miércoles, 30 de julio de 2025

 

“LA RELATORA DE LA ONU Y SU DESCARADA HIPOCRESÍA SOBRE EL ESTADO DE DERECHO EN EL SALVADOR”


POR:  MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

Una vez más, El Salvador es blanco de las acostumbradas declaraciones entrometidas y sesgadas por parte de un organismo internacional que ha perdido hace mucho su autoridad moral: la Organización de las Naciones Unidas (ONU).  Esta vez, ha sido una relatora quien, con tono alarmista y mirada altanera, ha denunciado la “erosión del Estado de derecho” en el país a raíz del proceso judicial que se sigue contra la exfuncionaria Ruth Eleonora López.

 Para la relatora, al parecer, no importa si dicha persona está acusada de haber defraudado al Estado salvadoreño. Lo verdaderamente grave, según su visión deformada, es que esta mujer esté siendo procesada por la justicia salvadoreña. ¿Dónde queda entonces el principio de igualdad ante la ley? ¿Dónde está la imparcialidad que tanto pregonan?

La indignación del pueblo salvadoreño es justa. Estas declaraciones de la ONU no solo rayan en la mentira, sino que constituyen una agresión directa contra la soberanía nacional.  Porque mientras hoy se preocupan por una acusada con vínculos oscuros, guardaron silencio absoluto cuando nuestro país vivía bajo el control de pandillas, con asesinatos masivos, extorsiones generalizadas, desplazamientos forzados, niñas y adolescentes tomadas como “hainas” por estructuras criminales, cuerpos desmembrados y familias enteras atrapadas en la miseria.

 Durante años, El Salvador fue un infierno en vida.  Sin embargo, nunca vimos a estos organismos alzar la voz con igual firmeza para condenar a los verdaderos verdugos del pueblo.

¿Por qué callaron cuando entre 25 y 30 salvadoreños eran asesinados diariamente? ¿Por qué no se escandalizaron cuando las pandillas recaudaban hasta cuatro millones y medio de dólares mensuales extorsionando comerciantes, transportistas y ciudadanos honrados? ¿Por qué no hablaron de “erosión del Estado de derecho” cuando los gobiernos anteriores negociaban con criminales a espaldas del pueblo? ¿Por qué no denunciaron a los fiscales que soltaban a delincuentes por tecnicismos? ¿Por qué no se pronunciaron ante el sufrimiento de miles de salvadoreños condenados al miedo, al silencio y a la desesperanza? La respuesta es sencilla: porque la ONU ha sido, durante mucho tiempo, cómplice pasiva de las desgracias de los pueblos en nombre de una supuesta diplomacia, que en realidad es servilismo ante intereses económicos y políticos globales.

CUERPO DEL COMENTARIO

Hoy que El Salvador ha iniciado un camino distinto, imperfecto pero firme, hacia la recuperación de su seguridad y su dignidad, los burócratas internacionales aparecen con sus condenas hipócritas.  Se rasgan las vestiduras porque una exfuncionaria, que hasta ayer fungía como “defensora de derechos humanos”, está enfrentando la justicia por haber participado, presuntamente, en actos de corrupción. ¿Acaso ser defensora de derechos humanos otorga impunidad automática?  ¿Por qué no pueden estas personas, como cualquier ciudadano, responder ante la ley?

La manipulación del discurso de los derechos humanos se ha convertido en una estrategia utilizada por sectores que, cuando pierden poder político o acceso a privilegios estatales, corren a victimizarse con ayuda de organismos como la ONU, que siguen funcionando como refugio de élites corruptas y agendas globalistas.  Que una persona esté bajo proceso judicial no implica violación a sus derechos, siempre que dicho proceso respete el debido proceso. Pero los organismos internacionales ya no buscan justicia ni legalidad, buscan proteger a los suyos, blindar a sus fichas, salvar la cara de quienes sirvieron a los antiguos regímenes de corrupción y crimen.

Esos organismos nunca dijeron nada cuando personajes como Ruth López, junto a organizaciones vinculadas a partidos corruptos, callaron frente a los asesinatos diarios.  Nunca alzaron la voz cuando los salvadoreños tenían que pagar “renta” para vivir en su casa o para no ser asesinados.  Nunca dijeron que el Estado de Derecho estaba erosionado cuando los fiscales pactaban impunidad con criminales.  Y hoy, que hay presos políticos reales como los pandilleros y los corruptos que antes gobernaban, la ONU se muestra “preocupada” por una mujer que, lejos de representar los intereses del pueblo, sirvió a una élite de saqueadores y vende-patria.

Estas declaraciones no son aisladas.  Forman parte de un patrón: cada vez que un país latinoamericano intenta liberarse del control de los organismos financieros y políticos internacionales, cuando toma decisiones soberanas, cuando combate frontalmente a las mafias enquistadas en el sistema, ahí aparecen los “relatores” y “expertos” a poner etiquetas, a emitir informes alarmistas y a exigir sanciones.  El Salvador no puede ni debe tolerar más esta injerencia.  No necesitamos sus consejos, sus fondos condicionados, ni sus declaraciones cínicas.  El Estado salvadoreño tiene el derecho y la obligación de investigar y procesar a cualquiera que haya atentado contra el bienestar colectivo, sin importar su cargo o afinidad política.

CONCLUSIÓN

Basta ya de doble moral. Basta ya de organismos internacionales que defienden a delincuentes con traje, a corruptos con credenciales de activistas, y a políticos disfrazados de mártires.  El pueblo salvadoreño no olvida quiénes estuvieron del lado del crimen y del caos, y tampoco olvida quiénes callaron cuando más los necesitaba. Hoy estamos construyendo un país distinto, donde el que la hace, la paga.  No más impunidad, no más privilegios, no más discursos manipuladores.  Las declaraciones de la relatora de la ONU no tienen ni legitimidad moral ni respaldo popular.

REFLEXIÓN FINAL

Señores de la ONU: con El Salvador no se metan. Ya bastante daño ha hecho. Ustedes fueron creados para promover la paz, no para entrometerse en la justicia interna de los pueblos. Respeten la soberanía, respeten las decisiones de un país que está cansado de ser utilizado como laboratorio social y campo de saqueo por intereses ajenos. Somos un pueblo digno, valiente, que ha decidido sacudirse el yugo del crimen, la corrupción y la sumisión. No aceptamos más injerencias, ni de ustedes ni de nadie. El Salvador se respeta, y su justicia también.

 

 

 

SAN SALVADOR, 30 DE JULIO DE 2025

 

 

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