salvadoreña (Banco Mundial, 2022).

La firma de los Acuerdos de Paz en 1992 significó un respiro para muchos, pero lejos de consolidar la paz y el progreso, el país cayó en una segunda tragedia: el auge de las pandillas. Entre 1989 y 2025, las estadísticas indican la pérdida de 126,000 vidas más producto de la violencia social (Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, 2021; Insight Crime, 2023). Este número, sumado a los caídos en la guerra, representa un golpe demográfico y humano equivalente a una generación y media perdida.

Hoy, con las políticas implementadas por el presidente Nayib Bukele y el reciente nombramiento de una ministra de Educación con perfil disciplinario, se abre una ventana inédita. El énfasis en la disciplina escolar y en la recuperación de la autoridad puede ser la clave para evitar que se siga repitiendo la tragedia de generaciones perdidas. Este ensayo analiza críticamente esta trayectoria histórica, evidenciando las pérdidas acumuladas y reflexionando sobre la oportunidad de rescatar a las futuras generaciones.

1. LA GENERACIÓN PERDIDA POR LA GUERRA CIVIL

La guerra civil salvadoreña (1980-1992) fue el primer gran quiebre histórico. No se trató únicamente de una confrontación armada entre el Estado y la guerrilla; fue una fractura que desgarró el tejido social y truncó los proyectos de vida de toda una generación.

La cifra de 86,000 muertos y 8,000 desaparecidos, según la Comisión de la Verdad (1993), refleja apenas la magnitud de la tragedia. Cada muerte fue la interrupción de un hogar, el vacío en una familia, la ausencia de un futuro posible.

Los sobrevivientes quedaron marcados psicológicamente: muchos jóvenes se vieron obligados a empuñar un fusil y, tras el fin de la guerra, no tuvieron condiciones para una reinserción plena a la vida civil (Montgomery, 1995).

Además, la guerra obligó a miles a emigrar. Se estima que entre 1980 y 1992 más de medio millón de salvadoreños se desplazaron hacia Estados Unidos, principalmente jóvenes en edad productiva (Menjívar, 2000). Este éxodo significó que los campos se quedaran sin trabajadores, las comunidades sin sus líderes y que se creara una dependencia estructural hacia las remesas.

2. EL EXILIO PERMANENTE: LA DIÁSPORA COMO CONSECUENCIA ESTRUCTURAL

La migración, iniciada como consecuencia de la guerra, se volvió estructural. Tras los Acuerdos de Paz, la falta de oportunidades y la corrupción política profundizaron el fenómeno. Actualmente, más de 3 millones de salvadoreños residen en el extranjero, lo que equivale a casi la mitad de la población total (Banco Mundial, 2022).

Las remesas enviadas por esta diáspora representan alrededor del 25% del PIB nacional (BCR, 2023). Aunque son vitales para la economía, también reflejan la incapacidad del país para generar empleo digno y condiciones de vida adecuadas. El costo social es devastador: familias desintegradas, niños criados por abuelos, jóvenes con identidad fragmentada y un debilitamiento de la identidad cultural (Mahler, 1995).

El exilio permanente es, entonces, una pérdida doble: aporta recursos económicos, pero priva al país del capital humano necesario para su propio desarrollo.

3. LAS PANDILLAS: LA SEGUNDA GRAN MUTILACIÓN SOCIAL

Tras la guerra, El Salvador vivió una nueva tragedia: el auge de las pandillas. Surgidas de la diáspora en Los Ángeles, estas estructuras criminales retornaron al país en los años 90 y se expandieron con rapidez (Cruz, 2010).

Entre 1989 y 2025, las pandillas y la violencia criminal provocaron la muerte de 126,000 personas (Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, 2021). Esto supera incluso las cifras del conflicto armado. A diferencia de la guerra, esta violencia fue difusa y cotidiana: asesinatos, extorsiones, desplazamientos forzados y control territorial.

El costo no solo fue en vidas, sino en proyectos truncados. Miles de jóvenes fueron reclutados a la fuerza, y otros no pudieron estudiar ni trabajar porque su comunidad estaba bajo control de maras. El Salvador perdió así una generación que, en lugar de aportar al desarrollo, fue devorada por la delincuencia.

4. LA RESPUESTA TARDÍA DE LOS GOBIERNOS Y LA POLÍTICA DEL ABANDONO

Durante tres décadas, los gobiernos de ARENA y FMLN fracasaron en enfrentar el problema estructural. Las políticas de “mano dura” solo engrosaron las cárceles sin atender las causas sociales (Hume, 2007). La corrupción agravó la situación: recursos destinados a programas sociales fueron desviados mientras las comunidades carecían de escuelas seguras, empleo digno y oportunidades reales (López Bernal, 2016).

El abandono estatal condenó a miles de jóvenes a un destino de marginalidad: unirse a una mara, emigrar o morir. La segunda generación perdida fue producto no solo de la violencia, sino de la indiferencia política.

5. UN NUEVO HORIZONTE: DISCIPLINA, EDUCACIÓN Y FUTURO

En los últimos años, el país experimenta un giro. Con el régimen de excepción y las políticas de seguridad implementadas desde 2022, El Salvador se ha convertido en uno de los países más seguros de América Latina (Insight Crime, 2023).

La reciente designación de la doctora y capitán Karla Edith Trigueros como ministra de Educación refuerza este viraje. Su perfil disciplinario apunta a que la educación no sea solo académica, sino también formadora en valores, respeto y responsabilidad. Este énfasis es clave para prevenir que futuras generaciones repitan la historia de violencia.

El país tiene ahora la posibilidad de transformar la disciplina en las aulas en una herramienta de cambio social. La educación debe convertirse en el antídoto contra la marginalidad y la delincuencia (Freire, 1970).

CONCLUSIÓN

El Salvador perdió una generación en la guerra y otra en la violencia de las pandillas. Más de 200,000 vidas truncadas, millones de emigrantes y una sociedad marcada por la fragmentación. Este balance es la muestra de lo que ocurre cuando un Estado falla en proteger a su gente.

Sin embargo, la historia aún puede cambiar. Las actuales medidas de seguridad y la reorientación de la educación abren una oportunidad para rescatar a las próximas generaciones. El reto es colectivo: Estado, familias y sociedad deben impedir que la tragedia se repita.

REFLEXIÓN FINAL

Salvar a las futuras generaciones es un deber histórico y moral. El pueblo salvadoreño no puede permitirse otra amputación demográfica ni cultural. Apoyar las medidas disciplinarias en educación y respaldar los esfuerzos de seguridad no es solo una cuestión de política, sino de supervivencia nacional.

Si en el pasado se perdió una generación y media, hoy tenemos la obligación de rescatar las siguientes. Solo así El Salvador dejará de ser la tierra de las generaciones perdidas para convertirse en la tierra de las generaciones rescatadas.

            REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

1.              Banco Central de Reserva de El Salvador. (2023). Informe económico 2022. San Salvador.

2.                Banco Mundial. (2022). Migration and remittances data. World Bank. https://www.worldbank.org

3.          Comisión de la Verdad para El Salvador. (1993). De la locura a la esperanza: Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador. Naciones Unidas.

4.       Cruz, J. M. (2010). Central American maras: From youth street gangs to transnational protection rackets. Global Crime, 11(4), 379–398.

5.       Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

6.       Hume, M. (2007). Mano dura: El Salvador responds to gangs. Development in Practice, 17(6), 739–751.

7.       Insight Crime. (2023). El Salvador profile. https://insightcrime.org

8.       López Bernal, C. (2016). Corrupción y política en El Salvador (1990-2015). UCA Editores.

9.       Mahler, S. J. (1995). American dreaming: Immigrant life on the margins. Princeton University Press.

10.   Menjívar, C. (2000). Fragmented ties: Salvadoran immigrant networks in America. University of California Press.

11.   Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador. (2021). Informe anual de homicidios 2020-2021. San Salvador.

12.   Montgomery, T. S. (1995). Revolution in El Salvador: From civil strife to civil peace. Westview Press.

 

 

SAN SALVADOR, 30 DE AGOSTO DE 2025

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