“LA RELATORA DE LA ONU Y SU DESCARADA HIPOCRESÍA SOBRE EL
ESTADO DE DERECHO EN EL SALVADOR”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
Una vez más, El Salvador es blanco de las acostumbradas
declaraciones entrometidas y sesgadas por parte de un organismo internacional
que ha perdido hace mucho su autoridad moral: la Organización de las Naciones
Unidas (ONU). Esta vez, ha sido una relatora quien, con tono alarmista y mirada
altanera, ha denunciado la “erosión del Estado de derecho” en el país a raíz
del proceso judicial que se sigue contra la exfuncionaria Ruth Eleonora López.
Para la relatora,
al parecer, no importa si dicha persona está acusada de haber defraudado al
Estado salvadoreño. Lo verdaderamente grave, según su visión deformada, es que
esta mujer esté siendo procesada por la justicia salvadoreña. ¿Dónde queda
entonces el principio de igualdad ante la ley? ¿Dónde está la imparcialidad que
tanto pregonan?
La
indignación del pueblo salvadoreño es justa. Estas declaraciones de la ONU no
solo rayan en la mentira, sino que constituyen una agresión directa contra la
soberanía nacional. Porque mientras hoy se
preocupan por una acusada con vínculos oscuros, guardaron silencio absoluto
cuando nuestro país vivía bajo el control de pandillas, con asesinatos masivos,
extorsiones generalizadas, desplazamientos forzados, niñas y adolescentes
tomadas como “hainas” por estructuras criminales, cuerpos desmembrados y
familias enteras atrapadas en la miseria.
Durante años, El
Salvador fue un infierno en vida. Sin embargo, nunca vimos a estos organismos
alzar la voz con igual firmeza para condenar a los verdaderos verdugos del
pueblo.
¿Por qué callaron cuando entre 25 y 30 salvadoreños eran
asesinados diariamente? ¿Por qué no se escandalizaron cuando las pandillas
recaudaban hasta cuatro millones y medio de dólares mensuales extorsionando
comerciantes, transportistas y ciudadanos honrados? ¿Por qué no hablaron de
“erosión del Estado de derecho” cuando los gobiernos anteriores negociaban con
criminales a espaldas del pueblo? ¿Por qué no denunciaron a los fiscales que
soltaban a delincuentes por tecnicismos? ¿Por qué no se pronunciaron ante el
sufrimiento de miles de salvadoreños condenados al miedo, al silencio y a la
desesperanza? La respuesta es sencilla: porque la ONU ha sido, durante mucho
tiempo, cómplice pasiva de las desgracias de los pueblos en nombre de una
supuesta diplomacia, que en realidad es servilismo ante intereses económicos y
políticos globales.
CUERPO DEL COMENTARIO
Hoy que El Salvador ha iniciado un camino distinto,
imperfecto pero firme, hacia la recuperación de su seguridad y su dignidad, los
burócratas internacionales aparecen con sus condenas hipócritas. Se rasgan las
vestiduras porque una exfuncionaria, que hasta ayer fungía como “defensora de
derechos humanos”, está enfrentando la justicia por haber participado,
presuntamente, en actos de corrupción. ¿Acaso ser defensora de derechos humanos
otorga impunidad automática? ¿Por qué no pueden estas personas, como cualquier
ciudadano, responder ante la ley?
La manipulación del discurso de los derechos humanos se
ha convertido en una estrategia utilizada por sectores que, cuando pierden
poder político o acceso a privilegios estatales, corren a victimizarse con
ayuda de organismos como la ONU, que siguen funcionando como refugio de élites
corruptas y agendas globalistas. Que una persona esté bajo proceso judicial no
implica violación a sus derechos, siempre que dicho proceso respete el debido
proceso. Pero los organismos internacionales ya no buscan justicia ni
legalidad, buscan proteger a los suyos, blindar a sus fichas, salvar la cara de
quienes sirvieron a los antiguos regímenes de corrupción y crimen.
Esos organismos nunca dijeron nada cuando personajes como
Ruth López, junto a organizaciones vinculadas a partidos corruptos, callaron
frente a los asesinatos diarios. Nunca alzaron la voz cuando los salvadoreños
tenían que pagar “renta” para vivir en su casa o para no ser asesinados. Nunca
dijeron que el Estado de Derecho estaba erosionado cuando los fiscales pactaban
impunidad con criminales. Y hoy, que hay presos políticos reales como los
pandilleros y los corruptos que antes gobernaban, la ONU se muestra
“preocupada” por una mujer que, lejos de representar los intereses del pueblo,
sirvió a una élite de saqueadores y vende-patria.
Estas declaraciones no son aisladas. Forman parte de un patrón: cada vez que un país latinoamericano intenta liberarse del control de los organismos financieros y políticos internacionales, cuando toma decisiones soberanas, cuando combate frontalmente a las mafias enquistadas en el sistema, ahí aparecen los “relatores” y “expertos” a poner etiquetas, a emitir informes alarmistas y a exigir sanciones. El Salvador no puede ni debe tolerar más esta injerencia. No necesitamos sus consejos, sus fondos condicionados, ni sus declaraciones cínicas. El Estado salvadoreño tiene el derecho y la obligación de investigar y procesar a cualquiera que haya atentado contra el bienestar colectivo, sin importar su cargo o afinidad política.
CONCLUSIÓN
Basta ya de doble moral. Basta ya de organismos
internacionales que defienden a delincuentes con traje, a corruptos con
credenciales de activistas, y a políticos disfrazados de mártires. El pueblo
salvadoreño no olvida quiénes estuvieron del lado del crimen y del caos, y
tampoco olvida quiénes callaron cuando más los necesitaba. Hoy estamos
construyendo un país distinto, donde el que la hace, la paga. No más impunidad,
no más privilegios, no más discursos manipuladores. Las declaraciones de la
relatora de la ONU no tienen ni legitimidad moral ni respaldo popular.
REFLEXIÓN FINAL
Señores de la ONU: con El Salvador no se metan. Ya
bastante daño ha hecho. Ustedes fueron creados para promover la paz, no para
entrometerse en la justicia interna de los pueblos. Respeten la soberanía,
respeten las decisiones de un país que está cansado de ser utilizado como
laboratorio social y campo de saqueo por intereses ajenos. Somos un pueblo
digno, valiente, que ha decidido sacudirse el yugo del crimen, la corrupción y
la sumisión. No aceptamos más injerencias, ni de ustedes ni de nadie. El
Salvador se respeta, y su justicia también.
SAN SALVADOR, 30 DE JULIO DE 2025
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