“EL SALVADOR: DEL FESTÍN DE LAS ZORRAS AL DESPERTAR DE
LOS ERIZOS”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
La historia reciente de El Salvador es un contraste
brutal entre dos épocas y dos estilos de gobernar. Durante 30 años, el país fue
pasto de una élite política corrupta, representada aquí como zorras: astutas
para engañar, expertas en robar sin ser atrapadas y hábiles en disfrazar sus
fechorías con discursos democráticos vacíos. En manos de estas zorras, el
Estado se convirtió en botín, la política en negocio privado y la justicia en
un instrumento para castigar al pobre y proteger al poderoso. Los gobiernos de
ese tiempo, encabezados por ARENA, FMLN y sus aliados, fueron maestros en
manipular la voluntad popular mientras hundían a la nación en violencia,
pobreza y desesperanza.
Pero la historia dio un giro. Hace seis años, el poder
pasó a manos de los erizos, símbolo de firmeza, defensa y resistencia. A
diferencia de las zorras, no vinieron a correr tras el botín, sino a clavar
espinas contra la corrupción, a desarmar los pactos de impunidad y a
reconstruir lo que se había destruido. Llegaron con una misión titánica:
limpiar la casa, devolver la seguridad y sentar bases reales para el
desarrollo. El choque entre estos dos mundos —el de las zorras saqueadoras y el
de los erizos reconstructores— no solo es político, sino moral e histórico. Este
comentario examina, con la crudeza que exige la verdad, las huellas que dejaron
tres décadas de saqueo y el reto que significa para un nuevo gobierno levantar un
país mutilado por el pasado.
TREINTA AÑOS DE MADRIGUERAS Y SAQUEO
Durante tres décadas, El Salvador fue gobernado por una
manada de zorras políticas disfrazadas de “defensoras de la democracia”. Eran
astutas no para servir al pueblo, sino para servirse de él; no para construir
un país, sino para saquearlo pieza por pieza. Cada zancada de estas zorras en
el poder dejó un rastro de corrupción, impunidad y crimen.
Gobernaron con un pacto silencioso: yo robo, tú robas y
nadie dice nada. Su astucia se midió en dólares robados, en contratos amañados
y en leyes hechas a la medida de sus bolsillos. No hubo institución que no
quedara infestada por su olor a carroña. Se especializaron en robar el presente
e hipotecar el futuro, todo bajo el maquillaje hipócrita de discursos democráticos
y promesas vacías.
La historia no miente: en esos 30 años, las zorras
—vestidas con los trajes de ARENA, FMLN y sus satélites— montaron un teatro
político donde el pueblo era el espectador obligado, pagando la entrada con
impuestos, sudor y sangre. Las grandes decisiones nacionales no se tomaban
pensando en la nación, sino en cómo financiar campañas, comprar conciencias y
blindar privilegios.
La justicia estaba
amaestrada como un perro fiel que solo mordía a los pobres, mientras los
grandes ladrones se pavoneaban en cenas, congresos y reuniones internacionales,
hablando de “Estado de derecho” y “respeto a las instituciones”. En realidad,
defendían un sistema diseñado para protegerse a sí mismos, no para proteger al
ciudadano.
En ese tiempo, la política fue un negocio familiar. Los
hijos de las zorras heredaban curules, embajadas, contratos y el manual de
saqueo perfeccionado por generaciones. A la par, el crimen organizado penetraba
instituciones, mientras los mismos políticos cerraban tratos en la sombra,
garantizando que las calles siguieran dominadas por pandillas y las cárceles,
llenas de pobres, pero vacías de peces gordos. Así, el país llegó al borde del
colapso: deuda externa disparada, inseguridad incontrolable, pobreza
estructural y un pueblo desesperanzado, con la moral quebrada.
EL GIRO DE LA HISTORIA: LA LLEGADA DE LOS ERIZOS
Hace seis años, el juego cambió. El timón pasó a manos de
los erizos, símbolo de resistencia, defensa y estrategia. No vinieron con
promesas huecas, sino con un plan claro: desmantelar las madrigueras donde las
zorras guardaban el botín y reconstruir, piedra a piedra, el país que les
dejaron hecho ruinas. Los erizos no corren detrás de la presa para engañarla;
se plantan firmes y se defienden de frente, con espinas de justicia, obra
pública y seguridad ciudadana.
En seis años, se han enfrentado a una tarea titánica:
limpiar instituciones plagadas de corrupción, frenar la violencia que las
zorras dejaron como herencia y levantar una infraestructura que en 30 años solo
existió en spots publicitarios.
No ha sido fácil. Cada paso ha sido atacado por el coro
de zorras que, desde la comodidad de sus guaridas mediáticas, repiten la
palabra “dictadura” como si fuera conjuro mágico para recuperar el poder. Pero
lo cierto es que el cambio es visible: calles más seguras, obras públicas que
existen en el mundo real y no en renders de campaña, inversión extranjera que
vuelve a interesarse en el país y un pueblo que, por primera vez en décadas,
siente que se le está devolviendo algo de lo que le fue robado.
Sin embargo, la lucha no ha terminado. Las zorras no se
han extinguido; simplemente han cambiado de madriguera. Algunas se esconden en
ONGs, otras en organismos internacionales, y varias se disfrazan de “analistas
independientes” para seguir sembrando veneno en la opinión pública. Aun así,
los erizos continúan el trabajo: cerrando huecos, bloqueando rutas de
corrupción y blindando al país contra el regreso de quienes lo llevaron a la
ruina.
CONCLUSIÓN
Treinta años de zorras y seis de erizos no se comparan en
resultados ni en visión. Los primeros heredaron miseria, violencia e impunidad;
los segundos heredan esperanza, seguridad y desarrollo. Las zorras construyeron
un país para pocos; los erizos reconstruyen un país para todos. La diferencia
no es solo de estilo, sino de esencia: mientras las zorras miden su éxito en
dólares escondidos, los erizos lo miden en vidas salvadas, escuelas abiertas y
calles iluminadas.
No es un cambio perfecto ni exento de errores, pero sí es
un cambio real. El desafío es que este proceso no se interrumpa y que el pueblo
—que ya aprendió a identificar a las zorras por su olor— no vuelva a
entregarles las llaves de la nación. Si se cae de nuevo en sus garras, el
retroceso será brutal y lo ganado en seis años podría perderse en meses.
REFLEXIÓN FINAL
En la política, como en la naturaleza, los depredadores
se adaptan para sobrevivir. Las zorras, con su astucia para robar sin ser
atrapadas, seguirán buscando la oportunidad de volver a su festín. Pero ahora
el pueblo conoce su juego y también conoce el valor de un erizo: pequeño ante
el poder global, pero firme ante la amenaza. El reto es mantener las espinas
afiladas, la guardia alta y la memoria viva.
El Salvador no puede permitirse volver a las manos de
quienes lo convirtieron en botín. La reconstrucción apenas empieza, y su éxito
dependerá de que la ciudadanía entienda que la verdadera batalla no es solo
entre erizos y zorras, sino entre un país que se levanta y otro que, por
ambición de unos pocos, podría volver a caer.
SAN SALVADOR, 10 DE AGOSTO DE 2025
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