“MEMORIA, DIGNIDAD Y MANIPULACIÓN: UNA FECHA HISTÓRICA QUE NO DEBE
PROSTITUIRSE”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN:
Se
avecina una fecha significativa para la Universidad de El Salvador (UES) y para
el pueblo salvadoreño: el 30 de julio, conmemoración del asesinato de
estudiantes universitarios bajo la brutal represión del entonces presidente
general Carlos Humberto Romero, en 1975. Esta efeméride no solo representa una
jornada de duelo, sino también un acto de memoria colectiva, una exigencia de
justicia histórica y una reafirmación del papel que ha jugado la UES en la
resistencia social y política del país.
No
cabe duda de que esta fecha merece ser recordada con profundo respeto, con la
solemnidad que exigen los mártires estudiantiles que ofrendaron su vida en
defensa de los derechos humanos, de la democracia y de una educación pública
liberadora. El pueblo salvadoreño y la comunidad universitaria tienen la
responsabilidad de honrar esta memoria con dignidad, reflexión y compromiso
crítico.
Sin
embargo, resulta lamentable que una fecha tan cargada de significado histórico
se esté deformando bajo intereses mezquinos, manipulaciones políticas y
conductas irresponsables.
La instrumentalización de los estudiantes para
provocar disturbios, los fondos públicos utilizados sin transparencia y las
actividades que derivan en actos de desorden o consumo de alcohol dentro del
campus, no solo son una falta de respeto a los mártires, sino una bofetada al
prestigio académico e histórico de la UES.
EL
PELIGRO DE LA INSTRUMENTALIZACIÓN POLÍTICA ESTUDIANTIL
Una
de las prácticas más nocivas que se han perpetuado en el tiempo dentro de ciertos
sectores universitarios es la manipulación de la conciencia estudiantil. Bajo
el manto de la protesta legítima y del ejercicio de la memoria histórica,
algunos líderes o grupos de poder —muchas veces con afiliaciones partidarias—
se han dedicado a infiltrar sus intereses políticos en los actos
conmemorativos. Esta práctica no es nueva, pero sí profundamente dañina.
Convertir
a los estudiantes en carne de cañón para generar desórdenes en la vía pública,
paralizar el tráfico, intimidar a ciudadanos o vandalizar bienes, no es un acto
revolucionario ni de conciencia crítica, sino un retroceso hacia la barbarie.
Esa no es la lucha por la justicia, sino una farsa disfrazada de “protesta”. Es
usar la memoria de los mártires como excusa para fomentar la confrontación, el
caos y el descontrol.
Ningún
mártir del 30 de julio ofrendó su vida para que hoy su memoria se utilice como
pretexto para actos bochornosos o de violencia callejera. Ellos murieron
pidiendo justicia, no permitiendo ser usados como símbolos vacíos por
dirigentes estudiantiles oportunistas o movimientos de fachada.
EL
DERROCHE INSTITUCIONAL DISFRAZADO DE HOMENAJE
Aún
más indignante resulta el despilfarro económico que, año con año, se realiza en
nombre de esta conmemoración. La Universidad de El Salvador, a pesar de sus
múltiples carencias en infraestructura, recursos didácticos y mejoras
salariales para su personal docente y administrativo, destina importantes sumas
de dinero para la realización de eventos donde predomina el show, la propaganda
y la fanfarria.
¿Es
digno rendir homenaje a los mártires del 30 de julio con conciertos
descontextualizados, bebidas alcohólicas, pancartas vacías y aglomeraciones
descontroladas? ¿Acaso los homenajes verdaderos no deberían canalizarse hacia
la formación crítica, la investigación histórica, el debate político sano y la
construcción de ciudadanía?
Lo
que podría ser una jornada de reflexión y conciencia termina siendo muchas
veces una actividad vulgar, superficial y desconectada del verdadero sentir de
la conmemoración. El dinero público invertido debería estar orientado a la
generación de conocimiento, al fortalecimiento de la memoria histórica crítica
y al impulso de verdaderos espacios académicos. Pero, lamentablemente, termina
en los bolsillos de unos pocos, o diluido en bebidas alcohólicas y espectáculos
sin sentido.
UNA
UNIVERSIDAD DEBE SER CONCIENCIA, NO CIRCO
La
Universidad de El Salvador tiene un compromiso moral con la historia del país.
Ha sido un bastión de pensamiento crítico, de lucha social y de formación de
generaciones comprometidas con la transformación nacional. Pero este legado se
encuentra hoy en una encrucijada: o se revaloriza desde la ética y el
compromiso académico, o se pierde bajo la banalización de sus gestas
históricas.
Permitir
que las conmemoraciones históricas se conviertan en celebraciones sin sentido,
en borracheras estudiantiles y en plataformas para el protagonismo político, es
traicionar la razón misma por la que existen estas fechas. Una universidad que
se respeta a sí misma educa en la memoria, en la dignidad y en la razón
crítica. No puede permitir que su imagen sea manchada por actos que rayan en el
irrespeto y la vulgaridad.
CONCLUSIÓN:
La
conmemoración del 30 de julio representa una de las fechas más sensibles y
emblemáticas de la historia reciente salvadoreña. Honrar a los mártires
universitarios exige una altura moral y ética que trascienda el formalismo y
los actos superficiales. La Universidad de El Salvador, como institución que
custodia esa memoria, debe asumir su papel con responsabilidad histórica y con
una visión transformadora.
Resulta
preocupante que actos destinados a recordar un crimen de Estado contra jóvenes
estudiantes estén siendo desvirtuados por intereses ajenos al espíritu original
de lucha y dignidad. La instrumentalización política de los estudiantes, el
derroche de recursos institucionales y la permisividad hacia el consumo de
alcohol y el desorden dentro del campus solo contribuyen a empañar el legado de
quienes cayeron por ideales auténticos de justicia social.
No es
con pancartas vacías ni con actividades festivas disfrazadas de homenaje como
se honra a los mártires. Es mediante la formación crítica, el estudio riguroso
de la historia, el compromiso con la verdad y la defensa de una educación
pública de calidad, que se rinde verdadero tributo a quienes entregaron sus
vidas.
La
UES debe corregir el rumbo: abandonar las prácticas populistas que degradan su
imagen y retomar su lugar como referente moral, intelectual y ético de la
nación. Porque la historia no se celebra con ruido ni licor: se honra con
coherencia, lucha y pensamiento crítico. Solo así podrá evitar que esa fecha
histórica se convierta en una caricatura de sí misma.
REFLEXIÓN
FINAL:
Es
momento de que la Universidad de El Salvador haga una profunda autocrítica.
Honrar a sus mártires no es solo cuestión de recordarlos una vez al año, sino
de vivir y actuar bajo los principios que ellos defendieron: justicia,
dignidad, conciencia crítica y transformación social. Las fechas históricas no
son excusas para el desorden, ni para el derroche, ni para la vanagloria de
unos pocos.
Urge
un nuevo enfoque: una pedagogía de la memoria que parta desde las aulas, que
involucre a estudiantes y docentes en un ejercicio profundo de investigación,
diálogo y compromiso social.
Que
los fondos institucionales se inviertan en publicaciones, foros, documentales,
investigaciones y acciones que enaltezcan el legado de los caídos, no en farándula
ni consumo irresponsable.
Solo
así podremos decir, con honestidad, que la sangre de los estudiantes del 30 de
julio no fue derramada en vano. Que su memoria siga viva, no como bandera
vacía, sino como luz que guíe a nuevas generaciones en la construcción de un
país más justo, consciente y digno. La historia no debe prostituirse. Debe
vivirse con la altura ética que exige la sangre derramada.
SAN SALVADOR, 28 DE JULIO DE 2025
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