DE LA OPOSICIÓN HISTÓRICA A LA OPOSICIÓN HISTÉRICA
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En el desarrollo político de cualquier nación, la
oposición juega un papel fundamental: es el contrapeso del poder, la voz que
cuestiona, que vigila, que propone rutas alternativas y que, en teoría, actúa
como guardian de la democracia.
En El Salvador, durante años existió lo que se podría
llamar una oposición histórica: partidos y figuras con capacidad de
movilización, discurso articulado y, aunque con evidentes defectos, cierto peso
en el debate público. No eran santos, pero sabían jugar el ajedrez político con
astucia, con tiempos, con cálculo.
Hoy, esa oposición de antaño es apenas un recuerdo. Lo
que queda en su lugar es algo que difícilmente puede llamarse oposición: es una
amalgama de intereses, resentimientos y frustraciones, unida únicamente por su
odio hacia el gobierno actual y por la desesperación de no poder recuperar los
privilegios perdidos. Han pasado de la estrategia a la rabieta, de la política
al berrinche, de la oposición histórica a la oposición histérica.
Esta nueva
oposición no discute, grita. No debate,
insulta. No propone, destruye. Vive en un estado de sobresalto permanente,
reaccionando con furia ante cualquier movimiento del Ejecutivo, por mínimo que
sea.
No hay serenidad,
no hay reflexión, no hay trabajo de base: solo hay ataques y campañas de miedo
que repiten como loros ante cualquier cámara o micrófono que les den. El
resultado es un espectáculo grotesco que insulta la inteligencia del pueblo y
degrada la política nacional.
CUERPO DEL ANÁLISIS
1. DE LA TÁCTICA POLÍTICA A LA PATALETA PERMANENTE
En la época de la oposición histórica, por más que se les
criticara, había cierta noción de estrategia. Sabían cuándo negociar, cuándo
confrontar, cuándo callar y cuándo esperar. Entendían que la política no es
solo fuerza bruta, sino también paciencia y cálculo.
La oposición histérica, en cambio, ha perdido todo
sentido de oportunidad. Reacciona compulsivamente a cada anuncio, a cada
publicación en redes sociales, a cada decisión del gobierno, sin importar su
contenido. Si el Ejecutivo inaugura una escuela, la critican porque “no es
suficiente”; si inaugura un hospital, dicen que es propaganda; si construye
infraestructura, afirman que es “dinero mal gastado”. Su respuesta automática
es siempre la misma: oponerse por
oponerse.
2. EL MIEDO COMO ÚNICO COMBUSTIBLE
Incapaces de inspirar confianza, han optado por el miedo
como su única bandera. Fabrican narrativas de dictadura, repiten que las
libertades están en peligro, inventan persecuciones inexistentes.
Han convertido el
pánico en su campaña permanente. Lo curioso es que quienes hoy claman por
democracia y transparencia son los mismos que guardaron silencio —o fueron
cómplices— cuando el país vivía bajo la sombra de la corrupción
institucionalizada, las pandillas campaban a sus anchas y el sistema judicial
estaba al servicio de intereses privados.
La oposición histérica no tiene propuestas serias para la
economía, la seguridad o la educación. Su plataforma se resume en una frase: “hay que quitar a
Bukele”. Pero no explican cómo ni
para qué, ni mucho menos qué harán para mejorar la vida de los salvadoreños.
3. EL DESPRECIO POR LA VOLUNTAD POPULAR
Uno de los rasgos más reveladores de la oposición
histérica es su profundo desprecio por la voluntad popular. Les cuesta aceptar
que fueron derrotados de manera aplastante en las urnas, y que esa derrota no
fue producto de fraude, sino de su propio historial de abusos y promesas
incumplidas. En lugar de reflexionar sobre sus errores, culpan a la supuesta
ignorancia del pueblo, a la “manipulación mediática” o a conspiraciones
imaginarias.
La oposición histórica, por lo menos, guardaba las formas
y trataba de reconectar con las bases. La histérica, en cambio, prefiere
insultar al electorado, llamándolo “fanático” o “ciego” por no votarles. Con
esa actitud, lo único que logran es aislarse más de la realidad y afianzar el
rechazo que ya generan.
4. MENTIRA, MANIPULACIÓN Y DESESPERACIÓN MEDIÁTICA
La actual oposición ha hecho de la mentira un método
político. Utiliza titulares engañosos, ediciones malintencionadas de videos,
encuestas manipuladas y rumores como armas de guerra. Sus voceros y aliados en
medios de comunicación amplifican cualquier cosa que parezca perjudicar al
gobierno, sin verificar datos ni contrastar fuentes.
El periodismo servil y militante es hoy uno de los
principales instrumentos de esta oposición histérica. Columnistas y
presentadores repiten guiones idénticos en diferentes programas, usando el
mismo vocabulario y las mismas acusaciones, como si fueran parte de un libreto
impuesto desde arriba. No se trata de fiscalización seria, sino de propaganda
disfrazada de periodismo.
5. SERVILISMO A INTERESES EXTERNOS
La oposición histérica no actúa sola: tiene padrinos y
patrocinadores, tanto locales como extranjeros. Muchos de sus discursos y
posturas parecen calcados de informes o comunicados emitidos por organismos
internacionales, ONGs financiadas desde el exterior y potencias con claros
intereses geopolíticos en la región.
Estos grupos no defienden a El Salvador; defienden la
restauración de un modelo que les era conveniente, aunque hundía al país en la
violencia, la pobreza y la corrupción. Por eso, la oposición histérica no duda
en pedir sanciones, recortes de ayuda o campañas internacionales contra el
gobierno, aunque eso perjudique directamente a la población salvadoreña.
CONCLUSIÓN
La oposición histórica, con todos sus defectos, por lo
menos comprendía el arte de la política y mantenía un mínimo de decoro. La
oposición histérica, en cambio, es una caricatura de sí misma: gritona,
reactiva, desordenada y carente de visión. Ha renunciado a su papel de
contrapeso responsable para convertirse en un obstáculo inútil, incapaz de
construir nada y obsesionado únicamente con destruir.
Su problema no es que critique —eso es legítimo—, sino
que no sepa cómo hacerlo con seriedad y sustancia. Atacar por atacar, mentir
para generar miedo y despreciar la voluntad popular no son estrategias
políticas: son síntomas de desesperación. Y la desesperación, en política, es
sinónimo de derrota anunciada.
REFLEXIÓN FINAL
El paso de la oposición histórica a la oposición
histérica es un espejo en el que se refleja la decadencia de toda una clase
política que, incapaz de renovarse, ha optado por el camino más fácil: el del
berrinche permanente. En lugar de aceptar que el país cambió y que la gente
exige resultados concretos, siguen atrapados en una burbuja donde creen que
repitiendo la palabra “dictadura” mil veces lograrán recuperar el poder.
Pero el pueblo salvadoreño ya despertó. Y una vez que un
pueblo abre los ojos, no hay campaña de miedo que lo haga retroceder.
La historia será implacable con estos actores políticos:
quedarán registrados no como líderes de oposición, sino como un triste capítulo
de gritos vacíos y promesas rotas. El pueblo recordará que, mientras se
construían escuelas, hospitales y carreteras, ellos se dedicaban a conspirar y
a insultar. Y esa memoria será su condena.
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SAN SALVADOR, 2 DE AGOSTO DE 2025
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