miércoles, 30 de julio de 2025

 

¿QUÉ CLASE DE MARXISMO CONOCE EL CHINO FLORES?

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA,

INTRODUCCIÓN

En una reciente entrevista, Manuel "el Chino" Flores, exfuncionario del FMLN y autoproclamado dirigente revolucionario, dejó entrever una vez más su tono arrogante y autoritario al reprocharle a uno de los panelistas con quienes compartía espacio la siguiente frase:  “Es que ustedes no leen marxismo para comprender la realidad”. Una afirmación tan prepotente como errada, que más allá de su contenido, revela una profunda ignorancia disfrazada de erudición.

Porque el marxismo no es una consigna, no es un panfleto ni una fórmula mágica que resuelve la complejidad del mundo.  Es una corriente filosófica, económica y política que ha contribuido a la crítica del sistema capitalista, sí, pero también es una teoría en constante debate, revisión y evolución.  Quien lo reduce a un arma de desprecio para callar al otro, lo ha entendido mal.  Y si ese alguien es el Chino Flores, entonces la pregunta es legítima: ¿qué sabe realmente de marxismo este personaje?

No basta con nombrar a Marx o recitar eslóganes con tono doctoral para erigirse como autoridad moral o política. El marxismo serio no es memorístico, es analítico; no es excluyente, es dialéctico. Requiere humildad intelectual, conocimiento crítico y, sobre todo, coherencia práctica.  Tres cualidades ausentes en la mayoría de las intervenciones públicas del Chino Flores.

I. MARXISMO NO ES DOGMA NI PANFLETO SOVIÉTICO

El marxismo auténtico es una teoría crítica de la sociedad. Nació como una herramienta para analizar los mecanismos de explotación capitalista y proponer caminos hacia la transformación revolucionaria. Sin embargo, con el tiempo, especialmente durante la Guerra Fría, fue secuestrado por regímenes totalitarios que lo convirtieron en catecismo oficial, ahogando su esencia crítica y dialéctica.

Es precisamente este “marxismo de manual”, reducido a citas descontextualizadas y dogmas autoritarios, el que parece manejar el Chino Flores. Lo repite como si fuera una verdad revelada, inmutable y superior a cualquier otro enfoque.  Pero quien solo ha leído ediciones soviéticas de panfletos partidarios no ha conocido el verdadero marxismo.  Ni siquiera ha rascado la superficie del pensamiento de Marx, Engels, Gramsci, Rosa Luxemburgo o Mariátegui.

Reducir el marxismo a una herramienta de desprecio, de descalificación del otro, como lo hizo Flores, demuestra una falta de comprensión total de su esencia. Porque si algo enseñó Marx fue que la realidad concreta es siempre más compleja que las categorías abstractas, y que el análisis debe partir de esa realidad para transformarla, no para imponerle esquemas cerrados.

II. ARROGANCIA DISFRAZADA DE SABIDURÍA

La actitud del Chino Flores no es solo ignorancia, es también soberbia.  Habla desde una supuesta autoridad moral que nadie le ha concedido, y pretende dictar qué se debe leer y cómo se debe interpretar la realidad. Esa postura es profundamente antidemocrática, intelectualmente pobre y políticamente desgastada.

¿Acaso no ha sido su propio partido —el FMLN— el que, en nombre de las causas populares, terminó siendo cómplice del saqueo del Estado, de pactos oscuros con pandillas y de un desencanto masivo del pueblo que alguna vez les creyó?  ¿Qué marxismo puede justificar tales traiciones?

Un verdadero revolucionario escucha, debate, aprende.  No impone.  Un verdadero marxista se interroga constantemente sobre el mundo, no lo reduce a fórmulas repetidas.  El Chino, en cambio, prefiere acusar de ignorancia a todo aquel que no piensa como él, como si el único criterio válido para opinar fuera pasar por su filtro ideológico. Eso, más que marxismo, es autoritarismo disfrazado de pensamiento crítico.

III. EL MARXISMO COMO UNA TEORÍA ENTRE MUCHAS

El marxismo ha sido una de las grandes corrientes del pensamiento moderno, sin duda. Ha generado herramientas poderosas para entender la historia, la economía y las relaciones de poder. Pero no es la única. Existen múltiples enfoques desde los cuales se puede interpretar la realidad: el estructuralismo, el anarquismo, el feminismo crítico, la ecología política, la fenomenología, la teoría crítica, entre muchas otras.

Pretender que solo leyendo a Marx se puede comprender el mundo es tan absurdo como afirmar que solo leyendo la Biblia se puede entender la moral.  Una cosa es reconocer el valor del marxismo, y otra muy distinta es convertirlo en religión.  Y eso es precisamente lo que hacen personajes como Flores: sustituyen el pensamiento crítico por la fe ciega en un conjunto de ideas que ni siquiera han comprendido en profundidad.

Descalificar al otro por no pensar desde el marxismo es tan obtuso como descalificar al marxismo por ser marxismo. Lo que importa es la calidad del argumento, la profundidad del análisis, la honestidad intelectual. Y en ese terreno, el Chino Flores hace agua.  Porque su discurso no es reflexivo, sino reactivo; no es dialéctico, sino panfletario.

CONCLUSIÓN

La arrogancia del Chino Flores al erigirse como juez de quién comprende o no la realidad a través del lente marxista es un síntoma claro de la decadencia de ciertos sectores de la vieja izquierda. Su discurso, lejos de inspirar pensamiento crítico, genera rechazo, porque se basa en la imposición, no en la convicción.

Saber de marxismo no es repetir frases, es entender procesos.  No es leer panfletos soviéticos, es dialogar con los clásicos y con la realidad viva de los pueblos. Y, sobre todo, es actuar con coherencia entre el discurso y la práctica. Algo que ni Flores ni muchos de sus correligionarios han sabido hacer.

REFLEXIÓN FINAL

El pensamiento crítico, en cualquier sociedad, requiere libertad, humildad y diversidad. Cuando un dirigente político utiliza una teoría para silenciar al otro, ha perdido el rumbo.  Cuando esa teoría se vuelve un instrumento de superioridad moral, ha dejado de ser una herramienta de emancipación para convertirse en una cadena más.

El Salvador no necesita más iluminados de izquierda con ego inflado y retórica reciclada.  Necesita pensadores honestos, humildes, críticos, capaces de escuchar y de aprender.  Necesita menos “marxistas de cartón” y más ciudadanos conscientes que sepan que ninguna teoría, por sí sola, basta para transformar la realidad.

Porque la revolución comienza cuando dejamos de repetir consignas y empezamos a pensar por nosotros mismos. Y en ese camino, el verdadero enemigo no es quien no ha leído a Marx, sino quien lo ha leído mal… y se cree superior por hacerlo.

 

 

 

 

 

 

 

SAN SALVADOR. 30 DE JULIO DE 2025

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