POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.
CONTENTARIO SOBRE EL EDITORIAL DE LA UCA.
INTRODUCCIÓN
El editorial de la Universidad Centroamericana José
Simeón Cañas (UCA) del 7 de julio de 2025 tristemente continúa con la misma
narrativa que de toda la población es bien conocida. Con la misma y
desacreditada narrativa que los demás sectores de la oposición siguen como si
fuera el catecismo. Con su estilo academiscista y ética, pretenden maquillar una
postura abiertamente ideológica y desconectada de la realidad que vive el
pueblo salvadoreño.
Con un tono alarmista, acusa sin matices y omite
deliberadamente los profundos avances en seguridad y justicia alcanzados bajo
el régimen de excepción. No es un llamado a la reflexión jurídica ni un
análisis técnico; es un manifiesto político disfrazado de opinión
universitaria, que defiende más los derechos de los victimarios que la dignidad
de las víctimas.
Pretender erigirse
como faro moral sin haber condenado con igual energía las décadas de impunidad,
corrupción y violencia pandilleril es una contradicción que no puede pasar
inadvertida. La UCA, en lugar de aportar al debate nacional desde la honestidad
intelectual, ha optado por convertirse en altavoz de una oposición debilitada,
que teme más al cambio que a la injusticia que durante años toleró en silencio.
DESARROLLO.
El editorial de la UCA titulado "Los 40 meses de
vigencia del régimen de excepción..." no solo refleja una lectura sesgada
y políticamente malintencionada de la realidad salvadoreña, sino que incurre
en una narrativa profundamente irresponsable que ignora —de forma deliberada—
los avances innegables en seguridad, justicia social y restauración del orden
que el pueblo ha vivido en carne propia.
Hablar de "incapacidad del sistema de justicia"
sin contextualizar el colapso institucional heredado por décadas de corrupción,
impunidad y componendas entre políticos, jueces y criminales, es una afrenta al
sentido común de los ciudadanos que por años clamaron por justicia y fueron
ignorados.
La UCA, desde su
pedestal académico, prefiere omitir el hecho de que el régimen de excepción ha
logrado lo que ningún otro gobierno ni sistema judicial previo se atrevió a
enfrentar: desmantelar estructuras mafiosas que secuestraron comunidades
enteras bajo el terror y la extorsión.
Mencionar el “irrespeto a la Constitución” o la “falta de
apego al derecho convencional” sin reconocer el respaldo legislativo, el
control constitucional y el apoyo mayoritario del pueblo, es pretender que las
normas escritas valen más que la vida de miles de salvadoreños que por años
vivieron bajo amenaza constante. ¿Dónde estaba la voz enérgica de la UCA cuando
las pandillas controlaban barrios, cuando el sistema judicial liberaba
delincuentes por tecnicismos legales, y cuando la impunidad era la norma?
Se acusa al Estado de “detenciones ilegales” y
“despreocupación por los derechos humanos” como si los derechos de los
criminales estuvieran por encima de los derechos de las víctimas. Esta postura
elitista y desconectada del sentir popular perpetúa la idea de una justicia
selectiva que protege al victimario y abandona al pueblo. La supuesta defensa
de derechos humanos pierde toda legitimidad cuando se convierte en el escudo de
los victimarios, mientras calla ante décadas de injusticia estructural que
condenó a la pobreza, al miedo y a la muerte a miles de ciudadanos inocentes.
El editorial de la UCA no es más que una reafirmación del
papel que ciertos sectores han decidido jugar: el de la oposición disfrazada de
academia, el de la crítica sin autocrítica, y el de la moral selectiva. La
justicia no puede ser vista únicamente desde el escritorio ni desde el aula
universitaria. La verdadera justicia, la que clama el pueblo, es la que
devuelve la paz, la que defiende al inocente, y la que se atreve a corregir un
sistema podrido desde sus raíces.
El pueblo salvadoreño ya decidió: está cansado de teorías
sin acción, de retóricas sin resultados y de académicos que se resisten a ver
el cambio porque ese cambio no se dio bajo sus reglas. La historia juzgará, y
lo hará desde la experiencia vivida de quienes, por primera vez en décadas,
pueden caminar libres por sus comunidades. Y esa justicia —la real— no se
construye desde un editorial, sino desde la acción valiente y firme de quienes
pusieron al pueblo en el centro.
SAN SALVADOR, DE JULIO DE
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