martes, 22 de julio de 2025

 

EL RENACER DE EL SALVADOR: ENTRE LA MEMORIA DEL MIEDO Y LA ESPERANZA DEL CAMBIO

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

Durante más de tres décadas, El Salvador vivió sumido en una noche oscura, marcada por la corrupción, la violencia, el abandono institucional y el desprecio de las élites políticas por el pueblo. Los gobiernos de ARENA y el FMLN, que se alternaron el poder desde los Acuerdos de Paz de 1992 hasta 2019, dejaron un país empobrecido, fragmentado socialmente y atado a redes criminales que se infiltraron incluso en las estructuras estatales. Muchos salvadoreños naturalizaron el miedo, aprendieron a vivir con el terror y a normalizar la injusticia.

Sin embargo, desde hace seis años, con la llegada del presidente Nayib Bukele, El Salvador ha experimentado una transformación histórica, profunda y sin precedentes. Entre las múltiples obras y proyectos impulsados por su administración, destaca un cambio esencial que ha impactado directamente en la vida cotidiana de los salvadoreños: la restauración de la seguridad. En ningún otro período reciente de nuestra historia se había vivido una paz social como la que hoy se respira en calles, colonias y barrios históricamente controlados por pandillas.

Esta reflexión crítica busca no solo hacer un repaso de los logros evidentes del actual gobierno, sino también analizar el significado profundo de vivir en un país libre de miedo, y advertir del peligro que representaría permitir el retorno de las mafias políticas que antes convirtieron al país en rehén del crimen y la miseria.

I. LA HERENCIA DE LOS 30 AÑOS: UN PAÍS QUEBRADO MORAL Y SOCIALMENTE

Durante los gobiernos de ARENA y el FMLN, El Salvador no solo fue saqueado económicamente, sino también psicológica y moralmente.

La política se convirtió en sinónimo de cinismo, traición y pactos oscuros. ARENA gobernó con una visión neoliberal excluyente, privatizando servicios públicos y entregando los recursos del país a oligarquías que solo velaban por sus intereses. Por su parte, el FMLN, que prometía ser la voz del pueblo, terminó siendo una cúpula elitista, desconectada de las bases populares, y cómplice del mismo sistema de corrupción que tanto criticó.

En esos años, hablar de seguridad era sinónimo de represión sin resultados. Las pandillas se adueñaron de comunidades enteras, los jóvenes eran reclutados o asesinados, las familias desplazadas y extorsionadas, y miles emigraron forzadamente. La impunidad fue la norma. Se prometían planes de seguridad que nunca llegaban. Incluso hubo negociaciones con las pandillas, acuerdos por debajo de la mesa que les otorgaban poder a cambio de votos. Esa fue la tragedia: un Estado cooptado por políticos sin ética, y criminales sin freno.

II. LA RUPTURA DEL CICLO: EL ASCENSO DE UNA NUEVA ESPERANZA

Con la llegada de Bukele al poder en 2019, se rompió el pacto tácito entre las dos fuerzas políticas tradicionales. Por primera vez, el pueblo salvadoreño apostó por una opción que no provenía ni de ARENA ni del FMLN. Esta decisión no fue casual, fue una respuesta directa al hartazgo, a la desesperanza, a la humillación vivida por décadas. El nuevo gobierno asumió el desafío de desmontar estructuras corruptas, modernizar el Estado y, sobre todo, recuperar el control del territorio.

Entre las obras más visibles de estos seis años están las mejoras en infraestructura, la inversión en salud y educación, el uso de tecnología en la administración pública, y la promoción del turismo como motor de desarrollo. Pero ninguna de estas sería posible si el país siguiera secuestrado por la violencia. Por ello, el corazón del cambio ha sido el restablecimiento de la seguridad pública.

III. LA SEGURIDAD COMO DERECHO HUMANO RESTITUIDO

El Plan Control Territorial y el régimen de excepción han sido medidas decisivas para enfrentar el poder de las pandillas. Más de cien mil miembros de estructuras criminales han sido detenidos, se han desmantelado sus redes de extorsión y narcotráfico, y se ha recuperado el control de las cárceles. Pero más allá de las cifras, lo que realmente ha cambiado es la vida de millones de salvadoreños que hoy pueden caminar sin miedo, abrir negocios, estudiar, salir de noche, y volver a confiar en sus comunidades.

¿Quién puede negar esta transformación? ¿Qué salvadoreño sensato desearía regresar a los años del toque de queda autoimpuesto, de las extorsiones diarias, de los funerales juveniles? Por supuesto que el proceso no ha sido perfecto, y se deben garantizar los derechos de todos. Pero sería mezquino no reconocer que lo que hoy se vive en El Salvador es inédito en la región: un país que logró domar el crimen organizado sin depender de potencias extranjeras, y sin ceder soberanía.

IV. ¿VOLVER AL PASADO? UN RIESGO QUE EL PUEBLO NO PUEDE PERMITIRSE

Frente a esta realidad, surge una pregunta urgente: ¿están dispuestos los salvadoreños a permitir que ARENA o el FMLN vuelvan al poder? La respuesta es clara para quienes recuerdan lo que vivieron. Sería como invitar nuevamente al verdugo a entrar a casa, como darle las llaves del futuro a quienes lo destruyeron en el pasado. Hoy, esos partidos intentan revestirse de nuevas caras, de discursos reformados, pero detrás sigue latiendo el mismo cinismo, la misma incapacidad, y las mismas alianzas oscuras.

Los que antes gobernaron con desprecio por la gente hoy se presentan como víctimas, como mártires de una supuesta dictadura. Pero su memoria selectiva olvida los cementerios llenos, los desaparecidos, los millones de dólares robados.

No tienen autoridad moral para dar lecciones. Y el pueblo salvadoreño, que ha sufrido tanto, no debe olvidar.

CONCLUSIÓN

El Salvador vive un momento de transformación sin precedentes. En apenas seis años, el gobierno de Nayib Bukele ha logrado lo que parecía imposible: devolver la paz a un país herido, reconstruir el tejido social, e instalar una nueva narrativa de dignidad, trabajo y soberanía. Esta obra no es solo del gobierno, sino de un pueblo que decidió despertar, resistir y construir una nueva historia.

No se trata de idolatrar a un líder, no se trata de rendirle culto,  sino de valorar los hechos concretos, las realidades que se tocan y se sienten. El cambio es real. La seguridad es real. Y el riesgo de perderlo todo también lo es. La vigilancia ciudadana debe continuar, pero sin caer en las trampas de quienes, desde el fracaso y el odio, solo quieren destruir lo que otros han comenzado a edificar.

REFLEXIÓN FINAL

Hoy más que nunca, El Salvador necesita memoria. Necesita que sus ciudadanos no olviden de dónde venimos y qué fue lo que permitió que el miedo se normalizara durante tanto tiempo. La transformación iniciada no puede ser interrumpida por los mismos de siempre, ni por los discursos disfrazados de moralismo vacío. La seguridad no tiene precio, y quienes hoy caminan tranquilos por las calles del país deben ser conscientes de que esta nueva paz fue conquistada con decisión, valentía y compromiso.

La historia nos dio una segunda oportunidad. Y como pueblo, no podemos desperdiciarla.

 

 

SAN SALVADOR, 22 DE JULIO DE 2025

 

 

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