martes, 12 de agosto de 2025

 

ENSAYO: "DE LAS GALAXIAS A NUESTRAS CÉLULAS: "EL VIAJE QUE OLVIDÓ AL SER HUMANO"

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Vivimos en la era de la sobreinformación. En nuestros discos duros, servidores y nubes digitales almacenamos cantidades tan descomunales de datos que, si una sola generación de seres humanos intentara leerlos, necesitaría millones de años para concluir la tarea. Es información que va desde los códigos más íntimos de nuestra biología —como las secuencias del ADN— hasta los mapas detallados de las más de cien mil millones de galaxias que pueblan el universo conocido. Nunca antes habíamos tenido tanto acceso al conocimiento acumulado por la humanidad; nunca antes habíamos podido observar con tanta claridad el tejido microscópico y macroscópico de la realidad.

Sin embargo, en medio de esta orgía de datos, gráficos, simulaciones y algoritmos, seguimos arrastrando una ignorancia primitiva sobre lo más básico: nosotros mismos. Podemos calcular la edad de la luz que viaja desde una estrella lejana, pero seguimos sin responder con certeza a preguntas fundamentales:

· ¿Quiénes somos?

·   ¿De dónde venimos?

· ¿Qué debemos aspirar a ser?

· ¿Cómo debemos tratarnos entre humanos?

· ¿Qué es una buena vida?

· ¿Cómo deberíamos vivirla?

¿Por qué nos negamos a tratarnos como lo que somos: seres humanos?

Esta contradicción entre el conocimiento externo y el vacío interno es el gran drama de nuestra época. No es una carencia de información; es una carencia de sabiduría. Como señalaba el filósofo Edgar Morin, “sabemos cada vez más sobre el universo, pero cada vez menos sobre el hombre” (Morin, 1999).

I. EL ESPEJISMO DEL CONOCIMIENTO ABSOLUTO

El ser humano contemporáneo ha confundido el acceso a datos con la comprensión del mundo. Nos creemos ilustrados porque llevamos en el bolsillo un dispositivo que puede responder casi cualquier pregunta factual en segundos. Pero la disponibilidad de información no es sinónimo de madurez intelectual ni ética.

La acumulación de datos se ha convertido en un fin en sí mismo. La ciencia, con su método riguroso, ha desentrañado misterios físicos y químicos, pero su avance técnico no ha ido de la mano con un progreso moral proporcional. La misma capacidad que nos permite descifrar el genoma humano (Watson & Crick, 1953) la empleamos para fabricar armas de destrucción masiva o para manipular genéticamente sin criterios claros sobre sus implicaciones éticas.

Esta es la paradoja que advertía Stephen Hawking (2018): el desarrollo de la inteligencia artificial y la biotecnología puede llevarnos a grandes avances o a nuestra autodestrucción, dependiendo de si nuestras decisiones están guiadas por la ética o por la codicia. La información sin dirección moral puede ser tan destructiva como la ignorancia.

II. EL ANALFABETISMO INTERIOR

En un mundo hiperconectado, dominado por redes sociales, inteligencia artificial y comunicación instantánea, paradójicamente estamos cada vez más desconectados de lo esencial: nuestro ser. Como señala Byung-Chul Han (2012), el exceso de estímulos y datos nos sumerge en una “sociedad del cansancio”, donde la reflexión profunda es sustituida por reacciones rápidas y superficiales.

La educación, en muchos casos, se ha limitado a entrenar mentes para el mercado laboral y no para la comprensión de la vida. El analfabetismo que más daño nos hace no es el de no saber leer un libro, sino el de no saber leer nuestras emociones, nuestras motivaciones y nuestras relaciones humanas.

Podemos enviar sondas a Marte, pero seguimos sin resolver cómo convivir pacíficamente entre pueblos y culturas. Esa es la advertencia que hacía Carl Sagan (1994): nuestro avance tecnológico es asombroso, pero nuestra madurez emocional sigue siendo la de una especie tribal.

III. LAS PREGUNTAS QUE EVITAMOS

Las interrogantes más incómodas —¿qué es una buena vida?, ¿cómo debemos vivirla?, ¿qué es lo que realmente importa?— son las que deberían ocupar el centro de nuestras reflexiones colectivas. Sin embargo, hemos relegado estas cuestiones a un segundo plano, como si fueran asuntos marginales, irrelevantes o demasiado filosóficos para un mundo “práctico”.

La tradición filosófica, desde Sócrates hasta Martha Nussbaum, insiste en que el verdadero progreso humano se mide por nuestra capacidad de responder a estas preguntas, no por la magnitud de nuestros avances técnicos. La UNESCO (2015) también ha subrayado que el conocimiento sin valores humanos universales conduce a una sociedad frágil y conflictiva.

IV. EL RETO: UNIR INFORMACIÓN Y HUMANIDAD

La humanidad necesita aprender a poner la ciencia al servicio de la ética y no al revés. El conocimiento de nuestras moléculas y de las galaxias debe ser una herramienta para comprendernos mejor y no un trofeo de vanidad intelectual.

Necesitamos un cambio de paradigma: dejar de preguntarnos únicamente qué podemos hacer y comenzar a preguntarnos si lo que podemos hacer debemos hacerlo. El progreso real no será medir el universo con mayor precisión, sino lograr que ningún ser humano pase hambre, sufra discriminación o sea tratado como un objeto descartable.

Como decía Albert Einstein: "La perfección de los medios y la confusión de los fines parecen caracterizar nuestra era". El reto no es tener más datos, sino tener más conciencia.

CONCLUSIONES

El ser humano de hoy es una paradoja viviente: posee el mayor arsenal de conocimiento de toda la historia, pero sigue sin entenderse a sí mismo. La acumulación de datos no ha resuelto la pobreza, la violencia ni la desigualdad; en muchos casos, las ha intensificado al servicio de intereses egoístas.

Mientras sigamos confundiendo información con sabiduría, viviremos atrapados en un espejismo. La verdadera revolución pendiente no es tecnológica, sino humana: aprender a tratarnos como seres humanos y no como medios para un fin.

REFLEXIÓN FINAL

Podemos mapear el cosmos, pero seguimos sin mapear nuestro propio corazón. La pregunta esencial no es cuánto sabemos del universo, sino cuánto de ese saber nos ayuda a vivir mejor, a convivir mejor y a ser mejores.

Si no respondemos a tiempo a las preguntas de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, corremos el riesgo de ser la civilización que lo supo todo… excepto cómo salvarse a sí misma. Y entonces, todo el conocimiento acumulado, por más infinito que parezca, no valdrá nada.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.              Byung-Chul Han (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.

2.       Einstein, A. (1954). Ideas and Opinions. New York: Crown Publishers.

3.       Hawking, S. (2018). Brief Answers to the Big Questions. London: Bantam Press.

4.       Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. París: UNESCO.

5.       Nussbaum, M. (2011). Crear capacidades: Propuesta para el desarrollo humano. Barcelona: Paidós.

6.       Sagan, C. (1994). Pale Blue Dot: A Vision of the Human Future in Space. New York: Random House.

7.       UNESCO (2015). Rethinking Education: Towards a global common good? París: UNESCO.

8.       Watson, J. & Crick, F. (1953). A Structure for Deoxyribose Nucleic Acid. Nature, 171, 737–738.

 

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 11 DE AGOSTO DE 2025

 

 

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