DEMOCRACIA PARA EL PUEBLO, DICTADURA PARA LA OLIGARQUÍA
POR MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
En El Salvador, la palabra “dictadura” se ha convertido
en un comodín político que la oposición repite como un mantra, con la esperanza
de que la repetición convierta su afirmación en verdad. Sin embargo, antes de
aceptar o rechazar este calificativo, es necesario detenernos y preguntarnos:
¿qué entendemos por dictadura?, ¿para quién ha existido en nuestra historia?,
¿y qué intereses se ocultan detrás de quienes hoy gritan “dictadura” a todo
pulmón?
A lo largo de los siglos, la humanidad ha conocido
regímenes autoritarios de todos los matices: desde los que disfrazaban su
dominio con ropajes de legalidad hasta los que gobernaban a punta de bayoneta
y sangre. Nuestro país no ha sido ajeno a esas experiencias. De hecho, durante
más de dos siglos hemos vivido bajo un mismo patrón: el dominio de una élite
que, bajo la fachada de la democracia, imponía su voluntad a la mayoría.
Hoy, en pleno 2025, el panorama es distinto. Por primera
vez en mucho tiempo, el poder político se ejerce de forma que rompe con el
esquema tradicional de subordinación al puñado de familias que han controlado
el Estado desde la Independencia. Y eso, precisamente, es lo que ha desatado la
furia de la oposición tradicional y de sus socios ideológicos.
BREVE REPASO HISTÓRICO
La historia mundial está llena de ejemplos claros de
dictaduras: Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Franco en España, Pinochet
en Chile, Stroessner en Paraguay, Somoza en Nicaragua, Maximiliano Hernández
Martínez en El Salvador… Aunque distintas en su forma, todas compartieron
rasgos comunes: concentración absoluta del poder, anulación de la participación
popular real, represión y sumisión de las mayorías.
En El Salvador, la oligarquía cafetalera consolidó su
poder político y económico durante el siglo XX, utilizando tanto gobiernos
militares como civiles a su conveniencia. Tras la firma de los Acuerdos de Paz
en 1992, se vendió la idea de que la “democracia” había llegado para quedarse.
Sin embargo, lo que en realidad se instauró fue una democracia vigilada, diseñada
para que nada alterara el control de los mismos grupos económicos de siempre.
DEMOCRACIA Y DICTADURA: CONCEPTOS QUE SE ENTRELAZAN
La democracia no es solo ir a votar cada cinco años. Si
el pueblo no decide realmente el rumbo de su país, lo que tenemos es una
dictadura disfrazada. Así funcionó la llamada “democracia” salvadoreña durante
más de dos siglos: un sistema electoral amañado para legitimar a quienes
gobernaban para beneficio de una minoría.
Históricamente, cuando estos grupos veían peligrar su dominio,
recurrían sin pudor al fraude electoral, a los golpes de Estado o a la
manipulación jurídica. Lo hicieron antes de 1931, lo hicieron después de 1944,
y también en la posguerra, cuando ARENA y luego el FMLN actuaron como
administradores del mismo modelo.
EL CAMBIO DE 2019 Y LA REACCIÓN DE LA ÉLITE
La llegada de Nayib Bukele a la presidencia en 2019
significó, para esas élites, un terremoto político. Por primera vez, el
presidente no recibía órdenes de la oligarquía; al contrario, era él quien
marcaba la agenda y exigía cuentas a los poderosos.
Como bien dijo el
analista Dagoberto Gutiérrez: “Antes, la oligarquía llamaba al presidente para
decirle qué hacer; ahora, es el presidente quien llama a la oligarquía para
decirles qué deben hacer”.
Este cambio provocó una reacción feroz: campañas
mediáticas internacionales, denuncias ante organismos extranjeros, manipulación
de ONG y un discurso repetitivo sobre una supuesta “dictadura” que,
paradójicamente, solo ha servido para evidenciar su pérdida de control sobre el
Estado.
¿DICTADURA O EMPODERAMIENTO POPULAR?
Lo que hoy vivimos no es una dictadura, sino un fenómeno
inédito: un gobierno que, con sus aciertos y errores, ha roto el pacto
histórico que mantenía al pueblo como simple espectador.
Esto explica por qué la oposición tradicional se ha
quedado sin discurso convincente; ya no logra movilizar a las masas con los
viejos argumentos porque la gente ha probado, quizá por primera vez, lo que es
decidir su destino.
En términos políticos, estamos presenciando el ocaso de
la “dictadura de la minoría” y el surgimiento de una democracia que, aunque
imperfecta, responde más a las mayorías que a los salones privados de la
oligarquía.
CONCLUSIÓN
En resumen, la acusación de “dictadura” lanzada contra el
actual gobierno no es más que una proyección de quienes sí ejercieron, durante
décadas, una verdadera dictadura económica, política y cultural. Hoy se
resisten a aceptar que su tiempo pasó y que la ciudadanía no quiere volver a un
modelo que la excluía de las decisiones importantes.
Las elecciones de 2019, 2021 y 2024 son prueba de que el
pueblo salvadoreño ha optado por un camino distinto, con la expectativa de
construir una democracia real, no una caricatura como la que nos vendieron por
más de dos siglos.
REFLEXIÓN FINAL
La pregunta no es si existe dictadura en El Salvador,
sino para quién sería hoy una dictadura. La respuesta es clara: para la élite
que antes decidía todo y que hoy debe acatar la voluntad popular. Para la gran
mayoría, este momento representa una oportunidad histórica de romper las
cadenas de un sistema injusto y avanzar hacia un modelo donde el poder sea un
instrumento de servicio y no de dominio.
El reto es no permitir que las viejas prácticas regresen
camufladas y seguir defendiendo el principio de que la soberanía reside,
efectivamente, en el pueblo.
SAN SALVADOR, 9 DE AGOSTO DE 2025
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