EL CHINO FLORES Y LA HERENCIA DE LA IZQUIERDA DECADENTE.
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En la
política salvadoreña, abundan personajes que creen que la elocuencia de sus
palabras y la mención de grandes pensadores es suficiente para proyectar
autoridad, inteligencia y liderazgo. Entre estos, Manuel “El Chino” Flores se
ha esforzado por presentarse como un hombre de vasta trayectoria, de supuesta
ética intachable y de una humildad casi mística. No pierde ocasión para
recordar que ha sido catedrático universitario, especialista en comercio, y que
sus más de cuarenta años de experiencia lo convierten —según él— en un líder
sólido. Afirma que su partido tiene “conciencia”, que su liderazgo descansa en
principios, y que su formación académica y política le permite citar a Marx,
Engels, Nietzsche, Mao, Heráclito y Demócrito como si esto fuera prueba
irrefutable de sabiduría.
Sin
embargo, entre el decir y el hacer existe un abismo que no se llena con
diplomas, ni con discursos grandilocuentes, ni con citas de filósofos. La
verdadera medida de un político no está en la cantidad de nombres que puede
recitar de memoria, sino en la coherencia entre sus palabras y sus actos, en la
capacidad de transformar las ideas en hechos que sirvan al pueblo. En ese
sentido, las declaraciones del Chino Flores más que revelar sabiduría, exponen
una vieja estrategia: adornar la carreta para que no se note que va vacía.
Como
decía mi padre en aquella anécdota que jamás olvido: la carreta vacía es la que
más ruido hace. El Chino Flores parece ser un ejemplo vivo de esa metáfora.
LA
ARROGANCIA DE LAS CREDENCIALES
Cuando
alguien insiste demasiado en enumerar sus títulos, cargos y años de
experiencia, más que demostrar grandeza, suele dejar ver inseguridad. El Chino
Flores cree que su pasado como catedrático y su autoproclamada especialización
en comercio le otorgan automáticamente la autoridad moral y política para
dirigir a un país. Sin embargo, ¿de qué sirve haber impartido clases si las
lecciones no se aplican en la vida pública? ¿De qué valen las décadas de
experiencia si esas décadas fueron invertidas en un sistema que dejó al país en
ruinas, hundido en la corrupción, la pobreza y la desigualdad?
El
error de Flores es confundir currículum con credibilidad. La credibilidad no se
imprime en un título universitario ni se compra con años de militancia
política. Se gana en la arena de los hechos, en el sacrificio personal por el
bienestar colectivo, en la coherencia entre el discurso y la realidad.
EL
ESPEJISMO DE LA ERUDICIÓN
Es
fácil impresionar a los incautos citando nombres como Marx, Engels, Nietzsche,
Mao, Heráclito o Demócrito. Sin embargo, hacerlo sin un análisis profundo y sin
una praxis que respalde tales referencias es como colgar cuadros caros en una
casa derrumbada: pura apariencia. Flores utiliza esos nombres como amuletos
intelectuales, como si con pronunciarlos pudiera envolver su figura en un aura
de sabiduría revolucionaria y visión política.
Pero
la erudición no se mide por la capacidad de recitar citas célebres, sino por la
habilidad de interpretar la realidad y proponer soluciones concretas que
respondan a las necesidades del pueblo. Lo irónico es que, mientras cita a
filósofos que cuestionaban el poder, la injusticia y la opresión, él mismo
forma parte de una estructura partidaria que en su momento avaló políticas
contrarias al bienestar popular.
LA
ÉTICA Y LA HUMILDAD: ¿REALIDAD O SLOGAN?
Decir
que la base de su liderazgo es la ética y la humildad suena bien, pero no basta
con decirlo: hay que demostrarlo. Y en política, la ética se mide en
decisiones, no en discursos; la humildad se percibe en el servicio, no en la
autopromoción. Cuando alguien tiene que recordarnos constantemente que es
humilde, probablemente ya dejó de serlo.
Flores
afirma que su partido tiene conciencia. Pero, ¿qué conciencia es esa? ¿La
conciencia que permitió que el país fuera saqueado bajo gobiernos corruptos?
¿La conciencia que calló ante la violencia y la impunidad? ¿La conciencia que
miró hacia otro lado mientras las estructuras partidarias pactaban con el
crimen organizado? Si esa es la conciencia que presume, entonces no es un
valor, es una carga.
LA
CARRETA VACÍA
La
metáfora de la carreta vacía describe perfectamente la actitud de aquellos que
hacen mucho ruido, pero cargan poco o nada de sustancia. Cuanto más hueca está
la carreta, más fuerte suena. Y eso es precisamente lo que sucede con el
discurso del Chino Flores: mucho ruido, poca carga. Detrás de la retórica
adornada y la enumeración de logros personales, no hay un plan concreto, no hay
un proyecto serio que responda a las verdaderas necesidades del pueblo
salvadoreño.
En el
fondo, sus palabras son como ecos en una plaza vacía: resuenan fuerte, pero no
llenan, no construyen, no alimentan. Y cuando la política se convierte en un
ejercicio de vanidad intelectual y no en un servicio al pueblo, esa carreta
seguirá haciendo ruido… pero nunca llegará a destino.
CONCLUSIÓN
Las
declaraciones del Chino Flores revelan más de lo que intentan ocultar. Bajo la
apariencia de un líder culto, experimentado y ético, se esconde un político que
confunde erudición con acción, que cree que la autoridad se gana con currículum
y no con hechos, y que utiliza la retórica como escudo para disimular la
ausencia de un proyecto sólido.
Como
bien decía mi padre: la carreta vacía es la que más ruido hace. Y en este caso,
ese ruido no es más que la repetición de viejos discursos que el pueblo
salvadoreño ya aprendió a reconocer y rechazar.
REFLEXIÓN
FINAL
La
política necesita menos carretas vacías y más manos que trabajen. Menos
discursos adornados y más acciones concretas. Menos nombres de filósofos usados
como adorno y más filosofía puesta en práctica para mejorar la vida de la
gente. Los salvadoreños ya no se dejan impresionar por palabras huecas ni por
currículos inflados: quieren resultados, coherencia y compromiso real.
El
Chino Flores podrá seguir citando a Marx, Engels o Nietzsche, pero si no
entiende que el verdadero liderazgo se gana sirviendo, su carreta seguirá
vacía… y el pueblo seguirá caminando sin él.
SAN SALVADOR, 3 DE AGOSTO DE 2025
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