lunes, 25 de agosto de 2025

 

“EL SILENCIO DE LOS CULPABLES: ¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS DESAPARECIDOS POR LA GUERRA?”

MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La guerra civil en El Salvador (1980-1992) dejó una huella imborrable en la memoria colectiva. Fue un conflicto marcado por la violencia, la represión, la polarización ideológica y el desgarro social. En medio de esa vorágine, los más indefensos —los niños y adolescentes— fueron arrastrados hacia el campo de batalla bajo un brutal reclutamiento forzoso, tanto por parte del ejército gubernamental como por las fuerzas insurgentes del FMLN. Se trató de un crimen silencioso que destruyó miles de vidas, arrancando de raíz la inocencia de una generación que debió haber tenido libros en las manos y no fusiles.

El discurso oficial de ambos bandos justificaba estas prácticas como “necesarias” para la causa, pero en realidad escondían una lógica perversa: los niños eran carne de cañón, piezas desechables de una maquinaria bélica. Hoy, a más de treinta años de la firma de los Acuerdos de Paz, la pregunta del pueblo sigue resonando: ¿dónde están esos niños que fueron adoctrinados, asesinados o mutilados en nombre de ideologías y de partidos que luego se enriquecieron con la política?

Lo más indignante es la hipocresía de quienes en aquel entonces secuestraban infancias y las lanzaban a la guerra, y que hoy acusan de “adoctrinamiento” a quienes buscan educar con valores, disciplina y conocimiento a las nuevas generaciones. Se trata de un doble discurso inmoral que pretende encubrir los crímenes de ayer con falsas banderas de democracia en el presente.

 

 

EL RECLUTAMIENTO FORZOSO: UNA ESTRATEGIA CRIMINAL

Durante el conflicto armado, miles de niños fueron arrancados de sus hogares y obligados a empuñar armas. En el caso del ejército, los reclutamientos se llevaban a cabo de manera abierta, con redadas en comunidades rurales y urbanas, arrebatando a jóvenes de apenas 12 o 13 años. Estos niños, sin preparación ni madurez, eran lanzados a enfrentamientos sangrientos contra guerrilleros experimentados. Muchos murieron en su primer combate; otros quedaron mutilados de por vida.

Por otro lado, el FMLN, bajo el argumento de “liberación del pueblo”, replicó la misma práctica. Reclutaron a menores en los cantones y caseríos, aprovechando la pobreza, la falta de oportunidades y la vulnerabilidad emocional.

 Les ofrecían un supuesto sentido de pertenencia, pero en realidad los convertían en soldados improvisados. La película Voces inocentes refleja de manera desgarradora esa realidad: niños de 10 a 12 años con un fusil más grande que sus cuerpos, sometidos al terror de matar o ser asesinados.

El resultado fue devastador: una niñez interrumpida, un futuro cancelado. Esos niños que debieron haber sido médicos, ingenieros, maestros o artistas, fueron sepultados en trincheras o quedaron marcados con cicatrices físicas y psicológicas imposibles de borrar.

 

El adoctrinamiento: Sembrar ideología en lugar de conocimiento

La guerra no solo se libraba con fusiles, sino también en las mentes. Tanto el ejército como la guerrilla implementaron estrategias de adoctrinamiento para moldear a los menores en función de sus intereses. Los militares los obligaban a cantar himnos patrióticos, a jurar fidelidad a la bandera y a repetir consignas vacías; mientras tanto, la guerrilla los adoctrinaba con discursos de lucha revolucionaria, odio de clases y promesas de un paraíso socialista.

En ambos casos, la niñez fue vista como un terreno fértil para sembrar ideología, no valores ni principios éticos. Los niños eran despojados de su inocencia para ser convertidos en instrumentos de guerra. Esa manipulación emocional fue tan cruel como las balas que los atravesaban.

Por eso, resulta insultante que hoy los mismos partidos —ARENA y FMLN— se atrevan a señalar de “adoctrinamiento” los programas educativos que buscan disciplina, respeto, civismo y preparación académica para las nuevas generaciones. Lo que se persigue hoy no es sembrar odio ni dividir al pueblo, sino formar ciudadanos capaces de construir un país distinto, lejos de la violencia que ellos alimentaron.

EL SILENCIO CÓMPLICE DESPUÉS DE LA GUERRA

Pasaron 33 años desde los Acuerdos de Paz y aún no hay una rendición de cuentas clara sobre el destino de esos niños. Ni ARENA ni el FMLN han pedido perdón sincero al pueblo salvadoreño.

Ambos partidos prefirieron repartirse cuotas de poder, enriquecerse en la política y lavarse las manos frente a sus crímenes históricos.

El discurso actual de sus dirigentes es una muestra de cinismo: se presentan como defensores de la democracia, cuando durante años negaron la niñez y arrojaron generaciones enteras al abismo de la violencia. La pregunta sigue siendo inevitable: ¿dónde están los niños que ustedes adoctrinaron, asesinaron y lanzaron como carne de cañón? El silencio de estas cúpulas es tan ensordecedor como ofensivo.

CONCLUSIÓN

La historia del reclutamiento forzoso en El Salvador es una herida abierta que no puede olvidarse. Los niños que fueron arrebatados de sus hogares y convertidos en soldados representan la prueba más dolorosa de la hipocresía de ARENA y FMLN. Estos partidos, responsables de haber destruido miles de vidas, hoy no tienen autoridad moral para señalar de adoctrinamiento a quienes buscan educar para la vida y la paz.

La verdadera diferencia es clara: ellos, en el pasado, robaron infancias para alimentar la guerra; mientras que hoy, la educación busca devolverle a la juventud el derecho a soñar, a prepararse y a vivir con dignidad.

REFLEXIÓN FINAL

La niñez es el mayor tesoro de un pueblo, y aquel que se atreve a mancillarla comete uno de los crímenes más imperdonables. En El Salvador, tanto el ejército como la guerrilla lo hicieron, y ARENA y FMLN fueron cómplices de esa barbarie. Por eso, es deber histórico recordarlo, no para alimentar rencores, sino para que jamás se repita.

Hoy la sociedad salvadoreña tiene el desafío de no dejarse engañar por discursos de quienes solo buscan regresar al poder. Es hora de educar, no de adoctrinar; de liberar con conocimiento, no con consignas; de sembrar paz y justicia en lugar de odio y violencia. El pueblo tiene memoria, y aunque quieran disfrazar su pasado, ARENA y FMLN jamás podrán borrar que reclutaron niños, los lanzaron al fuego cruzado y les robaron el futuro.

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 25 DE AGOSTO DE 2025

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