sábado, 2 de agosto de 2025

 

DE LA OPOSICIÓN HISTÓRICA A LA OPOSICIÓN HISTÉRICA

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

En el desarrollo político de cualquier nación, la oposición juega un papel fundamental: es el contrapeso del poder, la voz que cuestiona, que vigila, que propone rutas alternativas y que, en teoría, actúa como guardian de la democracia.

En El Salvador, durante años existió lo que se podría llamar una oposición histórica: partidos y figuras con capacidad de movilización, discurso articulado y, aunque con evidentes defectos, cierto peso en el debate público. No eran santos, pero sabían jugar el ajedrez político con astucia, con tiempos, con cálculo.

Hoy, esa oposición de antaño es apenas un recuerdo. Lo que queda en su lugar es algo que difícilmente puede llamarse oposición: es una amalgama de intereses, resentimientos y frustraciones, unida únicamente por su odio hacia el gobierno actual y por la desesperación de no poder recuperar los privilegios perdidos. Han pasado de la estrategia a la rabieta, de la política al berrinche, de la oposición histórica a la oposición histérica.

Esta nueva oposición no discute, grita. No debate, insulta. No propone, destruye. Vive en un estado de sobresalto permanente, reaccionando con furia ante cualquier movimiento del Ejecutivo, por mínimo que sea.

 No hay serenidad, no hay reflexión, no hay trabajo de base: solo hay ataques y campañas de miedo que repiten como loros ante cualquier cámara o micrófono que les den. El resultado es un espectáculo grotesco que insulta la inteligencia del pueblo y degrada la política nacional.

CUERPO DEL ANÁLISIS

1. DE LA TÁCTICA POLÍTICA A LA PATALETA PERMANENTE

En la época de la oposición histórica, por más que se les criticara, había cierta noción de estrategia. Sabían cuándo negociar, cuándo confrontar, cuándo callar y cuándo esperar. Entendían que la política no es solo fuerza bruta, sino también paciencia y cálculo.

La oposición histérica, en cambio, ha perdido todo sentido de oportunidad. Reacciona compulsivamente a cada anuncio, a cada publicación en redes sociales, a cada decisión del gobierno, sin importar su contenido. Si el Ejecutivo inaugura una escuela, la critican porque “no es suficiente”; si inaugura un hospital, dicen que es propaganda; si construye infraestructura, afirman que es “dinero mal gastado”. Su respuesta automática es siempre la misma: oponerse por oponerse.

2. EL MIEDO COMO ÚNICO COMBUSTIBLE

Incapaces de inspirar confianza, han optado por el miedo como su única bandera. Fabrican narrativas de dictadura, repiten que las libertades están en peligro, inventan persecuciones inexistentes.

 Han convertido el pánico en su campaña permanente. Lo curioso es que quienes hoy claman por democracia y transparencia son los mismos que guardaron silencio —o fueron cómplices— cuando el país vivía bajo la sombra de la corrupción institucionalizada, las pandillas campaban a sus anchas y el sistema judicial estaba al servicio de intereses privados.

La oposición histérica no tiene propuestas serias para la economía, la seguridad o la educación. Su plataforma se resume en una frase: “hay que quitar a Bukele”. Pero no explican cómo ni para qué, ni mucho menos qué harán para mejorar la vida de los salvadoreños.

3. EL DESPRECIO POR LA VOLUNTAD POPULAR

Uno de los rasgos más reveladores de la oposición histérica es su profundo desprecio por la voluntad popular. Les cuesta aceptar que fueron derrotados de manera aplastante en las urnas, y que esa derrota no fue producto de fraude, sino de su propio historial de abusos y promesas incumplidas. En lugar de reflexionar sobre sus errores, culpan a la supuesta ignorancia del pueblo, a la “manipulación mediática” o a conspiraciones imaginarias.

La oposición histórica, por lo menos, guardaba las formas y trataba de reconectar con las bases. La histérica, en cambio, prefiere insultar al electorado, llamándolo “fanático” o “ciego” por no votarles. Con esa actitud, lo único que logran es aislarse más de la realidad y afianzar el rechazo que ya generan.

4. MENTIRA, MANIPULACIÓN Y DESESPERACIÓN MEDIÁTICA

La actual oposición ha hecho de la mentira un método político. Utiliza titulares engañosos, ediciones malintencionadas de videos, encuestas manipuladas y rumores como armas de guerra. Sus voceros y aliados en medios de comunicación amplifican cualquier cosa que parezca perjudicar al gobierno, sin verificar datos ni contrastar fuentes.

El periodismo servil y militante es hoy uno de los principales instrumentos de esta oposición histérica. Columnistas y presentadores repiten guiones idénticos en diferentes programas, usando el mismo vocabulario y las mismas acusaciones, como si fueran parte de un libreto impuesto desde arriba. No se trata de fiscalización seria, sino de propaganda disfrazada de periodismo.

5. SERVILISMO A INTERESES EXTERNOS

La oposición histérica no actúa sola: tiene padrinos y patrocinadores, tanto locales como extranjeros. Muchos de sus discursos y posturas parecen calcados de informes o comunicados emitidos por organismos internacionales, ONGs financiadas desde el exterior y potencias con claros intereses geopolíticos en la región.

Estos grupos no defienden a El Salvador; defienden la restauración de un modelo que les era conveniente, aunque hundía al país en la violencia, la pobreza y la corrupción. Por eso, la oposición histérica no duda en pedir sanciones, recortes de ayuda o campañas internacionales contra el gobierno, aunque eso perjudique directamente a la población salvadoreña.

CONCLUSIÓN

La oposición histórica, con todos sus defectos, por lo menos comprendía el arte de la política y mantenía un mínimo de decoro. La oposición histérica, en cambio, es una caricatura de sí misma: gritona, reactiva, desordenada y carente de visión. Ha renunciado a su papel de contrapeso responsable para convertirse en un obstáculo inútil, incapaz de construir nada y obsesionado únicamente con destruir.

Su problema no es que critique —eso es legítimo—, sino que no sepa cómo hacerlo con seriedad y sustancia. Atacar por atacar, mentir para generar miedo y despreciar la voluntad popular no son estrategias políticas: son síntomas de desesperación. Y la desesperación, en política, es sinónimo de derrota anunciada.

REFLEXIÓN FINAL

El paso de la oposición histórica a la oposición histérica es un espejo en el que se refleja la decadencia de toda una clase política que, incapaz de renovarse, ha optado por el camino más fácil: el del berrinche permanente. En lugar de aceptar que el país cambió y que la gente exige resultados concretos, siguen atrapados en una burbuja donde creen que repitiendo la palabra “dictadura” mil veces lograrán recuperar el poder.

Pero el pueblo salvadoreño ya despertó. Y una vez que un pueblo abre los ojos, no hay campaña de miedo que lo haga retroceder.

La historia será implacable con estos actores políticos: quedarán registrados no como líderes de oposición, sino como un triste capítulo de gritos vacíos y promesas rotas. El pueblo recordará que, mientras se construían escuelas, hospitales y carreteras, ellos se dedicaban a conspirar y a insultar. Y esa memoria será su condena.

Si quieres, ahora puedo adaptar este texto a un formato de discurso encendido para un mitin o un video viral, con pausas y frases cortas de alto impacto para redes. Eso lo haría aún más potente.

 

 

 

SAN SALVADOR, 2 DE AGOSTO DE 2025

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