ENSAYO: "DE LAS GALAXIAS A NUESTRAS
CÉLULAS: "EL VIAJE QUE OLVIDÓ AL SER HUMANO"
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Vivimos en la era de la sobreinformación. En nuestros
discos duros, servidores y nubes digitales almacenamos cantidades tan descomunales
de datos que, si una sola generación de seres humanos intentara leerlos,
necesitaría millones de años para concluir la tarea. Es información que va
desde los códigos más íntimos de nuestra biología —como las secuencias del ADN—
hasta los mapas detallados de las más de cien mil millones de galaxias que
pueblan el universo conocido. Nunca antes habíamos tenido tanto acceso al
conocimiento acumulado por la humanidad; nunca antes habíamos podido observar
con tanta claridad el tejido microscópico y macroscópico de la realidad.
Sin embargo, en medio de esta orgía de datos, gráficos,
simulaciones y algoritmos, seguimos arrastrando una ignorancia primitiva sobre
lo más básico: nosotros mismos. Podemos calcular la edad de la luz que viaja
desde una estrella lejana, pero seguimos sin responder con certeza a preguntas
fundamentales:
· ¿Quiénes
somos?
· ¿De dónde
venimos?
· ¿Qué debemos
aspirar a ser?
· ¿Cómo
debemos tratarnos entre humanos?
· ¿Qué es una
buena vida?
· ¿Cómo
deberíamos vivirla?
¿Por qué nos negamos a tratarnos como lo que somos: seres
humanos?
Esta contradicción entre el conocimiento externo y el
vacío interno es el gran drama de nuestra época. No es una carencia de
información; es una carencia de sabiduría. Como señalaba el filósofo Edgar
Morin, “sabemos cada vez más sobre el universo, pero cada vez menos sobre el
hombre” (Morin, 1999).
I. EL ESPEJISMO DEL CONOCIMIENTO ABSOLUTO
El ser humano contemporáneo ha confundido el acceso a
datos con la comprensión del mundo. Nos creemos ilustrados porque llevamos en
el bolsillo un dispositivo que puede responder casi cualquier pregunta factual
en segundos. Pero la disponibilidad de información no es sinónimo de madurez
intelectual ni ética.
La acumulación de datos se ha convertido en un fin en sí
mismo. La ciencia, con su método riguroso, ha desentrañado misterios físicos y
químicos, pero su avance técnico no ha ido de la mano con un progreso moral
proporcional. La misma capacidad que nos permite descifrar el genoma humano
(Watson & Crick, 1953) la empleamos para fabricar armas de destrucción
masiva o para manipular genéticamente sin criterios claros sobre sus
implicaciones éticas.
Esta es la paradoja que advertía Stephen Hawking (2018):
el desarrollo de la inteligencia artificial y la biotecnología puede llevarnos
a grandes avances o a nuestra autodestrucción, dependiendo de si nuestras
decisiones están guiadas por la ética o por la codicia. La información sin
dirección moral puede ser tan destructiva como la ignorancia.
II. EL ANALFABETISMO INTERIOR
En un mundo hiperconectado, dominado por redes sociales,
inteligencia artificial y comunicación instantánea, paradójicamente estamos cada
vez más desconectados de lo esencial: nuestro ser. Como señala Byung-Chul Han
(2012), el exceso de estímulos y datos nos sumerge en una “sociedad del
cansancio”, donde la reflexión profunda es sustituida por reacciones rápidas y
superficiales.
La educación, en muchos casos, se ha limitado a entrenar
mentes para el mercado laboral y no para la comprensión de la vida. El
analfabetismo que más daño nos hace no es el de no saber leer un libro, sino el
de no saber leer nuestras emociones, nuestras motivaciones y nuestras
relaciones humanas.
Podemos enviar sondas a Marte, pero seguimos sin resolver
cómo convivir pacíficamente entre pueblos y culturas. Esa es la advertencia que
hacía Carl Sagan (1994): nuestro avance tecnológico es asombroso, pero nuestra
madurez emocional sigue siendo la de una especie tribal.
III. LAS PREGUNTAS QUE EVITAMOS
Las interrogantes más incómodas —¿qué es una buena vida?,
¿cómo debemos vivirla?, ¿qué es lo que realmente importa?— son las que
deberían ocupar el centro de nuestras reflexiones colectivas. Sin embargo,
hemos relegado estas cuestiones a un segundo plano, como si fueran asuntos
marginales, irrelevantes o demasiado filosóficos para un mundo “práctico”.
La tradición filosófica, desde Sócrates hasta Martha
Nussbaum, insiste en que el verdadero progreso humano se mide por nuestra
capacidad de responder a estas preguntas, no por la magnitud de nuestros
avances técnicos. La UNESCO (2015) también ha subrayado que el conocimiento sin
valores humanos universales conduce a una sociedad frágil y conflictiva.
IV. EL RETO: UNIR INFORMACIÓN Y HUMANIDAD
La humanidad necesita aprender a poner la ciencia al
servicio de la ética y no al revés. El conocimiento de nuestras moléculas y de
las galaxias debe ser una herramienta para comprendernos mejor y no un trofeo
de vanidad intelectual.
Necesitamos un cambio de paradigma: dejar de preguntarnos
únicamente qué podemos hacer y comenzar a preguntarnos si lo que podemos hacer
debemos hacerlo. El progreso real no será medir el universo con mayor precisión,
sino lograr que ningún ser humano pase hambre, sufra discriminación o sea tratado
como un objeto descartable.
Como decía Albert Einstein: "La perfección de los
medios y la confusión de los fines parecen caracterizar nuestra era". El
reto no es tener más datos, sino tener más conciencia.
CONCLUSIONES
El ser humano de hoy es una paradoja viviente: posee el
mayor arsenal de conocimiento de toda la historia, pero sigue sin entenderse a sí mismo. La
acumulación de datos no ha resuelto la pobreza, la violencia ni la desigualdad;
en muchos casos, las ha intensificado al servicio de intereses egoístas.
Mientras sigamos confundiendo información con sabiduría,
viviremos atrapados en un espejismo. La verdadera revolución pendiente no es
tecnológica, sino humana: aprender a tratarnos como seres humanos y no como
medios para un fin.
REFLEXIÓN FINAL
Podemos
mapear el cosmos, pero seguimos sin mapear nuestro propio corazón. La pregunta esencial no es cuánto sabemos del universo,
sino cuánto de ese saber nos ayuda a vivir mejor, a convivir mejor y a ser
mejores.
Si no respondemos a tiempo a las preguntas de quiénes
somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, corremos el riesgo de ser la civilización que lo supo todo…
excepto cómo salvarse a sí misma. Y entonces, todo el conocimiento
acumulado, por más infinito que parezca, no valdrá nada.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Byung-Chul
Han (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.
2.
Einstein, A. (1954). Ideas and Opinions. New York:
Crown Publishers.
3.
Hawking, S. (2018). Brief Answers to the Big
Questions. London: Bantam Press.
4.
Morin, E.
(1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. París:
UNESCO.
5.
Nussbaum, M.
(2011). Crear capacidades: Propuesta para el desarrollo humano. Barcelona:
Paidós.
6.
Sagan, C. (1994). Pale Blue Dot: A Vision of the
Human Future in Space. New York: Random House.
7.
UNESCO (2015). Rethinking Education: Towards a
global common good? París: UNESCO.
8.
Watson, J. & Crick, F. (1953). A Structure for
Deoxyribose Nucleic Acid. Nature, 171,
737–738.
SAN SALVADOR, 11 DE AGOSTO DE 2025
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