martes, 12 de agosto de 2025

 

EL CHINO FLORES “EL BURRO HABLANDO DE OREJAS”

POR: MSc. JOSE ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

En el ajedrez político salvadoreño, algunos personajes parecen haber perdido toda noción de coherencia y decoro, recurriendo a discursos que rayan en lo ridículo. Ayer, Manuel “el Chino” Flores acusó al presidente de los Estados Unidos de “injerencista” por mantener buenas relaciones con el presidente de nuestro país. La afirmación, más que un argumento político sólido, es una muestra de amnesia selectiva y descaro ideológico. Porque la pregunta inevitable es: ¿con qué cara habla de “injerencia” quien ha sido parte —y hasta protagonista— de las más descaradas solicitudes de intervención extranjera contra El Salvador?

No hay que tener una memoria prodigiosa para recordar a ciertos dirigentes políticos y sus aliados ideológicos peregrinando por organismos internacionales como la ONU, la OEA, Amnistía Internacional o Human Rights Watch, no para defender causas justas, sino para pedir sanciones, presiones y hasta bloqueos contra el país. Incluso, han acudido con entusiasmo a gobiernos como el de Nicolás Maduro y, sin el menor pudor, han volado a Washington para entrevistarse con congresistas demócratas para que “metan mano” en asuntos internos salvadoreños. Eso, señores, es la definición pura de injerencia.

Lo que Flores llama “defensa de la soberanía” no es más que un acto de hipocresía política. Y en el refranero popular, cuando alguien acusa a otro de lo mismo que él practica, hay una frase que encaja como anillo al dedo: “El burro hablando de orejas”.

DOBLE MORAL Y MEMORIA SELECTIVA

Este episodio es apenas la punta del iceberg de una larga tradición política en la que ciertos líderes y partidos han hecho de la doble moral un método de trabajo. Por años, ARENA y el FMLN —aliados coyunturales cuando les conviene— han buscado en la injerencia internacional el oxígeno que no pueden obtener de las urnas. Cuando el respaldo popular les es esquivo, recurren a organismos externos para intentar torcer el rumbo político del país.

Paradójicamente, esos mismos actores que aplauden cuando la comunidad internacional los respalda en sus maniobras, se rasgan las vestiduras y gritan “¡injerencia!” cuando el apoyo externo favorece a un gobierno con amplia legitimidad popular. Es el manual del político mediocre: indignarse selectivamente según quién reciba el beneficio.

Lo más preocupante no es la contradicción —ya acostumbrada en la política criolla—, sino la desfachatez con la que se pretende manipular a la opinión pública. Se pretende vender como “patriotismo” lo que no es más que oportunismo descarado. Esta práctica erosiona la credibilidad del discurso político y despoja de valor a las verdaderas causas soberanas.

EL REFRÁN HECHO POLÍTICA

El dicho “el burro hablando de orejas” no solo es un golpe de ironía; es un retrato fiel de lo que vivimos. Quien acusa de injerencismo mientras practica la injerencia es un farsante que cree que el pueblo tiene memoria corta.

La ciudadanía, sin embargo, ha aprendido a identificar el doble discurso, y sabe que la verdadera soberanía se defiende con hechos, no con discursos vacíos.

La incoherencia de personajes como el Chino Flores deja en evidencia que su interés no es proteger a El Salvador, sino debilitar al gobierno que el pueblo eligió, aunque eso implique aliarse con quienes históricamente han impuesto condiciones humillantes a nuestro país. Su “patriotismo” no pasa de ser una etiqueta hueca, lista para usarse como arma política en momentos de desesperación.

CONCLUSIÓN

Lo ocurrido ayer con las declaraciones del Chino Flores no es un hecho aislado: es parte de una estrategia política que vive de la contradicción, la amnesia y el cinismo. Critican la “injerencia” cuando les conviene, pero la practican con entusiasmo cuando les sirve de herramienta para debilitar al adversario. El problema es que esa hipocresía ya no engaña a nadie.

El pueblo salvadoreño tiene la madurez suficiente para distinguir entre un gobierno que busca relaciones internacionales por beneficio del país y políticos que mendigan injerencia para beneficio propio. La coherencia política es un valor en extinción entre los opositores más radicales, y la ciudadanía ya no compra discursos envueltos en banderas falsas.

REFLEXIÓN FINAL

La defensa de la soberanía no puede ser un acto selectivo ni un recurso de ocasión. No se puede, con un mínimo de dignidad, acusar de injerencia a un país aliado y, en la misma respiración, aplaudir o solicitar la intervención de organismos y gobiernos extranjeros para que dicten cómo debemos gobernarnos. Ese doble rasero es precisamente lo que ha llevado a muchos políticos al descrédito total.

En la política, como en la vida, la coherencia es la base de la credibilidad. Si de verdad se quiere defender a El Salvador, se hace sin importar quién esté en el poder, y sin acudir a padrinos extranjeros para que hagan el trabajo sucio. Lo demás es, simplemente, el “BURRO HABLANDO DE OREJAS”.

 

 

SAN SALVADOR, 12 DE AGOSTO DE 2025

 

 

 

 

 

 

 

 

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