DEL DISCURSO A LA TRAICIÓN: LA FALSA
OPCIÓN POR LOS POBRES DE MAURICIO
FUNES
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
El 15 de marzo de 2009, El Salvador presenció un momento
histórico que, para muchos, parecía marcar el inicio de un cambio profundo.
Mauricio Funes Cartagena, respaldado por el FMLN, se convirtió en presidente
tras una intensa campaña que apeló directamente a las emociones, las esperanzas
y las heridas históricas de un pueblo cansado de gobiernos corruptos y elites
insensibles.
Sus palabras, pronunciadas con la solemnidad y el
dramatismo que el momento requería, pintaban un panorama de justicia y
redención: “opción preferencial por los pobres”, “guiado por el pensamiento de
Monseñor Romero”, “gobernar con la Biblia en la mano” y “no temblarle la mano
para perseguir a los corruptos y al crimen organizado”.
Para un país marcado por décadas de desigualdad,
violencia y promesas incumplidas, ese discurso fue recibido como un bálsamo.
Los símbolos invocados —la figura de Monseñor Romero y la Biblia— no eran meros
adornos retóricos, sino referentes profundamente arraigados en la conciencia
colectiva salvadoreña.
Muchos creyeron estar ante un líder dispuesto a romper
con la inercia histórica y a encarnar, por fin, los valores de justicia social
y honestidad que tanto se anhelaban. La ilusión colectiva no solo se basó en
sus palabras, sino en la necesidad urgente de creer que, esta vez, sería
diferente.
Pero la política, sobre todo en manos de quienes hacen
del discurso una herramienta de seducción, suele demostrar que no basta la
elocuencia para cambiar un país.
Como reza el refrán popular, “entre el dicho y el hecho hay un gran trecho”. Y ese trecho, en el caso de Funes, pronto se llenó de contradicciones, escándalos y decepciones que terminaron por demostrar que no todo lo que se anuncia con voz firme y mirada solemne está respaldado por un compromiso real.
CUERPO CRÍTICO
Lo que en 2009 parecía un compromiso ético
inquebrantable, pronto se convirtió en un catálogo de contradicciones. El
“gobernar con la Biblia en la mano” se diluyó en decisiones políticas y
alianzas que contradijeron abiertamente el mensaje de justicia social y
coherencia moral que encarnaba Monseñor Romero.
La “opción
preferencial por los pobres” terminó en políticas asistencialistas que no
transformaron estructuralmente la realidad, mientras que las élites y los
círculos cercanos al poder continuaban enriqueciéndose. El combate a la
corrupción fue un eslogan vacío: no solo no se erradicó, sino que el propio
mandatario terminó siendo señalado y procesado por enriquecimiento ilícito y
desvío millonario de fondos.
Lo que la experiencia nos enseñó —a veces con dolor— es
que las palabras pueden ser herramientas de manipulación masiva.
Los pueblos que
confían ciegamente en discursos sin exigir acciones concretas terminan
atrapados en un ciclo de decepción y engaño. Funes es el ejemplo palpable de
que no basta proclamarse heredero de un legado moral; hay que honrarlo con
actos tangibles y con coherencia de vida. La cita bíblica “por sus frutos los
conoceréis” cobra aquí una fuerza implacable: los frutos de aquel gobierno
fueron corrupción, impunidad y traición a la esperanza popular.
CONCLUSIÓN
El caso de Mauricio Funes nos recuerda que la política no
se mide por el carisma ni por el uso de símbolos sagrados, sino por resultados
concretos y por la integridad personal del gobernante. Las promesas huecas no
alimentan al hambriento, no educan al niño y no curan al enfermo. La verdadera
justicia social no se declama, se construye día a día con decisiones valientes,
transparentes y orientadas al bien común.
REFLEXIÓN FINAL
Hoy, más que nunca, El Salvador necesita menos discursos
y más hechos; menos manipulación y más compromiso real; menos uso político de
los símbolos de fe y más coherencia entre lo que se predica y lo que se
practica. El pueblo ya aprendió —y a un costo muy alto— que no se puede
depositar la esperanza en palabras bonitas, sino en obras que hablen por sí
mismas. Porque la historia ya nos lo enseñó: no hay peor traición que disfrazar
de luz lo que, en el fondo, era la misma oscuridad de siempre.
SAN SALVADOR, 9 DE AGOSTO DE 2025
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