LA GRAN ESTAFA NACIONAL: UNA DÉCADA DE SAQUEO, UNA HISTORIA DE IMPUNIDAD
POR: MSc. JOSE ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
Cuando el Dr. Salvador Arias Peñate publicó su obra “El
Manual de la Corrupción de ARENA (1989-2013)”, no solo denunció con cifras el saqueo
sistemático del país, sino que desenmascaró la naturaleza de una élite política
que convirtió el Estado en su caja chica. Según Arias, el partido ARENA se robó
más de 37,112,000 millones de dólares durante sus gobiernos. A eso hay que
sumar la corrupción del FMLN entre 2009 y 2019, cuya magnitud fue “similar”,
según otras fuentes digitales y escritas. , Esta información no debería ser un
dato más en los libros de historia o una denuncia que se pierde en el ruido
mediático. Estamos hablando del robo de generaciones enteras, de la destrucción
de oportunidades, de una traición monumental a los ciudadanos. Preguntémonos
con seriedad: ¿Cuántas escuelas, hospitales, centros de salud, obras públicas,
y programas sociales se pudieron haber hecho con ese dinero? ¿Cuántas vidas se
pudieron haber transformado? ¿Cuántas muertes se pudieron haber evitado?
Este comentario no pretende ser solo una denuncia, sino
una reflexión crítica, enérgica y frontal sobre el legado infame de la
corrupción que azotó a El Salvador durante tres décadas. Es necesario despertar
la conciencia nacional y no permitir que esta historia vuelva a repetirse.
LA DIMENSIÓN DEL SAQUEO: UNA CATÁSTROFE MORAL Y ECONÓMICA
El monto citado por Arias —más de 37 mil millones de
dólares (si se interpreta como 37,112,000 millones)— es tan colosal que parece
inverosímil. Aun suponiendo un error en la cifra y que se refiera a 37 mil 112
millones de dólares (lo cual es más plausible), el impacto sigue siendo
demoledor. Para ponerlo en perspectiva, el presupuesto general de El Salvador
en 2023 fue de aproximadamente 8,900 millones de dólares. Es decir, lo robado
equivale a cuatro presupuestos nacionales completos.
Este no fue un robo cualquiera. Fue un proceso
organizado, planificado, protegido por las instituciones, donde funcionarios,
diputados, empresarios y asesores construyeron redes de desfalco público con
total impunidad. Se trató de una corrupción estructural, donde la política no
era un medio para servir al pueblo, sino un mecanismo para enriquecer a unos
pocos.
La corrupción de ARENA no fue un hecho aislado ni
accidental. Fue una doctrina de gobierno, un sistema de favores y pactos que
aseguraba la concentración de la riqueza en pocas manos mientras el pueblo
sufría los estragos de la desigualdad, el abandono estatal, y la violencia
estructural. El FMLN, por su parte, traicionó su legado histórico y repitió
—con nuevos rostros y discursos— las mismas prácticas que tanto criticó. Ambos
partidos protagonizaron una carrera de pillaje, donde la ética, la transparencia
y el bien común fueron barridos del horizonte político.
¿CUÁNTAS OBRAS SE PUDIERON HABER HECHO CON ESE DINERO?
Intentemos responder la pregunta central de este análisis
con datos concretos. Con 37 mil millones de dólares, se podrían haber hecho obras
sociales de impacto profundo y duradero:
Educación: Construcción y equipamiento de más de 10,000
centros escolares modernos, con tecnología, bibliotecas, laboratorios y
docentes bien remunerados. Se habría garantizado una educación de calidad y
gratuita hasta la universidad para toda la población.
Salud: Se podrían haber construido y equipado al menos
100 hospitales de primer nivel, con acceso gratuito a medicamentos, atención
especializada, y cobertura universal. La mortalidad materna, infantil y por enfermedades
crónicas habría disminuido drásticamente.
Vivienda digna: Con una inversión promedio de $10,000 por
vivienda, se podrían haber construido más de 3.5 millones de casas populares,
erradicando prácticamente el déficit habitacional nacional.
Obras de infraestructura: Carreteras modernas, sistemas
de agua potable, alcantarillado y drenajes pluviales en zonas marginadas. Zonas
rurales que hoy viven en el abandono tendrían acceso a servicios básicos.
Seguridad y prevención: Financiar programas de prevención
de violencia, formación técnica, recreación y deporte para jóvenes durante
décadas. En lugar de cárceles, se hubieran construido centros culturales,
tecnológicos y deportivos.
Reforma agraria y desarrollo rural: Fomentar la agricultura, la soberanía alimentaria y acceso a tierra. Habría sido posible
transformar la matriz productiva del país.
Todo esto no son promesas ni utopías, sino proyectos
viables si el dinero público se hubiese utilizado con honestidad. La magnitud
del robo no solo representa un desfalco económico: es un crimen contra la esperanza, contra el desarrollo humano, contra
el futuro de la nación.
EL COSTO HUMANO DE LA CORRUPCIÓN
Hablar de corrupción no es solo hablar de cifras. Es
hablar de niños que murieron por falta de atención médica, de mujeres que
dieron a luz en pasillos por la falta de camas, de comunidades sin agua
potable, de jóvenes sin acceso a educación ni empleo, de migrantes que huyeron
porque aquí no había nada para ellos.
Es hablar de los campesinos que fueron desplazados, de
los estudiantes que no pudieron estudiar, de los emprendedores que no
recibieron apoyo, de las víctimas de la violencia estructural que nunca
recibieron justicia ni prevención. Cada dólar robado fue un derecho arrebatado,
una oportunidad negada, una vida que pudo ser distinta. Este robo no fue
invisible para la población.
El pueblo lo vivió en carne propia, en las colas
interminables de los hospitales, en las aulas hacinadas, en los caminos
destruidos, en los niños vendiendo dulces en los semáforos. Y, mientras tanto,
los responsables brindaban con vino caro en hoteles cinco estrellas, protegidos
por su poder político y económico.
REFLEXIÓN FINAL: NI OLVIDO, NI PERDÓN — JUSTICIA Y
MEMORIA HISTÓRICA
La pregunta no es si ARENA y el FMLN robaron. La evidencia
es abrumadora. La verdadera pregunta es: ¿por qué aún no están todos en la
cárcel? ¿Por qué no han devuelto el dinero?
La corrupción que destruyó al país no es solo un fenómeno
del pasado. Es una amenaza viva que puede reaparecer con nuevos nombres, nuevos
colores, nuevos slogans. Por eso, es urgente construir una memoria histórica,
donde se registren los nombres, los montos, las cuentas offshore, las redes de
lavado de dinero y los cómplices de esta gran estafa nacional.
No basta con indignarnos. Hay que exigir justicia,
reparación y reformas estructurales. Hay que fortalecer las instituciones de
control, proteger a los denunciantes, garantizar la transparencia total del
gasto público y castigar con todo el peso de la ley a quienes traicionan la confianza
del pueblo.
Porque cada dólar robado representa una escuela que no se
construyó, una medicina que no se compró, un niño que no comió. Y eso,
sencillamente, no puede quedar impune.
SAN SALVADOR, 22 DE JULIO DE 202
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