EL SALVADOR:
30 AÑOS DE ESTADO DE EXCEPCIÓN POR LAS MARAS
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN.
Durante más de tres décadas, El Salvador vivió una
pesadilla constante, una guerra no declarada, pero real, encarnada en cada
colonia, cada pasaje y cada rincón olvidado por el Estado. Mientras los
salvadoreños se desangraban bajo las balas, extorsiones y control territorial
de las pandillas —las maras—, los supuestos “defensores de la democracia”, los
“guardianes de los derechos humanos” y los “analistas progresistas” guardaban
silencio cómplice o distraían a la opinión pública con discursos vacíos.
Entre 1992 y 2022, el país estuvo atrapado en un Estado
de excepción de facto: no era legal, pero era evidente. No había garantías ni
seguridad para los ciudadanos comunes. Se vivía bajo la tiranía de las maras,
que decidían quién podía entrar o salir de una colonia, quién debía pagar
renta, quién podía vender o trabajar. Más de 126,000 salvadoreños fueron
asesinados en este periodo —muchos de ellos jóvenes, niños y mujeres inocentes—
mientras la clase política se lucraba, las ONGs callaban y los medios jugaban
al equilibrista moral. Pero hubo muchos otros que corrieron una suerte diferente
y fueron desaparecidos y terminaron en cementerios clandestinos que poco a poco
se han ido descubriendo.
¿Qué dijeron entonces ARENA y el FMLN? Nada. O peor aún:
pactaron con las mismas estructuras que llenaban de sangre las calles. ¿Qué
dijeron El Faro, Factum, ¿Foco, Gato Encerrado, La Prensa Gráfica, la UCA y las
ONGs satélite? Silencio sepulcral. Un silencio ensordecedor. ¿Dónde estaban sus
editoriales, sus titulares de indignación, sus campañas internacionales por las
víctimas de las maras? Brillaban por su ausencia. Callaban porque estaban
ocupados protegiendo a sus financistas, a sus políticos aliados, a sus
negociantes de la desgracia ajena.
1. EL SILENCIO
CÓMPLICE DE ARENA Y FMLN
Durante las administraciones de ARENA (1989-2009) y FMLN
(2009-2019), las maras se convirtieron en una estructura paralela al Estado.
Lo sabían, lo toleraban y en muchos casos, lo negociaban.
Los datos son claros: bajo sus gobiernos se llegaron a registrar 25, y 30 o incluso más homicidios diarios.
Y, sin embargo, nunca activaron un Estado de Excepción
para proteger a la población, porque el verdadero “estado de excepción” era el
de los barrios sometidos por las pandillas.
Ambos partidos pactaron. El FMLN en particular, con su
"tregua" —una farsa que fortaleció a las maras— mostró su rostro
real: no revolucionario, sino mafioso. ARENA, por su parte, prefirió la
estrategia del olvido, de la indiferencia estructural. Se limitaron a discursos
vacíos mientras se lucraban con contratos y corrupción. Y cuando ya fuera del
poder, se enfrentaron a un gobierno que sí enfrentó a las pandillas con
decisión, comenzaron a rasgarse las vestiduras en nombre de los derechos
humanos. ¡Hipócritas!
2. MEDIOS DE
COMUNICACIÓN Y ONGs: LOS GUARDIANES SELECTIVOS
Muchos medios autodenominados "independientes",
como El Faro, Factum, Foco o Gato Encerrado, fueron entusiastas guardianes de
la moral política... pero muy selectiva. Mientras las maras secuestraban
comunidades enteras, estos medios investigaban hasta la saciedad los movimientos
del gobierno actual, pero jamás se indignaron por los crímenes diarios
cometidos por las pandillas durante tres décadas. ¿Por qué? Porque muchos de
sus periodistas, editores y directores tienen vínculos ideológicos o económicos
con las mismas élites políticas que permitieron el auge de las maras. Y cuando
alguien los cuestiona, se escudan en la libertad de prensa, aunque su cobertura
ha sido cualquier cosa menos equilibrada. Cuando morían 30 personas por día, su
narrativa era que el problema era “estructural”, que “no se resolvía con
represión”. Hoy, que el gobierno actúa con firmeza y resultados palpables,
gritan “dictadura”.
Las ONGs, por su parte, financiadas por organismos
internacionales pero controladas localmente por exfuncionarios o militantes de
ARENA y FMLN, fueron durante décadas fachadas de negocios políticos y activismo
selectivo.
Nunca denunciaron
a las maras como violadores sistemáticos de derechos humanos. Nunca defendieron
a las víctimas de la renta, del desplazamiento forzado, del asesinato diario.
Hoy, sin embargo, levantan la voz con desesperación... no por las víctimas,
sino porque sus redes de poder están siendo desmanteladas.
3. ¿Y LOS
“INTELECTUALES”? ¿Y LA UCA?
La Universidad Centroamericana (UCA), con su prestigio
histórico, se convirtió en los últimos años en un bastión del análisis sesgado
y la crítica automática al único gobierno que ha tenido el coraje de enfrentar
frontalmente a las pandillas. ¿Dónde estaban sus editoriales cuando las maras
cometían crímenes de lesa humanidad? ¿Dónde estaban sus estudios sobre la
descomposición ética de los partidos tradicionales? ¿Dónde sus condenas a los
pactos? Señor Josè Maria Tojeira, Rodolfo Cardenal, Padre Oliva.
Cuando 30 salvadoreños eran asesinados diariamente, la
UCA hablaba de causas estructurales, de inclusión, de violencia simbólica.
Ahora que hay días con cero homicidios, exigen el respeto absoluto de normas
jurídicas que nunca defendieron con igual intensidad cuando las maras destruían
familias enteras. La UCA no solo calló: se volvió parte de la complicidad
intelectual del colapso ético nacional.
REFLEXIÓN FINAL: ¿DE QUÉ LADO ESTUVIERON?
Hoy, cuando se vive un cambio real, cuando se han
recuperado territorios completos, cuando las familias caminan sin miedo y los
niños ya no sueñan con ser “homeboys” sino profesionales, los que callaron
durante 30 años han salido en masa a condenar el método, no porque les interese
la justicia, sino porque les duele haber perdido el control del relato.
El Salvador vivió un estado de excepción no declarado
durante tres décadas. Las maras fueron el poder real en las sombras, y los que
hoy critican a viva voz fueron sus cómplices por omisión o por conveniencia.
ARENA, FMLN, medios "independientes", ONGs “defensoras”, la academia
y sus supuestos intelectuales no tienen autoridad moral. Guardaron silencio
ante la barbarie y hoy gritan ante la justicia.
El pueblo ya despertó. No volverá a entregar su confianza
a los mismos que durante años lucraron con su miedo, su sangre y su
sufrimiento. Porque El Salvador merecía la paz desde hace mucho. Y porque ya es
tiempo de dejar atrás a los sepultureros disfrazados de salvadores.
SAN SALVADOR, 20 DE JULIO DE 2025
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